EL CONQUISTADOR

EL CONQUISTADOR

Copyright © 2006 por Trumpet Ministries, Inc. Todos los Derechos Reservados

Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional
Traducción de Carmen Alvarez

Las recompensas asignadas al que salga vencedor que se describen en los capítulos dos y tres del Libro del Apocalipsis son aspectos de la primera resurrección de entre los muertos. Estas son la vida, la autoridad, el poder, y la unión con Dios a través de Cristo que los reyes y sacerdotes de Dios deben poseer si van a ejercer sus papeles predestinados en el Reino de Dios.

¿Qué significa salir vencedor, ser un conquistador? ¿Acaso es necesario para el creyente Cristiano ser un conquistador para poder obtener la primera resurrección, para poder reinar con Cristo cuando Él regrese? De ser así, ¿cómo es que un creyente se vuelve conquistador? ¿Cómo puede el discípulo estar seguro de que está viviendo como uno de los conquistadores de Cristo?

Ser un conquistador no significa que imitemos exitosamente a Jesús. Más bien significa que comenzamos a darnos cuenta de que existe sólo un Conquistador y que Su nombre es Cristo. Conforme Él, el Conquistador de Dios, está siendo formado en nosotros por el poder de Dios, nosotros, a través de Él, recibimos ayuda para conquistar a Satanás.


Indice

Prólogo
El Camino de la Cruz
Preguntas de Introducción
Introducción
El Señor Cristo Jesús
Los Dos Candelabros
La Iglesia de Éfeso
La Iglesia de Esmirna
La Iglesia de Pérgamo
La Iglesia de Tiatira
La Iglesia de Sardis
La Iglesia de Filadelfia
La Iglesia de Laodicea
Un Sueño
Libros de Consulta


Prólogo-La Primera Resurrección

Existe un concepto importante que es la base de la enseñanza de este libro. Este concepto se expresa brevemente en Romanos 8:19:

La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios. (Romanos 8:19-NVI)

Nuestra visión de la primera resurrección de entre los muertos, de la resurrección que se llevará a cabo cuando el Señor aparezca, tiene que ver con el término “revelación” (manifestación; descubrimiento; dar a conocer).

El punto es el siguiente: el Día de Cristo no va a cambiar lo que somos sino que va a revelar lo que somos.

Sabemos que nuestro cuerpo será cambiado cuando regrese el Señor. Pero aun este cambio en nuestro cuerpo sólo reflejará lo ya que había sido creado anteriormente a través de la obra en nosotros de la gracia de Dios en Cristo.

Piensa que es como un escultor que trabaja en secreto, evitando que la mirada de los curiosos contemple su obra maestra. Entonces, el artista pone una fecha en cuyo día quitará el velo de su creación.

Esta es la verdadera naturaleza de la primera resurrección de entre los muertos, de la aparición del Señor Cristo Jesús en los cielos con Sus santos victoriosos.

¿Puedes captar el concepto?

Si es así, permite que el Artista celestial cree una obra maestra con la arcilla que eres. No es que cuando Él aparezca repentinamente serás transformado en personalidad, o que serás diferente de lo que esencialmente eres. Más bien será verdad que en Su aparición el cambio que está sucediendo en ti ahora bajo la mirada atenta del Señor será enfatizado radiantemente por la vestimenta de vida de resurrección incorruptible que te será dado en ese Día.

El manto de inmortalidad y de gloria debe ser tejido ahora conforme cooperas con el Espíritu Santo en medio de las alegrías y de las tristezas del discipulado Cristiano. Tú debes vencer, con la gracia de Cristo, las fuerzas que lleguen en tu contra.

Nuestra oración es que conforme estudies este libro comprendas los diversos factores de tu personalidad que deben ser cambiados por el Señor conforme Él echa abajo todo ídolo, y conforme toma Su lugar legítimo en el trono de tu corazón. Si obedeces a Cristo hoy, mientras que estás morando en el “lugar secreto”, en el centro de Su voluntad, mañana será revelado a la creación el milagro de la hermosura de la santidad en que te has convertido.

Y lo mejor de todo es que la “ciudad” de tu personalidad se habrá convertido en la morada eterna de Dios y del Cordero.

Tres conceptos adicionales quizá le sean de ayuda al creyente que se ha preguntado sobre la vida Cristiana victoriosa y sobre las recompensas asignadas al vencedor.

En primer lugar, ser vencedor no es obtener algún maravilloso rango espiritual al que sólo los individuos más extraordinarios pueden aspirar. Ser vencedor es un proceso sencillo, directo, y diario. Es la experiencia Cristiana normal.

El Señor Jesús nos aconsejó que debemos ocuparnos de la maldad que se nos presenta cada día, el mañana se ocupará de sí mismo.

Cada día, a todo discípulo del Señor le es dada una porción diaria de maldad que debe vencer. La maldad es un reto a nuestra paz, a nuestro reposo en el Señor. El reto quizá sea algo nuevo, o algo que nos llega de sorpresa, o quizá sea una irritación constante que hemos estado tratando durante años.

Quizá sea una tentación muy grande o una acusación inesperada de un buen amigo o de un miembro de la iglesia. En este caso, si no vamos inmediatamente al Señor, toda nuestra personalidad quizá sea prendida con el espíritu del Infierno.

Dios permite que la maldad llegue en contra de nosotros para aprender a obedecer, para ser transformados a la imagen de Cristo, y para ser moldeados en unión con Él. Si queremos obtener el bien que Dios tiene en mente para nosotros, debemos presentar inmediatamente en oración a Dios toda carga, pidiéndole que la quite o que nos dé la sabiduría para enfrentarla.

Conforme intentamos darle al Señor Jesús la irritación, el dolor, y la lujuria de nuestros desafíos, la naturaleza de Adán prefiere quejarse y pelear, o actuar de alguna otra manera pecaminosa. Cuando no cedemos a nuestra naturaleza animal, sino que comenzamos a buscar la paz del Señor, Su gracia entra en nosotros y somos transformados a Su imagen y llevados a una unión con Él. De esta manera, una parte de nosotros es crucificada y en su lugar se crea la Vida de resurrección del Señor.

Nuestra naturaleza de Adán prefiere mucho mejor dejarse llevar por los deseos impíos, o prefiere echarle la culpa a la gente, o a las circunstancias, o hasta a Dios por nuestras incomodidades, nuestro dolor, y nuestra frustración. Pero cuando cedemos a tales atracciones traemos la oscuridad de la maldad a nuestra personalidad. Cuando tratamos de escapar por la fuerza de las prisiones en que Dios nos ha puesto destruimos lo que Dios está logrando en nosotros.

Cuando nos permitimos el lujo de echarle la culpa a la gente, como a nuestro esposo o esposa, o a nuestras circunstancias, no crecemos en el Señor; en lugar de eso, crecemos en amargura y en enojo. Criticamos a otros o buscamos venganza.

La misma lujuria que destruye al creyente derrotado produce a Cristo en el conquistador conforme vence la lujuria a través de Cristo. El mismo temor y la misma preocupación que le quita la alegría al miembro indeciso de una iglesia crea fe y poder en el santo victorioso. El mismo dolor que hace que el vencedor crezca en Cristo resulta en amargura, en resentimiento, en dureza de corazón en los que no son vencedores, en los Cristianos vencidos.

Dios espera que todo Cristiano sea un vencedor. Las recompensas que normalmente asociamos con la vida Cristiana le son dadas al vencedor, no al miembro derrotado de una iglesia.

No existe ninguna autoridad ni ningún poder en el Cielo de arriba, ni en la tierra, ni en las regiones oscuras debajo de la superficie de la tierra que pueda prevenir que el Cristiano lleve una vida victoriosa cada día de su peregrinaje sobre la tierra. Sí podemos ser perfectos cada día aunque no hayamos sido aún perfeccionados.

Las únicas fuerzas que pueden prevenir la vida victoriosa son nuestra propia incredulidad, nuestra desobediencia, y nuestra terquedad. Dios ha hecho toda provisión. Cristo está intercediendo. Pero nosotros somos los que decidimos cada día si vamos a vencer la maldad o acceder a ella, y si vamos a culpar y a manipular a los demás, buscando forzar nuestra voluntad para poder obtener nuestra felicidad.

Los justos viven por la fe sencilla en Dios en todos los asuntos. Los que no son justos toman las riendas en sus propias manos conforme deciden sus propias circunstancias y destinos.

Un segundo concepto es que las recompensas al vencedor son pasos hacia la obtención de la primera resurrección de entre los muertos. La resurrección final, la resurrección general de salvación que ocurrirá al final del Reinado de los mil años, no tiene que ser “alcanzada”. Todo individuo que haya vivido sobre la tierra será resucitado al final del Reinado de los mil años, a excepción de los participantes en la primera resurrección. Este tema será explicado más adelante en el texto de este libro.

El tercer concepto es que el propósito de la primera resurrección es cambiar a los ocupantes de los tronos en el aire sobre nosotros que gobiernan la atmósfera espiritual de la tierra.

Cuando el Señor aparezca, aquellos que hayan alcanzado la primera resurrección serán resucitados de entre los muertos (o cambiados si todavía están vivos) y luego se elevarán para encontrarse con el Señor en el aire, en la región que había sido ocupada por las autoridades y los gobernantes que cayeron de la Presencia de Dios acompañando a Satanás.

Cuando los tronos en el aire hayan sido ocupados por los vencedores, la justicia, el gobierno, la paz, y la Gloria de Dios llenará toda la tierra. Esta es la venida del Reino de Dios a la tierra anunciada por Juan el Bautista, por el Señor Jesús, y por los Apóstoles del Cordero.

Generalmente se cree que el propósito de la venida del Señor es para sacar a la Iglesia de la tierra y llevarla al Cielo. No hay ningún versículo en el Nuevo Testamento que describa que la venida del Señor tiene el propósito de elevar a la iglesia de la tierra hacia el Cielo. No debemos predicar una doctrina que no se encuentra en el Nuevo Testamento. El propósito de la venida del Señor es cambiar los tronos espirituales en el aire que gobiernan la tierra para que las naciones puedan aprender a vivir en justicia, en santidad, y en el temor de Dios.

No es verdad que todo individuo salvo será elevado para encontrarse con el Señor en el aire cuando Él aparezca. La primera resurrección de entre los muertos tiene el propósito de imponer la voluntad de Dios sobre las naciones salvas de la tierra. Los Cristianos que no estén perfectamente reconciliados a la voluntad de Dios todavía son parte del problema, todavía son parte de la rebelión del principio. Ellos no están calificados para reinar con Cristo sobre la tierra porque todavía no han aprendido la importancia de, la necesidad de, la obediencia rigurosa al Padre.

Entonces vi tronos donde se sentaron los que recibieron autoridad para juzgar. Vi también las almas de los que habían sido decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios. No habían adorado a la bestia ni a su imagen, ni se habían dejado poner su marca en la frente ni en la mano. Volvieron a vivir y reinaron con Cristo mil años. Ésta es la primera resurrección; los demás muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron los mil años. (Apocalipsis 20:4,5-NVI)

El Camino de la Cruz

La Biblia nos enseña claramente que el camino del vencedor es el camino de la cruz:

Si resistimos también reinaremos con él. (2 Timoteo 2:12-NVI)
Si alguien quiere ser mi discípulo, tiene que negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirme. (Mateo 16:24-NVI)

La cruz de la abnegación y del dolor (la prisión Divina) y la corona del vencedor van juntas. Nunca pueden ser separadas. Ésta es la manera como Dios trabaja.

El que salga vencedor heredará todo esto, y yo seré su Dios y él será mi hijo. (Apocalipsis 21:7-NVI)

Preguntas de Introducción

¿Qué significa salir vencedor, ser un conquistador?

¿Por qué Cristo se aparece de diferente manera a cada una de las siete iglesias de Asia?

¿Cuáles son algunos de los problemas encontrados en las iglesias que deben ser vencidos si el santo quiere reinar con Cristo?

Exactamente, ¿cuáles son las recompensas que se dan a quienes conquistan estos problemas? ¿Cuál es la relación entre las recompensas que se dan a los santos victoriosos y la primera resurrección de entre los muertos?

¿Es necesario que el creyente Cristiano sea un conquistador para poder alcanzar la primera resurrección, para reinar con Cristo cuando Él aparezca? De ser así, ¿cómo se convierte el creyente en un conquistador? ¿Cómo puede el discípulo estar seguro de que está viviendo como uno de los conquistadores de Cristo?

Cristo le habló a la iglesia de Sardis. El nombre de Sardis significa “remanente”.

Por todo el Antiguo Testamento, como por el Nuevo, encontramos que Dios trabaja con un remanente, con un fragmento de la masa de gente que está involucrada en la adoración del Dios verdadero y con quienes llevan el nombre de Israel o de Cristo. ¿Cómo podemos reconocer al “remanente” del Señor? ¿Por qué es tan importante el concepto del remanente para el Cristiano que desea ser uno de los conquistadores de Cristo?

Introducción

El que salga vencedor heredará todo esto, y yo seré su Dios y él será mi hijo. (Apocalipsis 21:7-NVI)
Entonces vi tronos donde se sentaron los que recibieron autoridad para juzgar. Vi también las almas de los que habían sido decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios. No habían adorado a la bestia ni a su imagen, ni se habían dejado poner su marca en la frente ni en la mano. Volvieron a vivir y reinaron con Cristo mil años. (Apocalipsis 20:4-NVI)

El tema de este libro es el santo Cristiano victorioso, el vencedor, el conquistador. Este es el motivo del primer versículo citado arriba (Apocalipsis 21:7).

La recompensa asignada al conquistador es la primera resurrección de entre los muertos y toda la gloria y la responsabilidad que son parte de la primera resurrección. Esta es la razón por la que se cita el segundo versículo de arriba (Apocalipsis 20:4).

Existe una idea importante que considerar para empezar nuestra discusión sobre el conquistador, sobre el santo victorioso. Ésta tiene que ver con las diferentes recompensas, bendiciones, y privilegios que normalmente asociamos con la experiencia Cristiana. Todas las promesas, desde comer del árbol de la vida hasta reinar sobre las naciones con puño de hierro son aspectos de lo que esperamos que sea la herencia Cristiana.

Consideremos, por ejemplo, la primera consecuencia de vivir victoriosamente-permitírsenos comer del árbol de la vida. Adán y Eva fueron echados del jardín del Edén antes de que pudieran comer del árbol de la vida. Poder comer del árbol de la vida es obtener la inmortalidad en el cuerpo.

El Señor Jesús era en ese entonces, y sigue siendo, el Árbol de la Vida. Su sangre y su cuerpo son nuestra vida eterna. Conforme nosotros, a través de Cristo, obtenemos la victoria sobre el mundo, sobre la lujuria de nuestra naturaleza pecaminosa, y sobre nuestra voluntad propia, se nos da de comer la carne y la sangre de Cristo. Cristo cena con nosotros Su propia carne y sangre. Nosotros debemos vivir por la Vida de Cristo igual que Cristo vive por la Vida del Padre.

Cuando el Señor regrese, Él será como un cordero sacrificado. Aquellos que estén viviendo por el cuerpo y la sangre del Cordero sacrificado serán elevados para ser uno con el Señor por toda la eternidad. Donde está el cadáver, ahí se reunirán las águilas. Aquellos que siempre tienen presente al Señor, viviendo por Su Vida, se elevarán en ese Día con las alas de un águila.

A todo Cristiano se le enseña que él o ella está viviendo en vida eterna y que será resucitada para encontrarse con el Señor en Su Día. La verdad es que el único individuo que está viviendo en la vida eterna es aquel que está viviendo victoriosamente, aquel que ha sido diligente en vencer los retos que le señala diariamente el Espíritu. Cuando no estamos viviendo victoriosamente no se nos permite tomar de la vida eterna y no seremos resucitados en el Día del Señor. No somos una de las águilas del Señor.

En nuestros días no hay verdad más necesaria de las Escrituras que ésta. Debemos comprender que cuando no estamos viviendo victoriosamente no nos son dadas las recompensas establecidas para el vencedor. No podemos comer del árbol de la vida. No se nos da una corona de vida. No reinaremos sobre las naciones con Cristo.

Hoy en día, algunos están afirmando que somos vencedores por identificación con Cristo. Con esto quieren decir que por expresar fe en Él, quien es el Conquistador, entonces nosotros automáticamente somos conquistadores y por lo tanto candidatos para las recompensas que se les darán a los vencedores. Este concepto es falso.

Uno de los desafíos más grandes para la vida victoriosa es perdonar a quienes nos han lastimado. No se nos da de comer del árbol de la vida cuando no perdonamos a quienes nos han lastimado. Nosotros debemos, con la gracia de Cristo, perdonar totalmente a quienes nos han lastimado. Nosotros debemos vencer al espíritu de la amargura y de la venganza. Es un engaño afirmar que debido a que Cristo perdonó a Sus enemigos entonces nosotros automáticamente hemos perdonado a nuestros enemigos aunque todavía estemos llenos de amargura; que debido a Cristo venció al mundo y a la voluntad propia entonces nosotros también hemos vencido al mundo y a la voluntad propia aunque todavía estemos enredados con el mundo y estemos desobedeciendo a Dios en muchas áreas.

Discutiremos el antinomianismo (que somos salvos por la gracia a través de la fe sin tener que obedecer los mandamientos del Señor) un poco más adelante en este libro. Entre tanto, démonos cuenta que la doctrina actual (y antigua) de “sólo por la fe” es un enemigo mortal de la vida de victoria. El Humanismo, el Gnosticismo, el antinomianismo, y el Dispensacionalismo son todos enemigos del Reino de Dios.

Hay dos conceptos que se discuten en las siguientes páginas. La primera idea tiene que ver con el creyente que trata de obtener la vida de fe victoriosa en Cristo y las recompensas que se le asignan basadas en las victorias que él ha obtenido. La segunda idea es sobre la primera resurrección de entre los muertos (la que Pablo trataba de alcanzar) y la soberanía asociada con esa resurrección.

La razón por la que estamos discutiendo los dos conceptos al mismo tiempo (el concepto de las recompensas al vencedor y el concepto de la primera resurrección de entre los muertos) es porque nosotros creemos que están relacionados. Nosotros entendemos que el fruto, el resultado de la vida victoriosa en Cristo, es la primera resurrección de entre los muertos.

Creemos además que las recompensas asignadas al vencedor que se describen en el segundo y tercer capítulo del Libro del Apocalipsis son aspectos para la obtención de la primera resurrección. Ellas son las características de la vida, de la autoridad, del poder, y de la unión con Dios a través de Cristo que los reyes y los sacerdotes de Dios deben poseer si quieren ejercer sus papeles predestinados en el Reino de Dios.

La “meta” de Pablo, de Filipenses 3:14, es la primera resurrección de entre los muertos. Cuando Pablo llegue a su meta, él poseerá los incrementos de vida y de gloria que el Señor Jesús le da al vencedor.

La primera resurrección de entre los muertos es un estado que debe ser alcanzado, o al que se debe llegar, como Pablo nos exhortó:

Así espero alcanza la resurrección de entre los muertos. (Filipenses 3:11-NVI)

Si Pablo hacia el final de su peregrinaje sobre la tierra (evidente por la fecha del Libro de Filipenses) todavía no había alcanzado la primera resurrección, nosotros no debemos ser descuidados. Debemos, así como lo hizo Pablo, “seguir avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús”.

El “premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús” es la primera resurrección de entre los muertos.

La primera resurrección debe ser alcanzada “olvidando [continuamente] lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante”. Esta es la actitud del conquistador en Cristo.

Todo Cristiano, sin ninguna excepción, puede ser un conquistador, ya que es la virtud, la sabiduría, y la fortaleza de Cristo-y no las nuestras-las que logran vencer sobre el enemigo. Cristo es el que destruye las obras del diablo (1 Juan 3:8).

Cristo el Señor es el Vencedor, el Conquistador. Conquistamos todo adversario conforme moramos en Él.

Según lo entendemos nosotros, la salvación Divina de la ira de Dios y la primera resurrección de entre los muertos no son sinónimos.

Ciertamente es verdad que sí debemos ser salvos antes de comenzar a presionar hacia la primera resurrección de entre los muertos.

La primera resurrección incluye que reinemos con Cristo durante la Era del Reinado de los mil años y después durante toda la eternidad. Esto es más que la salvación Divina de la ira de Dios. Es el papel del real sacerdocio. El real sacerdocio es el verdadero Israel de Dios. El verdadero Israel de Dios reinará sobre las naciones salvas de la tierra (lee Isaías, Capítulos 60 y 61; Apocalipsis, Capítulo 21).

La primera resurrección de entre los muertos es para el verdadero Israel, para el real sacerdocio. Con el término “verdadero Israel” nos referimos a todos aquellos, ya sean Judíos o Gentiles por nacimiento físico, que han sido llamados por el Señor para salir de este mundo con el propósito de mostrar Su gloria a la humanidad (Génesis 22:18; 1 Pedro 2:9).

Podemos comprender que la salvación de la ira de Dios y la primera resurrección de entre los muertos no son lo mismo por el hecho de que Pablo, mientras estaba encarcelado en Roma unos cuantos años antes de su martirio, hizo la siguiente declaración:

Hermanos, no pienso que yo mismo lo haya logrado ya. Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús. (Filipenses 3:13,14-NVI)

Pensar que Pablo, en sus últimos años, estaba tratando de alcanzar la salvación de la ira de Dios no es razonable. Pablo sí estaba avanzando hacia una “meta” específica. Sabemos por el contexto del Capítulo Tres del Libro de Filipenses que la “meta” de Pablo era “la resurrección de entre los muertos”, la exanastasin para usar el término Griego.

Uno de los principales propósitos de los dos mil años de la Era Cristiana es la creación de los miembros del Cuerpo de Cristo. Tan pronto como el Cuerpo de Cristo haya alcanzado el nivel de madurez y de unidad deseada por el Señor, el Señor aparecerá con Su Cuerpo en la parousia (la venida y la Presencia del Señor). Esta es la primera resurrección de entre los muertos.

Después vendrá el juicio a las naciones. Las naciones salvas entrarán a la vida eterna mientras que los impíos serán echados al fuego eterno (Mateo 25:41,46).

No se les permite, a quienes han sido llamados a salir de este mundo, que sólo se “conformen” con ser salvados de la ira. Nosotros hemos sido llamados al trono de Cristo. No seremos juzgados por un estándar por debajo del que es aplicado al mundo sino de acuerdo a la luz celestial que nos haya sido dada. Si descuidamos nuestro llamamiento celestial seremos azotados muchas veces.

Debemos buscar aquello para lo que hemos sido elegidos.

En las Escrituras, el término salvación se utiliza para referirse tanto al escape de la ira como para el “reposo” de Dios, esto es, la maduración completa hasta ser hijos, hasta tener dominio sobre todas las cosas (Hebreos, Capítulo Dos).

De acuerdo con la segunda definición, los justos “a duras penas se salvan” (1 Pedro 4:18). El discípulo de Cristo debe aguantar el transcurso de todas las tribulaciones para poder ser salvo. La paciencia es necesaria si queremos poseer nuestra alma y entrar en el Reino de Dios. Para los elegidos de Dios, hay una carrera que debe ser ganada.

Dios siempre trata con el santo de acuerdo al llamado celestial de ese santo. El santo no puede decidir llevar una vida descuidada con la esperanza de que Dios en Su misericordia lo recibirá de todos modos en el Paraíso. Considera la diferencia con la que Dios trató a Jonás comparado con los demás marineros.

¡Sólo Jonás fue echado por la borda!

Hay algunas personas Cristianas que tendrán éxito en avanzar hasta lograr completamente la Gloria de Dios en Cristo. Para esto es para lo que los santos han sido predestinados (Romanos 8:28,29).

Hay algunos otros creyentes en Cristo que serán salvos así como quien pasa por el fuego. Éstos no vivieron una vida victoriosa. Ellos no respondieron con suficiente fervor al llamado de Dios (2 Pedro 1:10).

Pero si su obra [aquella que él ha construido sobre Cristo] es consumida por las llamas, él sufrirá pérdida. Será salvo, pero como quien pasa por el fuego. (1 Corintios 3:15-NVI)

Luego está el creyente que está en peligro de perder su salvación:

En cambio, cuando produce espinos y cardos, no vale nada; está a punto de ser maldecida, y acabará por ser quemada. (Hebreos 6:8-NVI)
El que no permanece en mí es desechado y se seca, como las ramas que se recogen, se arrojan al fuego y se queman. (Juan 15:6-NVI)

La diferencia entre ser salvo en la plenitud de la fructificación y de la herencia, y ser salvo por el fuego en esterilidad y en pérdida de herencia, puede ser observada en los ejemplos de Noé y de Lot. Noé y Lot fueron de los elegidos de Dios, siendo Lot un sobrino del patriarca Abraham. Tanto Noé como Lot fueron salvados de la ira pero salieron con testimonios y herencias muy diferentes:

Comían, bebían, y se casaban y daban en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y los destruyó a todos. (Lucas 17:27-NVI)
Pero el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre y acabó con todos. (Lucas 17:29-NVI)

Noé es ejemplo del conquistador que es resucitado de entre los muertos, hablando simbólicamente, y encomendado con la responsabilidad de restaurar la tierra (Isaías 61:4).

Lot es ejemplo del que no es vencedor pero que es salvado por las oraciones de sus parientes santos. Lot fue salvado de la ira de Dios, escapando a duras penas con su vida. Una parte de Lot, su esposa, fue destruida por el fuego de la ira de Dios. Lot fue salvado de la destrucción pero sin la fructificación, y sin el dominio que resulta de la fructificación, debido a la pérdida de su esposa.

¡Salvos como quien pasa por el fuego! Toda la fructificación, todo el dominio, y toda recompensa quemada de nosotros. Sólo nuestro espíritu es salvado. El fuego Divino ha consumido toda nuestra personalidad y todas nuestras acciones que Dios no aceptará. Ser salvos como quien pasa por el fuego quizá resulte ser una operación excesivamente dolorosa y prolongada que consista de “muchos azotes”.

El vencedor, el conquistador, el santo victorioso, no se salva como quien pasa por el fuego. Éste escucha los elogios de su Señor: “Bien hecho, siervo bueno y fiel”.

En el Día del Señor el conquistador estará rodeado por quienes han podido poseer el Reino de Dios debido a su testimonio y ministerio. Tiene muchos amigos y ha alcanzado una entrada abundante al Reino de Dios.

El vencedor ayuda al que no es vencedor a evitar que su espíritu sea rechazado por Dios en el Día de Cristo:

Entreguen a este hombre a Satanás para destrucción de su naturaleza pecaminosa a fin de que su espíritu sea salvo en el Día del Señor. (1 Corintios 5:5-NVI)

El creyente Cristiano de quien se habla en el versículo anterior no era un vencedor, un conquistador, un santo victorioso. Más bien, estaba viviendo en tremenda inmoralidad.

Muchos de los maestros y predicadores de nuestros días dirían que el Corinto incestuoso no tenía nada de qué preocuparse ya que “era salvo por la gracia y no por las obras”.

El Apóstol Pablo, quien sabía más sobre la “gracia” que los predicadores de ahora, le aconsejó a los líderes de la iglesia de Corinto que le entregaran a Satanás al Cristiano en pecado para que su espíritu pudiera ser salvado en “el Día del Señor Jesús”.

Judas nos habla sobre el que no es vencedor, sobre el individuo que es salvado, como lo fue Lot, por los esfuerzos de los que son santos:

A otros, sálvenlos arrebatándolos del fuego. Compadézcanse de los demás, pero tengan cuidado; aborrezcan hasta la ropa que haya sido contaminada por su cuerpo. (Judas 1:23-NVI)

Con esto podemos observar que existe una diferencia en el fruto producido por las personas Cristianas. Existen recompensas que han sido asignadas a cada individuo que “logre vencer”, esto es, al que se levante en la fe y se aferre de la victoria disponible a cada persona a través de Cristo.

Todo creyente puede ser un conquistador. Ser un conquistador requiere de una vida de obediencia a Cristo portando nuestra cruz. Cristo es El Conquistador. Si nosotros se lo permitimos, Cristo logrará la victoria en nuestra vida. No seremos derrotados si moramos en Cristo. Más bien, lograremos vencer nuestras circunstancias por medio de Su vida de resurrección obrando en nosotros.

Noé y Lot representan con sus vidas la diferencia entre la persona que es salvada para llegar a ser fructífera y la persona que es salvada como quien pasa por el fuego.

El resto de nuestro libro es una discusión de las recompensas asignadas al conquistador, del aumento en el poder y en la gloria que se le da a quienes logren la primera resurrección.

Las recompensas al que salga vencedor, las cuales son dimensiones en la vida, en la autoridad, en la santidad, en la unión con Dios son características personales de aquellos que alcancen la primera resurrección de entre los muertos. Éstas están incluidas en la “meta” hacia la que Pablo intentaba alcanzar a través de su experiencia Cristiana. No es posible que alguna persona pueda servir como miembro del real sacerdocio si no posee estas características.

Es muy probable que mucha de la capacitación espiritual prometida al vencedor nos es agregada hoy en día conforme avanzamos hacia adelante en Cristo, mientras que el resto de las bendiciones nos será dado en la hora en que sea redimido nuestro cuerpo.

El santo no puede cumplir su papel sin la dotación de Vida y de Personalidad Divina que se presentan en los capítulos dos y tres del Libro del Apocalipsis. Conforme meditamos en lo que se dice en estos dos capítulos, la diferencia entre el santo victorioso y el creyente manchado se hace notar inmediatamente. Existen las siete iglesias de Asia “manchadas y arrugadas”, y luego existen los santos victoriosos, los conquistadores.

El Señor siempre se dirige a las iglesias como grupos. Al conquistador siempre se dirige como individuo.

Una iglesia nunca puede ser un conquistador. No importa cuan santificada o cuan ferviente se vuelva la asamblea de Cristianos, ésta nunca puede ser un conquistador. Se les habla a cada uno de los conquistadores como individuos. La agrupación de los conquistadores constituyen los primeros frutos de la Iglesia, la Esposa del Cordero, el Cuerpo de Cristo, la nueva Jerusalén, la ciudad santa.

Para volverse un conquistador, el creyente debe avanzar más allá de toda persona, de toda voz, y de toda cosa que no sea la Persona de Cristo. El santo debe darse completamente a Cristo. No puede existir nada entre su alma y el Salvador. Debe ser libre de toda persona y, a la vez, ser el siervo de todos.

El Señor Cristo Jesús se presentará a Sí mismo una primicia de Su Iglesia-un remanente sin arruga y sin mancha de ningún tipo.

Cristo nunca le habla a dos personas sobre ser vencedores en equipo. El santo victorioso presiona a solas hasta el pecho de Dios. Su Creador lo recibe como un individuo, como una creación separada y única. La Iglesia es la “madre”, por así decirlo. Del ministerio y del cansancio de la Iglesia nace el santo, el vencedor, el conquistador. El espíritu del conquistador encuentra reposo sólo en el Espíritu de Dios, y está inquieto hasta que encuentra reposo en el centro de la voluntad de Dios.

El párrafo anterior no debe ser interpretado como que la Iglesia Cristiana es un grupo de personas y que los conquistadores son otro grupo de personas nacidas de la Iglesia. Esta quizá pueda ser una conclusión lógica pero no es la verdadera realidad espiritual. Las personas que son conquistadores son de la Iglesia para empezar y por ahora son la expresión verdadera de la Iglesia. Estas mismas personas siguen al Espíritu Santo al usar sus dones y ministerios, y a través de sus dones y ministerios se fortalecen a sí mismos y a sus oyentes hacia la plena estatura de Cristo.

En un papel somos la madre y en otro papel somos el conquistador. Para ponerlo aun más sencillo, nos fortalecemos en la fe más santa.

Cristo es el Conquistador. Conforme los ministerios de la Iglesia “sufren dolores de parto”, el Conquistador es formado en los santos (Gálatas 4:19; Apocalipsis 12:5). En el momento en que Cristo esté formado en nosotros, Él asciende a la derecha de Su Padre. Cada uno de los conquistadores de Dios mora en el lugar secreto del Altísimo-a la derecha del Padre.

Una gran parte de nuestro discipulado Cristiano consiste en la lucha para que Cristo surja en nosotros, para que nuestra naturaleza espiritual que ha vuelto a nacer more a la derecha del Padre en el Cielo. Existen muchas presiones que buscan obligarnos a bajar a la lujuria y a la codicia del mundo, mientras tanto, nuestra nueva naturaleza interna busca la victoria a la derecha de Dios.

Si realmente deseas convertirte en un conquistador, lo puedes lograr. Debes darte completamente a Cristo. Él debe ser no sólo tu Salvador personal sino también tu Señor absoluto. Sin una obediencia rigurosa a Él, no puedes convertirte en un santo victorioso.

La gloria y la responsabilidad de reinar con Cristo durante la Era del Reinado de los mil años que se aproxima han sido asignadas a los conquistadores. Los santos victoriosos son los que participarán en la primera resurrección de entre los muertos.

El Reino de Dios está esperando ser tomado por la persona a quien le importe lo suficiente como para tomarla con fe, con diligencia, y con paciencia. ¿Acaso tú eres este tipo de persona?

Muchos escritores han discutido las siete iglesias de Asia. Muchos han dicho que las siete iglesias representan siete periodos de la historia de la iglesia y que ahora estamos en el periodo representado por la iglesia de Laodicea. Nosotros también nos inclinamos hacia el punto de vista de que las iglesia representan la historia de las iglesias Cristianas. Sin embargo, nosotros creemos que históricamente ahora estamos en la iglesia de Filadelfia, y que Laodicea está muy próxima.

Otra clave para la interpretación de las siete iglesias de Asia es, “si te viene el saco, póntelo”. En diferentes momentos de tu experiencia Cristiana quizá te encuentres en alguna de estas iglesias, por así decirlo. Los retos y los problemas parecen aplicarse a tu situación actual. En ese caso, deja que el Espíritu Santo te guíe hacia la victoria sobre tu enemigo. Permite que el Espíritu te aplique la disciplina y las promesas según Su voluntad.

En nuestra discusión del conquistador no vamos a identificar los siete periodos de la historia de la iglesia. Más bien estamos interesados en describir tres factores:

La manera en que el Señor Cristo Jesús se manifiesta a Sí mismo a nosotros para poder satisfacer nuestra necesidad de ese momento.

Los pecados, los enemigos, y los problemas que el santo debe vencer.

Las recompensas asignadas al creyente que conquista a través de Cristo, los diversos pecados, enemigos, y problemas que aquejan a las iglesias.

Si vamos a recibir las recompensas asignadas al conquistador debemos, usando al Apóstol Pablo como nuestro ejemplo, dejar todo para que podamos avanzar hacia adelante hasta la meta, hasta el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo.

El Señor Cristo Jesús

Antes de hablar con respecto a las siete iglesias de Asia, el Espíritu Santo nos presenta primero al Señor Cristo Jesús. Si vamos a ser uno de los conquistadores del Señor debemos llegar a comprender que Cristo es superior a las iglesias y es el Señor de las iglesias. Cristo es el Comandante en Jefe.

Cristo está en medio de los siete candelabros de oro, de las siete iglesias de Asia.

Las iglesias de Cristo son el testimonio Divino, los candelabros. Ya que el Señor Cristo Jesús se encuentra en medio de ellas, las iglesias son la luz, la única luz, del mundo.

Las iglesias son candelabros de oro. Son de oro porque son de Dios. El oro, en las Escrituras, simboliza Divinidad. Las iglesias Cristianas no son instituciones sociales. Son el testimonio Divino del Cielo del comportamiento justo y recto, y del poder sobrenatural.

Las iglesias de Cristo deben ser iluminadas sólo por el Espíritu Santo. El único testimonio que tiene un impacto eterno es aquel que es dado por el Espíritu Santo (Hechos 1:8).

En Apocalipsis 1:13 leemos “alguien semejante al Hijo del Hombre”. Cristo es como un hombre, pero ¡qué diferente!-¡Qué diferente!

Su hermosa y radiante túnica sacerdotal blanca, representando Su Personalidad y Su conducta justa, recta, y santa cubre completamente Su cuerpo. ¡Él es santo!

Su pecho está ceñido con la fuerza de Dios Todopoderoso.

Su cabeza y Su cabellera lucen blancas como la nieve-la pureza de la sabiduría eterna.

Sus ojos son el juicio encendido. Resplandecen como llama de fuego.

Los ojos de Cristo ponen a prueba los motivos de la gente. Ellos queman lo que no es sincero y lo que es de la carne. Nosotros no podemos engañar a Cristo. No podemos convencerlo de que nuestros caminos son correctos. Cristo percibe cada uno de nuestros motivos y Él nos encuentra intrigantes y egoístas.

Los pies de Cristo son como bronce al rojo vivo en el horno del juicio Divino. Dondequiera que Cristo camine, ahí se ejerce juicio Divino. Dondequiera que el santo camine se ejercerá juicio Divino si Cristo está viviendo en él. Los demonios serán echados. El testimonio que dé el santo causará que algunos se salven y que otros sean reservados para el Día del Juicio.

La voz de Cristo es tan fuerte como el estruendo de los océanos y de los mares de la tierra, como la caída turbulenta de una catarata. Es un sonido inmenso y poderoso que cubre desde un extremo de la eternidad hasta el otro extremo.

La voz de Cristo se multiplica en los santos, cada uno de los cuales es una fuente de agua viva.

La Palabra de Cristo es el poder que sostiene a las estrellas en sus respectivos cursos. El universo material está controlado por el poder de Cristo. En Él habita toda la plenitud de Dios en forma humana. Él posee el Espíritu de Dios sin medida.

En Su mano derecha Cristo sostiene las siete estrellas. Las siete estrellas son los ángeles, los espíritus gobernantes, de las siete iglesias. La mano derecha representa la autoridad y el poder. Cristo Todopoderoso sostiene a los espíritus de las iglesias en la mano derecha de Su majestad.

Uno de los hechos más importantes que el conquistador aprende del Espíritu de Dios es que las iglesias no sostienen a Cristo. Cristo sostiene a las iglesias. Las iglesias siempre son débiles, siempre imperfectas, siempre tienen necesidades. Cristo nunca es débil, nunca es imperfecto, nunca tiene necesidades. Cristo es el Señor.

De la boca de Cristo sale una aguda espada de dos filos. La Palabra de Dios es la espada del Espíritu. La Palabra de Dios que sale de la boca de Cristo es el arma más poderosa en el universo. No existe ninguna otra arma en la creación que sea tan fuerte, tan afilada, ni tan penetrante como la Palabra de Dios.

La Palabra de Dios está viva. Es poderosa. Divide en dos el alma y el espíritu del hombre. Divide en dos las articulaciones y la médula de los huesos hasta que todo lo que no sea de Cristo haya sido echado de nuestra estructura corporal. Así como Elías, nosotros debemos tener vida de resurrección en nuestros huesos. La Palabra de Dios juzga los pensamientos y los motivos de nuestro corazón.

El rostro de Cristo es como el sol cuando brilla en todo su esplendor. Es dañino para los ojos ver directamente al sol. La luz es tan intensa que los ojos se dañan. Lo mismo sucede con el rostro de Cristo. Nosotros no podemos contemplar Su rostro a excepción de que se cubra la intensidad de la gloria que emana de Él.

El Apóstol Juan, el amado del Señor, cayó como muerto a los pies de Cristo-de quien él pensó conocer tan bien. Ahora Juan se daba cuenta de que no conocía a Cristo tan bien como él pensaba. Aunque las Escrituras no nos lo indican, puede ser posible que la revelación de Cristo que Juan estaba contemplando era de tamaño gigantesco, probablemente una montaña cuya cumbre coronada de nieve estuviera parcialmente oculta por las nubes.

Ninguno de nosotros los Cristianos conocemos a Cristo tan bien como pensamos conocerlo. El Apóstol Pablo, al final de su vida, estaba buscando conocer a Cristo. Nosotros conocemos a Cristo mínimamente.

El Señor Jesús puso Su mano derecha sobre Juan. No hay ninguna duda en nuestras mentes de que Juan nunca más volvió a ser el mismo después de haber sentido la mano del Cristo resucitado, del Señor de la gloria.

Cristo le dijo, “No tengas miedo”. La apariencia de Cristo lleno de gloria es terrible de contemplar. Él es la imagen del Dios invisible. Juan estaba postrado boca abajo, muerto de miedo, sin fuerzas ya que le quedaran.

Aunque en estos días estamos aprendiendo que nuestro Cristo es más imponente, más asombroso, y más poderoso de lo que nos habíamos imaginado, Él nos quiere decir a quienes lo amamos y lo estamos sirviendo con toda nuestra atención y fuerza, “No tengas miedo; Yo soy el Primero y el Último”. Esta es otra verdad importante que el conquistador aprende con respecto a su Comandante en Jefe, al Señor Cristo Jesús. Cristo es el último al igual que el primero. Lo que Cristo empieza Él lo termina.

Hoy en día, muchos nos quieren decir que Cristo fue una persona maravillosa con buenas intenciones pero que no pudo terminar lo que empezó; que Él era un idealista que estaba dispuesto a morir por sus puntos de vista, pero que no pudo lograr lo que se propuso hacer.

¡Qué ignorancia! ¡Qué mentira representa este punto de vista!

¿Estás completamente seguro de que Cristo puede terminar lo que ha comenzado en tu vida? ¿O acaso crees que en algún momento Él te ha abandonado o te abandonará a los infortunios de este mundo?

Cristo, que es el Hijo de Dios que no puede mentir y que no puede fracasar, ciertamente llevará a la perfección todo lo que Él ha comenzado. La única persona que puede interferir en la obra de Cristo en nuestras vidas somos nosotros mismos. Nosotros poseemos el poder verdaderamente impresionante para mantener cerrada a Cristo la puerta de nuestra personalidad.

Cristo no abrirá la puerta de nuestro corazón. Él tocará. A veces Él toca hasta que toda la casa se está sacudiendo, y hasta que comprendamos que Dios nos está hablando a nosotros.

Dios hablará. Nosotros debemos ser los que abrimos la puerta. De otra manera, la puerta de nuestro corazón permanecerá cerrada a Cristo por toda la eternidad.

“Y el que vive.” Nosotros no estamos intentando imitar a algún maestro que murió hace dos mil años. Cristo vivo está entre nosotros. Si nosotros le abrimos la puerta de nuestro corazón a Él, Él entrará en las habitaciones secretas de nuestra personalidad y cenará con nosotros.

No es la voluntad de Dios que haya muchos cristos en el universo. Sólo hay un Señor Cristo Jesús. Nosotros no debemos ser un duplicado de Él. Nosotros somos llamados a ser parte de Él, una extensión de Él, la plenitud de Él, Su complemento.

Si se lo permitimos, Él-Cristo vivo-se volverá todo lo que somos, todo lo que necesitamos, todo lo que somos llamados a lograr. Él mismo es nuestra resurrección, nuestra vida, nuestra fuerza, nuestra alegría, nuestra paz, nuestra esperanza, y nuestra sabiduría. Él es todo lo que siempre necesitaremos para estar seguros, para ser felices, para estar satisfechos, para ser fructíferos y para tener dominio.

“Estuve muerto.” Cristo experimentó sufrimientos y la muerte-una muerte dura y cruel ya que estaba cargando con los pecados de todo el mundo.

“Pero ahora vivo por los siglos de los siglos.” Cristo está vivo. Él está aquí ahora. Él ha estado trabajando con las iglesias desde hace dos mil años.

“Y tengo las llaves de la muerte y del infierno.” Nadie puede entrar al Infierno ni salir de él sin el permiso de Cristo. Nadie puede entrar a la muerte ni salir de ella sin el permiso de Cristo.

Cristo tiene las llaves.

Hay que tener en cuenta, conforme estudiamos a las siete iglesias en Asia, que ellas representan las iglesias imperfectas de la tierra.

De estas iglesias imperfectas surgirá la Esposa del Cordero sin mancha.

Los Dos Candelabros

En Apocalipsis, Capítulo 11 el testimonio a las naciones del final de los tiempos se simboliza con “los dos olivos y los dos candelabros que permanecen delante del Señor de la tierra”. Nosotros creemos que los dos olivos representan la porción doble del Espíritu Santo que será derramado sobre los santos de los últimos días para que puedan dar testimonio a todas las naciones de la tierra de la pronta venida del Reino de Dios.

También se mencionan dos candelabros. Cuando estudiamos el Candelabro de oro de la Tienda de Reunión, nos damos cuenta que sólo puede representar al Señor Cristo Jesús. El Candelabro de oro puro con sus copas, frutas, y flores, delante de Dios, es sin lugar a duda Cristo. Ahí tienes a uno de los candelabros. Pero ¿qué hay del segundo candelabro del Apocalipsis, Capítulo 11?

El único significado posible de un Candelabro es una iglesia Cristiana.

Ésta es la explicación del misterio de las siete estrellas que viste en mi mano derecha, y de los siete candelabros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candelabros son las siete iglesias. (Apocalipsis 1:20-NVI)

Por esto, debería haber ocho candelabros en el capítulo once del Apocalipsis: Cristo más las siete iglesias. ¿Por qué sólo hay un candelabro que represente a las siete iglesias?

Conforme estudiamos los capítulos dos y tres del Apocalipsis, la razón por la que sólo hay un candelabro (en lugar de siete) se vuelve más clara.

Cada una de las siete iglesias se divide en dos grupos de personas, los santos victoriosos y los santos que no son victoriosos. El Señor Jesús señala las diversas cualidades y debilidades de cada una de las siete iglesias (excepto de Laodicea que no tiene ninguna cualidad), y después promete las recompensas de vida, de autoridad, y de cercanía a Dios a “aquel que salga vencedor”.

Parece muy probable que los santos victoriosos eran (y siguen siendo) una minoría en cada una de las iglesias.

Sin embargo, tienes en Sardis a unos cuantos que no se han manchado la ropa. Ellos, por ser dignos, andarán conmigo vestidos de blanco. (Apocalipsis 3:4-NVI)

Sin embargo, las promesas que generalmente asociamos que son para los Cristianos sólo son para esta minoría.

Si observamos a nuestro alrededor quizá notemos que la mayoría de las iglesias Cristianas incluyen una mayoría de personas que no están obedeciendo los mandamientos del Señor:

Ellos no están saliendo del mundo para caminar en separación santa al Señor.

Ellos no están confesando ni obteniendo victoria sobre los pecados de la naturaleza pecaminosa.

Ellos no están diciendo “no se haga mi voluntad más hágase la Tuya” en cada situación de su vida.

Ellos son feligreses. Pero de acuerdo al estándar de las Escrituras ellos no son discípulos del Señor, y por consiguiente, por definición, no son Cristianos verdaderos. Ellos no van a recibir las recompensas que se asignan al conquistador.

Nuestro punto de vista es que en el futuro cercano estarán trabajando dos fuerzas masivas en el mundo. Una de estas fuerzas será un derramamiento sin precedente de la Gloria de Dios. La otra fuerza será mucha dificultad y persecución.

Nosotros pensamos que la Gloria y la tribulación hará que el santo victorioso salga de las iglesias mundanas, purificará a los santos, y logrará que ellos se vuelvan uno en el Señor Cristo Jesús.

Si estamos en lo correcto, los santos victoriosos probarán ser las primicias de la Esposa del Cordero, una primicia sin mancha ni arruga.

Pero una sola es mi palomita preciosa, la hija consentida de su madre, la favorita de quien le dio la vida. Las mujeres la ven y la bendicen; las reinas y las concubinas la alaban. (Cantares 6:9-NVI)

“Pero una sola es mi palomita preciosa.”

El Señor Jesús (el primer Candelabro) y los santos victoriosos (el segundo candelabro), en los días que están por llegar, recibirán de lo alto un poder tremendo. Ellos irán a todas las naciones sobre la tierra dando testimonio de la venida del Reino de Dios.

Los dos candelabros trabajando juntos como un Testigo mundial continuarán el testimonio de los Apóstoles del primer siglo. Ellos anunciarán que Dios ha hecho a Jesús Señor y Cristo; que Jesús murió sobre la cruz y que resucitó al tercer día; que quien crea en Él recibirá perdón por sus pecados; que regresará para juzgar al mundo. Aquellos que sean inteligentes huirán de la ira que vendrá. Este es el mensaje apostólico.

El Testigo de Dios castigará a la tierra con plagas hasta que el testimonio Divino haya sido completado. Entonces “vendrá el fin”: no el fin de la era sino el fin del testimonio Cristiano en las principales ciudades de la tierra. Quienquiera que busque a Dios después de que el testimonio Divino haya sido completado tendrá que ir al desierto donde los santos estarán siendo protegidos del odio asesino del Anticristo.

Entonces el SEÑOR creará una nube de humo durante el día y un resplandor de fuego llameante durante la noche, sobre el monte Sión y sobre los que allí se reúnan. Por sobre toda la gloria habrá un toldo. (Isaías 4:5-NVI)
Cada uno [el Rey y Sus príncipes] será como un refugio contra el viento, como un resguardo contra la tormenta; como arroyos de agua en tierra seca, como la sombra de un peñasco en el desierto. (Isaías 32:2-NVI)
Y el que invoque el nombre del SEÑOR escapará con vida, porque en el monte Sión y en Jerusalén habrá escapatoria, como lo ha dicho el SEÑOR. Y entre los sobrevivientes estarán los llamados del SEÑOR. (Joel 2:32-NVI)

En ese día, la autoridad y el poder del Anticristo alcanzarán hasta los cielos y evitarán que la gente pueda alcanzar a Dios a través de la oración.

Creció hasta alcanzar el ejército de los cielos, derribó algunas estrellas y las pisoteó. (Daniel 8:10-NVI)

Sólo en el remanente que Dios ha llamado a salir habrá salvación.

El Señor Jesús está buscando hoy en día a personas que a través de Él hagan el esfuerzo para conquistar al mundo, a Satanás, a los pecados de la naturaleza pecaminosa, y a sus voluntades propias. Cada creyente que decida seguir al Señor con todo su corazón servirá, en la era de los horrores morales que está por llegar, como profeta, como testigo, como siervo de Dios, y como liberador. Cuando Cristo regrese, el santo victorioso será coronado con gloria y con honor.

El feligrés tibio será sacudido y echado de un lado a otro, sin poder sobrevivir a las presiones oscuras que Dios permitirá que envuelvan el ambiente.

¿Serás tú uno de los que escoja vencer a Satanás por la sangre del Cordero, por tu testimonio de que Dios es fiel, y menospreciando tu vida hasta la muerte?

¿Escogerás ser un conquistador?

La Iglesia de Éfeso

Escribe al ángel de la iglesia de Éfeso: Esto dice el que tiene las siete estrellas en su mano derecha y se pasea en medio de los siete candelabros de oro: (Apocalipsis 2:1-NVI)

La primera manifestación de Cristo es de Quien tiene las siete estrellas en Su mano derecha y de Quien se pasea en medio de los siete candelabros de oro.

Las “estrellas” son los siete ángeles de las iglesias. La “mano derecha” expresa la autoridad y el poder de Cristo.

Los “candelabros de oro” (no candeleros, como en la versión Reina-Valera de la Biblia, sino candelabros, como el candelabro de oro de la Tienda de Reunión) se refieren a la habilidad de las iglesias para testificar, mediante la unción del Espíritu Santo, de la muerte expiatoria, de la resurrección, del regreso a la tierra, y del señorío supremo de Cristo.

Para ser un conquistador debemos caminar siempre con esta visión del Cristo Todopoderoso. Cristo no está limitado por las limitaciones de Sus iglesias. Cristo es el Señor de las iglesias. Cuando le es necesario o cuando Él lo desea, Él se mantiene distante de las iglesias. Él sostiene a los espíritus gobernantes de las iglesias en la mano derecha de Su autoridad y poder.

Hoy en día los hombres buscan la aprobación de otros hombres y se regocijan en sus posiciones de autoridad en las diferentes organizaciones religiosas. Todas estas posiciones se volverán polvo cuando Cristo aparezca. Toda persona que tenga una posición de liderazgo instantáneamente debe estar preparada en su corazón, lista para humillarse ante los pies de bronce del único Pastor verdadero de las ovejas de Dios. Los Fariseos no pudieron hacer esto.

El orgullo espiritual es de Satanás, y es una trampa a la que fácilmente puede caer un líder Cristiano.

Los que sostienen posiciones de autoridad y de poder en las iglesias Cristianas quizá no puedan renunciar a ellas cuando el Señor aparezca. Cuando el Rey, el Hijo de David, indique que los líderes eclesiásticos cedan sus posiciones a personas que a ellos no les parezcan, y que ellos tomen una posición más humilde, quizá no puedan hacerlo. Aunque les gustaría servir a Cristo y estar en Su Reino, quizá no puedan tomar una posición menor ante los que los vieron algún día en una posición más exaltada.

Mucha obra Cristiana es efectuada por hombres y mujeres de buenas intenciones que además intentan construir el Reino de Dios. Pero no han estado esperando en el Señor hasta escuchar de Él. Ellos están ciegos a la voluntad específica de Dios. Nosotros creemos que este grupo en particular se resistirá a cualquier cosa que el Señor haga. Ellos no conocen al Señor, sólo las cosas asociadas con la obra Cristiana.

Los gobernantes de los Judíos estaban ciegos a la voluntad específica del Señor. Ellos no habían escuchado de Él como lo habían hecho los profetas. Ellos no podían concebir que pescadores fueran los verdaderos líderes de Israel. Y sin embargo, los nombres de los pescadores están inscritos eternamente en los cimientos de la muralla de la nueva Jerusalén mientras que los líderes y los escribas están esperando el Día del Juicio. Así mismo sucederá en las iglesias Cristianas cuando el Señor aparezca.

Cristo es el Señor de las iglesias por orden del Padre. Cristo nunca está sujeto a las iglesias ni a la estructura administrativa de las iglesias. Cristo hace lo que le place con las iglesias. Él no tiene la obligación de honrar los esfuerzos de aquellos que, aunque de buenas intenciones, no están siendo dirigidos por Él en sus obras Cristianas.

El conquistador no alaba ni adora a las iglesias, ni la dirección y las cosas de las iglesias. Las iglesias son la creación de Cristo. Alabar o adorar a la creación en lugar de al Creador es idolatría. El conquistador se somete y sirve a las iglesias por obediencia y amor a su Señor, Cristo. El conquistador hace lo que es justo y apropiado ante los ojos de Dios y del hombre.

Cristo camina entre las iglesias y Sus ojos de fuego descubren todo motivo y toda obra.

Si el creyente en Cristo va a llegar a la madurez, él debe tomar parte en los ministerios de las iglesias. Él debe obedecer a los líderes. Él debe escuchar lo que se le instruye y debe tomar parte de la vida corporativa de la asamblea. Él debe servir en las iglesias conforme el Señor le da la oportunidad.

Estas disciplinas necesarias son sólo el comienzo. Además, el santo debe ver más allá de la asamblea. Él debe contemplar a Cristo mismo. Él o ella debe contemplar al Señor de la asamblea. Debe ser llevado ante el “Dios de la casa de Dios”.

Muchas personas Cristianas están bastante familiarizadas con Bethel-la casa de Dios. Comprenden sus caminos, sus responsabilidades, sus actividades, su vocabulario. Pero quizá nunca han conocido a El-Bethel-al Dios de la casa de Dios.

Tarde o temprano, el conquistador llega a estar frente a frente ante el Señor de las iglesias. Entonces descubre que Cristo es más grande que las iglesias y que las vidas y las actividades de las iglesias. Cristo es Señor de todo-el Hijo del Dios Altísimo.

El conquistador tiene establecida su relación con el Señor de las iglesias al igual que con las iglesias. Se mantiene como siervo de las iglesias y está sujeto a toda autoridad. El santo victorioso generalmente no se retira de la gente ni de sus muchas necesidades y flaquezas.

El santo no recibe su vida e inspiración de la gente, excepto conforme el Señor le imparte sabiduría y fortaleza a través de los dones y ministerios de sus compañeros santos. El santo recibe su inspiración, su sabiduría, y su poder de la vida del Señor de las iglesias.

¡Padre, concédenos que Cristo pueda levantar nuestros ojos más allá de las actividades de la iglesia hasta que veamos a Aquel que sostiene la vida espiritual de cada iglesia en Su mano derecha de poder, a Aquel que continuamente juzga los motivos y las obras de las iglesias!

Conozco tus obras, tu duro trabajo y tu perseverancia. Sé que no puedes soportar a los malvados, y que has puesto a prueba a los que dicen ser apóstoles pero no lo son; y has descubierto que son falsos. (Apocalipsis 2:2-NVI)

La iglesia de Éfeso mantenía buenas obras Cristianas. Trabajaba pacientemente en las muchas tareas del Reino de Dios. Se rehusaba aceptar a los que hacían el mal. No aceptaba fácilmente a cualquier predicador que decía ser un apóstol sino que los ponía a prueba. Al hacerlo, encontró que algunos eran falsos.

Hoy en día necesitamos practicar esta discriminación. Aparentemente, el pueblo de Dios se cree demasiadas cosas-y es nuestra propia culpa. Ser tan tontos procede de nuestra complacencia, de nuestra forma de vida cómoda. Estamos tranquilos en Sión.

¿Dónde están las pruebas que les aplicamos a los que dicen ser representantes de Cristo? ¿Estamos poniendo a prueba a quienes dicen haber sido enviados por el Señor y que son de Cristo, o estamos dispuestos a seguir a cualquiera que parezca tener “éxito espiritual”? Debemos madurar en nuestra habilidad para distinguir entre lo que es de Cristo y lo que no es de Cristo.

Cualquier individuo que ha sido enviado a las iglesias por el Señor Jesús demostrará en sí mismo tanto el fruto como los dones del Espíritu de Dios. Debe haber señales siguiendo la predicación de la Palabra de Dios. Debe haber un testimonio del Espíritu, un reconocimiento del poder del Reino de Dios.

Si la presentación es totalmente mental, atrayendo a la mente pero sin ser acompañada por el poder del Reino, por la Presencia del Señor, quizá estemos tratando con una persona bien intencionada. Pero él o ella no ha sido enviado a nosotros por Cristo.

Cualquier enseñanza contraria a la Palabra escrita de Dios, a las santas Escrituras, debe ser rechazada por las iglesias. A las Escrituras no se les debe añadir nada ni se les debe quitar nada. No hay necesidad para una “revelación” post-bíblica.

La doctrina del rapto de los santos antes de la tribulación es una de esas “revelaciones” post-bíblicas, que sale de la profecía del siglo diecinueve, y que luego es llevada hacia adelante hasta el siglo veinte por maestros de la Biblia. Esta doctrina debe ser rechazada por las iglesias porque no está basada en las Escrituras.

Cabe hacer notar que algunas de las traducciones modernas de las Escrituras parecen, en ciertos casos, estar alterando el sentido del texto original. El término temor, por ejemplo, está siendo cambiado por reverencia. Además, las anotaciones al pie de la página de algunas ediciones Evangélicas de las Escrituras no se adhieren al sentido claro del texto porque los editores están tratando de apoyar las ideas Cristianas actuales.

Cuando se “prueba a los apóstoles”, el comportamiento moral del ministro del Evangelio debe ser intachable. Si hay comportamiento cuestionable en las áreas de la moralidad, del dinero, del egoísmo, o de conducta violenta entonces este individuo no ha sido enviado a nosotros por Cristo. Él se está sirviendo a sí mismo. Él está buscando su propio beneficio. Él está más preocupado por su estómago de lo que está por el rebaño de Dios. Él no es un apóstol del Señor.

Muchos engañadores están listos para alejar al rebaño para su propio beneficio personal. El énfasis reciente en usar nuestra “fe” para obtener dinero para poder apoyar a estos mercenarios es ejemplo del problema que siempre ha plagado al Israel de Dios. Pon comida en la boca de un “profeta” y éste gritará ¡paz! ¡Paz!

Cristo nos lo ha advertido. Pablo nos lo ha advertido. Los demás apóstoles nos lo han advertido. ¿Estamos realmente buscando el poder del Espíritu Santo en aquellos que dicen ser ministros de Cristo? ¿O acaso nos estamos echando encima a maestros que nos dicen cosas bonitas y que nos divierten? Si insistimos en ser asombrados y entretenidos, nos encontrará desprevenidos la destrucción que ronda hoy en día por el mundo.

Has perseverado y sufrido por mi nombre, sin desanimarte. Sin embargo, tengo en tu contra que has abandonado tu primer amor. (Apocalipsis 2:3,4-NVI)

La iglesia de Éfeso mantenía las buenas obras del Reino de Dios. Estaba pacientemente produciendo fruto durante las épocas de aflicción y no estaba desmayándose en la hora de la adversidad.

Sin embargo, la iglesia de Éfeso había dejado su primer amor.

La iglesia de Éfeso se había ocupado tanto en las obras del Reino de Dios que había perdido de vista a Aquel que sostiene las estrellas en Su mano derecha. Ya no amaba a Cristo. Le estaba sirviendo a Él pero no lo estaba amando. Estaba trabajando para Cristo, pero no en Él ni con Él.

¡Qué fácil es perder de vista a Cristo cuando nos involucramos en las muchas actividades y responsabilidades de las iglesias!

El conquistador no pierde de vista a Cristo. Ya sea que esté ocupado en obras necesarias o que haya sido “puesto en prisión” por el Señor, el santo victorioso siempre mantiene sus ojos puestos en Cristo.

El conquistador es renovado y refrescado periódicamente porque no está trabajando para Cristo, intentando hacer la obra del Reino. Él está trabajando en y con Cristo. ¡Qué diferencia existe entre trabajar para Cristo y trabajar en y con Cristo!

Trabajar para Cristo puede llevar al cansancio espiritual, mental, emocional, y físico, al nerviosismo, a compadecerse de uno mismo, a la incredulidad, a la amargura, y a echarle la culpa a los demás. Trabajar en y con el Señor de las iglesias nos lleva a la renovación continua, al gozo, a la paz, al amor de los hermanos, de las hermanas y de toda la gente, a la confianza, a la salud de la mente, de las emociones, de los nervios, y del cuerpo.

Lo mejor de todo es que trabajando en y con el Señor es una relación de amor. El conquistador ama a su Señor, y su discipulado es un romance, un misterio, una aventura. Nunca sabe lo que el Señor hará la próxima vez pero espera que sea algo maravilloso. El santo baila sobre las aguas a la media noche, encontrándose con el Señor que camina sobre los mares del peligro y de la tribulación.

La palabra Éfeso significa deseable. El Cielo está lleno de siervos de Cristo-ángeles poderosos que exceden en fuerza y que hacen Su voluntad. Pero Cristo desea una prometida pura y hermosa.

Rebeca demostró su voluntad de servir, como podemos leer en Génesis 24:19, dándole de beber a los camellos de la caravana de Eliazar de Damasco, el siervo de Abraham. Sin embargo, Isaac era el heredero de cientos de siervos. Isaac no necesitaba ni deseaba un siervo más. Él necesitaba y deseaba una prometida pura y hermosa.

Toda tú eres bella, amada mía; no hay en ti defecto alguno. (Cantares 4:7-NVI)
Pero una sola es mi palomita preciosa, la hija consentida de su madre, la favorita de quien le dio la vida. Las mujeres la ven y la bendicen; las reinas y las concubinas la alaban. (Cantares 6:9-NVI)
Escucha, hija, fíjate bien y presta atención: olvídate de tu pueblo y de tu familia. El rey está cautivado por tu hermosura; él es tu SEÑOR: inclínate ante él. (Salmo 45:10,11-NVI)

Es probable que Pablo estuviera meditando sobre el Salmo 45:10 cuando escribió, “olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante” (Filipenses 3:13). Olvidando el pasado y siguiendo adelante hacia el horizonte del Día del Señor es la actitud constante del conquistador.

Es de importancia notar que Pablo le escribió a la iglesia de Éfeso con más insistencia que a cualquier otra iglesia con respecto al “misterio” de Cristo y de Su prometida.

Para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable. (Efesios 5:27-NVI)

El Cristiano que gasta todos sus esfuerzos trabajando para el Señor y que deja poco tiempo para la oración, para la alabanza, y para una comunión amorosa, es un discípulo con “mancha”. El Señor Jesús tiene “algo en su contra”.

Cuando todo se haya dicho y hecho, el discipulado Cristiano será un romance. Si lo convertimos en algo pesado y aburrido o en una empresa de negocios de algún tipo perderemos la claridad y la bendición de la luz de nuestro testimonio. Seremos rechazados por el Señor.

Cristo posee todo el poder, toda la autoridad, y todos los recursos del Cielo y de la tierra. Cristo desea que nuestro amor y nuestra atención no se distraigan. Si nosotros le damos nuestro amor y nuestra atención a Él, las obras necesarias serán logradas a través de Su sabiduría y de Su poder.

¡Recuerda de dónde has caído! Arrepiéntete y vuelve a practicar las obras que hacías al principio. Si no te arrepientes, iré y quitaré de su lugar tu candelabro. (Apocalipsis 2:5-NVI)

El Candelabro de oro debe estar en el Lugar Santo de la Tienda de Reunión. Quitar el Candelabro de su lugar representa la pérdida de la Presencia de Dios. Entonces, la Vida Divina y el testimonio de la iglesia ya no estarán presentes. Las cosas santas de Dios no se pueden ver cuando el Candelabro es quitado de su lugar. Esta iglesia en particular ya no puede servir como luz del mundo.

Si el Candelabro es quitado de su lugar, todo lo que la iglesia representa se habrá ido: su testimonio, su luz, su vida, su posición de servicio a la humanidad.

Si pasamos nuestro tiempo y nuestras energías alabando a Dios y regocijándonos en Cristo entonces tendremos la “estimación general del pueblo”. El Señor Cristo Jesús mismo añade cada día a la iglesia “los que iban siendo salvos” (Hechos 2:47).

La iglesia de Éfeso había “caído” de practicar las “obras que hacía al principio” de alabar, de orar, de tener comunión, y de compartir intensamente sus pensamientos y sentimientos con Cristo. Como resultado estaba en peligro de perder su resplandor y el poder de su testimonio.

Qué cierto es que cuando una iglesia se ocupa de las tareas orientadas hacia el hombre y se olvida de practicar las obras de la Iglesia que hacía al principio, como la oración ferviente y el ministerio de la Palabra, el testimonio de la iglesia se hace aun más débil. Regresar a la oración y adoración, y mostrar la Palabra de Dios ungida por el Espíritu, en combinación con la rectitud, la santidad, y la conducta obediente de parte del adorador, hace que la luz del testimonio, que la luz del Candelabro de Dios, brille con poder resplandeciente hasta los confines de la tierra.

Han habido muchos avivamientos a través de la historia de la iglesia. Todos los que conocemos han sido caracterizados por el arrepentimiento, la confesión de pecados por parte del pueblo de Dios, la oración, la alabanza, y la obediencia rigurosa al Espíritu Santo. Poco después les fueron dados la autoridad y el poder para dar testimonio de la muerte y la resurrección del Salvador.

Uno creería que eventualmente nosotros los Cristianos comprenderíamos y responderíamos al deseo del Espíritu Santo de que consideremos la oración, la alabanza, y la vida de santidad como las principales obligaciones de las iglesias. Pero las iglesias siempre regresarán a la tarea laboriosa de tratar de comunicarle a la humanidad lo que les había sido dado tan libremente cuando estaban haciendo las obras que hacían al principio de alabanza y de obediencia.

Por dos mil años las iglesias Cristianas han intentado “salvar almas”. Salvar almas no es la misión de la Iglesia Cristiana. La misión de la Iglesia Cristiana es ser testigo de Cristo, ser el Candelabro de Dios. Estamos intentando salvar almas cuando Cristo nos ha ordenado que moremos en Él. Cuando moramos en Cristo las almas son salvadas y nacidas al Reino naturalmente, sin ninguna dificultad.

Si hacemos las obras que hacíamos al principio de recibir a Dios en Cristo en nuestras vidas, el testimonio se dará por la virtud del hecho de que Dios está en nosotros. Entonces el mundo podrá ver a Jesús, y tendrá la oportunidad de recibirlo o de rechazarlo. Cuando intentamos “salvar almas” quizá no damos el testimonio adecuado porque estamos demasiado ansiosos de impresionar a la gente y de vender el Evangelio. Dejamos a Cristo afuera mientras nosotros seguimos con nuestros esfuerzos para la organización.

El conquistador entiende este principio. Él ya no intenta hacer las obras del Reino (las cosas que sólo pueden ser logradas correctamente por el Espíritu Santo) por su propia sabiduría y esfuerzo. Él no busca la cooperación humana o del dinero para lograr la obra del Señor. El santo victorioso aprende que si pone la oración, la alabanza, la santidad, y la obediencia en primer plano en su vida, el Señor comenzará a trabajar junto a él con señales que lo sigan.

Cristo puede lograr más en un día con un hombre o mujer, niño o niña orador, alabador, santo, y obediente de lo que puede lograr con los esfuerzos prolongados de una multitud de personas que tiene dinero ilimitado.

No son las riquezas ni la diligencia del hombre las que logran la obra del Reino de Dios, sino es el Espíritu de Dios el que hace todas las cosas.

Ahora regresemos a Aquel que es nuestro primer amor. Hagamos las obras que hacíamos al principio de santidad, de oración, y de adoración y comunión amorosa. Después, caminemos en obediencia al Espíritu Santo y veamos si Cristo no llena nuestras lámparas con el aceite del Espíritu Santo.

Pero tienes a tu favor que aborreces las prácticas de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco. (Apocalipsis 2:6-NVI)

La iglesia de Éfeso odiaba las obras de los Nicolaítas que también eran odiadas por Cristo. Algunos creen que los Nicolaítas eran los seguidores de Nicolás de Antioquía, quien intentó encontrar la manera para que las iglesias Cristianas pudieran armonizar con el paganismo-con la comunidad local y la cultura del Imperio Romano que los rodeaba.

Otros eruditos son de la opinión que el Nicolaitismo era Gnosticismo antinomiano, que le daban la vuelta a las enseñanzas sobre la gracia de Pablo para crear un pretexto para la inmoralidad. El antinomianismo, la creencia de que los Cristianos no están obligados a obedecer ningún mandamiento, se ha impregnado en las enseñanzas evangélicas. La verdad es que hay numerosos mandamientos en el Nuevo Testamento que deben ser obedecidos si vamos a ser dignos del Reino de Dios. La fe sin las obras de justicia está muerta. De hecho, la salvación misma es el cambio del comportamiento inmoral y sin leyes al comportamiento legal y de rectitud.

El Señor nunca aceptará ni trabajará con las personas que no estén buscando la justicia y la santidad del Reino de Dios. La “gracia barata” no es ninguna gracia. Es un malentendido destructivo de la explicación que Pablo da sobre el pacto nuevo.

Un tercer punto de vista es que el Nicolaitismo es la división del Cuerpo de Cristo en clérigos y laicos.

Un cuarto concepto es que las obras de los Nicolaítas tiene que ver con involucrar al creyente en la vida y las actividades sociales de la iglesia para que pueda encontrar su seguridad y su alegría en la comunión con los santos en lugar de encontrarlas en la comunión con el Señor Jesús. Aunque la comunión Cristiana es un privilegio maravilloso, ésta nunca debe tomar el lugar de nuestra experiencia personal con el Señor. Nunca debemos encontrarnos adorando a la iglesia en lugar de adorar al Señor.

Con respecto al primer punto que mencionamos, la armonización del Cristianismo con el paganismo, siempre existe la tentación ante nosotros de tratar de hacer que la iglesia sea aceptable a los ciudadanos locales, para adquirir miembros y apoyo y para evitar el rechazo y la persecución que llega a cualquier grupo de personas que ha sido separado o que es “diferente”.

Además, conforme nuestro primer amor se vuelve frío comenzamos a creer que los santos Cristianos pueden salir y trabajar en el mundo de tal manera que los creyentes se pueden unir en propósito y actividad con quienes no han sido llamados por el Señor para salir de este mundo.

El deseo de ganar a personas para que se incorporen a la iglesia y de hacer que los miembros de la iglesia prosperen en las actividades del mundo puede ser una tentación para una asamblea local, y por esto una posible entrada para las decepciones del enemigo de nuestra alma. La reconciliación de la iglesia con el mundo no es el camino de Cristo.

Para hacer que la iglesia sea comprensible y atractiva para la comunidad que no es salva, con la idea de obtener miembros y apoyo, es necesario apagar las manifestaciones del Espíritu Santo y comprometer la Palabra escrita de Dios.

No formen yunta con los incrédulos. ¿Qué tienen en común la justicia y la maldad? ¿O qué comunión puede tener la luz con la oscuridad? ¿Qué armonía tiene Cristo con el diablo? ¿Qué tiene en común un creyente con un incrédulo? ¿En qué concuerdan el templo de Dios y los ídolos? Porque nosotros somos templo del Dios viviente. Como él ha dicho: “Viviré con ellos y caminaré entre ellos. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.” Por tanto, el Señor añade: “Salgan de en medio de ellos y apártense. No toquen nada impuro, y yo los recibiré”, “Yo seré un padre para ustedes, y ustedes serán mis hijos y mis hijas, dice el Señor Todopoderoso.” (2 Corintios 6:14-18-NVI)

Las iglesias Cristianas no son instituciones sociales dedicadas al mejoramiento de la humanidad. Una iglesia, si está llena con el Espíritu de Dios, es el profeta de Dios entre los hombres. Una iglesia sí está compuesta de personas y sí mejora la condición de la humanidad. Pero estos aspectos se consideran secundarios. La primera responsabilidad de la iglesia local es revelar la voluntad de Dios en Cristo a la humanidad e implorarles a todas las personas para que se reconcilien con Dios.

El conquistador se da cuenta en lo más profundo de su personalidad que la iglesia Cristiana no es simplemente una de las instituciones sociales de la comunidad. La Iglesia no es de este mundo. La Iglesia ha sido llamada a salir del mundo.

La Iglesia no es de este mundo de la misma manera y al mismo grado que Cristo no es de este mundo. Cuando las iglesias siguen a Cristo con decisión y constancia, éstas son odiadas por el mundo ya que son una reprensión perpetua de todo lo que el mundo es y practica.

No necesitamos ayudar a la comunidad mundana. Existen ocasiones en que el Señor utilizará a las personas del mundo para ayudarnos, y Él nos dirigirá cuando este sea el caso.

La Iglesia Cristiana siempre declara al mundo:

He jurado por el SEÑOR, el Dios altísimo, creador del cielo y de la tierra, que no tomaré nada de lo que es tuyo, ni siquiera un hilo ni la correa de una sandalia. Así nunca podrás decir: “Yo hice rico a Abram.” (Génesis 14:22-23-NVI)

No pediremos ni necesitaremos ni una sola correa del mundo. No somos de este mundo. Nosotros somos la única luz del mundo, la única fuente de sabiduría y de conocimiento Divino sobre la tierra. Somos reyes y sacerdotes de Dios Todopoderoso entre la gente de la tierra. Ellos perecen durante todo el día por la falta de sabiduría, pero el santo está satisfecho cuando hay escasez.

La Iglesia Cristiana es el Cuerpo de Cristo y es la fuente de luz, de consuelo, de consejos, de sabiduría, de poder, de bendiciones, de conservación, y de toda otra cosa o circunstancia necesaria y deseable. La humanidad anda indefensa y a tientas en la oscuridad, pero en la Iglesia mora Cristo quien posee toda autoridad y todo poder en el Cielo como en la tierra.

Los santos no requieren de la asistencia del mundo ya que Dios suple todas nuestras necesidades a través de Sus riquezas en la gloria por Cristo. Podemos sobrevivir muy bien sin recibir siquiera una correa de zapato del mundo. Pero el mundo perece instantáneamente si no es parte del Cuerpo de Cristo.

No debemos conducir nuestros servicios de alabanza de tal manera que sean atractivos a la gente. Tampoco debemos exhibir comportamiento del alma, emocional, o que busca su propio beneficio que repugne a hombres y mujeres razonables. Ni la atracción mundana ni el esfuerzo del alma se deben de dar en la casa de Dios.

El propósito principal de nuestras asambleas y de nuestros servicios Divinos no es atraer a personas. Los principales propósitos de nuestras asambleas son alabar y bendecir a Dios y obedecer al Espíritu Santo conforme Él construye la Iglesia de Cristo, el Cuerpo de Cristo. Esto lo debemos hacer fielmente, totalmente, con precisión, y sin tomar en cuenta si la gente está complacida o no.

“El temor al hombre nos lleva a una trampa.”

Nuevamente, no estamos promoviendo que exista falta de experiencia en el trato con la gente, ni que existan acciones alocadas, impulsivas, e impetuosas en donde ministros y personas egocéntricas se comporten de manera desconsiderada, arbitraria, e insensible con respecto a Cristianos débiles o personas no salvas. Esto no es lo que estamos sugiriendo. No estamos hablando de llevar a cabo nuestra devoción privada enfrente de la congregación.

Lo que sí estamos enseñando es que la Palabra de Dios y las acciones del Espíritu Santo no siempre son comprensibles ni aceptables al mundo ni tampoco, de hecho, a muchos que profesan ser Cristianos. Conducir nuestros servicios para atraer a las sensibilidades de los que no son salvos y de los “creyentes” tibios requiere que reduzcamos las obligaciones del discipulado y que hagamos una representación humana que todos puedan aceptar.

Estos esfuerzos que complacen al hombre son odiados por Cristo. Los resultados de los intentos del alma por construir el Reino de Dios desaparecerán durante la era de horrores morales que se encuentra en el horizonte.

Todo lo que se hace en la asamblea debe ser efectuado para la edificación de los santos que se han reunido y también para la edificación de alguno que no sea creyente que esté asistiendo. El Espíritu de Dios nos dirigirá.

De otra manera, si alabas a Dios con el espíritu, ¿cómo puede quien no es instruido decir “amén” a tu acción de gracias, puesto que no entiende lo que dices? En ese caso tu acción de gracias es admirable, pero no edifica al otro. Doy gracias a Dios porque hablo en lenguas más que todos ustedes. Sin embargo, en la iglesia prefiero emplear cinco palabras comprensibles y que me sirvan para instruir a los demás, que diez mil palabras en lenguas. (1 Corintios 14:16-19-NVI)
Así que, si toda la iglesia se reúne y todos hablan en lenguas, y entran algunos que no entienden o no creen, ¿no dirán que ustedes están locos? Pero si uno que no cree o uno que no entiende entra cuando todos están profetizando, se sentirá reprendido y juzgado por todos, y los secretos de su corazón quedarán al descubierto. Así que se postrará ante Dios y lo adorará, exclamando: “¡Realmente Dios está entre ustedes!” ¿Qué concluimos, hermanos? Que cuando se reúnan, cada uno puede tener un himno, una enseñanza, una revelación, un mensaje en lenguas, o una interpretación. Todo esto debe hacerse para la edificación de la iglesia. (1 Corintios 14:23-26-NVI)

También es verdad que debemos relacionarnos con las personas de una manera en que ellas nos puedan comprender.

Aunque soy libre respecto a todos, de todos me he hecho esclavo para ganar a tantos como sea posible. Entre los judíos me volví judío, a fin de ganarlos a ellos. Entre los que viven bajo la ley me volví como los que están sometidos a ella (aunque yo mismo no vivo bajo la ley), a fin de ganar a éstos. Entre los que no tienen la ley me volví como los que están sin ley (aunque no estoy libre de la ley de Dios sino comprometido con la ley de Cristo), a fin de ganar a los que están sin ley. Entre los débiles me hice débil, a fin de ganar a los débiles. Me hice todo para todos, a fin de salvar a algunos por todos los medios posibles. (1 Corintios 9:19-11-NVI)

Sin embargo, nunca debemos volvernos uno con los miembros de la comunidad para poder “ganarlos”. Nuestro ejemplo es el Señor Jesús. Él pasaba toda la noche en oración. Luego, Él bajaba y se mezclaba entre los recolectores de impuestos y las prostitutas. Y sin embargo, Él nunca trató de ser uno con ellos para poder ganar su estimación.

El Señor Jesús nunca intentó “vender” el Evangelio. Después de haber logrado una gran multitud por haber multiplicado el pan y los peces, Él habló a la multitud sobre comer Su carne y beber Su sangre. Él sabía que la mayoría se retiraría.

Esto también debe ser verdad de las iglesias Cristianas. Debemos salir del mundo y no tocar aquello que no esté limpio. También debemos estar conscientes de las necesidades de los que no son creyentes para que nuestros servicios no sean expresiones alocadas de éxtasis espiritual. Debemos hablarle a la gente usando los términos que ellos puedan entender sin que tengamos que comprometer las palabras de Dios para no ofenderlos.

Según lo entendemos nosotros existirán iglesias “Cristianas” en cada comunidad durante todo el reinado del Anticristo. El testimonio de Jesús, el Espíritu de profecía, el rechazo eterno hacia el Anticristo se habrá ido de esas iglesias. La unción de Dios, el Espíritu de Profecía, estará con los santos, con el remanente que será escondido por el Señor hasta Su regreso.

Hoy en día, el Espíritu de Profecía mora en los santos verdaderos. El Espíritu es una reprensión severa al mundo y a sus prácticas. No hay que intentar complacer al mundo. Hay que regresar a las obras que hacíamos al principio de adorar a Dios y de llevar hacia adelante Su Palabra. Cuando hacemos esto, el Señor puede, y logrará, agregar a las iglesias aquellos que serán salvos.

El Espíritu del Señor nos está exhortando a que dejemos de intentar ser atractivos al entendimiento y a los deseos del mundo y que comencemos a buscar la mente del Espíritu con respecto a la edificación del Cuerpo de Cristo. Si tenemos oído para escuchar al Espíritu de Dios, esto es lo que estaremos escuchando.

Sansón conquistó a los Filisteos por la fuerza del Espíritu Santo de Dios. La habilidad de Sansón para conquistar estaba basada en el hecho de que él era Nazareo, él fue consagrado a Dios. La promesa de Nazareo estaba sobre él.

El coqueteo que Sansón hizo con Dalila fue pecaminoso. Sin embargo, el pecado no debilitó a Sansón pero sí lo llevó a su ruina. Para poder conquistar a Sansón, los Filisteos tuvieron que eliminar su consagración a Dios como Nazareo. La muestra de su consagración como Nazareo era el cabello sin cortar de Sansón (Jueces 13:5).

En el momento en que fue cortado el cabello de Sansón, lo cual significaba que ya no estaba consagrado a Dios como Nazareo, le fue quitada su habilidad para conquistar. Sansón se volvió tan débil como cualquier otro Filisteo.

En el momento en que las iglesias de Cristo intenten volverse comprensibles y agradables al mundo, en ese momento perderán su habilidad para vencer al diablo. El espíritu del mundo es una abominación a Cristo. Cuando nos envolvemos en el mundo, nos convertimos en enemigos de Dios. Cuando el mundo entra, Cristo sale. Cuando Cristo sale, nuestra habilidad para conquistar sale junto con Él. Ya no somos lo suficientemente fuertes para dar testimonio triunfante sobre la muerte expiatoria, la resurrección, y el señorío de Cristo.

Es imposible ser un conquistador y al mismo tiempo ser entendido por el mundo y ser agradable al mundo.

El que tenga oídos, que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias… (Apocalipsis 2:7-NVI)

Ahora llegamos a la primera recompensa para el creyente que ama y sirve al Señor de las iglesias y para quien, a través de Él, conquista los deseos de complacer al mundo:

Al que salga vencedor le daré derecho a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios. (Apocalipsis 2:7-NVI)

Uno supondría que todo miembro de la iglesia de Éfeso ya había tomado del Árbol de la Vida. Comúnmente se cree que una vez que se ha aceptado a Cristo como Salvador entonces se posee la vida eterna, y que ya no necesitamos hacer nada más para obtener la vida eterna.

Es verdad que somos tocados con vida eterna en el momento en que realmente recibimos a Cristo, poniendo nuestra fe en Él. Pero las Escrituras nos enseñan claramente que debemos estar buscando la vida eterna después de ser salvos. La búsqueda de la vida, de la primera resurrección de entre los muertos, es una búsqueda que dura toda nuestra vida.

Todos los días, la muerte eterna y la vida eterna luchan por el dominio sobre nosotros. El conquistador es el que escoge la vida al tomar sus decisiones durante cada día de su discipulado.

Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. (Romanos 8:13-NVI)
El [el miembro de la iglesia de Galacia] que siembra para agradar a su naturaleza pecaminosa, de esa misma naturaleza cosechará destrucción; el que siembra para agradar al Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna. (Gálatas 6:8-NVI)
Pelea la buena batalla de la fe; haz tuya la vida eterna, a la que fuiste llamado y por la cual hiciste aquella admirable declaración de fe delante de muchos testigos. (1 Timoteo 6:12-NVI)

Comprendemos que la puerta es pequeña y el camino angosto que lleva a la vida de resurrección, y que pocas personas realmente encuentran la vida. Cristo es el Camino. Conforme lo seguimos, Él nos guía a toda la Verdad, que es Cristo mismo. Conforme obedecemos a la Verdad tomamos parte de, y crecemos en, la Vida eterna que, nuevamente, es Cristo mismo.

En el momento en que recibimos a Cristo como nuestro Señor y Salvador pasamos de la muerte a la vida. Se nos perdonan nuestros pecados por la sangre del Cordero y en ese momento estamos bien ante Dios. En el momento en que recibimos a Cristo, quien por Sí mismo es la Vida eterna y la resurrección de entre los muertos, en ese momento nace la vida eterna en nosotros.

Cuando recibimos a Cristo recibimos la autoridad para escapar de la ira de Dios y para ser un hijo de Dios. Sin embargo, la vida eterna es más que el escape de la ira Divina. La Vida eterna es la Sustancia Divina. Recibimos la Virtud y la Sustancia Divina cuando recibimos por primera vez a Cristo. Desde ese momento en adelante debemos vivir en, actuar en, hablar en, pensar en, y en toda manera cultivar la vida eterna que está en nosotros.

Nuestra naturaleza pecaminosa siempre está compitiendo por el primer lugar de nuestros afectos. Nuestra naturaleza pecaminosa y egocéntrica se resiste a ser quitada del trono de nuestra vida. Conquistamos al mundo, a Satanás, y a nuestra naturaleza pecaminosa y egocéntrica si continuamos tomando diariamente del “árbol de la vida que está en el Paraíso de Dios.” Este árbol es Cristo mismo.

Conforme conquistamos somos llevados al Árbol de la Vida. Conforme tomamos del Árbol de la Vida somos capacitados para conquistar aun más. Conforme guardamos la Palabra de Dios la Palabra de Dios nos comienza a guardar. Ascendemos a la plenitud del poder de la resurrección de Cristo.

Pablo estaba buscando conocer y experimentar el poder de la resurrección de Cristo (Filipenses 3:10). Nosotros debemos hacer lo mismo. Cada día de nuestro discipulado Cristiano debemos estar viviendo y actuando en el Espíritu de la vida (Romanos 8:2).

La vida eterna y la muerte eterna están peleando por obtener el dominio sobre nosotros. Si escogemos vivir y actuar en la lujuria de nuestra carne, en la muerte espiritual, la Vida Divina que está adentro de nosotros será empujada hacia un lado. Eventualmente, la Vida Divina se irá y la creación nueva que había comenzado en nosotros morirá debido a la pérdida de vida.

El conquistador vence, a través de Cristo, toda oposición del mundo, de su naturaleza pecaminosa, y de Satanás en su búsqueda de la vida eterna. Al hacerlo, él obtiene la primera resurrección de entre los muertos. La Vida Divina de Jesús, quien en Sí es la Resurrección y la Vida, es formada en él.

Si nos llenamos de Cristo, cuando Él aparezca brillaremos como parte del resplandor de Su aparición.

Si escogemos vivir en la naturaleza pecaminosa, en la carne, lograremos matar nuestra resurrección.

La Iglesia de Esmirna

Escribe al ángel de la iglesia de Esmirna: Esto dice el Primero y el Último, el que murió y volvió a vivir: (Apocalipsis 2:8-NVI)

La palabra Esmirna significa mirra. La mirra es una especie que se utilizaba para embalsamar a los muertos. Cuando la mirra es triturada ésta cede su aroma.

Toda personalidad Cristiana es un “jardín cercado”, una “fuente tapada”, una “fuente sellada”. El Señor comprende exactamente cuánta tribulación necesitamos para poder darle la fragancia única y original de nuestra vida.

¡Viento del norte, despierta! ¡Viento del sur, ven acá! Soplen en mi jardín; que venga mi amado a su jardín y pruebe sus frutos exquisitos. (Cantares 4:16-NVI)

Esmirna representa la tribulación, el fuego, las aguas profundas, las prisiones a través de las cuales todo discípulo de Jesús debe pasar. Cuando te lleguen pruebas difíciles no supongas que algo extraño te ha sucedido. Este es el camino de la cruz, el camino que lleva directamente hacia el trono de gloria. Es la experiencia Cristiana normal y que debemos anticipar.

Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones [perplejidades, debilidades, amenazas, persecuciones, sufrimientos, condiciones inquietantes], pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo. (Juan 16:33-NVI)

Nosotros podemos vencer las tribulaciones porque Él, el Vencedor, está en nosotros, está con nosotros, y nos está ayudando en toda manera.

Fortaleciendo a los discípulos y animándolos a perseverar en la fe. “Es necesario pasar por muchas dificultades para entrar en el reino de Dios”, les decían. (Hechos 14:22-NVI)

Cristo se aparece a la iglesia de Esmirna (la que, al ser triturada, cede su fragancia) y exhorta y consuela a los santos con respecto a sus tribulaciones. “La cruz y la corona van juntas”, nos dice. Si sufrimos con Cristo, reinaremos con Cristo. Los conquistadores de Cristo comprenden el valor de la tribulación y aceptan la porción que necesitan.

Cristo se aparece a la iglesia de Esmirna como “el Primero y el Último, el que murió y vive”. Dos aspectos de Cristo que nos ayudan a vencer la tribulación son Su fidelidad incambiable (el Primero y el Último), y el poder de Su resurrección (el que murió y vive). Tenemos la seguridad de que si moramos en Cristo, no importa cuan bajo seamos llevados, seremos resucitados.

Cuando llegamos a una situación oscura, nuestra alegría y gloria anterior parecen ser cosa del pasado, parecen haberse ido para siempre. No comprendemos el túnel en el que nos encontramos. Entonces surge la pregunta, ¿puede Cristo ser derrotado? Nos entra la duda. ¿Acaso nos ha olvidado? ¿Puede Aquel que comenzó una obra tan fuerte en mi vida llevarme desde donde estoy hasta la victoria gloriosa?

Aquellos que han andado en los lugares oscuros en Cristo saben qué tan desesperadamente se aferra el alma a la promesa de que Él no sólo es el Primero sino que también es el Último. Cristo guarda lo que le ha sido encomendado, con la idea de llevarnos hasta la gloria en el Día del Señor. Por su fidelidad, Él termina lo que comenzó en nuestra vida. Él es el Perfeccionador así como el Autor de nuestra salvación. Necesitamos comprender esto cuando hemos sido puestos en una de las prisiones del Señor.

Hay algunas personas hoy en día que nos enseñan que los santos queridos de Dios nunca pueden ser tocados por la tribulación. Aparentemente, ellos se han olvidado que los elegidos de Dios son tratados “como ovejas para el matadero” (Romanos 8:36). A través de la historia de la iglesia los creyentes en Cristo han sufrido mucho por Su nombre.

¡Huyamos lejos, lejos, lejos de quienes intenten, así como Pedro con Cristo, alejar nuestros ojos del camino de la cruz! Esta voz es de Satanás. Hemos sido llamados a sufrir por el nombre de Cristo. Todo conquistador comprende la necesidad de la tribulación y se prepara a sí mismo mentalmente y emocionalmente para sufrir en la carne. Es imposible ser uno de los conquistadores del Señor y al mismo tiempo tener la idea de que un santo verdadero no puede ser alcanzado por la tribulación.

Si guardamos el mandato de Cristo de ser constantes, Cristo nos dará un modo de escape para que podamos sobrevivir a través de toda dificultad y finalmente poder estar triunfantes ante el Hijo del Hombre.

Así como con Daniel en la fosa de los leones, como con Sadrac, Mesac, y Abed-nego en el horno de fuego, como con Jeremías en la mazmorra, el Señor nos libera de todos nuestros problemas. Esto es lo que significa escapar de la hora de la tentación y poder presentarnos delante del Hijo del Hombre (Lucas 21:36).

“Yo soy el Primero y el Último.” Cristo fue maravilloso al comienzo de tu experiencia Cristiana. Él es maravilloso conforme te esfuerzas a través del desierto de esta vida. Será maravilloso cuando concluyas tu experiencia. Tus tribulaciones en el desierto están haciendo posible que tu último sea maravilloso.

Cristo nunca fracasa. Él no está fracasando contigo ni tampoco le falta interés en los detalles de tus necesidades. Él está permitiendo que tú seas triturado para poder extraer el perfume de Su Vida en tu personalidad.

La fragancia que emana de nosotros antes de ser “triturados” por las tribulaciones, mientras que todavía estamos llenos de nosotros mismos, es desagradable para Dios y para la gente. El olor de nuestra personalidad huele a egocentrismo, a ambición personal, a trampas, a tontería, a lujuria, a temor, a inestabilidad, y a todo lo demás que es ofensivo. La fragancia que emana de nosotros cuando ya hemos crecido en Cristo y después de que somos triturados por las tribulaciones es atractiva, liberadora, pura, y nos recuerda a Dios, a Cristo, al Cielo, a los santos ángeles, al Paraíso, y al gozo eterno.

“El que murió y volvió a vivir.” ¡Qué mensaje para los que estaban sufriendo en Esmirna!

Cuando estamos en un túnel oscuro, o en valle de sombra de muerte, cuando la esperanza parece haber desaparecido y la oscuridad y la aprensión parecen llenar nuestro futuro, el Espíritu Santo nos ayuda a darnos cuenta en nuestro corazón, en nuestra mente, y en nuestros huesos que Cristo está vivo. Ya que Cristo está vivo y tiene victoria sobre la muerte y sobre el Infierno, cautivando la cautividad, no tenemos temor. Hemos sido resucitados con Él. Somos parte de Su resurrección. Por esto, somos indestructibles.

Para poder conquistarnos, el enemigo tendría que derrocar la resurrección de Cristo.

Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados! Y en unión con Cristo Jesús, Dios nos resucitó y nos hizo sentar con él en las regiones celestiales. (Efesios 2:4-6 NVI)
Dentro de poco el mundo ya no me verá más, pero ustedes sí me verán. Y porque yo vivo, también ustedes vivirán. (Juan 14:19-NVI)

Cristo estaba muerto y ahora está vivo. Quizá en este momento estemos trabajando en la mazmorra más oscura, así como lo estuvo Cristo en Getsemaní y en el Calvario. Si continuamos morando en Él, seguramente experimentaremos el poder y el gozo de Su resurrección.

Conquistamos la tribulación mediante la fe en la resurrección de Cristo y la fe en nuestra participación en esa resurrección. Somos una parte indispensable de Su Vida, de Su resurrección.

Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico), y la blasfemia de los que se dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga de Satanás. (Apocalipsis 2:9-VRV)

Los creyentes de la iglesia de Esmirna trabajaban en el Reino de Dios. Ellos sufrieron tribulación y fueron pobres en cuanto a los bienes materiales del mundo. Pero ellos eran ricos en las cosas del Reino del Cielo.

“Yo conozco tus obras.” Cristo conoce cada esfuerzo, grande o pequeño, que hacemos para complacerlo. Otras personas quizá no comprendan o aprecien nuestra sinceridad. Cristo lo sabe y toma nota. Quizá no siempre complazcamos a la gente, pero podemos complacer a Cristo si somos fieles diariamente en las pequeñas tareas que Él pone delante de nosotros.

“Yo conozco tu tribulación.” Jesús conoce y siente cada duda, cada temor, cada dolor, cada aprensión, cada angustia, cada frustración, y cada preocupación. ¡Él los conoce! ¡Él los conoce! Él los conoce de una manera especial porque Él también fue un hombre, una persona, un ser humano, y Él estuvo sujeto a mucha aprensión y dolor (Salmo 22).

“Yo conozco tu pobreza (pero tú eres rico).” Cristo sabe cuando somos pobres en cuanto a las comodidades de este mundo. Aparentemente, los santos de Esmirna tenían escasez de posesiones materiales, de las necesidades básicas para la vida. Si vamos a ser privados de necesidades materiales sabemos que Cristo ya lo sabe.

La iglesia de Esmirna era pobre en bienes de este mundo pero rico en los tesoros del Cielo. El conquistador, el santo victorioso, no considera la obtención de bienes materiales como una forma de santidad. Él se da cuenta que quien desea ser rico entra en muchas penas. Él sabe que la santidad con la satisfacción es ganancia. Él pone sus tesoros en el Cielo y sigue al Espíritu de Dios.

Cristo no considera pobre al conquistador. ¡Claro que no! Cuando Cristo está reinando en el trono de nuestro corazón somos ricos con los tesoros eternos del Cielo-tesoros que estaremos disfrutando plenamente algún día próximo. La riqueza terrenal trae mucho pesar, mucha ansiedad, mucha preocupación, y mucha distracción. La riqueza celestial nos proporciona paz, seguridad, felicidad, y un futuro brillante. Cristo, el Rey, reparte Sus riquezas según Su voluntad a Sus conquistadores.

“Conozco la blasfemia de los que se dicen ser judíos.” Existen quienes “dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga de Satanás”. Esto quiere decir que hay quienes dicen ser del Señor pero que están en oposición al Espíritu de Cristo.

La blasfemia es “irreverencia y obscenidad con respecto a Dios y a cosas sagradas”. Parece haber muchas personas hoy en día que dicen ser Cristianas pero que son descuidadas y presuntuosas con respecto al Reino de Dios. Asumen que pueden cometer inmoralidades sexuales y tomar parte de los dioses de la lujuria, de la violencia, del dinero, del ocultismo, de la embriaguez, de la crítica, de la amargura, y de la vida desenfrenada, y de todos modos ascender al trono de justicia en el Día del Señor. Estos “creyentes” parecen creer que Cristo no hará nada, o que no puede hacer nada, sobre sus conductas perversas.

Estos individuos dicen ser Cristianos pero en realidad son de la “sinagoga de Satanás”. Esperemos que lleguen a darse cuenta de esto antes de que desciendan a la recompensa de Satanás.

¿Cuántas personas, hoy en día, están bajo esta categoría? Ellos claman, y creen, que son de Cristo. Pero en realidad, ellos son de Satanás.

¿Cómo podemos saber si somos adoradores verdaderos de Cristo? Somos adoradores verdaderos de Cristo, y conquistadores, cuando estamos obedeciendo los mandamientos de Cristo. Si estamos ignorando las advertencias del Apocalipsis, Capítulos Dos y Tres, somos de la sinagoga de Satanás. Un Cristiano verdadero manifiesta la santidad de su personalidad y de su conducta.

Queridos hijos, que nadie los engañe. El que practica la justicia es justo, así como él es justo. (1 Juan 3:7-NVI)

Lo que creemos en nuestro corazón y lo que decimos con nuestra boca son aspectos importantes de la salvación. También de importancia en el Reino de Dios es obedecer las Palabras de Cristo, realmente hacer las obras de Cristo. “La fe sin obras está muerta”.

No tengas miedo de lo que estás por sufrir. Te advierto que a algunos de ustedes el diablo los meterá en la cárcel para ponerlos a prueba, y sufrirán persecución durante diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida. (Apocalipsis 2:10-NVI)

El verdadero discípulo de Cristo sufrirá mientras esté en este mundo. Pero él nunca debe temer. “No tengas miedo,” nos ordena el Señor. El temor y la fe no pueden habitar en nuestro corazón al mismo tiempo. No debemos tenerle miedo a ninguna de las cosas que sufrimos. Si el temor te está conquistando en este momento, clama al Señor. El Señor te escuchará y te librará de todos tus temores (Salmo 34:4).

“No tengas miedo de lo que estás por sufrir.” Pon tu plena confianza en la fidelidad, en la bondad, en las promesas, y en el poder de Cristo y ponle resistencia al temor, a la aprensión, a la preocupación, y a la ansiedad. Abre aun más la puerta de tu vida y deja que el Señor Cristo Jesús entre a tu personalidad. Permítele que Él venza tu aprensión, tu preocupación, y tu ansiedad.

Ya que Él vive, tú no tienes la necesidad de temer. Protégete con la coraza de la fe. Desenvaina con las promesas de la Palabra santa de Dios.

A Satanás se le dará el poder de meter a la cárcel a algunos de nosotros para ponernos a prueba por algún tiempo. Tendremos tribulación. Cuando pruebas difíciles nos pongan a prueba, Pedro nos exhorta a que “no nos extrañemos del fuego de la prueba que estamos soportando “ como si algo insólito estuviera sucediendo en nuestra vida.

Nosotros debemos “alegrarnos” por tener parte en los sufrimientos de Cristo. Cuando Su gloria se revele, nuestra alegría será inmensa. Nuestras tribulaciones en este mundo aumentan la alegría que experimentaremos en el Día del Señor (ver 1 Pedro 4:12-13).

Cuando el Señor permita que Satanás te eche en una cárcel, en una situación en la que se te niegue la libertad de moverte a tu antojo, debes ser “fiel hasta la muerte”. No cedas. No cometas pecado. No les eches la culpa a otras personas. No te enojes con Dios.

Para escaparte de las prisiones en que Dios te pone debes romper las leyes de Dios. Si quieres salir de tus circunstancias incómodas pecando y rebelándote en contra de la Palabra y en contra de la manera en que Dios hace las cosas, sin importar cuan atractivo pueda parecer ahora el futuro que has hecho por ti mismo éste resultará ser desagradable y estéril.

Si tú, como el José de hace mucho tiempo, te mantienes fiel mientras estás en la prisión en que el Señor ha permitido que seas puesto, hasta la hora de tu muerte, si es necesario, recibirás la corona de la vida.

Dichoso el que resiste la tentación porque, al salir aprobado, recibirá la corona de la vida que Dios ha prometido a quienes lo aman. (Santiago 1:12-NVI)

El segundo aspecto de la primera resurrección de entre los muertos es la corona de la vida.

…Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida. (Apocalipsis 2:10-NVI)

El creyente de Éfeso que siguiera avanzando más allá de los deberes de la iglesia hasta un amor ferviente hacia Cristo mismo, que comenzara a hacer una vez más las “obras que hacía al principio” de alabar y vivir en santidad, era recompensado con la oportunidad de comer del Árbol de la Vida. Nosotros siempre somos renovados y revitalizados cuando llegamos a estar en contacto con Cristo y cuando vivimos exactamente como Él quiere que vivamos, haciendo lo que Él nos dice que hagamos.

El creyente de Esmirna que perseverara en la tribulación y que se mantuviera fiel hasta la muerte era recompensado con la corona de vida eterna de resurrección.

Una corona nos habla sobre la autoridad y el poder para gobernar. El conquistador no sólo está siendo nutrido con la vida eterna sino que también ha llegado al lugar en donde puede gobernar sus actos, su lenguaje, sus motivos, su imaginación, y sus circunstancias y alrededores por el poder de la vida eterna. Todo lo que hay adentro de él, todo lo que es de él, y todo lo que está a su alrededor comenzará a obedecer la vida que Dios le está dando a través del Señor Cristo Jesús.

Pablo clamó, “a fin de conocer a Cristo, experimentar el poder que se manifestó en su resurrección, participar en sus sufrimientos…“. Pablo deseaba con todas sus fuerzas e intensidad que la vida eterna que existe en Cristo, y que Es Cristo, reinara en todos sus asuntos. Observa que el poder que se manifestó en Su resurrección y la participación en Sus sufrimientos, Sus tribulaciones, siempre van de la mano (Filipenses 3:10).

Aquel que estaba muerto y que ahora vive por siempre le promete a cada conquistador que si se mantiene fiel a través de la tribulación, aun hasta la muerte, él recibirá la plenitud del poder de la vida eterna. Él reinará como rey sobre toda circunstancia por medio del poder ilimitado que resucitó a Cristo de entre los muertos y que lo puso por siempre a la derecha de Dios Todopoderoso.

Para siempre, Cristo se ha vuelto el Sumo Sacerdote de Dios por el poder de una vida indestructible (Hebreos 7:16).

La vida eterna de resurrección, a la que estamos sembrando al obedecer al Espíritu de Dios y al no ceder a los deseos de nuestra alma, de nuestro cuerpo, y de nuestra mente humana, se volverá en nosotros la autoridad y el poder para someter a la creación de Dios (Hebreos 2:8).

En lugar de estar dominado por el pecado, por nosotros mismos, por Satanás, o por el mundo, reinaremos con Cristo por la autoridad y el poder de la vida eterna. Por esto, Pablo estaba buscando el poder que se manifestó en la resurrección de Cristo así como participar en Sus sufrimientos.

Existe autoridad y poder en la Vida Divina. Cuando somos salvos por primera vez, la vida eterna es plantada en nosotros como una semilla. Nosotros debemos cultivar esa semilla hasta que estemos llenos de vida. Cuando poseamos vida eterna en abundancia, podremos destruir todas las obras de Satanás y caminar en justicia, en santidad, y en obediencia al Señor Cristo Jesús.

La corona de la vida es la autoridad y el poder para comportarnos con rectitud y para someter a nuestros alrededores a la obediencia de Cristo. Esta es la naturaleza de la primera resurrección de entre los muertos. La autoridad y el poder de la vida que por ahora están bajo un velo, serán revelados durante la gloriosa aparición del Señor Jesús.

El logro más importante de la primera resurrección, en cuanto a nosotros como individuos se refiere, es que Cristo ocupe el trono de nuestra vida. El pecado y el deseo de controlar nuestras propias vidas deben ser echados fuera y Cristo debe ser exaltado en nuestra personalidad. La magnitud de cuánto se ha logrado en este cambio de dominio será manifestada cuando el Señor aparezca.

La primera resurrección incluye el cambio de los tronos que gobiernan a la gente de la tierra de las manos malévolas de las tinieblas, que están dominando en este momento, hasta llegar a ser de los “santos del Altísimo” (Efesios 6:12; Daniel 7:13-27).

¿Acaso el trono de tu vida ha sido cambiado de ser dominado por el pecado y por ti mismo a ser dominado por la Presencia del Señor Jesús? Si no es así, no participarás en la primera resurrección. No serías útil al Señor ni a las naciones. El Día del Señor no ha comenzado en ti, el Día en que sólo el Señor será exaltado.

Si en este momento no estás colocando a Cristo en el trono como Señor absoluto de tu vida, entonces serás un estorbo en lugar de una ayuda cuando el Señor aparezca.

Tú serás parte del problema en lugar de ser parte de la solución.

Existen muchos aspectos de la resurrección de entre los muertos con los que muchos creyente Cristianos están familiarizados. Éstos los discute Pablo en la Primera Carta a los Corintios, Capítulo Quince, en la Primera Carta a los Tesalonicenses, Capítulo Cuatro, y en otros capítulos.

Algunos de estos aspectos conocidos de la resurrección de entre los muertos son: estar con Jesús por siempre, volver a ver a nuestros seres queridos, reunir nuevamente a nuestro espíritu con nuestro cuerpo para poder estar nuevamente en la tierra, recibir un cuerpo glorificado, ascender a las nubes para encontrarnos con el Señor en el aire.

Todas estas bendiciones y estos dones son nuestros para disfrutarlos por toda la eternidad. Debemos sentir alegría por la anticipación de recibirlos, manteniéndolos siempre presentes para que podamos escapar de la lujuria y la corrupción que existe en el mundo.

Ninguna de estas bendiciones, a pesar de ser tan preciadas para nuestras almas, es central a la primera resurrección de entre los muertos. El aspecto principal de la primera resurrección, desde el punto de vista Divino, es que los tronos de los señores de la oscuridad que gobiernan la tierra cambien a ser parte del reino de los santos del Altísimo.

El cambio de administración, de gerencia, debe comenzar en nuestras vidas ahora. La primera resurrección comienza ahora mismo en el corazón del santo victorioso. Cristo debe ser puesto en el trono de nuestras vidas para que podamos vivir por el poder de Su resurrección. Con esa vida, con ese poder, es por el que logramos conquistar al acusador y a nuestra carne y voluntad propia, y por el que podemos reinar con justicia a través de Cristo.

Si hoy no nos estamos sometiendo al señorío de Cristo, no participaremos en la primera resurrección. Así de directo es. La recompensa de la primera resurrección de entre los muertos ha sido asignada por la Palabra de Dios a quien logre vencer (Apocalipsis 20:4-6).

Podemos ver en Apocalipsis 12:11 que el acusador finalmente será vencido y echado de los cielos por quienes “no valoraron tanto su vida como para evitar la muerte”. El gobierno espiritual sobre la tierra esta a punto de ser transferida de los señores de las tinieblas a los santos de Dios. Esta transición está en proceso de preparación ahora mientras que Cristo, el Señor, el Hijo que reinará, está siendo formado en la gente Cristiana.

Para poder obtener la posición de conquista que es central a la primera resurrección de entre los muertos debemos menospreciar nuestra vida hasta la muerte. Esto es esencial. Si ocultamos del Señor Jesús una persona, una cosa, una circunstancia, o una situación quedaremos cortos de la Gloria de Dios en Cristo.

Cristo debe reinar en nosotros como Señor absoluto. No seremos coronados con la vida eterna de resurrección hasta que podamos mantenernos fieles durante la tribulación hasta el punto de la muerte.

Si resistimos [sufrimos], también reinaremos con él… (2 Timoteo 2:12-NVI)
El que tenga oídos, que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias…(Apocalipsis 2:11-NVI)

Luego se menciona una recompensa maravillosa que también es un aspecto importante de la primera resurrección:

…El que salga vencedor no sufrirá daño alguno de la segunda muerte. (Apocalipsis 2:11-NVI)

Encontramos la misma promesa en Apocalipsis 20:6, hablando de los “dichosos y santos” que tienen parte en la primera resurrección ya que “la segunda muerte no tiene poder (autoridad) sobre ellos”.

Tan pronto como seas coronado con la autoridad y el poder de la vida eterna de resurrección quedarás libre de la autoridad y del poder de la segunda muerte. La segunda muerte es el Lago de Fuego (Apocalipsis 20:14). La segunda muerte es ser separado de Dios y de Su Cordero, y residir en un lugar de tormento.

La primera muerte, según lo entendemos nosotros, es la muerte física. Cuando hay muerte física, el alma y el espíritu son separados del cuerpo físico.

La segunda muerte es una muerte espiritual. Con la muerte espiritual, el alma y el espíritu son separados de Dios y son atormentados en un lago que arde con fuego y azufre. La segunda muerte verdaderamente es un destino espantoso.

La segunda muerte tiene autoridad sobre todo pecado, incluyendo los siguientes (Apocalipsis 21:8):

  • Cobardía
  • Incredulidad
  • Abominación
  • Asesinato
  • Inmoralidades sexuales
  • Artes mágicas
  • Idolatría
  • Mentira

Siempre y cuando uno de estos pecados tenga parte en nuestra personalidad, la segunda muerte tendrá autoridad sobre nosotros. Solamente conforme somos liberados de ellos es que podemos escapar la autoridad de la segunda muerte.

El creyente en Cristo que no avanza hacia adelante en la vida de resurrección sino que escoge ceder al pecado y a la naturaleza pecaminosa, regresa a ese estado de muerte del cual había sido salvado originalmente (Romanos 8:13). Él permanece sujeto a la autoridad de la segunda muerte.

Dios Padre le ha dado toda autoridad de juicio a Su Hijo, al Señor Cristo Jesús.

Cuando nosotros aceptamos a Cristo como nuestro Señor y Salvador, Él asume la responsabilidad por todos nuestros pecados. Él perdona todos nuestros pecados. Mientras que el pecado more en nosotros, la segunda muerte tiene autoridad sobre nuestros pecados, porque la segunda muerte tiene autoridad sobre todo pecado ya sea que el pecado se encuentre en un incrédulo o en un creyente.

Si existe pecado en nosotros, la muerte espiritual está morando en nosotros. Esto es verdad ya sea, o no, que hayamos recibido a Cristo.

Mientras estemos obedeciendo a Cristo el juicio es suspendido. No estamos bajo condenación. Podemos tener comunión con Dios por medio de la sangre expiatoria del Cordero, de Cristo. Permanecemos sin condenación mientras que estemos morando en Cristo, cooperando con el Espíritu Santo en llevar a la muerte los impulsos de nuestra naturaleza de Adán.

Cristo, a través del Espíritu Santo, procede a liberarnos de esos pecados sobre los que la segunda muerte tiene autoridad.

Nuestra tarea es creer en Cristo y demostrar que creemos en Él obedeciéndolo en todo lo que nos pida. Conforme demostramos fe al obedecer a Cristo, continuamos en el proceso de ser liberados. El pecado sobre el cual la segunda muerte ejerce autoridad es echado fuera de nosotros y somos puestos en libertad. A través de Cristo hemos conquistado al enemigo. Tan pronto como el enemigo ya no esté presente, la segunda muerte ya no tendrá autoridad sobre nosotros.

La primera muerte, la muerte física, es de poca importancia. Las Escrituras ocasionalmente se refieren a la muerte física como estar “dormido”. Mientras el cuerpo del santo “duerme”, su naturaleza espiritual continua viviendo y regocijándose en la Presencia del Cordero. En el momento en que el santo verdadero está ausente de su cuerpo, en ese momento, él está presente con el Señor.

La segunda muerte es la separación de la Presencia de Cristo para estar en el Lago de Fuego. Ante el Tribunal de Justicia del gran trono blanco de Cristo, que se llevará a cabo al final del Reinado de los mil años, cada una de las criaturas de Dios encontrará su destino, ya sea en el Paraíso sobre la tierra nueva o en el lago que arde con fuego y azufre. Los miembros del real sacerdocio no tendrán ningún peligro en el Tribunal de Justicia del gran trono blanco porque el pecado sobre el cual tiene autoridad la segunda muerte ya no será parte de su personalidad.

Aparentemente, según las Escrituras, el Lago de Fuego es un lago real dentro del cual será echado todo pecado. Ya que sabemos de las Escrituras que Cristo descendió al centro de la tierra, y ya que el Lago de Fuego es descrito como un lugar que arde con fuego y azufre, quizá sea cierto que el Lago de Fuego será localizado en las profundidades de la tierra. Cualquiera que se aventure a acercase al agua y al vapor que sale del interior de la tierra nota un fuerte olor a azufre.

El Lago de Fuego es una área de tormento eterno preparado para el diablo y sus ángeles (Mateo 25:41). Algunas personas también serán arrojadas a él (Apocalipsis 20:15).

¡Qué perturbadora y aterradora es la idea de esperar aparecer ante la corte en el cual la sentencia máxima es la separación eterna de Dios en un lago de tormento eterno y de oscuridad! Quienquiera que no tiemble al pensar en tal sentencia no tiene sabiduría.

Una parte importante de la recompensa al conquistador es la seguridad por escrito del Señor que no será lastimado por la segunda muerte, que la segunda muerte ya no tendrá autoridad sobre él.

Quizá hemos asumido que una vez hecha una profesión de fe en Cristo la segunda muerte ya no puede amenazarnos con su autoridad para atormentarnos. ¿Es esto lo que Apocalipsis, Capítulos Dos y Tres, realmente nos están diciendo? Más bien, Apocalipsis 2:11 dice que cuando recibamos la corona de la vida eterna de resurrección, la cual constituye dominio sobre el pecado y la muerte, será que la segunda muerte deje de ser una amenaza para nosotros. Ésta es la Palabra del Señor para nosotros.

Toda la vida y la gloria del Reino de Dios son la herencia para quien logre vencer (Apocalipsis 21:7). Toda persona, joven o vieja, que esté leyendo estas palabras es invitada ahora a ser un vencedor, un conquistador. Cristo te ayudará a ser un conquistador si éste es tu deseo.

Tú, con Su ayuda, debes permanecer constante-fiel en la tribulación. Debes permitirle a Jesús que se siente en el trono de tu corazón. Conforme avances en tus conquistas serás coronado con la autoridad y el poder de la vida eterna.

Hoy, cada uno de nosotros, debe mirar hacia Cristo para que por medio de Él podamos conquistar.

Aquellos que logren alcanzar la primera resurrección de entre los muertos ya no están sujetos a la autoridad de la segunda muerte. El pecado sobre el cual la segunda muerte tiene dominio ya no es parte de ellos.

Al aparecer el Señor Jesús, al comienzo de la Era del Reinado de los mil años, su posición en Dios habrá sido decidida por toda la eternidad. Ellos reinarán con Cristo durante la Era del Reinado de los mil años. El resultado de este reinado prolongado en cooperación cercana con el Señor Jesús será la transformación y la transfiguración de toda su personalidad de tal manera que estarán en un estado exaltadísimo al llegar el final de los mil años.

Cuando el cielo nuevo y la tierra nueva aparezcan, los reyes y los sacerdotes del Señor podrán contemplar el rostro del Padre-una postura espiritual casi increíble. Poder contemplar el rostro del Padre es un privilegio tan extraordinario que, en este momento, ninguna persona puede concebir esta gloria en lo más mínimo.

No es que el Padre no le permita al hombre contemplar Su rostro; más bien, es que nosotros no podemos soportar verlo (Éxodo 33:20; Apocalipsis 22:4). Ver el rostro de Dios en este momento nos destruiría en lugar de bendecirnos.

Para quienes logren alcanzar la primera resurrección la segunda muerte ya no les causará terror. Ellos habrán sido sentenciados a ser glorificados cuando el Señor regrese. Ellos habrán conquistado todo enemigo, por la gracia de Dios en Cristo, y ahora recibirán su recompensa: reinar eternamente en asociación con su Señor, Cristo. Ellos estarán presentes en el Tribunal de Justicia del gran tono blanco pero nunca estarán en peligro de la sentencia más terrible de todas.

Hasta este momento en nuestra descripción, el conquistador ha obtenido acceso al árbol de la vida eterna, la corona de la vida, y escape eterno de la autoridad y del poder de la segunda muerte. Estos son tres de los aspectos principales de la primera resurrección de entre los muertos.

La plenitud de la vida eterna, el dominio, y la liberación total y perpetua de la sentencia de la ira de Dios representa entender perfectamente la redención que existe en Cristo.

El santo victorioso ha vencido apóstoles falsos. Ha trabajado fielmente en la obra del Reino de Dios, pero no ha perdido su primer amor a la oración, a la alabanza, y a la santidad al Señor.

Él ha sido echado a la prisión de la tribulación y ha sido puesto a prueba por una temporada. Se ha mantenido fiel menospreciando su vida hasta la muerte. Se ha rehusado a hacer concesiones con el mundo y a buscar su apoyo o comprensión.

Sigamos adelante y descubramos de qué otras maneras se aparecerá Cristo a nosotros, qué otras trampas debemos evitar, y qué incrementos de vida, de poder, de gloria, de cercanía a Dios, y de servicio todavía podemos obtener.

La Iglesia de Pérgamo

Escribe al ángel de la iglesia de Pérgamo: Esto dice el que tiene la aguda espada de dos filos: (Apocalipsis 2:12-NVI)

Según algunos eruditos, Pérgamo significa matrimonio, y elevación. El conquistador debe unirse con Cristo en Espíritu, y debe ser separado de, y elevado sobre, la vida vivida en la carne y el alma. Debe alejarse de toda relación con dioses del demonio, de toda inmoralidad física y espiritual, y debe vivir, moverse, y tener su ser en Cristo a la derecha de Dios en los cielos más altos.

Debido a que la iglesia de Pérgamo estaba morando donde estaba el trono de Satanás, en el centro mismo del gobierno de Satanás, Cristo apareció como El que tiene la aguda espada de dos filos-el arma más poderosa en todo el universo.

La Palabra de Dios está viva y es poderosa. Es tan filosa que divide el alma y el espíritu del santo. La espada del Señor penetra las articulaciones y la médula de la constitución de la persona Cristiana hasta que todo ha sido recreado y es de Cristo y está en Cristo. Los pensamientos y las intenciones del corazón del creyente son discernidos y juzgados.

Sé donde vives: allí donde Satanás tiene su trono. Sin embargo, sigues fiel a mi nombre. No renegaste de tu fe en mi, ni siquiera en los días en que Antipas, mi testigo fiel, sufrió la muerte en esa ciudad donde vive Satanás. (Apocalipsis 2:13-NVI)

Aunque los creyentes de Pérgamo vivían en el cuartel de Satanás, no renegaron de su fe en Cristo. Si realmente estamos viviendo en el Espíritu del Señor, podemos servirle perfectamente en el centro de actividad demoniaca, si es ahí donde Cristo nos ha puesto. Siempre hay suficiente sabiduría y poder Divino para vencer en el nombre de Jesús a los espíritus perversos, si tenemos esa determinación.

No queremos insinuar con el párrafo anterior que no existan temporadas tan difíciles en las que todo lo que podemos hacer es esperar pacientemente a que el Señor levante las tinieblas. Ciertamente que existen estos periodos de opresión durante nuestro discipulado.

Cristo sigue siendo Señor de todo. Sin importar donde nos encontremos, Cristo es el Conquistador. Toda rodilla se doblará. Toda lengua confesará que Cristo es el Señor. Todo poder del diablo obedecerá al Cristiano conforme es ayudado por el Espíritu Santo a hablar en el nombre del Señor Jesús.

Nosotros podremos, en Su nombre, aplastar bajo nuestros pies al león y a las fieras. Somos más que vencedores en el nombre de Cristo el Hijo de Dios.

Aplastarás al león y a la víbora; ¡hollarás fieras y serpientes! “Yo lo libraré, porque él se acoge a mí; lo protegeré, porque reconoce mi nombre.” (Salmo 91:13,14-NVI)

Dios nos ha establecido en lo alto en Cristo-más arriba de cualquier poder de las tinieblas:

Y en unión con Cristo Jesús, Dios nos resucitó y nos hizo sentar con él en las regiones celestiales. (Efesios 2:6-NVI)

No podemos ser lastimados por el enemigo cuando estamos morando en Cristo:

Sí, les he dado autoridad a ustedes para pisotear serpientes y escorpiones y vencer todo el poder del enemigo; nada les podrá hacer daño. (Lucas 10:19-NVI)

“Todo el poder del enemigo.” “Nada les podrá hacer daño.” ¡Qué poderosas y preciosas son estas declaraciones de Jesús para el soldado de Cristo!

Cuando el Arca de Dios y Dagón (uno de los dioses principales de los Filisteos) se encontraron frente a frente en el mismo edificio, Dagón se inclinó en adoración. Al final, la cabeza de Dagón (su sabiduría y control) y las manos de Dagón (su poder y su habilidad para actuar) fueron separadas del cuerpo. Sólo permaneció su tronco mutilado.

Pero al día siguiente, cuando se levantaron, volvieron a encontrar la estatua tirada en el suelo, boca abajo, frente al arca del SEÑOR. Sobre el umbral estaban su cabeza y sus dos manos, separadas del tronco. (1 Samuel 5:4-NVI)

Conforme nos acercamos al “umbral” del Día del Señor, el enemigo de Dios será obligado a enfrentarse con el “Arca del Pacto”. De hecho, los siervos de Satanás provocarán la confrontación.

El Arca del Pacto representa a Cristo y a aquellos en los que Cristo ha llegado a la madurez. En los santos se encontrarán los tres elementos que se guardaban en el Arca del Pacto: (1) el comportamiento y la personalidad de rectitud y de santidad-los Diez Mandamientos; (2) la vida que se vive dependiendo continuamente de la Palabra de Dios-el conmemorativo jarrón con maná; y (3) el poder de la vida de resurrección eterna e indestructible del Espíritu Santo que es dado al real sacerdocio elegido de Dios-la vara de Aarón que reverdeció.

Cuando el Dios de este mundo sea obligado a enfrentarse a Cristo en los santos, éste se inclinará en adoración a Cristo; porque toda rodilla se arrodillará y toda lengua confesará que Cristo es el Señor. Después, un ángel atará a Satanás y lo echará al pozo sin fondo. Al final, Satanás será echado al lago que arde con fuego y azufre.

El diablo será vencido por Cristo en los santos.

Ellos lo han vencido por medio de la sangre del Cordero y por el mensaje del cual dieron testimonio; no valoraron tanto su vida como para evitar la muerte. (Apocalipsis 12:11-NVI)
Muy pronto el Dios de paz aplastará a Satanás bajo los pies de ustedes. (Romanos 16:20-NVI)

La Palabra de Dios, que es la espada del Espíritu, cortará la sabiduría y el control de Satanás y su poder y habilidad para actuar. La Palabra de Dios declara claramente que la autoridad y el poder para ejercer juicio sobre los espíritus malvados han sido asignados al Señor Jesús y que el juicio será ejercido por Cristo a través de Sus santos.

El conquistador puede servir a Cristo aun donde se encuentra el trono de Satanás.

La “aguda espada de dos filos” es la Palabra de Dios portando juicio. No existe ninguna otra autoridad ni ningún otro poder en el universo que sea igual a la Palabra de Dios. Cuando el Cristiano esté caminando en el Espíritu de Dios y cuando esté hablando la Palabra de Dios en el nombre de Jesús, todo poder satánico, sin importar cuán grande, debe ceder en obediencia. La Palabra de Dios destruye todo trono que no sea de Dios.

…No renegaste de tu fe en mí, ni siquiera en los días en que Antipas, mi testigo fiel, sufrió la muerte en esa ciudad donde vive Satanás. (Apocalipsis 2:13-NVI)

El nombre de Antipas significa “en contra de todo”. Un Cristiano que vive en el Espíritu de Dios, en el nombre de Jesús, manejando la Palabra de Dios, es más poderoso que las fuerzas del Infierno. No existe ningún poder satánico, ninguno solo, que pueda aguantar a uno de los conquistadores de Dios cuando él o ella porta el nombre de Cristo y habla la Palabra de Dios en el Espíritu de Dios.

El fiel de Antipas murió como mártir. Una tradición que se sostiene es que bajo la persecución del emperador Dominico fue encerrado en un toro de metal calientísimo. Antipas nunca fue vencido, nunca conquistado. Él menospreció su vida hasta la muerte. Por esto, Antipas es uno de los conquistadores de Dios.

Cuando llegue el Día del Señor, Satanás será echado fuera del Cielo hacia la tierra. Antipas estará manejando la espada del Espíritu en ese Día y se estará regocijando en Cristo con el resto de los santos.

Quizá llegue el día en la vida del discípulo cuando tenga que estar “en contra de todo”, permaneciendo solo. Si esa situación se presenta, él o ella debe permanecer en el Señor, en el poder de Su poder.

Cristo y Sus “Antipases” están “en contra de todo” lo que no cede a Jesús como Señor. Quizá ellos estén en contra de todo hoy, pero serán victoriosos al final. Ellos son los que reinarán en la era que vendrá. Ellos son los que lograrán la primera resurrección. Ellos son los que conquistarán en Cristo.

Que se alegren los fieles por su triunfo; que aun en sus camas griten de júbilo. Que broten de su garganta alabanzas a Dios, y haya en sus manos una espada de dos filos para que tomen venganza de las naciones y castiguen a los pueblos; para que sujeten a sus reyes con cadenas, a sus nobles con grilletes de hierro; para que se cumpla en ellos la sentencia escrita. ¡Ésta será la gloria de todos sus fieles! ¡Aleluya! ¡Alabado sea el SEÑOR! (Salmo 149:5-9-NVI)

Ahora llegamos a una mancha en la iglesia de Pérgamo, un problema que quizá encontremos en la iglesia de hoy.

No obstante, tengo unas cuantas cosas en tu contra: que toleras ahí a los que se aferran a la doctrina de Balán, el que enseñó a Balac a poner tropiezos a los israelitas, incitándolos a comer alimentos sacrificados a los ídolos y a cometer inmoralidades sexuales. (Apocalipsis 2:14-NVI)

Este incidente se encuentra en el Libro de Números:

Mientras los israelitas acampaban en Sitín, comenzaron a prostituirse con las mujeres moabitas, las cuales los invitaban a participar en los sacrificios a sus dioses. Los israelitas comían delante de esos dioses y se inclinaban a adorarlos. (Números 25:1-2-NVI)
¡Si fueron ellas las que, aconsejadas por Balán, hicieron que los israelitas traicionaran al SEÑOR en Baal Peor! Por eso murieron tantos del pueblo del SEÑOR. (Números 31:16-NVI)

Un clarividente llamado Balán no podía recibir sus honorarios por maldecir a Israel porque el poder y la bendición del Señor estaban sobre esa nación. Por esto, Balán le aconsejó a Balac, el rey de los Moabitas, que provocara la ira de Dios en contra de Israel mandando a las mujeres Moabitas a seducir a los guerreros Israelitas para que se prostituyeran y para que adoraran a los demonios que adoraban los Moabitas.

Balán comprendía que si podía persuadir a Israel para que pecara, la ira de Dios caería sobre el pueblo. Balán entonces podía levantarse y maldecir a los Judíos bajo su espíritu de profecía (Deuteronomio 28:15). El rey Balac podría vencer al ejército Israelita y Balán podría cobrar sus honorarios.

Esto también es verdad del ejército Cristiano. Es imposible que el diablo venza a los soldados de Cristo mientras que el poder y la bendición de Cristo estén sobre ellos. Si Satanás puede seducir a los soldados del Señor a que cometan inmoralidades sexuales y otras formas de actividades y de adoraciones endemoniadas, entonces el juicio de Dios caerá sobre los pecadores.

La ira de Dios siempre cae sobre la lujuria y sobre toda forma de actividad endemoniada, ya sea que éstas sean cometidas por Judíos, por Cristianos, o por cualquier otra religión o raza de personas.

Cuando los creyentes no se arrepienten de sus pecados, el poder y la bendición de Dios se sale de ellos. Entonces, ellos pueden ser vencidos fácilmente por Satanás.

A veces, el Espíritu Santo utiliza la espada Divina, la Palabra de Dios, por medio de un Cristiano que está pecando. El Cristiano que ministra la Palabra de Dios cuando él mismo está pecando será juzgado por la espada que él está empuñando. Él no es un conquistador aunque el Espíritu Santo lo esté usando en las obras del Reino. “El labrador que trabaja duro tiene derecho a recibir primero parte de la cosecha” (2 Timoteo 2:6-NVI).

Fíjate como Balán, un clarividente de Dios, fue llevado a estar bajo la maldición de Dios por su amor al dinero, así como lo estuvieron Guiezi, Judas, y Ananías y Safira. El amor al dinero cegó los ojos del clarividente, y en su ceguera él mismo se puso bajo el juicio de Dios. Más tarde, Balán murió a filo de espada por el ejército Israelita (Josué 13:22).

Una de las tentaciones que enfrentan las iglesias Cristianas es la del amor al dinero. Es muy fácil caer en la tentación de mezclar la religión con el dinero de tal manera que se llegue a tener utilidad.

¡El conquistador debe huir, huir, huir de la tentación de usar la gloria de Cristo como una manera de obtener provecho material!

Si Dios nos llama hacia Su camino, tenemos la certeza de que Él suplirá todas nuestras necesidades. Aquel que nos dio a Su Hijo ciertamente nos proporcionará las necesidades para la existencia terrenal.

El trabajo del Reino de Dios debe mantenerse separado de la búsqueda del dinero. El amor al dinero es la “raíz de toda maldad”. Nunca debemos ministrar para obtener dinero.

Dios le advirtió a Balán, un verdadero vidente, que se abstuviera de seguir la orden de Balac en cuanto a maldecir a Israel. Cuando oro fue puesto frente a los ojos de Balán él sentía que debía haber una manera de poder servir tanto a Dios como al dinero. En ese momento, Balán cayó en un engaño y en una trampa.

No existe ninguna manera posible de servir a Dios y al dinero. Si portamos sobre nosotros al Espíritu del Señor, la unción que es el testimonio de Jesús, entonces Dios suplirá todas nuestras necesidades. Ésta es la promesa de Dios en Su Palabra. No debemos enredarnos con el dinero. Si lo hacemos, caeremos. Indudablemente, caeremos.

Judas habla sobre las personas que “por ganar dinero se entregaron al error de Balán”. Existían ciertos individuos que se habían “infiltrado” entre ellos. Esto significa que personas que eran impías comenzaban a asistir a las reuniones de los Cristianos, y cambiaban “en libertinaje [inmoralidad, lujuria, indecencia, impureza] la gracia de nuestro Dios”.

Quien desee ser un conquistador debe decidir de una vez y por todas que no puede servir a Dios y al dinero. Dios va a ser servido o el dinero va a ser servido. Ninguna persona puede servirlos a ambos. Echemos a un lado al dinero impuro, al dios de las riquezas, y sirvamos al Señor Cristo Jesús con un corazón decidido.

¿Cuántas personas han intercambiado la primera resurrección por dinero? ¿Cuál es el precio que tú le pones a tu participación en la primera resurrección de entre los muertos?

Cuando el ministerio va tras el dinero, los creyentes comienzan a participar de los ídolos del mundo que están a su alrededor y se dan a sí mismos a las inmoralidades-tanto espirituales como físicas.

Cinco de los principales dioses diabólicos que se adoran en las naciones ricas de nuestros días son los siguientes: la lujuria de la carne, el asesinato y la violencia, la ganancia material, las prácticas del ocultismo, y la vida desenfrenada y la embriaguez.

Los cinco anteriores son las mayores expresiones de Satanás en el mundo. Las personas que no son salvas dedican sus vidas a estos ídolos al igual que la mayoría de los “creyentes” de las iglesias Cristianas. Las personas que asisten a la iglesia participan con estos espíritus impuros, adorándolos y cometiendo inmoralidades con ellos.

En muchos casos, la gente Cristiana, en lugar de aferrarse al Señor Cristo Jesús, adopta los espíritus impíos de las cinco principales manifestaciones de Satanás.

El conquistador repudia los ídolos del mundo. Por medio del poder del Espíritu de Dios, el santo echa fuera la lujuria de la carne. Echa fuera el enojo y la violencia. Echa fuera el deseo de ganancia material. Echa fuera todo intento por controlar o por participar en el reino espiritual que no sea de la manera en que le es asignado por Jesús. Echa fuera la participación en la vida desenfrenada, y en darse gusto sin medida por la comida, la bebida, y el entretenimiento.

El conquistador se mantiene a sí mismo limpio de los ídolos por la sangre del Cordero, por el mensaje de su testimonio ayudado por el Espíritu, y menospreciando su vida hasta la muerte.

El creyente que sigue por el camino de Balán, que busca la ganancia material de su don Divino, cometerá inmoralidades con los ídolos del mundo, y llevará a otros a tomar parte de los ídolos y a que comentan inmoralidades con ellos.

Toleras así mismo a los que sostienen la doctrina de los nicolaítas. (Apocalipsis 2:15-NVI)

En Pérgamo, el lugar de matrimonio con Cristo y del ascenso a un lugar más alto en Dios, y también de las inmoralidades con demonios y de “elevación” de la vida del alma en la adoración de demonios, había quienes seguían la doctrina de Nicolás de Antioquía.

Mencionamos anteriormente la creencia de algunos eruditos que el Nicolaitismo es el intento de reconciliar la adoración de Cristo con el mundo para que uno esté en armonía con el otro. Esta reconciliación es odiada por Cristo porque destruye la intención de Cristo de que la Iglesia “salga” de este mundo. La mezcla de la iglesia con el mundo contamina a la iglesia con la vida del alma y con Satanás, destruye la fuerza de los santos, y hace imposible que brille la luz del testimonio de Cristo en esta época de oscuridad.

Otros piensan que el Nicolaitismo es la forma Griega del Balanismo Hebreo-que ambos se refieren a la conquista del pueblo a través de la inmoralidad. Se opina que el Nicolaitismo se refiere al Gnosticismo antinomiano, la doctrina que la gracia Divina continúa cubriéndonos y perdonándonos mientras seguimos pecando. Que sigamos pecando sólo amplificará la gracia de Dios.

“¿Haremos lo malo para que venga lo bueno?” (Romanos 3:8)

La enseñanza que sin importar cómo nos comportemos, el amor y el perdón de Dios están con nosotros por la expiación hecha por el Señor Jesús, es la creencia común en las iglesias evangélicas. Ésta es una de las mentiras más venenosas de la doctrina Cristiana. ¡Quizá esta doctrina ciertamente provenga del Nicolaitismo!

La orden que se le da al creyente de Pérgamo es, “¡Arrepiéntete!” El conquistador debe huir de los ídolos y de las inmoralidades. El conquistador debe huir de todo intento por mezclarse sutilmente con las maneras del mundo. El conquistador está “en contra de todo” conforme él, por medio del Espíritu Santo, lucha por llegar al Monte Sión, hasta el reposo en la voluntad de Cristo.

Por lo tanto, ¡arrepiéntete! De otra manera, iré pronto por ti para pelear contra ellos con la espada que sale de mi boca. (Apocalipsis 2:16-NVI)

Cristo vendrá pronto por quienes adoran la ganancia material, por quienes cometen inmoralidades con los espíritus endemoniados de este mundo, y por quienes hacen concesiones con la filosofía del mundo. Él peleará contra ellos con la espada de Su boca. La espada de la boca de Cristo es la Palabra de Dios con juicio de fuego.

El resultado de la venida de Cristo será que los de la iglesia de Pérgamo que sigan en la mundanería y en la idolatría serán despojados de todos sus logros y estarán en peligro de perder sus almas, si es que no se arrepienten y regresan a Cristo para recibir perdón y ser purificados.

¿Tenemos oídos para escuchar lo que el Espíritu está diciendo hoy? ¿O estamos viendo y escuchando lo que la naturaleza pecaminosa está haciendo y diciendo? El siervo del Señor está ciego a las obras de la carne y sordo a las voces de la carne (Isaías 42:19). Él observa a Cristo y escucha y obedece la voz del Espíritu Santo de Dios.

El que tenga oídos, que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que salga vencedor le daré del maná escondido, y le daré también una piedrecita blanca en la que está escrito un nombre nuevo que sólo conoce el que lo recibe. (Apocalipsis 2:17-NVI)

El conquistador de Pérgamo es recompensado con dos aspectos más de la primera resurrección. Es alimentado con el maná escondido y le es dada una piedrecita blanca en la que ha sido escrito un nombre nuevo que sólo conoce el que lo recibe.

El maná es el alimento del Cielo que nos es dado mientras que estamos en nuestro peregrinaje a través del desierto del mundo. El cuerpo y la sangre de Cristo son nuestro maná del Cielo. La Vida Divina permanece escondida de muchos de los que asisten a las iglesias Cristianas porque ellos no están buscando la victoria que hay en Cristo.

Cuando sus seguidores estaban hambrientos, Jesús tenía alimento del cual ellos no sabían. Él les dijo: “Yo tengo un alimento que ustedes no conocen” (Juan 4:32). Cuando Cristo salía para hacer la voluntad del Padre, Él estaba siendo alimentado por “maná” que no podían ver Sus discípulos.

El “alimento” del cual habló Jesús no es meramente en sentido figurado. Conforme nosotros hacemos fielmente la voluntad de Dios recibimos gracia. La Sustancia de Cristo es la que nos está siendo impartida. Conforme crecemos en la conquista, comenzamos a descubrir que ya no estamos viviendo sólo por el alimento natural. Recibimos nutrición Divina que nos da fuerza, descanso, sabiduría, consuelo, y gozo. Una paz y satisfacción constante son nuestra porción.

Quizá existan periodos en el futuro cuando la escasez cubra la tierra. En ese día, los conquistadores quizá encuentren que, al igual que Elías en el desierto, son a alimentados sobrenaturalmente (1 Reyes 17:6).

El hombre no puede vivir sólo con pan natural. La Palabra de Dios, Cristo, nos es dada cuando hacemos la voluntad de Dios. Este es el “maná escondido” que se le da al que busca a Cristo con un corazón sincero.

El “maná escondido” le es dado al soldado de Cristo. Y permanece escondido de los que no están peleando las batallas del Señor.

David comió de los panes consagrados que estaban “escondidos” en el Lugar Santo de la Tienda de Reunión.

Por lo tanto, el sacerdote le entregó a David el pan consagrado, ya que no había otro. Era el pan de la Presencia que había sido quitado de delante del SEÑOR y reemplazado por el pan caliente del día. (1 Samuel 21:6-NVI)

Observa que después de que David recibió el pan consagrado le fue entregada la espada de Goliat, el Filisteo. David dijo: “Dámela. ¡Es la mejor que podías ofrecerme!” (1 Samuel 21:9).

Verdaderamente, no existe ninguna espada como la Palabra de Dios.

Sansón, después de haber matado a los Filisteos con la quijada de un asno, estaba listo para morir de sed y caer “en manos de los incircuncisos” (Jueces 15:18). Entonces, Dios quebró “una muela que estaba en la quijada, y salieron de allí aguas” (Jueces 15:19).

El agua que brotó de la quijada era “maná escondido”. Observa que Dios nos refresca con el arma que estamos usando. Conforme nosotros, en el Espíritu, empuñamos la Palabra de Dios hasta que estamos exhaustos físicamente y espiritualmente, el Señor hace que recibamos fuerza de la Palabra que estamos ministrando. Esa fuerza Divina sólo es conocida por los guerreros del Señor, por Sus conquistadores.

Nuevamente, podemos ver a Elías, quien acababa de destruir a casi mil profetas de Jezabel, huir para salvar su vida. Elías se resignó a morir y se acostó debajo de un arbusto y se quedó dormido.

El Señor no se había olvidado de Su guerrero. El ángel despertó a Elías para que tomara el pan y el agua que le había sido preparado. Dos veces tomó Elías de este alimento. Con la fortaleza que recibió de este “maná escondido” Elías viajó a pie cuarenta días y cuarenta noches hasta que llegó a “Horeb, el monte de Dios” (1 Reyes 19:8).

El que tenga oídos, que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que salga vencedor le daré del maná escondido, y le daré también una piedrecita blanca en la que está escrito un nombre nuevo que sólo conoce el que lo recibe. (Apocalipsis 2:17-NVI)

El significado del término piedrecita, que es utilizado en el versículo anterior, es el de una piedra pequeña que se ha vuelto lisa debido a su manejo. Estas piedrecitas eran utilizadas para votar en la época de la iglesia de Pérgamo.

La misma palabra fue usada por Pablo en Hechos 26:10: “…y cuando los mataban, yo manifestaba mi aprobación (literalmente, mi voto, mi piedrecita)“.

Que se nos dé una piedrecita blanca parece querer decir que por votación hemos logrado ser de los elegidos, de los escogidos, de los puros y sin mancha de la Esposa del Cordero.

Porque muchos son los invitados, pero pocos los escogidos. (Mateo 22:14-NVI)

El acto inicial de aceptar a Cristo, de ser salvo, es una invitación. Muchos son los invitados. La red del Reino de Dios es bajada al mar de la humanidad. Toda clase de criaturas es llevada a la superficie conforme la red del llamado del Evangelio es llevada a la orilla (Mateo 13:48).

Después de haber sido invitados entramos a la carrera por la vida eterna. Los obstáculos están en sus posiciones. La gracia de Dios que es necesaria para vencer toda tentación, toda prueba, es dada por el Señor a cada persona que lo solicita.

Los invitados de Dios comienzan en Su santo Nombre a conquistar todo enemigo, todo obstáculo. De estos rangos se seleccionan a los “escogidos”. Pocos son los escogidos. Pocos tienen la piedrecita blanca de aprobación eterna que les es dada por el Señor Jesús.

Observa que conforme progresamos a través de las recompensas asignadas a los conquistadores, la postura eternal ante Dios del discípulo queda establecida. Cada victoria en Cristo nos lleva más cerca a la posición codiciada como columna en el Templo eterno de Dios.

Una vez que hayamos sido establecidos como columnas en el Templo de Dios, cada columna “ya no saldrá jamás de allí” (Apocalipsis 3:12). Entonces, nos habremos convertido en parte de “los primeros frutos de la humanidad para Dios y el Cordero”. Entonces “estaremos por siempre con el Señor”. Cristo mismo se habrá vuelto nuestro destino eterno.

Desde ese momento en adelante le perteneceremos solamente a Cristo. Nunca jamás debemos volver a contaminarnos con ritos sexuales con los demonios.

Las recompensas dadas a los santos victoriosos son una manera de describir nuestro crecimiento en la gracia, nuestro entendimiento del poder de la resurrección de Cristo, nuestra llegada a la primera resurrección de entre los muertos.

Es tonto preguntarnos si Dios en Su misericordia nos dará o no nuestra herencia en Cristo si no vivimos la vida victoriosa en Cristo. En primer lugar, la pregunta surge de un corazón desobediente e incrédulo. En segundo lugar, los incrementos de vida y de gloria que se acumulan para el conquistador son la manera por la cual él podrá funcionar como miembro del real sacerdocio.

Si no recibimos las recompensas del vencedor es imposible que sirvamos en la posición de autoridad y poder que le ha sido asignada a los santos. Los beneficios que fluyen a los vencedores son las herramientas, la capacitación por la cual el santo puede reinar en el Reino de Dios.

Primero, tenemos acceso al Árbol de la Vida.

Segundo, obtenemos la autoridad y el poder de la vida de resurrección eterna.

Tercero, la segunda muerte pierde su habilidad para hacernos daño. Ya no corremos peligro por el juicio que separa a la criatura de su Creador.

Ahora bien, en Pérgamo, somos nutridos continuamente por el maná escondido. Se nos da la piedrecita blanca como garantía de que hemos sido seleccionados para ser uno de los escogidos del Señor (Juan 6:70). Estas son recompensas que merecen toda nuestra atención, devoción, y dedicación libre e incondicional. Verdaderamente, existe una recompensa por buscar continuamente al Señor.

…y le daré también una piedrecita blanca en la que está escrito un nombre nuevo que sólo conoce el que lo recibe… (Apocalipsis 2:17-NVI)

En el momento de las bodas del conquistador con el Señor, en el momento de su unión con el Señor en la unidad del Padre, el Señor declara: “Ahora tú me perteneces por la eternidad”. Después, Cristo lo llama por su nombre nuevo y eternamente verdadero, el nombre que le dice a la creación, esta persona ahora y por siempre debe ser considerada como parte de Cristo.

Las naciones verán tu justicia, y todos los reyes tu gloria; recibirás un nombre nuevo, que el Señor mismo te dará. (Isaías 62:2-NVI)

Observa como el contexto del versículo anterior tiene que ver con las bodas.

… que sólo conoce el que lo recibe. (Apocalipsis 2:17-NVI)

Cuando Dios nos dice un secreto nosotros debemos mantenerlo un secreto. El Cristiano que deja escapar todo lo que Dios le ha dicho no le será confiado conocimiento adicional. Lo que Dios nos dice en secreto debemos revelarlo sólo cuando somos dirigidos por el Espíritu Santo para hacerlo.

La Iglesia en Tiatira

Escribe al ángel de la iglesia de Tiatira: Esto dice el Hijo de Dios, el que tiene ojos que resplandecen como llamas de fuego y pies que parecen bronce al rojo vivo: (Apocalipsis 2:18-NVI)

Los ojos como llamas de fuego y pies de bronce al rojo vivo hablan del juicio sobre todo pecado. Tiatira era la iglesia donde Jezabel estaba enseñando y seduciendo a los siervos de Cristo para que cometieran inmoralidades sexuales y practicaran la idolatría.

La doctrina del evangelismo Cristiano es que somos salvos únicamente por la gracia de Dios y que las buenas obras, las obras de santidad y rectitud, que aunque pueden ser loables no son un aspecto importante de la redención Cristiana. Una multitud de creyentes de nuestros días ha sido grandemente debilitada por la insidiosa idea que la fe puede estar viva en nosotros aparte de un cambio de nuestro comportamiento.

Quienquiera que asocie la salvación Divina con el asentimiento mental de una postura teológica con respecto a Cristo no está experimentando el poder de la liberación que existe en Cristo.

Aquel cuyos ojos resplandecen como llamas de fuego y cuyos pies parecen bronce al rojo vivo no cree que Su gracia sea un pretexto para la inmoralidad, que sea una alternativa a la conducta santa y recta. Quienes cometan inmoralidades sexuales serán enjuiciados como inmorales sexuales ya sea que profesen ser Cristianos o no.

Los ojos de Cristo indagan continuamente el corazón de cada creyente, revelando sus motivos, y así como el fuego, quemando todo aquello que no sea oro puro. Cristo está buscando Su imagen moral en nosotros. Cuando no la encuentra, Él nos guía en arrepentimiento. Si no nos arrepentimos, entonces somos tratados como pecadores.

El Señor Jesús nunca les dice a Sus iglesias, a sus candelabros de oro, que no deben preocuparse por sus pecados ya que son salvos por la gracia. Esto es lo que se está predicando hoy en muchos casos pero es un malentendido de los escritos del Apóstol Pablo.

Los pies de Cristo que parecen bronce al rojo vivo representan el juicio de fuego de Dios que caerá sobre toda maldad, aplastándola bajo los pies de Jesús y bajo los pies de aquellos en quienes Jesús esté viviendo.

El juicio había comenzado en la iglesia de Tiatira.

Conozco tus obras, tu amor y tu fe, tu servicio y tu perseverancia, y sé que tus últimas obras son más abundantes que las primeras. (Apocalipsis 2:19-NVI)

La gente de Tiatira se caracterizaba por las buenas obras del Reino de Dios-por el amor, el servicio, la fe, y la perseverancia. Estas obras son aspectos importantes del Reino de Dios. El amor, el servicio, la fe, y la perseverancia son los atributos de toda iglesia Cristiana que está creciendo en la gracia de Cristo.

Además, las buenas obras de la gente de Tiatira abundaban y estaban aumentando conforme pasaban los años. Tiatira era una iglesia viva y en crecimiento.

Pero, como es verdad tantas veces de las iglesias, y de nosotros como individuos, había un cáncer espiritual en el cuerpo de Tiatira. El cáncer estaba amenazando a esos creyentes con la muerte espiritual.

Tiatira, la iglesia del amor, del servicio, de la fe y de la perseverancia, siempre abundando en las buenas obras, estaba permitiendo que una enseñanza de lujuria mundana continuara en medio de ella.

¿Es verdad esto de alguno de nosotros hoy en día?

Sin embargo, tengo en tu contra que toleras a Jezabel, esa mujer que dice ser profetiza. Con su enseñanza engaña a mis siervos, pues los induce a cometer inmoralidades sexuales y a comer alimentos sacrificados a los ídolos. (Apocalipsis 2:20-NVI)

Ya hemos discutido la doctrina de los Nicolaítas, esto es, el intento de reconciliar nuestra vida de separación al Señor Jesús con la cultura inmoral de los paganos que son empujados por el espíritu mundano de Satanás.

También hemos mencionado la doctrina de Balán, por la cual los soldados de Cristo fueron guiados a cometer inmoralidades con los espíritus endemoniados de este mundo. Satanás no puede dañar a un soldado de Cristo a excepción de que pueda atraer al santo a que participe de los ídolos endemoniados del mundo y a que cometa inmoralidades.

Ahora llegamos a una tercer doctrina perversa-la de la Reina Jezabel. ¿Acaso esta doctrina de Jezabel se encuentra en nuestras iglesias hoy en día junto con la de los Nicolaítas y la de Balán?

La Reina Jezabel era una mujer notable y además una persona malvada. Ella se casó con el Rey Acab de Israel quizá por ventajas políticas, ya que era hija de Et Baal, el rey-sacerdote de los Sidonios. Jezabel trajo consigo la adoración de Baal y de Aserá. Ella sentía devoción por los dioses endemoniados de la lujuria.

Jezabel, mostrando ser una persona más fuerte, más obstinada, y más cruel que Acab, se propuso gobernar Israel con puño de hierro. (Cuando los hombres demuestren ser demasiado débiles para gobernar, las mujeres gobernarán.)

Jezabel no quería nada que ver con Yahweh, el Dios de los Hebreos. Jezabel tenía sus propios ídolos diabólicos. Ella iba a estar a cargo de todo y no iba haber ninguna adoración al Señor Dios de Israel. ¡Qué diferencia del Rey David quien reinó en cooperación con el Señor, estando David sujeto a la voluntad del Espíritu de Dios!

El espíritu de Jezabel ha intentado hacerse cargo de las iglesias Cristianas desde los días de los primeros apóstoles. “Jezabel” es el espíritu de lujuria mundana. Jezabel tiene “el descaro de una prostituta” y se rehúsa a sentir vergüenza o a hincarse al señorío de Cristo (Jeremías 3:3; Proverbios 30:20).

Si se lo permitimos, el espíritu de lujuria mundana tomará el control de las iglesias de Cristo y dominará a las asambleas como Jezabel dominó sobre Israel. Sin embargo, el plan de Cristo es que las iglesias sean gobernadas por líderes santos quienes actúen en cooperación con el Espíritu Santo, estando ellos mismos bajo la disciplina de la voluntad del Espíritu de Dios.

Hemos mencionado anteriormente los cinco principales dioses diabólicos del mundo espiritual: la lujuria, la violencia, la codicia, el ocultismo, y la vida desenfrenada (“Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se entregó al desenfreno”-1 Corintios 10:7). La lujuria de la carne, la lujuria de los ojos, y el orgullo por la vida provienen del espíritu de Jezabel (1 de Reyes, Capítulo Dieciséis hasta 2 de Reyes, Capítulo Nueve).

¿Cómo puede ser posible que una iglesia Cristiana pueda estar llena de obras de justicia, como lo estaba Tiatira, y de todos modos permitir que el espíritu de Jezabel enseñe y seduzca a los siervos de Cristo a que cometan inmoralidades sexuales con los demonios, a ser parte del espíritu de Satanás que llena y empuja a la gente del mundo? Esta situación deplorable sucede porque toda asamblea Cristiana es una institución social.

Pensemos por un momento en por qué el hecho de que la reunión Cristiana sea una institución social haga posible que el espíritu de Jezabel surja.

El pastor sabio y sus líderes, reconociendo que su iglesia tiene necesidades que caracterizan a todo grupo social, preverán actividades sociales sanas para todas las edades. Es especialmente importante que las familias sean atraídas con actividades compatibles.

Sin embargo, las actividades sociales tienen el potencial de dominar a la asamblea. Lo que comenzó como una sana complacencia a las necesidades humanas se convierte en la cola que menea al perro. Las actividades sociales quizá sean moralmente puras al principio pero pueden conducir al adulterio y a la inmoralidad sexual.

Divaguemos por un momento. Es apropiado que algunas actividades sean diseñadas para diferentes niveles de edades. Pero existe una trampa en la que podemos caer conforme planeamos actividades para los jóvenes. Podemos adoptar el concepto destructivo de “la diferencia de edades”. No hay necesidad de este espacio entre las edades, de que la gente joven sea considerada separadamente de sus padres.

No es de Dios que una iglesia sea construida por la atracción de los deseos sexuales de la gente joven, atrayendo a una multitud de hombres y mujeres jóvenes. Esta separación de grupos por edades es típica de la cultura Americana, por ejemplo, pero no es de Dios. Una iglesia que se construye bajo la exhortación familiar de gente joven no soportará el sacudimiento Divino.

Dios desea que las familias se sienten juntas en la iglesia. Pueden haber actividades apropiadas para la gente joven sin darle a la gente joven la impresión de que sus padres no los comprenden y que requieren de un tipo diferente de reunión Cristiana.

Una forma de incluir de manera importante en la asamblea de los santos a la gente joven es involucrándola en las diversas formas de espectáculo y drama, incluyendo la pantomima. Rutinas que involucren banderas y banderines, si se conducen bajo el Espíritu de Dios, tienden a elevar la intensidad de la alabanza de la congregación y a darle a la reunión un deseado carácter militar. La danza y el uso de tambores también puede inspirar a la gente joven para que no estén sentados sin hacer nada mientras que los adultos “alaban” de manera conservadora. ¡La asamblea Cristiana debe ser un tiempo emocionante para todas las edades!

Otro esfuerzo notable puede hacerse en grupos de discusión sobre conflictos adentro de la familia. Las familias completas deben estar presentes para pensar sobre las cosas que los niños y los adolescentes hacen que pueden ocasionar problemas y las cosas que los padres hacen que ocasionan problemas.

Es tiempo de que los corazones de los padres se vuelvan hacia los jóvenes y de que los jóvenes se vuelvan hacia los padres. No hay lugar para una actitud super-espiritual en donde los pensamientos, las preguntas, los dolores, las confusiones, y los deseos de los jóvenes (y de sus padres) sean ignorados. Nosotros sabemos por experiencia que cambios de gran ayuda en la actitud de familias se pueden dar cuando hay discusión abierta y con amor (a veces incluyendo hacer el papel de alguien) de parte de las familias de las iglesias. Estas discusiones deben ser conducidas por alguien que tiene habilidad en este tipo de ministerio para las familias.

Personitas desde la edad de tres años en adelante, dependiendo de la madurez del niño, deben ser consideradas como discípulos y tratados como tal. En nuestro día, la mano de Dios está sobre los jóvenes. El padre o el pastor que no comprenda esto se perderá de lo que Dios está haciendo.

Toda asamblea Cristiana es, como hemos dicho, un grupo social. El pastor sabio se adaptará a las necesidades de la gente.

¿Pero qué tiene esto que ver con el espíritu de Jezabel? Una vez que una iglesia a sido establecida debe haber una supervisión constante por los líderes para que las actividades sociales no predominen. Mencionamos anteriormente el peligro de que los creyentes pierdan de vista al Señor de las iglesias. La comunión Cristiana, la reunión social, es placentera. El pastor ambicioso quizá se dé cuenta de que cuando la iglesia tiene una fiesta u otra celebración que hay un aumento en la asistencia. Si el pastor y los líderes no continúan guiando a los creyentes hacia Cristo, como su seguridad y su enfoque de alabanza, entonces el placer de la comunión será el énfasis de esa iglesia.

El vestíbulo donde se fraterniza nunca debe tomar el lugar del santuario.

El espíritu de Jezabel, de estar siempre de fiesta y alegre, surge lenta e insidiosamente por el énfasis exagerado en la reunión social. Los líderes deben proteger y evitar esta tendencia en tanto la iglesia esté en existencia.

Observa que Jezabel se llamó a sí misma una “profetiza”. El espíritu de lujuria mundana pretende ser la voluntad de Cristo para la asamblea. Enmascara su origen satánico.

¿Está el espíritu de Jezabel obrando en las iglesias de hoy en día? ¿Cómo podemos reconocerlo? ¿Existe presión sobre el ministerio de permitir más diversión, más alegría mundana, más comida, más bebida, más licencia sexual? ¿Acaso los miembros mundanos de la iglesia están buscando que la unción sea “herida de muerte” para que puedan expresar sus deseos?

¿Están las iglesias Cristianas enseñando que no importa demasiado cómo nos comportemos en tanto que la asamblea siga creciendo en números? Una iglesia mundana frecuentemente es bastante popular. Jezabel era más popular que Eliseo. ¿Juzgamos el valor de una iglesia por el número de personas que la atienden?

¿Estamos sugiriendo que todos los creyentes participarán en la primera resurrección y que serán reyes y sacerdotes de Dios estén o no caminando en victoria en Cristo, estén o no conquistando por medio de la gracia los pecados y las rebeliones que mencionó el Señor Cristo Jesús a las siete iglesias de Asia?

Prestemos atención a la Palabra escrita de Dios. El Libro del Apocalipsis es diferente a todos los demás libros de las Escrituras en cuanto a que una maldición especial le caerá a la persona que le agregue una palabra o le quite una palabra (Apocalipsis 22:18, 19).

Lo que hayamos pensado o practicado en el pasado será puesto bajo la sangre y será perdonado, si nos arrepentimos. Arrepintámonos y después, conforme tengamos la oportunidad, advirtamos al pueblo de Dios que el Señor Jesús está caminando entre los candelabros en este momento. Un juicio severo se acerca.

Sólo hay una manera de tratar al espíritu de Jezabel, y es echarla fuera de la iglesia. Jehú demostró cómo un conquistador debe manejar el espíritu mundano de la inmoralidad sexual:

Y Jehú les ordenó:-¡Arrójenla de allí! Así lo hicieron, y su sangre salpicó la pared y a los caballos que la pisotearon. (2 Reyes 9:33-NVI)

Hasta su último minuto la Reina Jezabel intentó atraer a Jehú para convertirlo. Los conquistadores de Cristo no entran en discusión con el espíritu del mundo. Ellos lo echan abajo y lo pisotean con los pies de bronce del juicio Divino. El espíritu de este mundo es un espíritu maldecido y quedará “sobre la faz de la tierra, como el estiércol” en el día en que Cristo regrese con Sus santos y con los ángeles elegidos.

Le he dado tiempo para que se arrepienta de su inmoralidad, pero no quiere hacerlo. (Apocalipsis 2:21-NVI)

El Señor Jesús, en Su infinito amor y misericordia, le advierte a Tiatira (Tiatira significa sacrificio) que se arrepienta de las enseñanzas y las prácticas de la inmoralidad mundana. Observa cómo tanto las enseñanzas de Balán como las de Jezabel conducen a la adoración de demonios, aunque una surge de usar un don espiritual por dinero mientras que el otro tiene que ver con la adoración de la lujuria de la carne, que es el deseo de practicar relaciones con los dioses sucios del mundo actual. Estamos ofreciendo nuestro sacrificio a los demonios cuando practicamos la lujuria que mora en nuestra naturaleza pecaminosa. El que comete pecado es del diablo (1 Juan 3:8).

Si hay un arrepentimiento sincero por parte de los creyentes, un alejamiento del espíritu de Jezabel, la bendición de Jesús será restaurada.

Si al espíritu perverso de la lujuria mundana se le permite continuar enseñando, trayendo demonios a la presencia de los siervos de Cristo para seducirlos a que adoren a Satanás en sus cuerpos, Cristo les enviará a esos malhechores un espíritu de engaño y los hará sufrir terriblemente:

Por eso la voy a postrar en un lecho de dolor, y a los que cometen adulterio con ella los haré sufrir terriblemente, a menos que se arrepientan de lo que aprendieron de ella. (Apocalipsis 2:22-NVI)

Podemos ver en el Capítulo Dos de la Segunda Carta a los Tesalonicenses que cuando persistimos en escoger hacer lo malo, habiendo sido advertidos por el Señor Cristo Jesús, Dios manda sobre nosotros un poder de engaño para creer en la mentira de tal manera que ya no podemos escuchar ni ver a Cristo sino que somos encadenados por espíritus malos. Jezabel es “postrada en un lecho que ella misma tendió“. Ella y sus discípulos están llenos con aquello por lo cual sintieron lujuria.

Después, Dios, quien siempre juzga el mal, enviará sobre esos hacedores del mal un terrible sufrimiento como castigo y sentencia sobre la maldad que han escogido-primero por su libre albedrío, y luego conforme caminaron en las tinieblas por el dominio de la decepción que el Señor les envió (2 Tesalonicenses 2:11).

Observa que Dios postró a Jezabel en un lecho. Así es el Señor. Si insistimos en mentir, Dios nos alimentará con mentiras en abundancia. Si escogemos robar, Dios nos dará satisfacción con robos. Dios finalmente nos dará los deseos de nuestro corazón. Esta es la razón por la que debemos tener tanto cuidado en responder a la dirección de Dios, ya que si seguimos en la maldad, Dios finalmente nos dará aquello que nos empeñamos en tener.

Deja que el malo siga haciendo el mal y que el vil siga envileciéndose; deja que el justo siga practicando la justicia y que el santo siga santificándose. (Apocalipsis 22:11-NVI)

Una de las principales características del Infierno, según nuestro entendimiento limitado sobre la siguiente vida, es que somos arrojados con aquellos que aman y practican lo malo que hemos escogido amar y practicar. (Observa la falta de oportunidad para el arrepentimiento, en Apocalipsis 22:11, citado anteriormente.)

Llega un momento en la vida de toda persona cuando el Padre lo “escucha” y le da lo que desea más que cualquier otra cosa.

Si amamos y practicamos la maldad llegará el día en que ya no podremos dejar de amarlo y de practicarlo (a excepción de que Cristo quite las cadenas espirituales sobre nosotros). En el fuego del Infierno estaremos amando y practicando espiritualmente nuestras lujurias (según lo entendemos). Después, quizá encontremos que no hay posibilidad para cambiar, que no hay ningún pariente ni amigo santo que siga orando por nosotros recordándonos de la Persona y de la manera de ser de Dios, que no hay ningún Espíritu Santo paciente que nos lleve adelante hacia una vida santa.

Desde ese momento en adelante estaremos atados a las cadenas de lo que deseamos, parecido a lo que hoy en día siente un alcohólico. Hemos amado los caminos de Satanás, así que Satanás nos ha sido dado. Hemos sido echados al lecho por el cual abandonamos al Señor Cristo Jesús, a la justicia, a la paz, y al gozo del Reino de Dios.

La santidad con la satisfacción es de gran ganancia. Demos gracias por las bendiciones de la vida y sirvamos al Señor Cristo Jesús en completa fidelidad y obediencia. Siempre tendremos suficiente de lo bueno de las cosas de la tierra, y sin embargo no tanto que nuestros ojos dejen de ver al Señor Jesús y comiencen a codiciar las cosas de la actualidad.

A los hijos de esa mujer los heriré de muerte. Así sabrán todas las iglesias que yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y a cada uno de ustedes lo trataré de acuerdo con sus obras. (Apocalipsis 2:23-NVI)

Si esos creyentes de Tiatira no se alejan de sus lujurias mundanas serán heridos de muerte. Esta es una expresión peculiar. Nosotros creemos que se está refiriendo a la muerte espiritual-la muerte que es la ausencia de la Vida eterna de Dios que está en Cristo.

Pablo nos advierte que si vivimos conforme a nuestra naturaleza pecaminosa, participando del espíritu de Jezabel, moriremos (Romanos 8:13).

Cuando el Señor Cristo Jesús regrese, en Su Presencia, en Su venida (Su parousia), habrá luz brillando desde los santos, a pesar de que a nuestro alrededor estarán las tinieblas espirituales más pesadas de la historia de la tierra. La luz que brillará desde los santos es la Vida de resurrección de Cristo. La gloria del Señor surgirá en el remanente, en los escogidos, en los que han servido fielmente al Señor y han conquistado en Su nombre.

Si cualquier persona, habiendo creído en el Señor Jesús y habiendo sido bautizado en agua, escoge vivir su vida conforme a los impulsos y las lujurias de su carne, su alma, y su mente pecaminosa, la creación nueva que había nacido en él se marchitará y morirá por falta de nutrición.

A la venida de Cristo, él será lleno con la corrupción de su naturaleza pecaminosa en lugar de con la vida eterna de resurrección. Él será como las cinco vírgenes tontas de Mateo, Capítulo 25 (ver también Mateo 13:22).

Ahora-hoy-o estamos obteniendo la resurrección de entre los muertos o estamos caminando conforme a los deseos de nuestra naturaleza pecaminosa y muriendo espiritualmente.

Logramos la primera resurrección cultivando y nutriendo la vida de resurrección de Cristo que ha nacido en nosotros. Después, cuando Jesús aparezca llamando a Sus elegidos desde los confines del mundo hasta los confines del Cielo, la luz de Cristo que ha sido formada en nosotros resplandecerá en la gloriosa manifestación de Su Presencia.

La aparición de Cristo nos recuerda a la celebración de la fiesta de los Tabernáculos, cuando los Israelitas con devoción llevaban velas al Templo para que el lugar estuviera lleno de luz. En una de esas ocasiones Jesús exclamó, “Yo soy la luz del mundo”.

¡Ciertamente que lo es! Su Vida y Su luz Divina brillarán desde Él y desde cada uno de los miembros de Su Cuerpo.

La plenitud de la Vida y de la luz Divina brillará repentinamente a la venida del Señor. Esta gloriosa luz Divina será el relámpago que saldrá del oriente y que se verá hasta el occidente en aquel Día. Será la manifestación de los hijos de Dios (Mateo 24:27; Romanos 8:19; Colosenses 3:4).

¿Te gustaría a ti ser parte de la aparición del Señor Cristo Jesús?

A cualquiera que continúe viviendo conforme a los deseos de su naturaleza pecaminosa se le quitará la gloriosa vida de resurrección. Su candelabro será quitado de su lugar. Si vivimos conforme a los deseos de nuestra carne, moriremos. No tendremos parte en las recompensas que son para el vencedor incluyendo la primera resurrección de entre los muertos. No habremos obtenido la resurrección buscando experimentar la plenitud de la Vida de Cristo.

Tiatira es la iglesia del sacrificio continuo. Todo ser humano sobre la tierra está continuamente ofreciendo su sacrificio a su dios. Si nuestro dios es el espíritu de este mundo actual actuaremos, hablaremos, y pensaremos conforme a los deseos de nuestra naturaleza pecaminosa. Nuestro destino será la muerte espiritual.

Si nuestro Dios es el Padre de nuestro Señor Cristo Jesús rechazaremos ser conformados a este mundo y presentaremos nuestro cuerpo como sacrificio de holocausto al Señor. Entonces viviremos eternamente en la Presencia del Padre.

Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta. (Romanos 12:1-2-NVI)

¿A quién escoges a Jezabel o al Señor Cristo Jesús?

No es que Dios nos restringirá, en el Día del Señor, de participar en la gloriosa aparición del Señor Cristo Jesús. Somos nosotros mismos los que nos habremos penalizado por medio de nuestro comportamiento malo. Nuestra luz, nuestra vida, nuestra revelación de Cristo, habrá sido quitada de nosotros porque habremos escogido adorar al dios del mundo actual. Habremos decidido caminar en las tinieblas en lugar de caminar en la luz. Por esto seremos “heridos de muerte”.

Ahora, en este momento, cada uno de nosotros está decidiendo si desea o no participar en la gloriosa aparición de Cristo. O estamos escogiendo la vida o estamos escogiendo la muerte. Ciertamente es una opción increíble. Y sin embargo, la elección la tenemos que tomar nosotros.

Si seguimos viviendo en el Espíritu de Dios brillaremos con Cristo en aquel Día. Si seguimos viviendo en los deseos de nuestra carne y alma habrá tinieblas en lugar de luz adentro de nosotros en aquel Día. No podremos brillar como parte de Su aparición.

¿Puede alguien imaginarse una mayor tragedia que una persona que, habiendo recibido en ella el Espíritu de vida de Dios, escoja seguir las lujurias mundanas del espíritu de Jezabel hasta el grado de ser “herido de muerte” porque le fue quitada la vida eterna que había en ella? Jezabel ha sido su maestra y lo ha seducido a creer que puede adorar a los espíritus del diablo de este mundo malvado y luego reinar con Cristo cuando Él aparezca.

¿Qué piensas tú de la enseñanza de Jezabel?

El Señor Jesús nos lo ha advertido claramente. Asegurémonos de que cada día estemos sembrando al Espíritu de Dios. Si así lo hacemos cosecharemos la vida de resurrección eterna.

Cada uno de nosotros será recompensado de acuerdo con sus obras, ya sean buenas o malas, justas o malvadas, santas o impías. Cosecharemos exactamente lo que hayamos sembrado ya sea o no que pertenezcamos a una de las iglesias Cristianas, ya sea o no que profesemos fe en Cristo.

“A cada uno de ustedes lo trataré de acuerdo con sus obras.”

Este es el mensaje de Cristo para la asamblea de Tiatira.

Ahora, al resto de los que están en Tiatira, es decir, a ustedes que no siguen esa enseñanza ni han aprendido los mal llamados “profundos secretos de Satanás”, les digo que ya no les impondré ninguna otra carga. (Apocalipsis 2:24-NVI)

Sobre aquellos de Tiatira que no han sido engañados por la enseñanza de lujuria mundana, y quienes no han conocido los “profundos secretos” de Satanás, el Señor Jesús ya no les impondrá ninguna otra carga. Cristo le encomienda a los santos que se aferren a sus obras de rectitud, a su amor, a su servicio, a su fe, y a su paciencia, hasta que Él regrese.

Observa que el Señor utiliza la expresión, “los mal llamados ‘profundos secretos de Satanás’“. El Señor Jesús no considera que ningún pecado sea un “profundo secreto de Satanás” debido a que no existe profundidad en Satanás. El pecado y la rebelión quizá aparenten poseer profundidad y maravilla. Las drogas quieren aparentar experiencias maravillosas que se pueden adquirir si uno se abandona a sí mismo hacia lo que es lujurioso y pecaminoso.

En realidad, todos los caminos de Satanás son superficiales y no tienen nada de profundidad. El pecado es una ilusión, un engaño, una bolsa de aire caliente. Quienquiera que lo siga terminará vacío y desgastado y no habrá descubierto nada de profundidad.

Por el otro lado, Cristo es una profundidad inagotable de maravillas y deleites en Quien el santo inquisidor descubrirá tesoros durante toda la eternidad.

Eso sí, retengan con firmeza lo que ya tienen, hasta que yo venga. (Apocalipsis 2:25-NVI)

Firmeza paciente en la fe y la conducta Cristiana es la meta del conquistador. Cada día él contiende con la obediencia, el valor, y la firme determinación que lo ayudan a adorar a Cristo y a servirle sin distracción, aunque las ilusiones de las “profundidades” del pecado le sean presentadas continuamente por el enemigo implacable de su alma.

Existen recompensas para los creyentes que obedezcan sin vacilar las Palabras de Cristo hasta que su vida sobre la tierra haya terminado o hasta que el Señor regrese. Una de estas recompensas será reinar con Cristo sobre las naciones de la tierra durante la era del Reinado de los mil años conocida como el Milenio.

Al que salga vencedor y cumpla mi voluntad hasta el fin, le daré autoridad sobre las naciones-así como yo la he recibido de mi Padre-y “él las gobernará con puño de hierro; las hará pedazos como a vasijas de barro”. (Apocalipsis 2:26, 27-NVI)

La primera resurrección tiene muchos aspectos, como hemos observado en nuestro estudio hasta este momento. Ninguno de estos aspectos es más central a la naturaleza y al propósito de la primera resurrección que la de tener autoridad sobre las naciones de la tierra.

La resurrección incluye la ascensión de nuestro cuerpo mortal de la tumba. También incluye que nuestro cuerpo resucitado sea revestido con nuestro “hogar del cielo”. Hemos mencionado anteriormente el resplandor de Cristo a través de los santos en el Día del Señor. Pablo, en el Capítulo Cuatro de la Primera Carta a los Tesalonicenses, hace hincapié en nuestra reunión con el Señor en las nubes mediante nuestra ascensión al aire-un poderoso acto del poder y la gloria del Reino.

Cada uno de estos aspectos de la primera resurrección de entre los muertos es de gran importancia en el Reino de Dios. El cambio que se efectuará en los tronos espirituales que ahora gobiernan la tierra de ser controlados por los espíritus malos a ser controlados por el real sacerdocio del Señor, por Sus jueces, es el evento que caracteriza peculiarmente la primera resurrección.

Que los santos logren ganar los tronos de dominio espiritual anunciará la llegada del Milenio (la Era del Reinado de los mil años); ya que para entonces los espíritus reinantes que dominarán los pensamientos y las actividades de la gente de la tierra, serán los espíritus de los conquistadores del Señor en lugar de los espíritus de Satanás y de los ángeles rebeldes.

El cambio de personajes sobre los tronos espirituales que gobiernan la tierra producirá el Reino de Dios-producirá que se haga la voluntad de Dios sobre la tierra así como en el Cielo. La multitud de experiencias que nos mantienen buscando a Dios durante toda nuestra vida tiene el propósito de enseñarnos a reinar correctamente en Cristo bajo la autoridad de Dios.

Si aprendemos bien nuestras lecciones alcanzaremos la primera resurrección (Filipenses 3:11). Si nos rehusamos a aprender nuestras lecciones, prefiriendo mejor seguir nuestra propia vida de comodidad y de satisfacción personal, no hay razón para que seamos resucitados en la primera resurrección. No podríamos servir al Señor en la capacidad asignada de gobernador de las naciones.

“Y él las gobernará con puño de hierro; … (Apocalipsis 2:27-NVI)

El “puño de hierro” es el poder irresistible del Espíritu Santo de Dios. Un puño de hierro está siendo formado ahora en la personalidad de cada conquistador. Un puño de hierro es la fuerza para llevarnos a nosotros mismos y a nuestro medio ambiente, conforme el Espíritu de Dios nos guía y ayuda, a estar bajo la disciplina de Cristo.

Un muro de defensa está siendo construido ahora en cada santo. En nosotros debe formarse una terrible resistencia en contra del pecado ya que estamos siendo creados como la primera línea de defensa del Reino de Dios. La primera línea de defensa es Sión-la ciudad fortalecida que protege a Jerusalén.

¿Posees la resistencia al mundo, a Satanás, y a tus deseos de la carne que el Espíritu de Dios desea que tengas? Desarrolla un “no” incambiable en tu espíritu cuando te enfrentes al pecado y un “sí” poderoso cuando respondas a las órdenes de Cristo.

Resiste al demonio y él huirá de ti. Mantén una postura firme en el Señor. No manejes el pecado con suavidad, sino con vehemencia. Huye de las tentaciones y consejos del mundo y de la naturaleza pecaminosa.

Lleva tu cuerpo a la sujeción. Gobierna tus deseos y sentimientos con mano de acero. Defiende a Cristo y cumple de lleno Su voluntad con todo tu corazón. Decídete a sufrir y a soportar dificultades como buen soldado de Cristo. Un puño de hierro debe ser creado adentro de ti.

Sólo el Espíritu de Dios puede manejar un puño de hierro, así como es verdad de la espada de doble filo de la Palabra de Dios cuando enjuicia. El Espíritu rompe el yugo del opresor. Nosotros somos el instrumento, el arma, el Cuerpo de Cristo que el Espíritu de Dios utiliza para hacer la voluntad del Padre.

Cristo no tiene la intención de persuadir a las naciones de la tierra para que hagan lo que Él les ordena. Él caerá sobre ellas repentinamente, haciéndolas añicos a Su antojo (Salmo 2:9-11).

Nosotros también, si sufrimos con Él, gobernaremos sobre las naciones de la tierra con puño de hierro. Nadie se echará para atrás ni se rebelará, no habrá demora para obedecer la voluntad del Señor Cristo Jesús. Toda rodilla en la creación se arrodillará y toda boca confesará que Jesús es el Señor.

La primera resurrección será la ocasión en que los santos de Dios tomarán posesión del Reino de Dios y llevarán a todas las personas y circunstancias a la sujeción de Cristo.

Entonces sucederá el siguiente versículo:

Y oí a cuanta criatura hay en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra y en el mar, a todos en la creación, que cantaban: “¡Al que está sentado en el trono y al Cordero, sean la alabanza y la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos!” (Apocalipsis 5:13-NVI)

Los santos serán entregados por una temporada en las manos del Anticristo para ser cernidos a su antojo. Después, aparecerá Cristo y los santos tomarán el Reino, destruirán el pecado, y echarán fuera de la tierra toda rebelión.

Los jueces tomarán asiento, y al cuerno se le quitará el poder y se le destruirá para siempre. Entonces se dará a los santos, que son el pueblo del Altísimo, la majestad y el poder y la grandeza de los reinos. Su reino será un reino eterno, y lo adorarán y obedecerán todos los gobernantes de la tierra. (Daniel 7:26, 27-NVI)

Otra recompensa le será dada al conquistador de Tiatira que escape de las atracciones de los deseos de la carne del espíritu de Jezabel. Esta es “la estrella de la mañana”.

También le daré la estrella de la mañana. (Apocalipsis 2:28-NVI)

El Señor Cristo Jesús es la Estrella de la Mañana que sale en nuestro corazón. No se nos dará autoridad y poder sobre las naciones de la tierra hasta que la estrella de la mañana haya sido formada en nosotros. El problema con el mundo hoy en día es que los hombres están gobernando sobre los hombres. Cuando Cristo esté morando en los gobernantes, la humanidad estará siendo gobernada por el Señor Dios del Cielo. Cuando Cristo gobierna siempre hay paz en la tierra. El gobierno siempre debe estar sobre Sus hombros.

El Apóstol Pedro habla sobre que Cristo sea formado en nosotros:

Esto ha venido a confirmarnos la palabra de los profetas [las Escrituras], a la cual ustedes hacen bien en prestar atención, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que despunte el día y salga el lucero de la mañana en sus corazones. (2 Pedro 1:19-NVI)

El lucero de la mañana, o la estrella de la mañana, es el heraldo del Día del Señor. Es la Presencia de Cristo adentro de nosotros. Conforme le hacemos caso a las palabras de las Escrituras, guardándolas y obedeciéndolas lo mejor que podemos, Cristo es formado en nuestro corazón. Su Presencia en nosotros es precursora a Su Presencia que resplandecerá de un horizonte al otro.

El Profeta Oseas nos anuncia que la “manifestación” del Señor es “tan cierta como que sale el sol” (Oseas 6:3). Antes de que venga a la tierra el Día del Señor, se habrá formado en cada conquistador un día del Señor personal, una era del reinado personal. El día del Señor surge en nosotros conforme cada obra del pecado, y de nosotros mismos, es echada fuera y sólo el Señor es exaltado.

Cuando ese cambio de dominio sucede en nosotros, entonces el Día del Señor nos ha llegado. Este día del Reino personal en nosotros es la preparación necesaria del santo victorioso para el Día mundial del Señor, que es el regreso de Cristo a la tierra del mismo modo en que se fue (Hechos 1:11).

¡Qué maravilloso se vuelve el Señor Cristo Jesús conforme descubrimos que Él está surgiendo en nuestro corazón! Tenemos a Cristo en el Cielo, a Cristo caminando con nosotros, y ahora a Cristo siendo formado en nosotros y morando adentro de nosotros. De estas tres expresiones de Cristo, la más importante es la de Cristo adentro de nosotros, porque esta es la expresión más clara de Su amor hacia nosotros. El misterio del Evangelio es Cristo en nosotros. Estas son nuestras bodas con el Cordero y volvernos el Templo eterno de Dios.

Si nuestro destino sólo fuera convertirnos en un socio de Cristo, entonces nuestro entrenamiento sería mucho menos exigente de lo que en realidad es. La razón por los tratos aparentemente interminables del Señor con nosotros es porque vamos a ser desposados con el Cordero y porque el Cordero tiene la intención de morar no sólo con nosotros sino también en nosotros. Debido a esta relación mucho más profunda debemos volvernos irreprochables en santidad. Llegará a existir una Esposa sin mancha ni arruga.

No nos preocupamos por las manchas ni por las arrugas porque Dios nos está confeccionando, porque somos la obra de arte de Dios, somos Su obra maestra. Nosotros no nos estamos recreando a nosotros mismos. El Señor Dios Todopoderoso por Su infinita sabiduría y por Sus fuerzas y recursos ilimitados está haciendo Su obra en cada uno de nosotros. Nuestra principal responsabilidad y tarea es obedecer al Señor con la ayuda que el Espíritu nos vaya proporcionando.

Si guardamos fielmente la Palabra de Cristo, llegará el día en que la Palabra de Cristo comenzará a guardarnos a nosotros. El Padre y el Hijo vendrán a nosotros y nuestros deseos serán cambiados de ser opuestos a la voluntad de Cristo hasta estar en armonía con las intenciones de Cristo. Comenzaremos a hacer la voluntad de Dios naturalmente. Esta es la venida del Reino de Dios a nosotros y el cumplimiento del pacto nuevo.

La transformación de nuestra voluntad a ser la voluntad de Cristo es un aspecto importante de la primera resurrección de entre los muertos.

Dijimos anteriormente en este libro que la gloria que se presenta como recompensa para el vencedor es la herencia que históricamente se creía como la posesión de todos los Cristianos. Si somos fieles a la Palabra de Dios, debemos confesar que toda esa gloria le es dada al creyente victorioso, no al creyente que ignora descuidadamente los impulsos del Espíritu Santo con respecto a la mundanería, a los deseos de la naturaleza pecaminosa, o a la desobediencia a Dios.

Jezabel nos tiene ocupados con las cosas de este mundo actual. La verdad es que las cosas de este mundo hieren de muerte nuestra vida espiritual.

En cambio, la viuda que se entrega al placer ya está muerta en vida. (1 Timoteo 5:6-NVI)

Conforme pienses en las recompensas para los vencedores, dite a ti mismo firmemente, “Nada de esto, incluyendo el acceso al árbol de la vida, le será dado al Cristiano derrotado”. Recuerda con énfasis este echo porque el espíritu evangelista de nuestros días está diciendo lo contrario. Éste está diciendo, “Tú recibirás todo esto por la gracia”. Te está susurrando “¡No es cierto, no vas a morir!”

El que tenga oídos, que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. (Apocalipsis 2:29-NVI)

La Iglesia de Sardis

Escribe al ángel de la iglesia de Sardis: Esto dice el que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas: Conozco tus obras; tienes fama de estar vivo, pero en realidad estás muerto. (Apocalipsis 3:1-NVI)

Cristo tiene “los siete espíritus de Dios”. Cristo es todopoderoso. Cristo siempre está en control de toda persona y de toda situación. Cristo nunca está limitado por las debilidades y las fallas de las iglesias.

Cristo posee los siete Espíritus de Dios. Él es el Señor de la gloria.

Cristo sostiene las siete estrellas, los espíritus que dominan a las iglesias, en la mano derecha de Su poder. Cristo nunca es sostenido o controlado por las iglesias. Él sostiene a las iglesias. Él se mantiene arriba de las iglesias y es el Señor de las iglesias.

Cristo está siendo formado en nosotros hoy, es cierto, y algunas personas han estado tan ocupadas con esta idea que han perdido de vista al Señor Jesús que está a la derecha de Dios en el Cielo. Cristo, cuando le place, se mantiene distante de las iglesias. Nosotros oramos a Él y lo buscamos a Él siempre. Él es el Señor. Él trabaja con nosotros al igual que en nosotros cuando somos obedientes a Él, tomando nuestra cruz y yendo a donde Él nos dirija.

Cada vez que Cristo se nos aparece es en una forma que es instructiva y de ayuda a nosotros. La manera en que Él se presenta a Sí mismo a cada una de las siete iglesias en Asia es correctiva y de ayuda con respecto a la debilidad y a los pecados de esa iglesia en particular.

Existían unos cuantos creyentes en Sardis, un remanente, que no había manchado su ropa con el pecado. Ellos eran dignos de andar como acompañantes de Jesús.

La mayoría de los creyentes en Sardis tenía una seria falla espiritual que estaremos describiendo conforme el Espíritu Santo nos ayude. Debido a este defecto, Cristo se presentó a Sí mismo como El que tiene la plenitud del Espíritu de Dios, como El que tiene las siete iglesias en la mano derecha de Su poder.

Quienquiera que desee ser un conquistador en medio de una asamblea de creyentes del tipo de Sardis debe llegar a conocer a Cristo como El que vive en el Espíritu de Dios y como El que es Señor de las iglesias; ya que es en el reino de la unción del Espíritu, y del señorío y poder de Cristo, que la iglesia del tipo de Sardis se queda corto de la Gloria de Dios.

“Conozco tus obras.” Cristo le dice esto a cada una de las siete iglesias de Asia. A veces estamos tan ocupados en el ministerio o en las diversas actividades de nuestra iglesia que parece que el Señor Jesús está a millones de kilómetros de distancia. Nunca olvidemos que Él conoce nuestras obras. Cristo sabe inmediatamente cada una de nuestras obras, de nuestras palabras, de nuestros motivos, y de nuestras imaginaciones.

“Tienes fama de estar vivo, pero en realidad estás muerto.” ¿Cuál era el problema con Sardis? Aparentemente, la iglesia de Sardis tenía la reputación entre la gente Cristiana de ser una asamblea viva, activa y en crecimiento. Podemos asumir que la enseñanza era fundamental, que miembros se estaban añadiendo, y que los creyentes eran felices y estaban prosperando.

¿Cómo podía una asamblea Cristiana de creyentes tener la reputación de estar viva, y sin embargo ser considerada muerta por Cristo? La palabra muerto significa que la vida se ha ido y que queda un cadáver. En terminología bíblica, la vida es la Sustancia de Cristo que nos llega por el Espíritu Santo. La iglesia de Sardis estaba muerta. No poseía nada de la Vida de Cristo en el Espíritu Santo. Sardis era un cadáver activo y en crecimiento al que miembros se le estaban añadiendo diariamente.

Si la iglesia de Sardis tenía reputación de estar viva, y sin embargo el Espíritu Santo no estaba presente, entonces la vida aparente de Sardis era la vida del esfuerzo humano. La iglesia era administrada hábilmente. Los comités y los miembros de la asamblea actuaban en conjunto y con diligencia. Los programas de la iglesia brillaban por su talento. La iglesia de Sardis era un lugar atractivo y emocionante al que se podía asistir los Domingos por la mañana. El tamaño de la congregación iba en aumento cada semana que pasaba.

Según el Señor Cristo Jesús, la iglesia de Sardis era un cadáver. Era un cadáver que se mantenía de pie y que era animado por la sabiduría y la energía de seres humanos. Aparentemente, era fundamentalista en su presentación de las Escrituras y evangélica en experiencia. De otra manera, no hubiera tenido la reputación de estar viva.

Pero su “vida” era humana en lugar de Divina.

Sin embargo, había unos cuantos creyentes, aun en el cadáver animado de Sardis, que eran dignos de andar con Cristo en la ropa blanca del comportamiento de rectitud. Había un remanente.

El nombre de Sardis significa “remanente”, o “aquellos que han escapado”. Aun en Sardis había una pequeña fracción de la multitud de creyentes que conocían al Señor Jesús y que lo estaban siguiendo.

El concepto del remanente, de aquellos que han escapado los pecados y la corrupción de las iglesias, aparece en los escritos de los Profetas de Israel y también en el Nuevo Testamento. La idea se relaciona con una compañía de “Elías”-individuos fieles que sirven a Dios con un corazón puro durante un periodo en el que el pueblo del Señor está frío y reincidiendo en el pecado.

En aquel día ni el remanente de Israel ni los sobrevivientes del pueblo de Jacob volverán a apoyarse en quien los hirió de muerte, sino que su apoyo verdadero será el SEÑOR, el Santo de Israel. Y un remanente volverá; un remanente de Jacob volverá al Dios Poderoso. (Isaías 10:20, 21-NVI)
Isaías, por su parte, proclama respecto de Israel: “Aunque los israelitas sean tan numerosos como la arena del mar, sólo el remanente será salvo. (Romanos 9:27-NVI)

Hablando sobre Elías, sobre el remanente, y sobre la elección, Pablo declara:

Así también hay en la actualidad un remanente escogido por gracia. (Romanos 11:5-NVI)

El “remanente” son aquellas personas, ya sean Judías o Gentiles por nacimiento, a quienes Dios ha llamado-como a Elías-a que se paren ante Israel y el mundo como el representante de Su Persona, de Su voluntad, de Su forma de hacer las cosas, y de Su propósito eterno. A la mayoría del Israel natural el Señor le ha dado “un espíritu insensible, ojos con los que no pueden ver y oídos con los que no pueden oír” (Romanos 11:8). La mayoría de los Gentiles, los que no han sido elegidos para ser parte del remanente, continúa en ignorancia y muerte espiritual.

Desde los días de Elías hasta el día de hoy ha existido un remanente santo. Según lo entendemos nosotros, el remanente dará un testimonio sobre Cristo que sacudirá la tierra durante los días del Anticristo, como es representado por los dos testigos del Apocalipsis, Capítulo 11, y entonces, ese Anticristo vencerá el testimonio Cristiano para que la maldad y la rebelión puedan llegar a la madurez en la tierra.

Finalmente, el remanente, los conquistadores, ascenderán a las nubes para encontrarse con Jesús a plena vista del Anticristo y de sus seguidores. Tan pronto como el remanente haya ascendido, los contenedores de la ira de Dios serán echados sobre los malos, y entonces el Señor Jesús y Su ejército de conquistadores descenderán del Cielo. Ellos regresarán a la tierra y establecerán el Reino de Dios, liberando, en el proceso, a la nación de Israel (Zacarías 14:3-5).

El remanente servirá como la fuente de liberación espiritual en la tierra, aun en la hora más oscura de la tribulación. Observa los siguientes versículos:

Y todo el que invoque el nombre del SEÑOR escapará con vida, porque en el monte Sión y en Jerusalén habrá escapatoria, como lo ha dicho el SEÑOR. Y entre los sobrevivientes estarán los llamados del SEÑOR. (Joel 2:32-NVI)
De esta manera todo Israel será salvo, como está escrito: “El redentor vendrá de Sión y apartará de Jacob la impiedad”. (Romanos 11:26-NVI)

Entonces, podemos ver que los que forman el remanente, que son la verdadera Semilla de Abraham (Gálatas 3:29), que “obedecen los mandamientos de Dios y se mantienen fieles al testimonio de Jesús” (Apocalipsis 12:17), son los elegidos que dan testimonio a los Judíos que no son salvos y a los Gentiles con respecto a la Persona de Dios, a Su amor y a Su ira. Ellos dan testimonio especialmente con respecto a las formas de reconciliación y de redención que Dios ha provisto para todas las personas por medio de Cristo, Su Hijo único amado. Los santos informan a todas las personas de todas partes que Dios ha asignado a Cristo tanto Salvador como Juez de la humanidad.

¿Por qué se aparece Cristo a la iglesia de Sardis como “el que tiene los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas”? Cristo se aparece de esta manera porque es en el área de la unción, y de la Persona y la majestad de Cristo, que las iglesias orientadas hacia el ser humano se quedan cortas de la gloria de Dios. El remanente sí cumple la voluntad de Dios.

La iglesia orientada hacia la humanidad no confía en la unción del Espíritu Santo ni en la Persona ni en el poder de Cristo para lograr sus metas. La iglesia orientada hacia el hombre confía para su crecimiento en la sabiduría humana, en la energía y la diligencia humana, en los talentos humanos, en el dinero, en el entretenimiento, y en todos los demás esfuerzos de la carne. Tal organización quizá desarrolle una excelente reputación según la gente pero está muerta según Dios.

El grito de guerra del remanente, de la compañía de los Elías-Elíseos, es: “no será por la fuerza, ni por ningún poder, sino por mi Espíritu dice el Señor Todopoderoso” (Zacarías 4:6). Este también es el grito de guerra de los dos testigos, ya que ellos son los “dos olivos y los dos candelabros que permanecen delante del Señor de la tierra” (Apocalipsis 11:4, refiriéndose a Zacarías, Capítulo Cuatro).

Quienes viven bajo la unción del Espíritu de Dios son el remanente. Ellos están vivos según Cristo. Ellos siempre están conscientes de la Presencia y el poder todopoderoso de Cristo. Una expresión que fue usada sólo por Elías y por Eliseo, que son representación bíblica importante de lo que es el remanente, era, “el Señor, Dios de Israel, en cuya presencia estoy”.

El remanente siempre vive bajo la unción (los siete Espíritus de Dios) y permanece consciente del poder universal de Cristo (las siete estrellas). Las siete estrellas hablan sobre el poder y la autoridad de Cristo en cuanto a que Él tiene, en Su mano derecha, las siete estrellas, que son los espíritus que gobiernan a las siete iglesias.

¡Despierta! Reaviva lo que aún es rescatable, pues no he encontrado que tus obras sean perfectas delante de mi Dios. (Apocalipsis 3:2-NVI)

La advertencia a los Cristianos de la asamblea del tipo de Sardis es que comiencen a vigilar en oración para poder volver a obtener la mente del Espíritu Santo. Lo que sea rescatable de la adoración, de la santidad, y de la Palabra pura de Dios, esto deben reavivar o afirmar; ya que todo lo que es de Dios será ahorcado y morirá cuando el éxito de la asamblea está siendo llevada a cabo por la habilidad y la laboriosidad de los seres humanos.

Una diferencia principal entre las iglesias orientadas hacia el hombre, y el remanente vivo de esas iglesias, es el tiempo que pasan en oración. La asamblea del tipo de Sardis que está orientada hacia el hombre dejará afuera la oración en favor de un sinnúmero de actividades religiosas. Esta iglesia no hará lugar para un cuarto localizado céntricamente para la oración. La oración no será de interés para esa iglesia. Aunque la importancia de la oración siempre será mencionada, en la práctica la oración y la alabanza intensa no predominará en los servicios ni en las actividades de esa iglesia.

Últimamente, existen asambleas en las cuales hay mucha alabanza. Estos servicios son atractivos para las personas y a veces tienen mucha asistencia. Sin embargo, debe tenerse cuidado para que la adoración a Dios no se detenga en este punto. La alabanza de nuestros días, que recibe poder del Espíritu, debe ser comparable al clamor al Señor cuando entró por las puertas de Jerusalén. Inmediatamente, Él fue al Templo de Herodes y sacó a los que cambiaban dinero. Por esto es verdad que el son de las trompetas anuncia el solemne Día del Perdón, el periodo de juicio y de arrepentimiento.

Hoy en día, las grandes alabanzas se están restableciendo junto con muchas formas de adoración, incluyendo la danza y el uso de banderines. Para que todas las cosas se hagan decentemente y en orden, y que resulten en la maduración de Cristo en los santos, las alabanzas a Dios en nuestras bocas deben ser acompañadas por la espada de dos filos en nuestras manos (Salmo 149:6). De no ser así, se dará la inmoralidad debido a los aspectos sensuales de la adoración prolongada.

El remanente vive de rodillas, por así decirlo. Para ellos, la oración lo es todo. La oración es la manera en que ellos piensan y actúan. Ellos han sido enseñados por el Señor a orar sobre todo asunto, grande o pequeño. El remanente está complacido cuando el servicio Divino es dominado por la oración y adoración inspirada por el Espíritu Santo. La iglesia del tipo de Sardis consideraría poco prácticas e inútiles estas actividades en términos de la obra verdadera de la iglesia. Además, habría el temor de que las personas se alejaran por la actividad espiritual “excesiva”.

Una iglesia del tipo de Sardis nunca pondría la oración y la adoración ferviente y prolongada, por parte de la congregación, en el primer plano de sus servicios principales. Por esto, es fácil ver por qué el Señor Jesús (y Su remanente) consideraría muerta una congregación tan grande y en crecimiento.

Existe en las Escrituras una ilustración clara del contraste entre el remanente ungido y en oración y la gente religiosa ocupada en cosas de las iglesias populares. Esta ilustración tiene que ver con dos personas, Simeón y Ana. La historia se relata en el Evangelio de Lucas.

Cuando según la Ley de Moisés, los días de purificación de María habían terminado, ella y José llevaron al bebé Jesús al Templo en Jerusalén para presentarlo ante el Señor (Lucas 2:22).

El Templo de Herodes en Jerusalén era una estructura costosa y de gran fuerza y belleza. Estaba construida de mármol y de oro. El Templo estaba lleno de personas afanosamente ocupadas en los estatutos de Moisés y en las numerosas costumbres y prácticas que habían surgido alrededor de los estatutos originales.

Los hombres más importantes de Israel se reunían allí. Los sacerdotes, escribas, y Fariseos practicaban la política y discutían los problemas de su nación. El dinero intercambiaba manos. Los hombres más jóvenes estudiaban bajo los rabinos más notables, y hacían los contactos importantes que les aseguraban que algún día ellos también serían distinguidos como líderes prominentes de Israel.

Esto es lo que sucede en la asamblea del tipo de Sardis.

En medio de este ajetreo llegaron José y María de Nazaret sosteniendo en sus brazos a la Palabra de Dios hecha Hombre.

Toda boca debió de haberse callado. Toda acción debió de haber parado. Todo ojo debió de haber sido puesto sobre Emanuel. Toda rodilla debió de haberse arrodillado en adoración ante el estruendoso Dios del Sinaí apareciendo en esos momentos como Bebé.

Debió de haber surgido de toda garganta un canto exaltado de adoración al Dios Todopoderoso de Israel que ese día visitaba a Su pueblo con la salvación, con la redención, y con la expiación eterna del pecado.

Los hombres y las mujeres debieron de haber reconocido que Dios se había aparecido en la carne. Toda persona debió de haber cesado sus actividades y debió de haberse maravillado y alegrado por la Presencia del Rey Divino de reyes y Señor de señores-el Heredero de todo lo que Dios Es y posee.

El “Yo Soy” estaba ahora en medio de Su pueblo.

Ninguno de ellos lo volteó a ver. Ninguno de ellos adoró a Jesús. Los sacerdotes, los escribas y los Fariseos continuaron practicando la política y discutiendo los problemas de la nación. El dinero siguió intercambiando manos. Los jóvenes siguieron con sus estudios.

¿Por qué no pudieron reconocer a su Cristo? ¿Por qué no pararon sus esfuerzos religiosos y adoraron a Dios que ahora estaba entre Su pueblo?

Ellos no pudieron ver a Dios ni pudieron hacer Sus obras porque estaban poniendo el esfuerzo humano por encima de la oración y la confianza en Dios.

Había un hombre y una mujer en Israel, un remanente de los miles de Israelitas, que eran personas de oración y de unción. Estos dos habían “escapado” de la ceguera espiritual de “Babilonia” (la religión dirigida por el hombre).

Simeón era “justo y devoto”. Él era un hombre de oración que ansiaba la venida de Cristo.

El Espíritu Santo estaba con él y le había revelado que no moriría sin antes ver al Cristo del Señor. (Lucas 2:26-NVI)

Simeón fue guiado al Templo por el Espíritu Santo justo a tiempo para ver a María y a José entrar con el Bebé, Jesús.

Simeón tomó a Jesús en sus brazos y comenzó a profetizar sobre la Gloria Divina que se aproximaba para los Gentiles y para la nación de Israel.

En ese momento, entra la anciana Ana. Ana era una profetisa, una mujer de mucha oración. Ella también reconoció a su Cristo y profetizó sobre la redención que Él traería.

Los sacerdotes, escribas, y Fariseos continuaron practicando política y discutiendo los problemas de su nación. El dinero siguió siendo intercambiado de manos. Los jóvenes siguieron sus estudios. Los líderes de Israel estaban viviendo en la ceguera de su carnalidad.

La gente del pueblo horneaba sus panes, trabajaba en sus campos, y daba de beber a sus animales. Y sin embargo, el Señor Dios del Cielo estaba en su ciudad como Bebé.

A veces, cuando el Señor dice que unos cuantos andarán de blanco, Él quiere decir sólo dos o tres. Las Escrituras nos enseñan que Dios frecuentemente escoge a una persona, o a unas cuantas, para hacer Su obra.

¡Qué desgracia pasar nuestra vida en actividad religiosa y luego que el Señor nos pase de largo! ¡Perderse al Cristo del Señor!

¿Cómo podemos evitar que esto nos suceda? Manteniéndonos despiertos diligentemente en oración. Buscando la dirección y la ayuda del Espíritu Santo en lugar de la de los humanos. Exaltando a Cristo en la iglesia y alabándolo a Él en lugar de llenar el servicio Divino con actividades operadas por la habilidad y el talento humano.

Ahora el Señor Jesús le recuerda a la iglesia de Sardis cómo había comenzado:

Así que recuerda lo que has recibido y oído; obedécelo y arrepiéntete. Si no te mantienes despierto, cuando menos lo esperes caeré sobre ti como un ladrón. (Apocalipsis 3:3-NVI)

Cristo le aconseja a una iglesia del tipo de Sardis, a una iglesia orientada hacia el hombre, que “recuerde lo que ha recibido y oído; obedécelo y arrepiéntete”. Él le dice a los miembros que regresen al fuego con el que nació su iglesia, a la fe en Dios, y a la vida de santidad que les fue pasada a ellos por sus fundadores.

¡Regresa! ¡Regresa! ¡Regresa al fuego, a la oración, a la dependencia en el Espíritu de Dios! ¡Regresa y busca los caminos de antaño y pregunta por dónde es el camino bueno! Ahí descubriremos los pozos de poder y de paz que han sido excavados por los guerreros de oración de antaño. No queremos “éxito” si no es con el Espíritu de Dios.

Cristo no nos dice que regresemos y que imitemos los eventos ocurridos en años pasados. El Espíritu Santo siempre tiene una verdad actual, una carga actual, una manera actual de llevar a la madurez al Cuerpo de Cristo, de dar testimonio a las naciones, de preparar el camino para la venida del Reino de Dios a la tierra.

No debemos regresar y copiar lo que se hizo anteriormente, ni siquiera por las iglesias del primer siglo, ya que sabemos por los escritos de Pablo que esas personas eran tan imperfectas como lo somos nosotros.

Más bien, debemos regresar a la oración, a la vida de santidad, a la predicación y enseñanza de las Escrituras y no de las tradiciones del hombre, a la dependencia en la Persona de Cristo y en la unción del Espíritu Santo de Dios en lugar de a la dependencia en las ideas y ambiciones de seres humanos.

La mayoría de las denominaciones de la historia eran, en algún momento, un remanente santo. En ese entonces, tenían la oración, el fuego, la santidad.

En cierto momento, los Reformadores Protestantes eran un remanente. En cierto momento, los Metodistas eran un grupo encendido de jóvenes radicales. En cierto momento, los Bautistas eran un remanente y eran perseguidos amargamente. En cierto momento, los Cuáqueros eran un remanente y su líder, George Fox, era un profeta de Dios.

En cierto momento, la gente Pentecostés era un remanente, un grupo pequeño de radicales que surgieron de las iglesias evangélicas. Pentecostés tenía el fuego, la oración, la santidad. La Palabra de Dios se propagó con fuego Pentecostés sobre la faz de la tierra.

Ninguno de estos movimientos es ahora un remanente. Ahora son denominaciones grandes, activas y bien financiadas de gente Cristiana que exige respeto del mundo. Sus universidades están llenas de jóvenes con habilidades en las artes y en las ciencias de la civilización, en la sabiduría y el conocimiento de “Egipto”.

¿Dónde están los reformadores perseguidos, los defensores metódicos del amor y la santidad-aquellos que reconocían que los edificios son secundarios a los templos humanos del Espíritu Santo?

¿Dónde están los pioneros pobres de la sección más humilde de la ciudad, que hablan en lenguas, que luchan contra demonios y que son despreciados como “aleluyos”?-¿Que son dinamitados fuera de sus iglesias?-¿Que trabajan entre la gente sin educación, entre quienes confían en Dios y que llegan a la iglesia con sus Biblias bajo sus brazos, regresando a casa ya tarde del Domingo después de haber orado en el altar con alguien que anhelaba el bautismo en el Espíritu Santo?

Remanentes con poder del Espíritu Santo cambian a ser cadáveres animados debido a la voluntad propia de la gente Cristiana. Los creyentes siguen sus propios deseos en lugar de esperar en el Señor para recibir Su dirección. Ellos no están dispuestos a crucificar sus impulsos humanos.

Pero el Señor siempre tiene a Su remanente-los siete mil que no se han arrodillado ante Baal. Él lo tiene el día de hoy.

¿Cómo podemos reconocer al remanente? ¿Cómo puede un creyente estar seguro de que él o ella es uno de los remanentes del Señor? ¿Uno de los conquistadores del Señor?

El tema, por lo menos en Sardis, es este: ¿estamos avanzando hacia adelante con un programa de actividad orientada hacia el hombre? ¿Estamos construyendo el Reino de Dios por la sabiduría y los esfuerzos de carne y huesos? ¿O acaso estamos en oración fielmente a la expectativa, esperando en el Señor siempre para cada detalle de lo que somos y hacemos?

Si no despertamos y oramos, buscando a Jesús para recibir Su sabiduría y poder en todo asunto ya sea grande o pequeño, el Señor Jesús caerá sobre nosotros como un ladrón. En cierto momento seremos un gran espectáculo en la tierra. En el siguiente momento estaremos espiritualmente desnudos y seremos destituidos. Seremos sorprendidos porque no estaremos buscando cuidadosamente en oración la Presencia y bendición de Cristo.

Las obras de la gente, aun de gente religiosa, son como la hierba que sale en un momento y que muere en el siguiente momento.

La hierba se seca y la flor se marchita, porque el aliento del SEÑOR sopla sobre ellas. Sin duda, el pueblo es hierba. (Isaías 40:7-NVI)

Las obras de Cristo son eternas. Ellas nunca pasarán.

Los logros eternos del Reino de Dios no se logran por la fuerza o la sabiduría de la carne sino por el Espíritu de Dios.

Si nos encontramos en las actividades del tipo de Sardis debemos “obedecer y arrepentirnos”. Debemos seguir constantemente adelante en todas las buenas obras pero arrepentirnos de usar el talento humano para intentar construir el Reino de Dios. Si no nos arrepentimos de nuestra concentración en el hombre, algún día nos encontraremos desprevenidos y sin un centavo de las verdaderas riquezas del Cielo.

Existía un remanente en Sardis. Había creyentes que sólo veían hacia el Espíritu Santo para la construcción del Reino de Dios. Ellos eran de la compañía de Elías-Eliseo-aquellos que viven bajo la unción aun en “los días de Acab y Jezabel”, en medio de la apostasía por parte de la mayoría de los llamados por el Señor.

Sin embargo, tienes en Sardis a unos cuantos que no se han manchado la ropa. Ellos, por ser dignos, andarán conmigo vestidos de blanco. (Apocalipsis 3:4-NVI)

El concepto de que la vida victoriosa en Cristo lleva al individuo a una condición de ser digno quizá sea nuevo para nosotros debido al extremismo en las predicaciones sobre la “gracia”. La idea de ser dignos de andar con Cristo vestidos de blanco se encuentra en los escritos del Nuevo Testamento. Debemos probar que somos “dignos de Su reino” (2 Tesalonicenses 1:5). Debemos vivir “de manera digna del Señor” (Colosenses 1:10).

El creyente se vuelve digno por la justicia de Cristo que le es asignada libremente en base a su confesión de fe en Cristo, y después por la justicia, la santidad, y la obediencia creada en su carácter como resultado de que Cristo está siendo formado en él.

Existía un remanente en Sardis, unos cuantos santos que no habían “manchado sus ropas”. Nuestras “ropas” son nuestras acciones, nuestras palabras, nuestros motivos, nuestros pensamientos, y nuestras imaginaciones. El creyente que está usando “ropas sucias” es el que es impuro de acciones, de palabras, de motivos, de pensamientos, y de imaginaciones.

Manchamos nuestras ropas con odio, con rencor, con celos, con lujuria, con falta de perdón, con crítica, con impaciencia, con incredulidad, con egoísmo, con ebriedad y vida desenfrenada, con comportamiento tonto, con codicia, con falta de verdad, con la violencia y el enojo, y al jugar con el ocultismo.

El creyente en Cristo que está actuando, hablando, o pensando en lujuria, en odio, en violencia, en crítica, en amargura, en codicia, en el ocultismo, o la embriaguez y la vida desenfrenada está manchando su “ropa” con la suciedad del mundo actual.

¿Qué debemos hacer cuando nos ensuciamos? ¿Cómo mantienen los conquistadores de Cristo sus ropas limpias mientras que andan por la suciedad del mundo?

Primero, debemos confesar nuestros pecados. Debemos decirle a Dios: hoy mentí; robé cierto artículo; hablé con malicia; estuve pensando lujuriosamente; no puedo perdonarlo; soy adicto a la bebida o al cigarro; me carcomen los celos y la envidia; estoy lleno de ira y de odio y no puedo controlarme; soy egoísta y egocéntrico en todo lo que hago.

Debemos confesar nuestros pecados como pecado. No debemos evadir la seriedad de nuestra conducta ni proteger nuestro orgullo. Debemos declarar esa conducta como pecaminosa, como algo que pertenece al reino de Satanás, y como algo no digno del Reino de Dios.

Para poder lavar nuestras ropas en la sangre del Cordero primero debemos decidir con determinación, clara y decisivamente, que lo que estamos haciendo, diciendo, y pensando realmente es pecado y no una flaqueza perdonable que Dios está pasando por alto.

Segundo, debemos arrepentirnos de nuestros pecados. Habiendo declarado que no son dignos del Reino de Dios debemos decidir que con la ayuda del Señor nunca más practicaremos esas acciones, palabras, o pensamientos.

Tercero, debemos creer firmemente en las promesas de Dios que cuando “confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad” (1 Juan 1:9).

Finalmente, cuando regrese la misma tentación debemos someternos a Dios y resistir al diablo. Entonces, el diablo huirá de nosotros (Santiago 4:7).

Confesión, arrepentimiento, fe en el perdón otorgado por Dios, y resistencia constante-estas son los cuatro pasos bíblicos para lavar nuestras ropas y volverlas blancas en la sangre del Cordero. Cada uno de los conquistadores de Cristo mantiene sus ropas blancas lavándolas regularmente en la sangre del Cordero. Logra conquistar por la sangre del Cordero.

Si nos mantenemos “blancos” mediante la sangre del Cordero somos dignos de andar con Cristo. Si no resistimos al pecado por la gracia que Dios nos da a través de Cristo entonces no somos dignos de andar con Cristo.

La primera recompensa para el conquistador de Sardis es que se “vestirá de blanco”. Ser vestido de blanco es parte de la temprana resurrección de entre los muertos que Pablo buscaba alcanzar (Filipenses 3:11).

El que salga vencedor se vestirá de blanco. Jamás borraré su nombre del libro de la vida, sino que reconoceré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles. (Apocalipsis 3:5-NVI)

La ropa blanca con la que seremos vestidos cuando aparezca el Señor es el poder para vivir con rectitud. Observa lo siguiente:

Y se le ha concedido vestirse de lino fino, limpio y resplandeciente. (El lino fino representa las acciones justas [rectas] de los santos.) (Apocalipsis 19:8-NVI)

Con acciones justas no se está refiriendo a la justicia imputada (adscrita) que nos ha sido asignada por nuestra fe en la sangre de Cristo. Más bien, se está refiriendo a la rectitud de acción, de palabra, y de pensamiento que procede de que moremos en Cristo. Es el fruto de la justicia, no la imputación (asignación) de la justicia.

Pablo buscó el poder para vivir con rectitud y justicia:

¡Soy un pobre miserable! ¿Quién me librará de este cuerpo mortal? (Romanos 7:24-NVI)

Cristo nos prometió el poder para vivir con rectitud y justicia:

Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. (Mateo 5:6-NVI)

El “lino fino” de Apocalipsis 19:8 es un aspecto importante de la resurrección de entre los muertos, del Día del Señor. Conforme nosotros, por medio del Espíritu, llevamos a la muerte las acciones de nuestro cuerpo físico, un manto de lino fino está siendo tejido en el Cielo. El manto de lino fino es el poder para vivir con rectitud y justicia. Seremos revestidos con ese manto cuando el Señor Jesús regrese. El manto de comportamiento justo son las ropas de salvación.

Me deleito mucho en el SEÑOR; me regocijo en mi Dios. Porque él me vistió con ropas de salvación y me cubrió con el manto de la justicia. Soy semejante a un novio que luce su diadema, o una novia adornada con sus joyas. (Isaías 61:10-NVI)

Cada vez que nosotros, por medio del Espíritu, vencemos las presiones de una prueba o las tentaciones de un pecado, nuestro manto de justicia se vuelve más glorioso. Cuando nuestro manto sea terminado será reservado para nosotros en el Cielo, para ser presentado a nosotros a la venida del Señor Jesús.

En aquel Día, el santo será revestido con su justicia y el pecador será revestido con sus pecados (2 Corintios 5:10). Segaremos lo que hayamos sembrando.

Nuestro manto de justicia, si hemos estado tejiéndolo de la Sustancia de Su Vida (que es impartida a quienquiera que clame a Él en el momento de necesidad), revestirá nuestro espíritu, alma, y cuerpo para que seamos justos en nuestra conducta así como Él es justo. Ya no estaremos arrastrando a todas partes un cuerpo físico lleno de pecado, ni trataremos de orar mientras somos opuestos por nuestra mente pecaminosa, que es el enemigo de Dios.

En lugar de eso, cada átomo de nuestro ser buscará adorar a Dios y hacer Su voluntad. ¿Puedes imaginarte algo más maravilloso que esto?

Nuestras aflicciones ligeras están creando para nosotros una casa del Cielo, una gloria excesiva y eterna, una corona de justicia que nos será dada cuando el Señor Jesús regrese en Su Reino (2 Corintios 4:17).

Verdaderamente existe una recompensa por servir al Señor.

Ahora estamos tejiendo nuestro manto de conducta recta y justa. La justicia que estamos obteniendo ahora por medio de Cristo nos servirá durante toda la eternidad. Será un muro de defensa en contra de todo pecado, de toda rebelión. Es el muro de la nueva Jerusalén.

Nuestra resurrección de entre los muertos está siendo creada en nosotros y en el Cielo al mismo tiempo. Seremos revestidos con nuestras acciones. Esta es la justicia y la rectitud del Juez del Cielo.

Existe un aspecto importante sobre la aparición de Cristo que siempre debemos mantener en mente. La venida del Señor del Cielo no resultará principalmente en un cambio de lo que somos sino que revelará en lo que nos hemos convertido durante nuestro discipulado sobre la tierra.

La enseñanza actual es, “Cristo sólo vino para perdonar nuestros pecados. Si recibimos el perdón, cuando muramos iremos al Cielo. En el Cielo seremos cambiados para que ya no podamos pecar y además estaremos en un ambiente en el que será imposible pecar.” Esta enseñanza no es bíblica.

Los Cristianos no hablan mucho sobre la resurrección de entre los muertos (a excepción de un “rapto” al Cielo inventado por el hombre), ni de la venida del Reino de Dios a la tierra, porque ninguna de estas dos doctrinas principales de las Escrituras cabe en el esquema popular de morir e ir a un ambiente libre de pecado en el Cielo.

Muchas de las enseñanzas Cristianas actuales no se encuentran en los escritos del Nuevo Testamento.

La enseñanza de las Escrituras, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, es que Cristo vendrá para salvar a Israel y al mundo de las manos de Satanás. El pacto nuevo incluye la destrucción de la naturaleza pecaminosa del hombre. El pacto nuevo no tiene nada que ver con ir al Cielo para vivir en un ambiente libre de pecado. No existe ningún pasaje en el Nuevo Testamento que enseñe que el Señor va a venir para llevar a Su iglesia al Cielo.

Si nos hemos aferrado a lo que Cristo nos está ofreciendo, entonces, cuando Él aparezca, resplandeceremos con la justicia que ha sido creada en nosotros. En lo que nos hemos convertido por medio de Su gracia (Su Naturaleza Divina) será revelado para que todos lo puedan ver.

Si no nos hemos aferrado a lo que Cristo nos está ofreciendo, sino que simplemente hemos hecho una profesión de fe, sin experimentar la dolorosa transición de ser un ser vivo a ser un espíritu que da vida, entonces, cuando Jesús aparezca, no seremos manifestados en justicia porque nada de justicia se habrá desarrollado en nosotros. El Nuevo Testamento enseña que miembros de Cristo infructíferos como estos serán cortados de la Vid y serán quemados (Juan 15:2, 6)

La enseñanza contemporánea está errada. Quienes la sigan en lugar de seguir al Señor Jesús vivo están esperando un futuro decepcionante-si no es que aterrador. Ahora es el momento del arrepentimiento y de comenzar a servir al Señor con sinceridad y diligencia.

El Reino de Dios no se reduce a una profesión de fe en Cristo, aunque una profesión de fe en Cristo es la única entrada al Reino. El Reino de Dios es justicia verdadera, paz verdadera, y gozo verdadero-todo en el Espíritu Santo de Dios.

No dejes que ningún hombre te engañe.

El conquistador de Sardis jamás tendrá su nombre borrado del Libro de la Vida (Apocalipsis 3:5).

Si nosotros, como creyentes en Cristo, estamos haciendo concesiones con las demandas de nuestra naturaleza pecaminosa, con el mundo, y con Satanás, y si estamos participando en un programa de la iglesia orientado hacia el hombre que no está viviendo ni trabajando en el Espíritu de Dios, enfrentamos la posibilidad de ser borrados del Libro de la Vida-¡una perspectiva realmente aterradora!

Cuando el Señor dice que el conquistador de Sardis no tendrá su nombre borrado del Libro de la Vida, se deduce claramente que el creyente derrotado de Sardis está en peligro de este destino que es el peor de todos.

Existen numerosos errores en la doctrina evangélica de hoy en día. Uno de estos conceptos erróneos es defendido con vehemencia. El concepto es que una vez que un individuo hace una profesión de fe en Cristo él o ella nunca más puede estar en peligro de perderse el Reino de Dios.

Ya que las Escrituras claramente enseñan lo contrario, uno se pregunta sobre la fuente de este error. Ciertamente es de Satanás (“¡no es cierto, no vas a morir!”) porque la idea de que ningún creyente que profese fe en Cristo pueda jamás perderse al Reino de Dios ha tenido un efecto muy debilitante en la determinación con la que los creyentes siguen la vida Cristiana. La multitud de versículos que nos advierten de los peligros de no servir al Señor pierden la mayoría o toda la fuerza de su impacto en nuestra sinceridad y comportamiento.

Se enseña comúnmente que ningún creyente será castigado en el Tribunal de Justicia de Cristo. Hay quienes enseñan esto, pero que además rechazan la doctrina de la seguridad eterna (que nunca podemos no ser salvos), sin darse cuenta que están siendo inconsistentes. Si enseñamos que ningún creyente puede ser castigado o puede perder su salvación en el Tribunal de Justicia de Cristo, entonces, ya sea que nos demos cuenta o no, estamos promoviendo la doctrina de la seguridad eterna-que ningún creyente puede perderse de los propósitos de Dios.

El argumento que quienes se han perdido nunca fueron salvos para empezar no tiene sentido ni es bíblico. Si este fuera el caso, ningún creyente podría saber si es salvo hasta que muriera y fuera a su destino en el reino espiritual.

La doctrina de la seguridad eterna viene de Satanás. Pero ¿cuál es la motivación de Satanás? Mantener a los Cristianos moralmente débiles, atontados, descuidados, sin la resolución de acero necesaria para alcanzar las recompensas asignadas al conquistador. El remanente belicoso es el que presenta una amenaza para el reino de Satanás.

Otro motivo de Satanás es la esperanza de que al crear una resistencia al concepto de que Dios realmente castigará a la gente, él mismo escapará del juicio que presentan las Escrituras.

Cuando buscamos alejar a las personas del sufrimiento que acompaña la entrada al Reino de Dios, el sufrimiento que nos humilla bajo la mano de Dios, estamos hablando con la voz de Satanás. Cuando insistimos que Dios no castigará a los malos con extrema severidad, que debemos venerar a Dios y no temer los castigos descritos en Su Palabra, estamos hablando con la voz de Satanás.

Cuando buscamos hacer del Evangelio del Reino un plan para mejorar la vida terrenal de la gente, estamos hablando con la voz de Satanás. Cuando nos esforzamos por decir únicamente aquello que es positivo y no decir los mandamientos que ordenan dejar de pecar, estamos hablando con la voz de Satanás. Esta es la influencia del humanismo en el pensamiento Cristiano. Cuando nos rehusamos a advertirle a la gente que huya de la ira que vendrá, estamos hablando con la voz de Satanás.

Las iglesias evangélicas de nuestros días están hablando con la voz de Satanás. Sin darse cuenta, ellas están de parte de la gente en lugar de estar de parte de Dios.

Cuando Israel estaba pecando, Moisés preguntó, “¿Quién está de parte del Señor?” Los Levitas contestaron. Entonces Moisés ordenó, “Maten al que se les ponga enfrente aunque sea su hermano”. Esto hicieron los Levitas y al hacerlo se volvieron los guardianes de la Tienda de Reunión.

Existían dos lados. El lado del Señor y el lado del pueblo del Señor. Siempre ha sido así y sigue siéndolo hasta el día de hoy. ¡El pueblo del Señor generalmente odia al profeta de Dios! Los escritos de los Profetas Hebreos rara vez tienen algo bueno que decir sobre Israel. El remanente aparece como el enemigo de las iglesias.

Se puso a la entrada del campamento y dijo: “Todo el que esté de parte del SEÑOR, que se pase de mi lado.” Y se le unieron todos los levitas. Entonces les dijo Moisés: “El SEÑOR y Dios de Israel ordena lo siguiente: ‘Cíñase cada uno la espada y recorra todo el campamento de un extremo al otro, y mate al que se le ponga enfrente, sea hermano, amigo o vecino’.” (Éxodo 32:26, 27-NVI)

Finés recibió la bendición del Señor porque actuó implacable y decisivamente al matar a un Israelita pecador.

Finés, hijo de Eleazar y nieto del sacerdote Aarón, ha hecho que mi ira se aparte de los israelitas, pues ha actuado con el mismo celo que yo habría tenido por mi honor. Por eso no destruí a los israelitas con el furor de mi celo. Dile pues, a Finés que yo le concedo mi pacto de comunión [paz]. (Números 25:11, 12-NVI)

Quien quiera estar en el ejército del Señor debe estar listo para estar de parte de Dios en contra de Satanás, en contra de creyentes mundanos, y, en el Día del Señor, en contra de gente perversa.

Existe una gran necesidad de arrepentimiento por parte de los Cristianos de los Estados Unidos. Pero un arrepentimiento verdadero, profundo, y duradero es imposible mientras los creyentes tengan la falsa sensación de seguridad y de bendición tan común en nuestros días, y mientras estén llenos con el espíritu del humanismo-un amor sensual y falso por la humanidad.

La simple realidad es que las iglesias Cristianas están en una condición pecaminosa y el juicio de Dios está sobre ellas. “El Libro de la Ley ha sido encontrado en el Templo”, por así decirlo, y los profetas nos están advirtiendo que el juicio de Dios está listo para caer sobre las iglesias a excepción de que por medio del arrepentimiento, exista un alejamiento del pecado y una carrera hacia la Presencia de Dios. Hemos sido quemados y no nos hemos dado cuenta. Estamos viviendo en decepción, en un sentimiento falso de seguridad.

Los creyentes evangélicos están enfrentando un juicio de fuego. Sus pastores se apresuran a asegurarles que ningún daño les vendrá de la mano del Señor, que la vida Cristiana es una vida fácil, llena de delicias y prosperidad. Esto no es cierto. Los feligreses sufrirán remordimiento insoportable cuando descubran lo que han perdido (¡mientras esperaban ser arrebatados al Cielo!)

¡Los que vivimos hoy en día no conocemos al Dios de fuego de Israel!

Volvamos nuevamente a las Escrituras y notemos las palabras de exhortación de los Apóstoles del Cordero. Después, con nuestro rostro al suelo ante Dios arrepintámonos de nuestra lujuria, de nuestra codicia, de nuestro amor al placer, de nuestras mentiras, de nuestra infidelidad, de lo que robamos, de nuestra voluntad propia, de nuestra hechicería, de nuestra amargura, de nuestra rebelión en contra de Dios, de criticar a quienes Dios ha puesto sobre nosotros, y de todos los demás pecados con lo que están llenas las iglesias. Ninguna persona que practique cualquiera de estos heredará el Reino de Dios (Gálatas 5:19-21)

Las Escrituras nunca pueden ser cambiadas-ni en su más mínima parte. Especialmente el Libro del Apocalipsis. ¡El Cristiano que no logre vencer está en peligro de tener su nombre borrado del Libro de la Vida!

Tan pronto como nos propongamos ser uno de los remanentes, uno de esos creyentes que sigue adelante en el Espíritu de Dios cuando la mayoría de la gente de la iglesia está viviendo y trabajando por la fuerza y la sabiduría de la carne, el Señor nos ayuda vistiéndonos cada día con más habilidad para adoptar la santidad y para evitar el pecado y la rebelión. El resultado final de esta vida con Cristo es que nuestro nombre será grabado por la eternidad en el Libro de Vida del Cordero.

Verdaderamente, sí existe una recompensa por buscar al Señor. Sí existe una recompensa por el comportamiento de rectitud y justicia. Verdaderamente sí somos recompensados de acuerdo a nuestras acciones, y segaremos, cuando Jesús regrese, lo que estamos cosechando ahora.

La tercera recompensa asignada al conquistador de Sardis es que Cristo confesará su nombre ante el Padre y los santos ángeles.

El remanente siempre es un testimonio de la Persona de Dios y de Cristo, de la forma en que Cristo hace las cosas, de Su voluntad, de Su amor, de Su ira. La asamblea del tipo de Sardis no da un testimonio claro, ni en palabra ni en acción, de la Persona, la forma de ser, y la voluntad de Cristo ni de la verdadera naturaleza de Su amor y Su ira.

En la iglesia orientada hacia el hombre existe una vergüenza asociada con la manifestación del Espíritu Santo y con la Presencia de Cristo en medio de ella. En lugar de esto, hay una tendencia a exaltar a Cristo en lo abstracto-Cristo del pasado y del futuro-y a ascender al hombre y a la mujer con talento. La gente busca la gloria que viene de otras personas en lugar de buscar la aprobación que viene sólo de Dios.

Debido al deseo y a la voluntad que tiene el remanente de fluir con el Espíritu de Dios, de indicar la Presencia inmediata de Cristo entre nosotros, y de buscar la aprobación de Cristo ya sea o no que la gente también dé su aprobación, Cristo confiesa los nombres de cada uno de los miembros del remanente en la Presencia del Padre y de los santos ángeles.

Primero, Cristo conoce a cada conquistador por su nombre. Así como el nombre de Jesús es el más dulce de todos los sonidos sobre la tierra para cada Cristiano verdadero, así también el nombre de cada Cristiano verdadero se vuelve extremadamente precioso para Cristo en el Cielo.

Cristo nunca permitirá que el nombre de uno de Sus santos verdaderos sea borrado del Libro de la Vida. Más bien, el nombre de cada conquistador será anunciado ante el Trono de Dios en la presencia de los santos ángeles que sobresalen en fuerza.

El Padre, Dios Todopoderoso, pone mucha atención a cada nombre proclamado en Su Presencia. La atención de Dios es atraída a ese santo en particular porque ha exaltado el nombre del Hijo amado de Dios a pesar de haber estado entre los seres humanos que tienen la determinación de buscar su propio bienestar y que desprecian la idea de poner a un lado sus intereses en favor de exaltar al Señor Jesús.

El vencedor, habiendo sido anunciado en la sala de justicia Divina, está acercándose hacia convertirse en una columna en el Templo de Dios, hacia ser sentado con Cristo en Su trono.

Los santos ángeles, quienes hacen la voluntad de Dios, ponen atención especial a cada nombre confesado por Cristo en la Presencia del Todopoderoso ya que los ángeles electos son espíritus que ministran a los herederos de la salvación. A ellos se les ha encomendado el bienestar de los hijos de Dios (1 Timoteo 5:21).

Los ángeles electos son observadores cuidadosos de todo lo que sucede sobre la tierra. Ellos conocen el nombre de cada uno de los conquistadores de Cristo. Pero todo el que escoja adorar y servir al Anticristo será atormentado con fuego y azufre en presencia de los santos ángeles (Apocalipsis 14:10).

Quizá la nuestra sea la época más grandiosa de todas en el Reino de Dios porque parece ser que el Señor está poniendo énfasis en la formación de las primicias de la Esposa. Según como nosotros entendemos las Escrituras, la Iglesia es la Esposa del Cordero. Los elegidos de Dios, incluyendo primero a los Judíos y luego a los Gentiles, son la Iglesia, el Cuerpo de Cristo.

Existen varias representaciones y declaraciones, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, que indican que habrá una primicia de la Iglesia, un ejército de Gedeón. Las primicias están en el Monte Sión. Nuestro punto de vista es que será una primicia, y no la Esposa completa, la que aparecerá con el Señor cuando Él regrese.

Luego miré, y apareció el Cordero. Estaba de pie sobre el monte Sión, en compañía de ciento cuarenta y cuatro mil personas que llevaban escrito en la frente el nombre del Cordero y de su Padre. (Apocalipsis 14:1-NVI)

La tarea que tenemos ahora es la de vencer al acusador. Él puede ser vencido sólo por quienes estén dispuestos a morir a sus malos deseos, a su deseo del mundo, y a su anhelo de ser importante y tener éxito. Parece ser que sólo una parte pequeña de la Iglesia está dispuesta a someterse a una podada tan detallada.

La obra del juicio Divino es necesaria, y sólo quienes hayan sido podados de toda maldad podrán seguir a Cristo cuando haga pedazos el reino de las tinieblas.

Desde los días de Samuel hasta la época de Salomón, el Arca del Pacto estuvo separada de la Tienda de Reunión.

Durante el reinado del Rey David el Arca permaneció en Sión, en una parte de la ciudad de Jerusalén. Mientras tanto, el Tabernáculo se localizaba sobre un monte en la ciudad de Gabaón.

Esta separación continuó hasta la construcción del Templo de Salomón. En tanto que el Arca del Pacto no estuviera en el Lugar Santísimo del Tabernáculo, el Día del Perdón, la obra del juicio Divino, no podía ser conducido en el Tabernáculo. La ceremonia del Día del Perdón incluía el esparcimiento de sangre sobre y delante del Propiciatorio.

Por la separación del Arca del Tabernáculo podemos ver la separación de un remanente guerrero del resto de la Iglesia. Dios usará al remanente guerrero para juzgar y destruir al enemigo. Después de esto, todo Israel (todos los elegidos de Dios) podrá unirse en la destrucción de Satanás y sus seguidores, similar a lo que sucedió después de que los trescientos hombre de Gedeón se adelantaron en sacar a los Medianitas.

Si esto es verdad, el remanente que está siendo llamado a salir el día de hoy estará sujeto a tratos intensos por Dios. Cada aspecto de su personalidad será probado una y otra vez conforme el Señor los vaya juzgando. Será llevado al punto de la desesperación conforme el Espíritu de Dios descubre todo rastro de lujuria corporal, todo rastro de amor por el mundo, y todo rastro de deseo por tener éxito personal aparte de con el Señor.

Quienes sigan al Señor por el desierto del juicio, permitiéndole a Dios que los hiera y luego que los sane, surgirán del fuego como criaturas nuevas. Ellas serán personas muertas-vivientes en cuanto a que todo lo que son habrá pasado por la muerte y la resurrección.

El resto de los elegidos estará participando en las obras de salvación de costumbre: evangelizar, bautizar a los creyentes, asistir a la gente con el nuevo nacimiento y con el bautismo en el Espíritu Santo, animándolos a consagrarse al Señor. Estos aspectos de la redención están representados por los cinco muebles que permanecieron en la Tienda de Reunión: el Altar de Bronce (de los Holocaustos), el Lavamanos, la Mesa de los Panes, el Candelabro, y el Altar de Incienso.

Como hemos dicho anteriormente, el Arca ya no estaba en el Lugar Santísimo de la Tienda de Reunión sino en una tienda de campaña en Sión.

El Arca era llamada el Arca del Pacto porque contenía las tablas de piedra en donde estaban escritos los Diez Mandamientos. Los Diez Mandamientos eran el pacto de Dios con Israel.

Los Diez Mandamientos son el juicio de Dios sobre Satanás y sus seguidores. El remanente representado por el Arca ejerce el juicio santo de Dios sobre el enemigo.

Dios trabajará con ambas compañías-los que son representados por la Tienda de Reunión en Gabaón y los que son representados por el Arca del Pacto en Sión en la ciudad de Jerusalén.

No hay duda de que la humanidad nunca volverá a tener otra oportunidad para ser parte del corazón de la Esposa (ya que eso es lo que se está formando como un remanente santo). Aunque la Esposa completa llegará eventualmente a ser perfecta y sin mancha, el remanente por siempre poseerá un interior de acero, un carácter belicoso, un alma que conoce los juicios de fuego del Dios de Abraham, de Isaac, y de Jacob y que es rigurosamente obediente al Padre.

Ellos tendrán un alma de acero belicoso porque habrán sido perfeccionados por el Señor durante un momento de gran oscuridad espiritual. Ellos surgirán de una gran aflicción y de mucha presión hasta alcanzar la luz de Dios. La justicia y la rectitud, la santidad, y la obediencia a Dios habrán sido creadas en ellos en una época cuando el Anticristo recibió autoridad que alcanzó hasta los cielos (Daniel 8:10).

Que cada lector de este libro decida, ahora mismo, convertirse en un miembro del remanente. Nos volvemos un miembro del remanente decidiendo que el Espíritu Santo es el que establece todas las cosas en el Reino de Dios. Decidimos también que Cristo es el Señor de las iglesias y que las iglesias no son concebidas por el hombre, ni son instituciones administradas por el hombre.

Nos volvemos como Simeón y Ana, que crecían cada día en la fuerza de su oración, y en el deseo y la voluntad de esperar a Dios en lugar de buscar sus propios deseos. Conforme esperamos en el Espíritu de Dios, contemplando siempre a Cristo, el Espíritu de profecía nos inspira. “El testimonio de Jesús es el espíritu que inspira la profecía” (Apocalipsis 19:10).

El día en que estamos viviendo es la época de la lluvia de la cosecha (lluvia tardía). A cada individuo que se dirija a Cristo le serán dadas nubes brillantes, aguaceros, “a todo hombre la hierba del campo” (Zacarías 10:1).

Está llegando el momento en que llegará a la madurez tanto el trigo como la mala hierba. Los hombres dudarán cuando vean que los cielos y la tierra son sacudidos. El pecado y la decepción alcanzarán proporciones monumentales y sin precedentes.

La gente religiosa llegará a la desesperación en nuestro día. El remanente a quien el Señor ha escogido llegará a conocer al Señor Jesús. Ellos continuarán creciendo en fortaleza y la gloria del Señor fluirá a través de ellos.

…pero los que conozcan a su Dios se le opondrán con firmeza [se esforzará y actuará]. (Daniel 11:32-NVI)

Durante la hora más oscura de la tierra, la luz y la Gloria de Dios surgirá en los conquistadores del Señor (Isaías 60:1, 2).

Tú puedes ser uno de los santos victoriosos de Cristo. Busca a Jesús y pídele que te haga un vencedor. Él te escuchará. Él te quitará tus cadenas y te llenará con amor, gozo y paz.

Un período de destrucción terrible y de opresión espiritual para el mundo se encuentra en el futuro próximo. La sabiduría y la energía humana fracasarán totalmente pero Dios cuidará de Sus santos.

Ahora es el momento del avivamiento. El poder del avivamiento crecerá; y el avivamiento mismo se extenderá si el pueblo de Dios se pone a orar. Es la voluntad de Dios que todo hombre, mujer, niño y niña sobre la tierra reciba a Cristo y entre al Reino de Dios en gozosa libertad espiritual.

Las ventanas del Cielo están abiertas. Dios está atento a cada plegaria que pida Su gracia y misericordia para el hombre. Ahora es el momento para que todos los dones y ministerios sean restaurados a las iglesias. Ahora es el momento para que Cristo derrame al Espíritu Santo en cada buscador.

Las oraciones de una sola persona harán una gran diferencia en el avivamiento que está por llegar. Lo que estemos planeando hacer en Cristo lo debemos hacer ahora. La hora se está acercando rápidamente en que ningún hombre podrá trabajar.

Todas las recompensas asignadas al conquistador de Cristo pueden ser tuyas. Tu parte es orar, leer las Escrituras, creer lo que dicen, y con la ayuda del Señor buscar la voluntad del Espíritu para tu vida y hacer lo que Él te dirija hacer-¡ahora!

Por Su parte, el Señor proveerá todo recurso, toda circunstancia, cosa, y relación necesaria para lograr tu victoria completa y perfecta en Él. Cristo conquistará en ti si abres todas las puertas de tu vida, si le permites morar en ti, y si dejas que Se exprese a ti y a través de ti.

La Iglesia de Filadelfia

Las siete iglesias representan, entre otras cosas, el desarrollo histórico de las iglesias Cristianas. Siendo así, nosotros creemos que en estos días estamos “en” la iglesia de Filadelfia. Por esta razón, la iglesia de Filadelfia es especialmente interesante para nosotros. Nosotros creemos que podemos ver algunos de estos aspectos alrededor de nosotros hoy en día.

Escribe al ángel de la iglesia de Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y nadie puede cerrar, el que cierra y nadie puede abrir. (Apocalipsis 3:7-NVI)

El nombre de Filadelfia significa “amor fraternal”. Por cientos de años la Iglesia Católica abarcaba a muchos-si no es que a la mayoría-de los creyentes en Cristo, aunque aparentemente han existido de vez en cuando sectas más pequeñas.

Entonces llegó la Reformación Protestante y el desarrollo de las denominaciones Protestantes.

Las denominaciones han existido por tanto tiempo que las hemos aceptado como algo normal dentro de la iglesia Cristiana. Y sin embargo, el conocimiento más simple de las Escrituras nos indica que las denominaciones son ajenas al concepto del Cuerpo de Cristo.

¿Continuarán existiendo las divisiones por denominación de las iglesias Cristianas cuando Jesús aparezca? Nosotros creemos que ya no existirán para ese entonces. Por lo menos, no habrá ningún miembro de la Esposa del Cordero en ninguna de sus iglesias (Apocalipsis 18:23).

Nosotros entendemos que desde este momento en adelante se comenzarán a unir los Cristianos verdaderos. La mayoría de los feligreses se encontrarán en Babilonia mientras que el remanente, los santos verdaderos, después de que haya experimentado el avivamiento de las lluvias tardías (que es representado por los dos testigos), se verá obligado a huir al desierto (Apocalipsis 12:14).

La división en dos campamentos, Babilonia y el remanente-guerrero, ninguno de los cuales será dividido por denominaciones, surgirá por causa de muchas fuerzas que operan en la tierra. Una de las fuerzas será el Espíritu de Dios. Otra fuerza será la persecución de adoradores Cristianos. Una tercera fuerza será que surgirá la maldad-la rebelión en contra de Dios (la apostasía) que las Escrituras nos informan que sucederá antes de que el Señor regrese.

Muchos Cristianos sinceros de hoy están demostrando el deseo y la voluntad de hacer a un lado las tonterías, lo que no sirve, y lo pecaminoso de hacer hincapié en las divisiones doctrinales y de organización. Se reconoce la necesidad de vivir en el Espíritu y de alabar a Dios por la buena voluntad del amor fraternal Cristiano.

La intensidad del espíritu del sectarismo parece estar debilitándose a favor de trabajar juntos en el Evangelio. Todavía existe la fuerte tendencia de tomar conceptos espirituales, ya sean de Dios o no, y consolidarlos como un “movimiento nuevo”. Pero, generalmente, también se reconoce que poner una cerca a la obra de Dios es una expresión de inmadurez espiritual. Hay un sentimiento de repugnancia en contra de ella, especialmente entre la gente joven.

Un fenómeno actual es la construcción de reinos pequeños en los que se enfatiza a los ministros talentosos. Esperamos que este culto de personalidades, los monumentos a hombres y mujeres con dones, pronto sea cosa del pasado.

Nosotros creemos que la voluntad por parte del pueblo de Dios, aun de administradores de denominaciones en algunos casos, para minimizar el papel de la denominación a favor de trabajar juntos para llevar a Cristo a las multitudes, a veces puede ser de Filadelfia y del Señor.

Sin embargo, el deseo de una unificación y de trabajar juntos no es necesariamente del Señor. De hecho, el deseo de interacciones en grupo y de unidad es, en algunas ocasiones, del Anticristo. Es un intento de dominar a la gente interesándolos unos con otros en lugar de interesarlos en el Señor.

La unidad genuina del Cuerpo de Cristo no puede ser obtenida por esfuerzo humano porque la unidad es el fruto de la formación de Cristo en nosotros. El fruto de la unidad perfecta se tiene cuando dos creyentes están llenos del Señor Jesús y están reposando en Él. Primero debemos volvernos uno en Cristo en el Padre. Después, automáticamente somos uno el uno con el otro. Somos uno en Cristo.

No llegamos a la unidad con Cristo volviéndonos uno los unos con los otros. Nos volvemos uno los unos con los otros llegando a la unidad primero con Cristo.

Últimamente, ha surgido entre creyentes evangelistas esfuerzos por unir a la gente con el propósito de ejercer poder político. Es un intento por meter a la fuerza los valores de los creyentes evangélicos en la comunidad laica. Desde nuestro punto de vista, estos esfuerzos son el comienzo del Profeta Falso, del espíritu de decepción religiosa que guiará a la gente Cristiana hacia esfuerzos para promover un solo gobierno democrático para todo el mundo. El resultado final de estos esfuerzos será el Anticristo, y el Profeta Falso dándole vida al Anticristo.

La primera palabra al espíritu de la iglesia de Filadelfia es, “Santo”.

…Esto dice el Santo… (Apocalipsis 3:7)

Hoy en día, el Espíritu Santo está haciendo hincapié en la santidad. Desde los tiempos pasados, y continuando hasta el presente, el énfasis entre los Cristianos devotos frecuentemente ha estado en la gracia de Dios en Cristo, queriendo decir, casi exclusivamente, la asignación de perdón y justicia por medio de la expiación por la sangre del Señor Jesús. Se ha puesto una mínima atención a la verdadera santidad de comportamiento y de actitud. El pacto Cristiano, un pacto de transformación hasta llegar a ser una creación nueva, ha sido cambiado por un pacto de perdón con la finalidad de escapar hacia el Paraíso para vivir en una mansión de oro.

Sin embargo, ahora estamos llegando a comprender que los Apóstoles escribieron bastante acerca de la santidad de conducta. No es suficiente decir que somos “salvos por la gracia” y luego seguir con nuestra mala conducta. Esta no es la enseñanza de los Apóstoles, como descubrirás después de un repaso rápido del Nuevo Testamento.

Si no llevamos una vida santa no podremos andar con el Señor Cristo Jesús. Es tan sencillo y directo como eso. Sin santidad ninguna persona podrá jamás ver al Señor (Hebreos 12:14).

Somos salvados de la ira creyendo en el regalo de Dios-la sangre expiatoria del Hijo de Dios.

Después de que somos recibidos por Dios debemos comenzar a mostrar el fruto de la santidad de conducta. Si en lugar de eso continuamos en los caminos de la naturaleza pecaminosa, del mundo, y de Satanás, entonces habremos recibido la gracia de Dios en vano y estaremos en peligro de ser quemados. Hay bastantes versículos en las Escrituras para corroborar esto. De hecho, la conducta recta y santa probablemente sea el mayor énfasis de los escritos apostólicos si no es que de todas las Escrituras.

“El Santo” ha llegado a la iglesia de Filadelfia. Él requiere de Sus conquistadores que aprendan de Él a vivir en santidad.

“El Verdadero.” Conforme nos acercamos a la venida del Señor la batalla girará alrededor de lo que es verdad. El Anticristo no posee autoridad ni poder a excepción del que se le otorga en ocasiones específicas por el Señor Cristo Jesús. La autoridad y el poder de Satanás fueron derribados en el Calvario.

Satanás no tiene ningún poder sobre el santo que está viviendo en el Espíritu de Dios.

El Anticristo no puede vencernos, ni Satanás tampoco, a excepción de que nos puedan persuadir para que creamos en una mentira. ¡Mientras andemos en la verdad somos inconquistables! ¡Invencibles! ¡Indestructibles!

Cuando decimos que estamos andando en la verdad, no nos referimos a que seguimos creyendo en una doctrina correcta. Andar en la verdad es andar en el Señor Jesús, a la luz de Su voluntad. Es tener comunión diaria con Dios. La única instancia en que es importante que nuestra doctrina sea correcta es cuando nuestra relación con el Señor o nuestra conducta sea el problema. El conocimiento teológico por sí mismo tiene poco valor en el Reino de Dios a excepción de que nos está dirigiendo hacia el Señor Jesús y hacia una vida de rectitud, de justicia, de santidad, y de obediencia a Dios.

Conforme Cristo es formado en nosotros, la Verdad es formada en nosotros. El aspecto más importante de permanecer en la verdad es tener a Cristo formado en nosotros. También es de suma importancia que aceptemos los sufrimientos y las prisiones que nos lleguen. Los creyentes que se rehúsen a compartir en los sufrimientos de Cristo serán engañados. Ellos no habrán amado la verdad.

Muchos de los avivamientos pasados se han basado, hasta cierto grado, en la experiencia en lugar de en las Escrituras. Han caído bendiciones y gloria sobre la gente aun cuando han creído en algo erróneo. Si Dios estuviera esperando hasta que las iglesias creyeran en la doctrina perfecta antes de bendecirlas, las iglesias Cristianas todavía estarían esperando el primer avivamiento de su historia.

Afortunadamente para nosotros, Dios nos bendice en muchas ocasiones aun cuando no somos perfectos y cuando nuestra doctrina no es perfecta. A veces maestros devotos de las Escrituras han estado bastante errados en áreas de sus enseñanzas. Todos somos susceptibles en ocasiones a creencias equivocadas. Ahora vemos por espejo, oscuramente, y oramos que Cristo nos ayudará y cubrirá nuestros errores y continuará bendiciendo y fortaleciendo a los santos.

Ahora nos estamos acercando a la plena revelación del Anticristo, del hombre de pecado. Lo acompaña un espíritu de rebelión y de revolución que está recorriendo la tierra, que es la señal más segura de que estamos acercándonos a la rebelión en contra de Dios que se predica en las Escrituras.

Para poder tener éxito, el Anticristo debe poder persuadir a la gente para que crea en una mentira. El Anticristo no tiene ningún poder sobre los santos a excepción de que pueda engañarlos-aun durante el intervalo cuando se le permita vencer al testimonio ungido (Apocalipsis 13:7). Satanás no puede separarnos de Cristo cuando estamos viviendo en la verdad. Esta es la razón por la que el Señor Jesús nos advirtió una y otra vez que tuviéramos cuidado, que estuviéramos atentos en oración. El más fuerte de nosotros puede ser engañado si no se mantiene atento en oración.

Es imperativo, en la hora en que estamos viviendo, que leamos las Escrituras, que meditemos en las Escrituras, que habitemos en las Escrituras.

Muchos de los santos del Señor sólo tienen memorizados uno o dos versículos de la Biblia. Deberíamos estar leyendo constantemente las Escrituras para poder encontrar inmediatamente algún versículo sobre cualquier tema que trate sobre nuestra redención en Cristo. Debemos familiarizarnos completamente con las Escrituras.

Las Escrituras son la mente de Cristo, la forma de pensar de Cristo, con respecto a los juicios de Dios. El conocimiento de las Escrituras nos ayuda a discernir entre el bien y el mal, entre lo que es santo y lo que no lo es, entre lo que es de Dios y lo que es de Satanás.

Ya no podemos atenernos a experiencias pasadas. Hoy en día es, “Esto dice el Señor”. Debemos vivir de acuerdo con lo que dicen las Escrituras. Ningún presentimiento puede tomar el lugar de la Palabra de Dios. El creyente que escoja pensar y actuar en términos de sentimientos que parecen venir del Señor pronto caerá en un error.

Muchas doctrinas contemporáneas, como el uso de la gracia Divina como sustituto de una vida santa, como el “arrebato” antes de la tribulación, como el concepto de que ningún Cristiano será castigado en el Tribunal de Justicia de Cristo, y otros por el estilo, no son bíblicas. La doctrina de que existe una iglesia Gentil que habitará en el Cielo mientras que un Reino Judío de Dios reinará la tierra no tiene sentido. No tiene fundamento en las Escrituras. Dividir a Cristo en Gentiles y Judíos, después de todo lo que Pablo expresamente dijo a lo contrario, está claramente fuera de las Escrituras.

Los errores Carismáticos (Evangélicos, Pentecosteses) recientes, como la enseñanza de la prosperidad y el concepto de que los santos no deben sufrir, son contrarios a las Escrituras y son del Profeta Falso.

Estos engaños nos señalan que estamos en los últimos días. Creer en ellos desgasta la santidad de los santos y aleja a los creyentes de la venida del Reino de Dios a la tierra y de la resurrección de entre los muertos. Los Cristianos se tragan estos camellos enteros mientras se preocupan por cernir y sacar los mosquitos. Los Cristianos se guían por sus costumbres y sus sentimientos. Están demasiado ocupados para meterse en las Escrituras y averiguar si lo que creen corresponde con lo que Dios ha declarado.

El Nuevo Testamento está lleno con exhortaciones para vivir con santidad y contiene muchas advertencias serias para los creyentes que continúen viviendo en los deseos de sus naturalezas pecaminosas. Sin embargo, numerosos Cristianos somos persuadidos a creer que una vez que hemos hecho una profesión de fe en Cristo que somos salvos, queriendo decir que iremos al Cielo cuando muramos sin importar cómo nos hayamos comportado. Sin embargo, el Nuevo Testamento nunca presenta vivir eternamente en el Cielo como la meta de la salvación ni que la creencia en una doctrina sea la forma de llegar al Cielo. El pueblo de Dios está basando su vida en fábulas que no están en las Escrituras.

El Evangelio Cristiano trata del Reino de Dios, de la justicia, de la paz, y del gozo del Espíritu Santo que van a llegar a la tierra. ¿Sabías esto? Si continuamos pecando después de haber recibido a Cristo entonces estamos negando el Evangelio. Estamos rechazando el Reino de Dios. Esto es lo que dicen las Escrituras, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, (Salmo 1:5; Isaías 61:11, Gálatas 5:21; Efesios 5:5).

Por favor, mantén en mente que es muy fácil que nuestros deseos más fervientes y otras emociones se hagan pasar como direcciones del Señor. No podemos basarnos en nuestros sentimientos ni en lo que pensamos. Sólo las Escrituras son confiables.

La batalla entre Cristo y el Anticristo no es una batalla de poder. Cristo posee toda autoridad y todo poder en el Cielo y sobre la tierra. La batalla es entre la verdad y la decepción. Cristo es la Verdad. El Anticristo es mentira y decepción. Si escogemos vivir en la verdad de Dios entonces moramos en Cristo. Si más bien escogemos vivir en los malos deseos de nuestra naturaleza pecaminosa, del mundo, y de Satanás, entonces estamos morando en una mentira y somos los siervos del Anticristo.

Cada vez más podemos distinguir entre los que son de Cristo y los que son del Anticristo. Quienes son de Cristo están viviendo en justicia y santidad. Ellos son obedientes a Cristo y no están buscando hacer su propia voluntad.

Quienes son del Anticristo están siguiendo en los malos deseos de su naturaleza pecaminosa. Ellos son voluntariosos, egocéntricos, y rigen su propia vida. Ellos no son discípulos portadores de su cruz.

Nuestra vida revela a Cristo o al Anticristo.

Si reconocen que Jesucristo es justo, reconozcan también que todo el que practica la justicia ha nacido de él. (1 Juan 2:29-NVI)
Queridos hijos, que nadie los engañe. El que practica la justicia es justo, así como él es justo. El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo ha estado pecando desde el principio. El Hijo de Dios fue enviado precisamente para destruir las obras del diablo. (1 Juan 3:7, 8-NVI)

Si del Nuevo Testamento sólo tuviéramos los escritos de la Primera Carta de Juan sabríamos que la doctrina que habla de la gracia Divina, como si ésta no exigiera justicia y santidad de comportamiento, es un engaño y es del Anticristo.

La batalla de hoy está entre la verdad y el error. Aquel que esté predicando la vida de justicia y de rectitud en Cristo está predicando la verdad. Aquel que esté predicando que la gracia de Cristo es principalmente pasar por alto nuestro continuo comportamiento pecaminoso no es de la verdad ni de Cristo sino que es del espíritu de error.

La verdad sobre Cristo nos libera de las ataduras del pecado. Conforme somos redimidos de las ataduras del pecado somos llevados a la vida eterna. Esta es la manera en que opera la redención que existe en Cristo. La verdad que Cristo es destruye las obras del diablo en nuestra vida, incluyendo el pecado, la enfermedad, y todas las demás maldades.

Recibimos el Espíritu de verdad cuando tomamos nuestra cruz personal y seguimos al Señor Jesús. Recibimos el espíritu de engaño cuando buscamos evitar el sufrimiento.

El tema del sufrimiento y del juicio sobre el comportamiento pecaminoso de los Cristianos es el tema que dividirá a Babilonia del remanente belicoso. Los creyentes que acepten la verdadera, encendida Naturaleza del Dios de Israel será del remanente. Aquellos que escojan al Dios moderno de la seguridad, de la comodidad, del placer, y del éxito están siendo engañados y continuarán siendo engañados hasta que se encuentren a sí mismos en fuegos que atormenten.

…Esto dice … el que tiene la llave de David, el que abre y nadie puede cerrar, el que cierra y nadie puede abrir. (Apocalipsis 3:7-NVI)

La llave de David representa la llave del Reino de Dios. Cuando llegamos a la iglesia de Filadelfia hay un énfasis en la construcción del Reino de Dios.

Desde los tiempos de Moisés hasta los días de Samuel, Israel estuvo gobernada y dirigida por profetas-por hombres y mujeres que iban al Señor en repetidas ocasiones para recibir instrucciones sobre lo que Israel debía hacer. El pueblo de Dios era gobernada por el Señor mismo por medio de un mediador, el profeta.

El gobierno de los profetas terminó con Samuel. El pueblo pidió un rey y el Señor dirigió a Samuel para que ungiera a Saúl. Si el pueblo hubiera sido paciente, el Señor, a Su debido tiempo, les hubiera dado a un rey conforme al corazón de Dios.

El Rey Saúl ganó algunas batallas y perdió otras. Pero su corazón nunca confió en el Señor. Saúl le temía al pueblo más de lo que le temía a Dios. Como resultado, el Reino de Israel no prosperó bajo su reinado. Finalmente, Saúl y sus tres hijos fueron asesinados en el Monte Gilboa en una batalla con los Filisteos (1 Samuel 31:8).

Saúl representa la voluntad propia pecaminosa del gobierno humano. El gobierno humano nunca tendrá éxito en construir el Reino de Dios.

Después de la muerte de Saúl, David ascendió al trono de Judá, y después al de todo Israel. El corazón de David confiaba en Dios y él siguió al Señor toda su vida. El Espíritu Santo reposó sobre David y dio la mayor parte del Libro de los Salmos a través de él.

Debido a que David amaba y obedecía al Señor, el Señor estuvo con él y le ayudó a vencer a todos sus enemigos. Muy pronto, el Reino de Israel se estableció como una de las naciones más grandes de la tierra. Aunque David pecó en ocasiones, él se arrepintió sinceramente y con diligencia. Su corazón estaba bien con el Señor. El Señor amaba al Rey David y le dio la sabiduría y el poder para construir el Reino de Israel.

Igual sucede con la iglesia de Filadelfia. Durante toda la era Cristiana, los hombres han intentado construir el Reino de Dios. Ahora la iglesia de Cristo debe seguir al Señor y confiar en Él para la construcción del Reino. Esta es la razón por la que Cristo se aparece a la iglesia de Filadelfia como el que tiene la llave de David.

La llave de David es la llave para el Reino de Dios. Le es dada al santo que no busca su propia gloria sino al que le permite al Espíritu Santo que construya el Reino a través de él. Es la autoridad y el poder para abrir y para cerrar, para atar y liberar, para perdonar los pecados y para retenerlos.

Cuando nosotros, como miembros del Cuerpo de Cristo, estamos viviendo en el Espíritu de Dios, llevando el nombre de Cristo sobre nosotros, poseemos la autoridad y el poder que abre y que ningún hombre puede cerrar, que cierra y que ningún hombre puede abrir.

Algunas naciones y organizaciones políticas han impedido que el Evangelio de Cristo llegue a su gente. Cuando los santos realmente estén listos para dar testimonio en los últimos días, cuando no estén viviendo según sus propias ideas sino en el Espíritu de Dios, Dios ordenará que las puertas necesarias sean abiertas.

No existe ninguna autoridad ni poder en el Cielo ni en la tierra que pueda resistir a un miembro del Cuerpo de Cristo cuando Cristo mismo está trabajando con él o ella. La Iglesia Cristiana ha fracasado en hacer discípulos de las naciones de la tierra porque ha trabajado bajo el concepto erróneo que Cristo nos ha dejado a nosotros la construcción de Su Iglesia, de Su Reino. Es hora de que los santos se alejen de sus esquemas y que sólo miren a Jesús para conocer Su voluntad en este momento.

Hemos estado intentando usar el nombre de Jesús para lograr nuestras propias metas, incluyendo nuestras propias metas que tienen que ver con lograr que personas se salven y con la construcción de iglesias. Pero no debemos intentar usar el nombre de Jesús (excepto cuando Él nos lo dirija). Más bien, Jesús mismo debe usarnos para hacer Su voluntad.

El Dios del Cielo está listo para caminar de la mano con el polvo de la tierra tan pronto como el polvo esté listo para dejar sus propias obras y caminar con su Creador.

Es hora de ponerle un alto a la dependencia en el hombre “cuyo aliento está en su nariz”.

Conforme aprendemos a vivir en el Espíritu de Dios, siguiendo a Jesús en obediencia simple y sencilla, nos será dada la fe para hablar la Palabra de Cristo. Debemos sanar al enfermo, ordenarle a los demonios que salgan, dirigir a las montañas para que se muevan-todo en el nombre de Jesús conforme Él nos ordena hablar y actuar.

Cristo tiene la llave de David, la autoridad y el poder para construir el Reino de Dios. Cristo usará esa llave en la mano del santo victorioso en cuanto el santo deje de hacer sus propias obras y entre en el reposo del Espíritu de Dios, en el reposo que hay al habitar en el reposo de Dios-el reposo cuando Dios terminó todas las cosas después de haber hecho la creación.

El conquistador aprende a actuar sólo en el Señor Cristo Jesús, nunca según sus propios deseos ni según su voluntad propia. Los hijos de Dios tienen a Cristo en su interior y son guiados por el Espíritu Santo. En Cristo está la plenitud del poder del Padre. Los santos no se pertenecen a sí mismos, sino que le pertenecen a Cristo.

Cada conquistador es una expresión de Cristo cuando Cristo ha sido formado en él y está morando en él, y cuando está viviendo en Cristo y por Cristo en lugar de por sus propios esfuerzos religiosos.

Esta es la Palabra de Dios al conquistador de Filadelfia.

Conozco tus obras. Mira que delante de ti he dejado abierta una puerta que nadie puede cerrar. Ya sé que tus fuerzas son pocas, pero has obedecido mi palabra y no has renegado de mi nombre. (Apocalipsis 3:8-NVI)

Cuando se compara con las otras seis iglesias de Asia, Filadelfia era una de las preferidas. Los comentarios del Señor no fueron tan severos como en otros casos. Según lo entendemos nosotros esta preferencia se refleja en las iglesias de hoy. Podemos ver avivamientos surgir por todas partes. El Evangelio se está propagando por la radio y la televisión, por libros, y por la traducción de las Escrituras a los idiomas más remotos del mundo.

Parece ser que muchos países diferentes están buscando al Señor. Estamos realmente convencidos de que estamos en las primeras etapas del mayor derramamiento del Espíritu de Dios en la historia de la tierra, y que señales y maravillas de autoridad y poder sin precedente seguirán las predicaciones del Evangelio de Cristo a todas las naciones bajo los cielos.

¡En qué momento hemos sido escogidos para vivir! Aprovechemos al máximo las oportunidades espirituales, la “puerta abierta”, que nos ha presentado el Señor Jesús.

Y este evangelio del reino se predicará en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin. (Mateo 24:14-NVI)

Cristo conoce nuestras obras, nuestras oraciones, nuestro regreso a las Escrituras, la confesión de nuestros pecados y de nuestro egocentrismo, nuestro deseo de que muchos vuelvan a la justicia y rectitud, nuestro anhelo de corazón por complacerlo. Es un periodo de avivamiento.

Cristo ha puesto delante de nosotros una puerta abierta que lleva a la plenitud del Reino de Dios. Ningún hombre puede cerrarla. Nosotros podemos escoger seguir adelante hacia las riquezas de Cristo. Este es el momento para buscar Dios para que nos mande las lluvias tardías, los dones del Espíritu, el poder que obra milagros, para que podamos ir a todas las naciones bajo el Cielo con las buenas nuevas de la pronta llegada a la tierra del Reino de Dios.

La puerta de autoridad y poder espiritual en el nombre de Jesús está abierta hoy. Aprovechemos cada oportunidad al máximo. A su debido tiempo, la puerta será cerrada. Una vez que haya sido cerrada, la hora más oscura jamás conocida por la humanidad caerá sobre la tierra. Cuando esa puerta haya sido cerrada, ningún hombre podrá abrirla. Entonces ninguna persona podrá trabajar, así como el Señor nos advirtió. La oscuridad y la opresión espiritual serán tales que lo que es de carne y huesos quedará impotente.

Nuestras “fuerzas son pocas” el día de hoy; no tenemos gran fuerza, sino pocas fuerzas. Estamos aprendiendo a seguir la Palabra de Cristo y a exaltar Su nombre. Tomemos esas pocas fuerzas y usémoslas para seguir adelante hasta que nos volvamos fuertes en el Señor y en el poder de Su fortaleza.

La hora para el testimonio mundial es ahora. Clamemos a Dios hasta que nuestras pocas fuerzas crezcan a ser grandes fuerzas en el Señor y nos convirtamos en uno de los conquistadores de Dios.

Cristo nos ha aconsejado con respecto a los últimos días, diciendo, “así que los últimos serán primeros, y los primeros, últimos; porque muchos son llamados, mas pocos los escogidos” (Mateo 20:16). El Espíritu de Cristo en Daniel dijo, “mas el pueblo que conoce a su Dios se esforzará y actuará” (Daniel 11:32).

Voy a hacer que los de la sinagoga de Satanás, que dicen ser judíos pero que en realidad mienten, vayan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado. (Apocalipsis 3:9-NVI)

Hasta el día de hoy existen personas que dicen ser Cristianos, ser seguidores de Cristo, pero que en realidad son de la sinagoga de Satanás. Ellos se burlarán de nuestros intentos por regresar al discipulado de Cristo, a la espera paciente en el Espíritu Santo, diciendo que su éxito es tan obvio que es aparente que ellos están haciendo la voluntad de Dios.

Nosotros no debemos resistirnos a ellos ni debemos juzgarlos.

Cristo dice que el día llegará cuando tales profesores falsos adorarán a Dios a los pies de los santos verdaderos y confesarán que Cristo ama a esos santos.

Aparentar tener éxito espiritual es una cosa. Servir a Cristo realmente en justicia, santidad, y obediencia de conducta es otra cosa completamente diferente. Sirvamos a Cristo con sinceridad ya sea que aparentemos o no disfrutar de éxito según la opinión de los seres humanos.

Está por llegar la hora en que todo lo que ha sido susurrado al oído será proclamado desde los tejados. Aquello que se ha hecho en lo secreto se pondrá en exhibición para que todos lo vean. Después, todo individuo tendrá alabanza o culpa dependiendo de la condición de su corazón y de su vida según lo vea Cristo.

Ya que has guardado mi mandado de ser constante [has guardado la palabra de mi paciencia], yo por mi parte te guardaré de la hora de tentación, que vendrá sobre el mundo entero para poner a prueba a los que viven en la tierra. (Apocalipsis 3:10-NVI)

Observa la justicia del versículo anterior: conforme hemos guardado Su mandato de ser constantes, Él nos “guardará” de la hora de tentación, del pecado que abundará en la tierra cuando la maldad llegue a la madurez.

Jesús dijo algo paralelo a Apocalipsis 3:10 y presentó lo que nosotros creemos que es su significado, en la siguiente declaración:

No te pido que los quites del mundo, sino que los protejas del maligno. (Juan 17:15-NVI)

El término Griego para la palabra “guardar”, en Apocalipsis 3:10, es teeREEso. El término Griego para la palabra “proteger”, en Juan 17:15, es teeREEsees. La terminación cambia porque uno es “Yo te guardaré” y el otro es “que los protejas”. Pero es el mismo término.

Lo que Jesús quiere decir en Apocalipsis 3:10, Él lo explica en Juan 17:15. En ambos casos, el Apóstol Juan registró el mensaje.

No es la voluntad de Cristo que seamos quitados del mundo sino que seamos protegidos, o guardados, del maligno. En Apocalipsis 3:10, somos guardados de la maldad de “la hora de tentación”. La palabra para “tentación” es usada en el Padre Nuestro, “No nos dejes caer en tentación”.

El problema con el reino del Anticristo, en cuanto a los santos se refiere, no es tanto en el área del sufrimiento sino en el área de la tentación de pecar. En muchos casos Satanás puede vencer a un creyente más fácilmente por medio del pecado que por el sufrimiento.

Lo que atrapará y engañará en los últimos días será el permiso para el desorden y el amor por lo material. Numerosos Cristianos ya han tenido su vitalidad espiritual destruida por su participación en las culturas malvadas y ricas de nuestros días. Los creyentes están siendo vencidos por el pecado, por lujos físicos, por inmoralidades sexuales, por codicia, por descuidar su salvación al comer, beber, comprar, vender, casarse, y dar en matrimonio-por lo que se ocupa normalmente la civilización.

Al mundo de Noé y a las ciudades de Sodoma y Gomorra, el juicio Divino los atrapó desprevenidos debido a la maldad y al materialismo.

En la mayoría de los casos, Dios no nos libera de la tentación llevándonos al Cielo, aunque a veces podríamos desear que Él lo hiciera. Más bien, Dios nos da un medio de escape para que nosotros podamos triunfar a través de la prueba en cuestión. Dios nos guarda en medio de la tentación.

Cuando recordamos a Israel en Gosén, a Jeremías en el calabozo, a Sadrac, Mesac, y Abed-nego en el horno de fuego, a Daniel en el foso de los leones, nos damos cuenta que Dios sí puede, y quiere, liberarnos de toda prueba si somos firmes en nuestra confianza y esperanza en Jesús. Dios proporciona una manera para escapar.

Algunos de los santos mayores te podrán dar testimonio que la manera en que Dios hace las cosas es ayudándonos a vencer toda dificultad por medio de Él. A veces el Señor permite que permanezcamos en circunstancias difíciles hasta que logremos la victoria por medio de Su fidelidad y gloria. Cuando logramos la victoria Él nos quita del conflicto o quita el conflicto de nosotros, como indique Su plan. ¿Te has dado cuenta de que esta es la manera en que Dios trabaja?

La promesa y la Gloria de Dios son llevar al santo a través de aguas profundas y de pruebas difíciles y guardarlo libre de todo daño espiritual (y a veces de todo daño físico también). Esta es la manera en que Dios hace las cosas. Logramos la victoria en el lugar en donde nos encontremos.

Nosotros creemos que la hora de tentación, de maldad, ya está sobre nosotros en sus primeras etapas. Todo santo que siga a Cristo con corazón firme tendrá seguridad espiritual, y frecuentemente también seguridad física como la tuvieron Elías y Eliseo, sin importar qué esté sucediendo en el mundo.

Debemos guarda la Palabra de paciencia de Cristo. En el reino de la paciencia es donde se presentan algunas de las pruebas más difíciles, donde surgen algunas de las batallas más tremendas, y en donde algunas de las victorias más gloriosas son ganadas.

Si continuamos atentos y alertas vigilando en oración, parados firmes en Cristo en contra de toda tentación y peligro que se nos acerque, el Señor Jesús nos dará un medio por el cual podremos librarnos y escapar de todas estas cosas que sucederán sobre la tierra. Nosotros sobreviviremos y al final podremos presentarnos con triunfo absoluto ante la Presencia del Hijo del Hombre (Lucas 21:36).

La venida del Señor está cerca de la iglesia de Filadelfia.

Vengo pronto. Aférrate a lo que tienes, para que nadie te quite la corona. (Apocalipsis 3:11-NVI)

Ya a estas alturas el conquistador ha logrado muchos de los atributos de la primera resurrección de entre los muertos. Él ha estado siguiendo hacia adelante hacia el Reino de Dios, y ha tomado paciente y diligentemente el Reino. Él ha recibido la corona de vida. Cuando el Señor regrese, los logros que ya se han estado tejiendo en su personalidad, serán revelados para que todos lo puedan contemplar.

Pero, como frecuentemente es el caso cuando personas se están esforzando por dominar, existen muchos competidores que aspiran al asiento de poder. Por esto, el conquistador debe estar listo para “aferrarse” a lo que ha obtenido hasta ahora. De otra manera, alguna persona (a veces una esposa o esposo) llegará, y con intriga y persuasión le robará al santo su corona, su herencia en el Señor.

Nosotros podemos perder nuestra corona escuchando a alguien que esté buscando alejar nuestra vista del Señor. También podemos perder nuestra corona al no ser diligentes, como en el caso del individuo que enterró su moneda de oro en lugar de haberla puesto en el banco donde recibiría intereses. En este caso la moneda de oro (la corona) le fue quitada a la persona floja y descuidada y dada a una persona más diligente.

Si queremos reinar con Cristo, debemos estar siempre listos para enfrentar, en el Señor, toda oposición. Puntos tremendos están en juego. Se está acercando la Batalla de Armagedón en donde Cristo destruirá al Anticristo y asumirá la soberanía sobre la tierra y su gente-que es Su herencia por decreto.

Aquellos que quieran cabalgar con Cristo en el Día del Señor deberán ser santos de conducta justa y recta-verdadera, fiel, paciente, y fuerte en la fuerza del Señor. Aquí no hay lugar para el creyente tonto que está dispuesto a dejarse robar su corona.

Habiendo competido hasta estas alturas de la carrera, estemos firmes en Cristo. Quizá nos lleguen muchas personas que nos quieran engañar. Si nos mantenemos firmes en la oración y en la Palabra escrita de Dios, los engañadores pronto se verán expuestos por lo que son. Mientras tanto, nosotros estaremos morando en nuestro maravilloso Señor Cristo Jesús y en la paz y el gozo que habremos logrado al seguir adelante a través de todos los obstáculos para poder conquistar en Él.

La hora en que estamos viviendo es de ministerio, de lograr la autoridad y el poder en Cristo, de crecimiento personal en la imagen de Cristo, de morar en Cristo. Sigamos vigorosamente cada puerta abierta que Cristo ponga frente a nosotros. Presentémonos para servir en el viñedo del Señor. También seamos diligentes con respecto al cambio de dominio adentro de nuestra propia personalidad en donde el rey “yo” es quitado del trono y el Rey Jesús asume Su autoridad legítima sobre nosotros.

Nosotros no podemos reinar con Cristo hasta que Cristo reine en nosotros.

¡Aférrate! ¡Aférrate! ¡Aférrate en Cristo! Al hacerlo poseerás tu alma y avanzarás hacia adelante y hacia arriba hasta que estés victorioso en la Presencia del Hijo del Hombre.

Ahora llegamos a la recompensa que se le dará al conquistador de Filadelfia: la iglesia del santo, la iglesia del verdadero, la iglesia que posee el poder para atar y liberar, para cerrar y abrir, la iglesia que ha guardado la Palabra de Cristo de ser constante, y que no ha renegado de Su nombre.

Al que salga vencedor lo haré columna del templo de mi Dios, y ya no saldrá jamás de allí. Sobre él grabaré el nombre de mi Dios y el nombre de la nueva Jerusalén, ciudad de mi Dios, la que baja del cielo de parte de mi Dios; y también grabaré sobre él mi nombre nuevo. (Apocalipsis 3:12-NVI)

El versículo anterior cobró vida para nosotros hace casi cincuenta años. Durante los años intermedios se ha mantenido tan maravilloso e inspirador como cuando fue descubierto por primera vez.

Existen unos cuantos versículos en las Escrituras que han encendido nuestras esperanzas y deseos al mismo grado que Apocalipsis 3:12. Confiamos en que este versículo inspirará a todos los que lean estas líneas para que echen a un lado todas sus demás metas y sigan la promesa de ser convertido en una columna en el Templo eterno de Dios.

Una vez que esta meta haya sido alcanzada el destino del creyente se ha establecido para siempre. “Y ya no saldrá jamás de allí.”

El Templo de Dios es la Iglesia, el Cuerpo de Cristo, la nueva Jerusalén, la Esposa del Cordero.

En él todo el edificio, bien armado, se va levantando para llegar a ser un templo santo en el Señor. En él también ustedes son edificados juntamente para ser morada de Dios por su Espíritu. (Efesios 2: 21, 22-NVI)

El siempre paciente trabajo de Dios en nosotros, y sobre nosotros, tiene el propósito de hacernos “morada de Dios por Su Espíritu”.

Eran cinco las columnas que sostenían la puerta de la Tienda de Reunión y cuatro columnas las que sostenían el velo que separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo. También había columnas sosteniendo la puerta que conducía al Atrio y columnas de las que colgaban cortinas de lino alrededor del Atrio.

Las columnas eran una parte importante de la Tienda de Reunión.

Es obvio que las columnas eran una parte integral e inseparable de la estructura. Si una columna hubiera faltado, toda la Tienda hubiera quedado en desorden. El simbolismo, la simetría, y la fortaleza hubieran sido destruidos. La Tienda no hubiera servido como sombra de la verdadera Tienda del Cielo. Ya no hubiera sido un refugio apropiado para los sacerdotes ni para los artículos santos, como el Candelabro y el Arca del Pacto.

Quítale una columna a la Tienda de Reunión y todo el edificio estaría en ruinas.

Lo mismo sucede en el Templo eterno de Dios, en el Cuerpo de Cristo. Cada columna es una parte integral e inseparable de la estructura. Si una columna es dañada de cualquier forma, o si es quitada de su lugar, la casa de Dios quedaría en desorden. La perfección, la fuerza, y la operación de todo el Templo de Dios serían destruidos.

¡Así de importante es un conquistador en el Reino de Dios!

Esto es lo que Jesús quiso decir por la declaración “los últimos serán los primeros”. En los últimos días, en los días de la iglesia de Filadelfia por así decirlo, Dios establecerá columnas en Su Templo. El resto de la Iglesia será sostenido por estas columnas. Por esto es necesario que las “columnas” de Dios sean creadas y puestas con extremada precaución.

Si Dios te ha escogido para que seas una columna en Su Templo eterno te probará minuciosamente. No esperes poder seguir tus propios caminos y también cumplir con tu llamado en el Reino. Tu llamado es grande, por eso debes ser llevado a lo más bajo en el mundo. Dios es fiel y te llevará a la perfección y a tu lugar establecido. Tu parte consiste en no rendirte cuando el camino se vuelve difícil.

Conforme estamos conquistando en Cristo estamos siendo creados una columna en el Templo de Dios. Tan pronto como esa obra en nosotros haya sido completada entonces nuestro destino eterno estará establecido. No podremos ser cambiados ni quitados sin afectar el Templo. Nosotros somos construidos por el Señor y puestos en nuestra posición.

Ahí estaremos por siempre.

“Y ya no saldrá jamás de allí.” Cristo posee el poder de presencias múltiples. Él está a la derecha del Padre. Sin embargo, por medio del Espíritu Santo, Él puede estar en todas partes al mismo tiempo.

Parece ser que Dios no se mueve de Su trono en el Cielo; sin embargo, se encuentra en todas partes al mismo tiempo. Además, Él envía a Sus ángeles o a Su Espíritu Santo a misiones a lugares específicos.

Nosotros estamos siendo creados en la imagen de Dios. Conforme crecemos en vida de resurrección estamos siendo llevados al seno del Padre. Su amor nos acoge y nos asegura un lugar en Su Presencia Divina para siempre.

Dios nunca, nunca permitirá que nos alejemos de Su lado. Nosotros “ya no saldremos jamás de allí” pero podremos ministrar por medio del Espíritu Santo como Jesús lo hace ahora. Cuando el Señor regrese llegaremos a comprender exactamente cómo funcionará esto.

“Sobre él grabaré el nombre de mi Dios.” En cuanto el nombre de Dios haya sido grabado sobre nosotros, en ese momento, cada uno de nosotros le pertenecerá para toda la eternidad. A dondequiera que vayamos por toda la creación seremos conocidos como los que le pertenecen a Dios y son una parte integral de Él.

Nosotros comprendemos por la oración de Jesús en el Evangelio de Juan, Capítulo 17 que estamos tratando de alcanzar la perfección en la unidad con Dios-una parte eternamente inseparable de la Plenitud de Su Ser.

Yo en ellos y tú en mí. Permite que alcancen la perfección en la unidad, y así el mundo reconozca que tú me enviaste y que los has amado a ellos tal como me has amado a mí. (Juan 17:23-NVI)

“El nombre de la nueva Jerusalén, ciudad de mi Dios, la que baja del cielo de parte de mi Dios.” El título Jerusalén será grabado permanentemente sobre el conquistador. Esto es porque él será parte de la estructura de la nueva Jerusalén.

La nueva Jerusalén es mucho más que una ciudad según nuestro entendimiento de las características de una ciudad de la tierra. La nueva Jerusalén es la Esposa del Cordero. La nueva Jerusalén es una ciudad viviente. Sus adornos son las virtudes que han sido formadas en los santos por medio del sufrimiento, por el calor y la presión intensa, y por la espera paciente de la liberación que sólo llega del Señor.

A dondequiera que el conquistador vaya-es la nueva Jerusalén la que está yendo. Cuando las criaturas de Dios contemplen a uno de los conquistadores de Dios, ellos estarán viendo a la Jerusalén bajando desde el Cielo del Padre. La gente de la tierra reconocerá a cada uno de los santos como posesión del Señor.

Ante ti vendrán a inclinarse los hijos de tus opresores; todos los que te desprecian se postrarán a tus pies, y te llamarán “Ciudad del SEÑOR”, “Sión del Santo de Israel”. (Isaías 60:14-NVI)
Pero a ustedes los llamarán sacerdotes del SEÑOR; les dirán ministros de nuestro Dios. Se alimentarán de las riquezas de las naciones, y se jactarán de los tesoros de ellas. (Isaías 61:6-NVI)

“Grabaré sobre él mi nombre nuevo.” El nombre del Padre será grabado sobre el conquistador. El nombre de la ciudad santa, Jerusalén, será grabado sobre el conquistador. Además, el nombre nuevo de Cristo será grabado sobre él.

¿Cuál es el nombre nuevo de Cristo? No lo sabemos. Sin embargo, lo que sí sabemos es que conforme crecemos en el Señor Él se vuelve todo lo que necesitamos y deseamos.

Cuando comenzamos como Cristianos nuestro entendimiento de Cristo es que Él es el Hijo de Dios y también el Cordero sin mancha que fue sacrificado por nuestro pecado y que resucitó de entre los muertos por el poder del Espíritu de Dios.

Conforme seguimos adelante en nuestro viaje, descubrimos que Cristo es nuestra paz, nuestra sanidad, nuestra sabiduría, nuestra fortaleza, nuestro gozo, nuestra santificación, y todo lo demás de valor duradero. Poco a poco Él crece en nuestra visión hasta que se vuelve más grande que las galaxias del universo, hasta que reconocemos que la creación es sostenida por la Palabra de Su poder.

Más aun, Cristo crece en nuestra consciencia.

Comenzamos a entender que la Iglesia, el Cuerpo de Cristo, es la expresión universal de Cristo; que los dos mil años de la Era Cristiana, durante la cual Cristo está siendo formado en los creyentes, han tenido el propósito de magnificar la muerte y resurrección de Cristo en los miembros de Su Cuerpo.

Finalmente, nos damos cuenta de que Cristo “llena todo en todos”. Él ha crecido en nosotros y nuestra visión ha sido agrandada hasta que Él, quien en alguna ocasión fue visto como el tierno Maestro de Nazaret, ahora se ha convertido en todo lo que vale la pena en el universo.

Ahora sabemos que Dios tiene la intención de que toda la creación se convierta en un reflejo de la imagen y la gloria del Señor Cristo Jesús, y que nosotros viviremos y nos moveremos y tendremos nuestra existencia en Su voluntad y en Su Vida.

En Cristo habita la plenitud del Padre en forma corporal. Él es la Revelación visible del Dios invisible y-maravilla de maravillas-¡nosotros estamos siendo creados en Él como parte de esa revelación!

Nosotros estamos siendo creados parte de Su aparición, de Su resplandor. Cristo regresará no sólo con nosotros, sino también en nosotros. En aquel Día nos pareceremos a Cristo, pero todavía seremos nosotros. Nuestra personalidad estará en unión con la de Él de tal manera que apareceremos como Él y como nosotros-sin que ninguna de las personalidades sea confundida en cuanto a identidad.

Queridos hermanos, ahora somos hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que habremos de ser. Sabemos, sin embargo, que cuando Cristo venga seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como él es. (1 Juan 3:2-NVI)

Cuál es el nombre nuevo de Cristo no lo sabemos. Nuestro nombre nuevo representará el cambio en nuestro carácter que ha sido recreado y también revelará que le pertenecemos exclusivamente a Cristo.

Cristo nunca cambia en cuanto a Su Divinidad eterna. Por esto, quizá sea cierto que Su nombre nuevo no represente un cambio en Sí mismo sino un cambio en nuestra habilidad para comprenderlo y recibirlo.

Sin embargo, es verdad que un cambio de papel ocurrió cuando el Logos se volvió Hombre, habiendo nacido de María. Luego, después de sufrir terriblemente, el Ser obediente recibió del Padre toda autoridad en el Cielo y sobre la tierra. El Logos se volvió el Hombre, se volvió Cristo, se volvió Señor de todo. Quizá llegue a haber un mayor desarrollo y una mayor expansión de Cristo que resulte en un nombre nuevo.

El agrandamiento de nuestra habilidad para “ver” a Cristo, de hecho, todas las recompensas para el vencedor que se describen en Apocalipsis, Capítulos Dos y Tres, está siendo forjado en nosotros actualmente. Algunas de las recompensas quizá estén en una etapa muy temprana de desarrollo el día de hoy.

La experiencia final de coronación reservada para Su venida es la resurrección de nuestro cuerpo. Cuando eso suceda la obra de redención habrá sido terminada en nosotros y tendremos el resto de la eternidad para madurar en la imagen y el entendimiento del Señor Dios del Cielo.

Descubriremos en aquel Día que nuestro cuerpo nuevo es el reflejo del carácter y de la naturaleza moral que ahora está siendo perfeccionada en nosotros conforme demostramos nuestra voluntad (o falta de ella) para seguir al Señor a través de los diversos terrenos de conquista.

Cosecharemos lo que hayamos sembrado.

El que tenga oídos, que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. (Apocalipsis 3:13-NVI)

La Iglesia de Laodicea

Parece ser que el nombre de Laodicea significa “los derechos de la gente”. Laodicea es la iglesia de la apostasía, de la rebelión en contra de Dios sobre la que habló Pablo (2 Tesalonicenses 2:3).

La rebelión en contra de Dios rápidamente está madurando en la tierra. Antes de que Jesús regrese habrá desprecio por cualquier tipo de autoridad, y los “derechos de la gente” serán la consideración suprema para tomar todas las decisiones y para hacer todos los esfuerzos.

Los líderes de hoy tienen cuidado en presentar su deseo de dominio como algo que beneficia y libera a la humanidad. Mientras que en tiempos pasados los reyes no siempre se molestaban en esconder su deseo de gobernar a la gente, hoy en día todos los que quieren ser reyes deben tener cuidado de cultivar una opinión mundial favorable para que la gente considere que tienen motivos humanitarios.

Parece muy probable que el Anticristo se representará a sí mismo como el benefactor de “la gente”, como el líder que los guiará al cumplimiento de sus deseos y esperanzas. En cuanto el Anticristo haya esparcido exitosamente su mentira, entonces tomará su lugar en el Templo de Dios y declarará que él es Dios, así como hoy en día una persona puede gobernar a sus semejantes una vez de que los haya convencido de que está buscando su bienestar.

Los hombres y las mujeres se están volviendo amadores del placer más que amadores de Dios. No existe temor de Dios en sus corazones. Toda autoridad parece mala si evita que la gente pueda seguir sus deseos. Este estado de amor propio tiene su cumplimiento en la profecía del Apóstol Pablo:

Ahora bien, ten en cuenta que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. La gente estará llena de egoísmo y avaricia; serán jactanciosos, arrogantes, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, insensibles, implacables, calumniadores, libertinos, despiadados, enemigos de todo lo bueno, traicioneros, impetuosos, vanidosos y más amigos del placer que de Dios. (2 Timoteo 3:1-4-NVI)

Los miembros de la Iglesia de Laodicea quizá sean fundamentalistas en su doctrina Cristiana. Pero las filosofías del humanismo y de la democracia serán mezcladas sutilmente con la teología Cristiana. Los versículos de las Escrituras que hablan bien de la gente y que buscan su bienestar serán enfatizados. Los versículos que se refieran al sufrimiento que todos los santos verdaderos deben experimentar serán ignorados o desacreditados porque no parecen beneficiar a la gente.

La predicación “positiva” de nuestros días es precursora de la doctrina de las iglesias de Laodicea.

La iglesia de Laodicea, según lo entendemos nosotros, representa el espíritu de las iglesias Cristianas que estarán sobre la tierra durante el reinado del Anticristo y que serán toleradas por el Anticristo. Laodicea tendrá “la forma de divinidad” pero negará el poder de Dios.

Durante este mismo periodo, los santos, el remanente, los conquistadores, serán escondidos en las áreas desérticas de la tierra y serán nutridos por el Señor hasta su gloriosa aparición (Isaías 26:20).

Escribe al ángel de la iglesia de Laodicea: Esto dice el Amén, el testigo fiel y veraz [verdadero], el soberano de la creación de Dios: (Apocalipsis 3:14-NVI)

Cristo llega a Laodicea como el “Amén”, esto es, como el que mantiene constantemente las promesas de Dios. Cristo es nuestro Amén. Podemos tener confianza en todo lo que Dios nos ha prometido sobre toda situación.

La gran esperanza y doctrina de las iglesias de Laodicea será que la Palabra de Dios puede ser cambiada; que Cristo puede ser bajado al nivel de los simples humanos.

Quizá nosotros cambiemos, pero Dios y Cristo nunca cambiarán. Se establece por siempre en la personalidad de los verdaderos conquistadores que Cristo nunca, nunca cambia. Quienes ponen su confianza en Él no son consumidos ni destruidos sino que pasan de victoria en victoria. Nosotros siempre podemos depender confiadamente en lo que Dios ha escrito en Su Palabra sin importar la apariencia de nuestras circunstancias, ni el peligro que acecha en el horizonte, ni lo que la gente diga, ni lo que sintamos. Cristo es el Amén eterno de las promesas de Dios.

Cristo es el testigo “fiel”. Debemos comprender plenamente la fidelidad incambiable de Cristo si vamos a hacerle frente a las tribulaciones y tentaciones que están a la puerta. Cristo nunca nos fallará. Podemos depender totalmente en Cristo. Él llevará a la perfección aquello que le ha sido encomendado por el Padre.

Cualquier cosa que Cristo te haya prometido, ya sea por las Escrituras o por revelación personal, sucederá exactamente como Él lo ha dicho.

Cristo nunca cambia. El Cielo y la tierra pasarán pero ni una sola palabra dicha por Jesús jamás pasará-así de grande es Su autoridad, Su poder, y Su fidelidad. Podemos confiar en Cristo. Su nombre es Fiel.

Los conquistadores dependen tanto de la fidelidad incambiable de Cristo que si Él cambiara toda la existencia de los conquistadores quedaría sin sentido, fracasaría, y se desintegraría a la nada.

Si Cristo realmente es el testigo fiel y veraz de Dios, entonces el conquistador-de toda la gente de la tierra-está tras la vida más significativa, más exitosa, más inteligente, y más premiada posible.

El Señor Jesús es el “testigo veraz”. Han habido, hay ahora, y continuarán habiendo una multitud de maestros, líderes, y gobernadores de la humanidad. Todos son mentirosos. Cristo es el único Testigo veraz. Cristo es el único Maestro veraz. Cristo es el único Pastor veraz. Cristo es el único Líder veraz enviado por Dios. Cristo es el único Rey y Señor veraz de los hombres.

Todos los demás “libertadores” y “benefactores” son ladrones y mentirosos que buscan su propia gloria, su propio beneficio.

Cristo es el “principio de la creación de Dios.” Cristo es el Principio de las creaciones espirituales y físicas, el Principio del Reino de Dios, el Principio de todo.

Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación, porque por medio de él fueron creadas todas las cosas en el cielo y en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos, poderes, principados o autoridades: todo ha sido creado por medio de él y para él. Él es anterior a todas las cosas, que por medio de él forman un todo coherente. (Colosenses 1:15-17-NVI)

La primera creación, espiritual y física, existió por medio de Cristo. La segunda creación, el Reino de Dios, comenzó cuando Cristo resucitó de entre los muertos.

Él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia. Él es el principio, el primogénito de la resurrección, para ser en todo el primero. Porque a Dios le agradó habitar en él con toda su plenitud. (Colosenses 1:18, 19-NVI)

El Señor Cristo Jesús es la Palabra desde la eternidad que estaba con Dios y que era Dios. Todas las cosas fueron creadas por medio de Él. Además de la creación anterior ahora ha surgido una creación nueva-el Reino de Dios. El Reino de Dios surgió cuando Cristo resucitó de entre los muertos, cuando derramó al Espíritu Santo sobre Sus discípulos, y cuando les dio de comer de Su cuerpo y de beber de Su sangre.

Cuando Cristo murió, la creación vieja murió. Cuando Cristo resucitó, la creación nueva de Dios, el volver visible al Dios invisible, la nueva Jerusalén, el Tabernáculo eterno de Dios, resucitó de entre los muertos. Él-Cristo-es el principio de la creación nueva y la fuente de todo lo que la creación nueva es. Cristo es la creación nueva y la creación nueva es una expresión universal de la Gloria que es Cristo.

La iglesia de Laodicea que está totalmente ocupada con “los derechos de la gente” no aceptará que Cristo es el Amén, ni el fiel, ni el testigo veraz, ni el principio de la creación de Dios. Más bien se preocupará con lo maravillosas que son las personas. La iglesia de Laodicea será la idólatra más grande de todos los tiempos porque alabará y adorará a la criatura en lugar de al Creador.

El conquistador está ocupado con lo maravilloso que es Jesús.

¿Acaso podemos ver hoy en día esta tendencia mientras que todavía estamos en la iglesia de Filadelfia? ¿Podemos ver la era del amor a uno mismo que está apareciendo en el horizonte del mundo espiritual? Su espantoso florecimiento está apareciendo por todos lados.

Conozco tus obras; sé que no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras lo uno o lo otro! (Apocalipsis 3:15-NVI)

“Conozco tus obras; sé que no eres ni frío ni caliente.” El Anticristo no intentará cerrar las iglesias Cristianas. Él tendrá sabiduría satánica y comprenderá que la manera más efectiva para destruir a un Cristiano es apelar a su sentido de moralidad y de buenas obras y pretender admirarlas, y luego suavemente y con astucia alejar al Cristiano de su estado de separación a Cristo y de su comunión con el Espíritu Santo.

Si Satanás persiguiera al pueblo de Dios, éste se volvería fuerte en el Señor porque reconocería al enemigo y lo resistiría. La persecución es una táctica tonta para usar con el pueblo de Dios. Perseguir a los Cristianos ventila la ira de Satanás, pero no logra su meta de quitar a los santos de estar bajo la soberanía de Cristo.

El método más efectivo para destruir a los santos es tentarlos con los deseos de su naturaleza pecaminosa, razonando con ellos al mismo tiempo lo maravillosas que son las personas, y cómo el bienestar de los seres humanos debería ser la preocupación de Dios y de las iglesias.

Debido a que el pueblo de Dios es como las ovejas, éste fácilmente se descarría. Esta es la razón por la que el Señor Jesús les advirtió a los elegidos con respecto a la decepción (Mateo 24:4).

En nuestro día, nosotros podemos observar que Satanás está usando efectivamente la táctica de la persuasión amistosa porque atrae los deseos naturales de la gente a que sean felices y que estén cómodos. El Evangelio de Cristo está siendo presentado como una fuerza positiva que ayuda a las personas a llevar mejores vidas, a tener matrimonios más fuertes, a obtener salud física y emocional, y a prosperar en riqueza material.

Es verdad que el Evangelio de Cristo nos hace mejores personas y más fuertes y que somos bendecidos en todas nuestras circunstancias. Sin embargo, la definición de mejor y más fuerte, y la naturaleza de la bendición, es definida por el Señor y no por nosotros. Dios hace lo que le place con los santos. En muchas ocasiones no comprendemos lo que está sucediendo en nuestras vidas. Parecemos estar debilitándonos en lugar de fortaleciéndonos, y parecemos estar peor en lugar de mejor. La bendición puede ser difícil de comprender y espiritual en lugar de material.

El Evangelio de Cristo ciertamente es una fuerza positiva que nos ayuda a vivir una vida mejor en este mundo. Pero la vida “mejor” es una de arrepentimiento, de obediencia al Señor Cristo Jesús portando nuestra cruz; no “mejor” según el entendimiento humano. A veces este concepto es omitido en las predicaciones de hoy en día.

Cristo no debe ser utilizado como el medio por el cual obtenemos lo que deseamos en este mundo ni en ningún otro mundo. Cristo es una Persona a quien debemos ofrecer obediencia amorosa-hasta el punto de la muerte física si es necesario.

Las palabras de Cristo a los conquistadores de las siete iglesias de Asia no son fórmulas por las cuales una multitud de imitadores de Jesús van a ser creados. Las palabras a los conquistadores son el llamado del Novio a la Novia.

El Padre no tiene el deseo de crear a muchos cristos. Sólo existe un solo Señor Cristo Jesús. El Padre está buscando engrandecer la única Vid verdadera. Nosotros nos estamos convirtiendo en ramas de Él. Nos estamos volviendo una parte de Él. No somos muchos cristos; más bien, pertenecemos a Cristo. Existe un abismo que no se puede cruzar entre el concepto de la creación de muchos santos sobresalientes y el concepto del agrandamiento del único Conquistador Divino. El último es el que es de Dios.

Si a los santos no se les enseña que pasarán por muchas pruebas y dificultades, no estarán preparados para la disciplina que se administra a todo hijo de Dios.

Y ya han olvidado por completo las palabras de aliento que como a hijos se les dirige: “Hijo mío, no tomes a la ligera la disciplina del Señor ni te desanimes cuando te reprenda, porque el Señor disciplina a los que ama, y azota a todo el que recibe como hijo”. (Hebreos 12:5-6-NVI)

La gente amadora de sí misma de Laodicea adoptará la parte del Evangelio que apoye su mejoramiento y comodidad en este mundo. Rechazará la parte del Evangelio que trata con el sacrificio y la perseverancia que debemos soportar durante las pruebas. Por esto, no está calificada para participar en la primera resurrección de entre los muertos.

Los “Cristianos” de Laodicea no son ni fríos ni calientes. Ellos están demasiado ocupados con sus comodidades y placeres para tener opiniones fuertes de cualquier tema a excepción del tema de su propia carnalidad. Ellos no pelearán en contra de Cristo. Tampoco se negarán a sí mismos y cargarán con su cruz.

Cristo les dice a ellos, “¡Ojalá fueras lo uno o lo otro!“. Cristo desea que lo rechacemos completamente o que lo aceptemos con todo nuestro corazón. Intentar usar a Cristo para nuestro mejoramiento mientras mantenemos nuestro corazón cerrado a Él le causa náusea.

Por tanto, como no eres ni frío ni caliente, sino tibio, estoy por vomitarte de mi boca. (Apocalipsis 3:16-NVI)

La salvación Cristiana no debe ser predicada como una manera de ayudar a la gente a llevar mejores vidas sino la manera de escapar de la ira que vendrá.

Debido a que la iglesia durante el reinado del Anticristo (y la iglesia de nuestros días si tenemos las mismas características) es tibia, sin rechazar ni aceptar el señorío absoluto de Cristo, Cristo la escupirá de Su boca. Es insípida, nauseabunda, desagradable, y asquerosa para Aquel que gritó angustiadamente en Getsemaní y que soportó el dolor y la burla de la cruz en Gólgota.

Existe una cruz en lo alto del edificio de la iglesia de Laodicea. Las bancas están llenas de personas los Domingos por la mañana. El coro canta, “Hacia Adelante Soldados Cristianos”. La congregación responde leyendo del Salmo de David. El ministro abre la Biblia.

Todo es insípido, nauseabundo, desagradable, y asqueroso para Aquel que sufrió en Getsemaní. Los cuerpos de las personas están en la iglesia el Domingo por la mañana pero sus corazones están lejos de Dios.

Cristo sostiene a los espíritus de las siete iglesias en la mano derecha de Su majestuosidad y autoridad. Él tiene a los “Cristianos” de Laodicea en Su boca junto con la aguda espada de dos filos. La asamblea está en la boca de Cristo.

Su sabor es desagradable. “Los derechos de la gente” junto con la inevitable (cuando las personas son el tema central) falta de discipulado intenso y de fervor espiritual, no es un “alimento” que Cristo se tragará. Más bien, le es asqueroso.

Dices: “Soy rico; me he enriquecido y no me hace falta nada”; pero no te das cuenta de que el infeliz y miserable, el pobre, ciego y desnudo eres tu. (Apocalipsis 3:17-NVI)

La iglesia de Laodicea clama: “Soy rico; me he enriquecido y no me hace falta nada”. Esto nos informa que el Anticristo, en su sabiduría y habilidad política satánica, apoyará la construcción de edificios para iglesias costosas y complicadas.

Los “creyentes” estarán convencidos de que el Anticristo realmente es hombre de Dios. Mirarán la estructura física del edificio de la iglesia (como algunos lo hacen hoy en día) como evidencia de la bendición de Cristo, así como los discípulos pensaron que Cristo notaría la Gloria de Dios en el Templo de Herodes (Mateo 21:1, 2)

Los creyentes de Laodicea son adoradores de ladrillo y cemento. Sus ídolos religiosos serán destruidos cuando Cristo aparezca así como fue destruido el Templo de Herodes.

El “edificio” por el cual el Padre está preocupado es el corazón del santo.

El creyente de Laodicea es “infeliz” o desventurado porque no tiene a Cristo ni tiene esperanza e ignora este hecho. Es “miserable” porque es esclavo del dios de este mundo actual. El área espiritual de su personalidad es débil, superficial, y no posee profundidad en el amor de Dios.

¿Alguna vez has notado que la gente del mundo amontona mucho dinero, bienes materiales, y toda forma de entretenimiento, y aún así permanece infeliz y miserable porque no hay paz ni gozo en su corazón?

La gente de este mundo es nerviosa, ansiosa, irritable, inconforme, y frecuentemente exhibe maldad. Su vida es insípida y un engaño. Algunas veces llegan a darse cuenta de esto. Ciertamente, la vida del transgresor es difícil.

El creyente de Laodicea es “pobre”. El Anticristo será muy cuidadoso y se asegurará que el “Cristiano” tenga seguridad económica desde su nacimiento hasta su muerte, que la gente ya no tenga necesidad de alimento, de vestido, de techo, ni de entretenimiento. Sin embargo, la persona de Laodicea es pobre porque no posee las riquezas del Reino de Dios.

Los placeres materiales a los que el Cristiano de Laodicea se está aferrando se están muriendo al mismo tiempo que los está “disfrutando”. Pero el conquistador se está acercando hacia la posesión de todas las cosas.

Hoy en día escuchamos a los jóvenes de las naciones prósperas hablar sobre el hedonismo, el existencialismo, y el nihilismo. Existe un sentimiento de desesperación, de inutilidad, y de frustración. Su actitud es la de, “Come, bebe, y sé feliz porque vivimos hoy y morimos mañana”.

Mientras tanto, el conquistador está ascendiendo al trono del universo.

El miembro de la iglesia de Laodicea, el individuo que hace hincapié en los derechos de la gente en lugar de en la voluntad de Dios, está “ciego”. Está ciego y muerto ya que no posee ni la luz ni la vida de Cristo. Él está ciego porque no puede ver las cosas del Espíritu. Él está muerto porque está viviendo bajo el placer material en lugar de bajo el Espíritu de Dios.

Se encontrará desprevenido cuando Cristo aparezca y será echado a las tinieblas de afuera porque no sabía la hora de la aparición de su Señor. Será sorprendido porque estará morando en la oscuridad. Él es un hijo de las tinieblas y será asignado a las tinieblas eternas.

El creyente que “ve” en el mundo actual está ciego al Reino de Dios. El creyente que prefiere estar “ciego” a las cosas de este mundo comienza a contemplar la gloria de Cristo. Él llega a conocer la mente del Espíritu de Dios.

El creyente de Laodicea está “desnudo”. No está vestido con la Presencia ni con el poder de Cristo. Cuando el Señor Jesús venga, la persona de Laodicea intentará esconderse, como lo hicieron Adán y Eva, porque estará espiritualmente desnuda. Correrá de la luz de Cristo debido a la vergüenza que le ocasiona su desnudez.

El conquistador, por el otro lado, estará vestido hermosamente en las acciones de justicia que han sido creadas en él por medio de la virtud de Cristo-virtud que le ha sido dada conforme ha buscado al Señor sinceramente. Correrá hacia la luz para que sus acciones manifiesten claramente que han sido efectuadas en Dios.

Ahora Cristo le habla al santo, al conquistador, a aquel que a pesar de estar en Laodicea desea ser un verdadero discípulo de Jesús:

Por eso te aconsejo que de mí compres oro refinado por el fuego, para que te hagas rico; ropas blancas para que te vistas y cubras tu vergonzosa desnudez; y colirio para que te lo pongas en los ojos y recobres la vista. (Apocalipsis 3:18-NVI)

El santo de Laodicea tendrá muchas oportunidades de comprar “oro refinado por el fuego”. En cuanto comience a oponérsele al Anticristo sufrirá dificultades económicas. Se le negarán las comodidades de la vida y el bienestar tanto de él como de sus seres queridos se verá amenazada.

Su fe en la Palabra de Dios se pondrá a prueba. Se le requerirá que huya al desierto con el verdadero pueblo del Señor para aprender a vivir por la fe. Su fe-su “oro”-¡será refinado, refinado, y refinado en el fuego de la tentación, de la persecución, y de la tribulación!

Cuando su fe haya sido purificada por el fuego valdrá infinitamente más que todo el oro que le pueda dar el Anticristo.

El Cristiano de Laodicea debe ir a Cristo para comprar “ropas blancas”. Esto significa que debe obtener la gracia y la virtud de Cristo para que pueda conducirse con justicia, con rectitud, con santidad, y con obediencia a Dios.

Cuando actuamos, hablamos, y pensamos con maldad, con impureza, y con desobediencia a Dios estamos desnudos ante los ojos de Dios. Si confesamos nuestros pecados y nos arrepentimos, el Señor nos perdonará nuestros pecados y nos purificará de toda impureza.

Dios nos viste con justicia-la justicia contenida en la sangre de Cristo. Después, debemos someternos a Dios, y resistir al diablo cuando nos tiente a pecar. Así es como “compramos” de Cristo la conducta santa que son las ropas del conquistador.

El conquistador de Laodicea debe comprar “colirio para los ojos” para que “recobre la vista”. El “colirio” es el Espíritu Santo. Si el Espíritu Santo no unge nuestros ojos no podemos ver ni seguir a Cristo.

Cuando “vemos” por la luz del mundo actual estamos ciegos al Reino de Dios. Cuando el Espíritu Santo unge nuestra vista nos volvemos “ciegos” a las filosofías, a los valores, y a los deseos del mundo y contemplamos la Gloria de Dios en Cristo.

Es necesario que nosotros, en el día en que vivimos, pongamos menos atención al sistema de comunicaciones del mundo y más atención a la oración y a la Palabra de Dios.

Quizá en tiempos pasados podíamos beneficiarnos de los conocimientos del mundo. Ahora nos damos cuenta de que el Espíritu de Dios y el espíritu del mundo están en cursos tan separados y tan opuestos el uno del otro que o comprendemos al mundo y hacemos concesiones con la Palabra escrita de Dios o vemos y escuchamos al Espíritu de Dios e ignoramos en gran parte al mundo mientras que éste sigue su rumbo hacia el juicio y la destrucción certera.

O estamos viendo lo que Cristo está viendo o estamos viendo lo que el Anticristo está viendo y lo que desea que veamos. Existe una batalla hoy en día por nuestra mente. Tengamos nuestra mente protegida y renovada en el Espíritu y en la Palabra de Dios para que no seamos cambiados a la imagen de este mundo actual sino que seamos transformados al grado de poder saber la voluntad de Dios y de poder hacerla.

Yo reprendo y disciplino a todos los que amo. Por lo tanto, sé fervoroso y arrepiéntete. (Apocalipsis 3:19-NVI)

No comprendemos para nada a Cristo si estamos bajo la impresión de que Él existe para nuestro placer y que el Nuevo Testamento es un grupo de principios espirituales por los cuales podemos ser felices y exitosos en el mundo. Este modo de pensar es del Anticristo y caracteriza a Laodicea-los derechos de la gente.

Cristo reprende a cada persona que ama. ¿Te ha reprendido el Señor?

¿Puedes imaginarte al Señor reprendiéndote? Él reprende, en muchas ocasiones, por medio de las circunstancias.

Tus pruebas de fuego no son (como muchos suponen) el diablo abusando de ti. Ni tampoco estos sufrimientos son de mala suerte, ni un descuido por parte de Dios. Tu dolor probablemente sea, si eres un creyente sincero, la reprensión y la disciplina del Señor sobre tu carnalidad, sobre tu alma, y sobre tu espíritu para que puedas ser parte de Su santidad.

A todo santo que el Señor recibe, Él lo disciplina. Si no has sido disciplinado, todavía no ha sido tu turno. No intentes disciplinarte a ti mismo. Regocíjate en el Señor todo el tiempo. Agradécele Su bondad hacia ti y bendice Su nombre.

Cuando las pruebas de fuego lleguen a tu vida, no las consideres como un suceso extraño, innecesario y fuera de las Escrituras. Son el amor de Dios actuando para tu beneficio.

Uno de los errores actuales más dañinos es la idea que los Cristianos no deben sufrir. Esta doctrina no es bíblica. Ha venido del Anticristo. Quienes no aman la verdad han sido engañados por esta doctrina.

Cristo disciplina a quienes Él ama.

Cuando somos disciplinados debemos “arrepentirnos”, esto es, debemos voltearnos y caminar en la dirección hacia la que nos está dirigiendo el Espíritu Santo. Cada uno de nosotros que comenzamos en el camino de la redención tiene numerosas lecciones que aprender, muchas experiencias que enfrentar, una multitud de bendiciones que recibir. Nos regocijamos porque la gracia de Cristo es suficiente para cada situación.

El Señor nos disciplina para que podamos ser parte de Su santidad.

¡Alabado sea el Señor por Su bondad y por las obras maravillosas que hace para los hijos de los hombres!

Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo. (Apocalipsis 3:20-NVI)

¿Acaso existe alguna promesa más maravillosa que esta?

Mientras la gente está preocupada por sus derechos, por sus comodidades, y por su entretenimiento el Señor Jesús se para ante la puerta de su corazón y toca suavemente. Él toca. Toca. Luego, Él habla suavemente. Él podría, si así lo deseara, abrir la puerta a la fuerza por el poder de Su Palabra.

Cristo suavemente, pacientemente, toca y habla.

Nosotros sentimos cuando toca. Escuchamos Su voz. Poseemos el increíble poder para mantener la puerta cerrada por toda la eternidad o para abrírsela a Él.

No existe ninguna otra imagen que manifieste tan perfectamente el amor, la compasión, y la gentileza del Señor Cristo Jesús como la de que Él esté parado pacientemente, tocando amablemente, llamando suavemente, a la puerta de nuestro corazón.

No existe ninguna otra ilustración más trágica sobre el lienzo de la humanidad como la de un ser humano rechazando abrir su corazón a su Creador.

No existe ninguna oportunidad más grande en toda la existencia del hombre como la de poder permitirle a Cristo que entre a su personalidad y que se vuelva uno con él.

Quizá sería mejor para nosotros si Él entrara a la fuerza a nuestra vida y nos obligara a servirle hasta que pudiéramos entender lo deseado que en realidad es lo que Él nos está ofreciendo.

Hacer las cosas a la fuerza no es como el Padre hace las cosas. Dios opera en este momento en amor y gentileza. O respondemos en amor y gozo a nuestro Señor, permitiéndole acceso completo a nuestra vida, o lo alejamos para que podamos seguir nuestros propios deseos.

La invitación para nosotros está esperando ahora. Mañana se habrá ido para siempre.

Si podemos escuchar Su voz por encima de la confusión clamorosa con la que Satanás intenta echar fuera la voz de Cristo y la voz de nuestra conciencia, y luego escogemos abrirle la puerta a nuestro corazón, Él entrará a nuestra personalidad. Él cenará con nosotros y nosotros con Él la Vida de Dios, que es el cuerpo y la sangre de Cristo.

Satanás intenta convencernos (como lo hizo con Eva) que si recibimos a Cristo perderemos todo lo que es deseable y seremos infelices todos nuestros días. En realidad, lo opuesto es cierto. Si negamos a Cristo, obedeciendo la voz del enemigo de nuestras almas, ciertamente nos cerraremos a todo lo que es deseable (como lo hizo Eva) y seremos infelices por toda la eternidad-en esta vida y durante toda la vida que vendrá.

Si recibimos al Señor, Él cena con nosotros y nosotros con Él. Es una fiesta de amor, un banquete que dura todo el día. A media noche hay un festejo, como el de Pablo y Silas cuando estuvieron recluidos en la prisión de Filipos. Cristo nos pone una mesa suntuosa en la presencia de nuestros enemigos.

Cuando le permitimos a Cristo que entre en nuestros corazones no tenemos necesidad de ninguna cosa buena. Él suple todas nuestras necesidades. La actitud de las personas de Laodicea hacia la necesidad de atender los deseos de la gente es una mentira grotesca porque nos promete que si rechazamos las exigencias de Cristo y nos complacemos a nosotros mismos, todo placer será nuestro.

De hecho, lo contrario es cierto. Si mantenemos la puerta de nuestro corazón cerrada a Cristo, nos privaremos a nosotros mismos de todo lo que tiene valor en el universo. Si abrimos a Cristo la puerta de nuestro corazón, nuestro destino se cumple a la perfección y entramos a una herencia tan maravillosa que en la hora actual no podemos concebir en su más mínima fracción.

Ahora aparece la recompensa más estupenda de todas-la plenitud del propósito y del poder de la primera resurrección de entre los muertos:

Al que salga vencedor le daré el derecho de sentarse conmigo en mi trono, como también yo vencí y me senté con mi Padre en su trono. (Apocalipsis 3:21-NVI)

Esta es una promesa asombrosa-incomprensible en cuanto a lo terrible de sus implicaciones. No recordamos jamás haber escuchado algún sermón que siquiera lo haya mencionado.

Es justo que la mejor recompensa de todas le será dada al vencedor de la iglesia que está trabajando bajo el engaño y la amenaza más grande del Anticristo.

El trono de Cristo es el trono del universo. No existe ningún otro trono tan elevado, tan completo en autoridad y poder.

Cuando contemplemos el trono de Cristo en los cielos seremos reducidos a nada. Ese trono es tan exaltado, tan vasto, tan santo, tan poderoso, que toda la materia y la energía del universo actual parecen ser una partícula de polvo.

El trono de Cristo es el centro de toda autoridad, de todo poder, de toda sabiduría. Los ángeles de Dios más magníficos, más santos, y más obedientes caen postrados en sujeción y adoración absoluta cuando Cristo mueve su dedo meñique.

Toda la creación le ha sido dada al Hijo por el Padre. No existe ninguna otra autoridad, ningún otro poder, ninguna otra sabiduría, ningún otro recurso. Todos son de Cristo.

Que seres humanos pudieran sentarse en el trono de Cristo sería una idea blasfema si no estuviera escrita en la Palabra de Dios. ¿Cómo puede suceder algo así? ¿Cómo puede ser cierto que el más pequeño en el Reino de Dios es más grande que Juan el Bautista-un santo lleno del Espíritu Santo desde que estaba en el vientre de su madre?

Autoridad y responsabilidad universal son parte de la recompensa asignada al conquistador. Le son asignadas a él debido a la formación de Cristo, del Día Estrella, en él.

Si los santos simplemente fueran seres humanos que aprendieron las enseñanzas de Cristo y que luego las aplicaron, ellos nunca podrían subir al trono de Cristo. Cristo es Dios. Los santos son el polvo de la tierra.

Nuestra salvación es por la gracia obrando según la elección Divina. Nosotros no nos creamos a nosotros mismos. Nosotros no nos llamamos a nosotros mismos. Nosotros no nos escogimos a nosotros mismos. Nosotros no llegamos a Cristo por nosotros mismos. Nosotros no nos estamos perfeccionando a nosotros mismos.

Somos la elección del Señor Dios del Cielo. Hemos vuelto a nacer por la Palabra de Dios. Estamos siendo nutridos por la Sustancia Divina-por el cuerpo y la sangre de Cristo. Cristo se está formando en nosotros. La Esposa no es de la tierra sino del Cielo y vendrá del Cielo para gobernar eternamente sobre la tierra nueva.

El Señor Dios del Cielo está formando a la Esposa del Cordero del cuerpo y la sangre de Cristo. La Esposa es Cristo que está siendo formado en nosotros así como Eva era de la sustancia de Adán y era Adán en otra forma. Conforme Cristo es creado en nosotros, la Novia es llevada al Cielo, para ahí esperar el regreso de Cristo a la tierra. Cuando Cristo regrese del Cielo, Él y Su complemento, la Esposa creada de Su Sustancia, regresarán en la gloria del Padre.

Cada conquistador será una parte inseparable de la aparición de Cristo.

Pues ustedes han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, que es la vida de ustedes, se manifieste, entonces también ustedes serán manifestados con él en gloria. Por tanto, hagan morir todo lo que es propio de la naturaleza terrenal: inmoralidad sexual, impureza, bajas pasiones, malos deseos y avaricia, la cual es idolatría. (Colosenses 3:3-5-NVI)

Los miembros de nuestro cuerpo físico están sobre la tierra pero nuestra vida espiritual está “escondida con Cristo en Dios”. Estamos por encima del Anticristo. Estamos por encima de las potestades y poderes de las tinieblas cuando estamos viviendo en victoria en Cristo.

Cuando Cristo, quien es nuestra vida, aparezca nosotros seremos una parte integral de Su aparición, de Su Presencia.

La verdadera Iglesia de Cristo es la Jerusalén celestial. Encontramos que en Apocalipsis, Capítulo 21 la Esposa del Cordero bajará del cielo nuevo y se establecerá por la eternidad sobre la tierra nueva.

A Cristo se le requirió que venciera a Satanás y al mundo. Esto lo hizo por medio del Espíritu Santo y de la Palabra de Dios. Cristo conquistó totalmente y perfectamente. Él soportó la cruz y luego ascendió a la derecha del Padre.

Ahora nos toca a nosotros. ¿Creemos en la Palabra escrita de Dios?

Si es así, recibiremos a Aquel que es el Conquistador. Por medio de la gracia que Cristo nos da podremos conquistar a nuestra naturaleza pecaminosa, a Satanás, y al espíritu de este mundo. Al hacerlo, habremos llegado a la primera resurrección de entre los muertos y estaremos sentados por siempre con Cristo en Su trono.

El que tenga oídos, que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. (Apocalipsis 3:22-NVI)

Un Sueño

Hace más de cuarenta años llegamos por primera vez al punto de cedernos al Señor al grado de hablar en lenguas. En aquel entonces, el Señor puso una carga de enseñanza sobre nosotros.

La carga incluía el concepto de que había mucho más de Cristo para nosotros después de la experiencia de Pentecostés, y que ese “más” de Cristo tiene que ver con “Cristo en ti”.

La carga del pueblo de Dios de seguir avanzando hasta la plenitud de Cristo no ha cambiado con los años.

En aquellos días, Apocalipsis 3:12, que tiene que ver con convertirnos en una columna en el Templo de Dios, se volvió tan real para nosotros que lo escribimos en letras grandes al final de nuestras Biblias.

Parte de la carga de tener a “Cristo en ti” es la búsqueda de la vida que logra vencer, la vida de victoria en Cristo. Se tomó la decisión de hacer plenamente la voluntad de Dios, lo que quiera que llegue a incluir hacer plenamente la voluntad de Dios, y de poner a un lado, de una vez y por todas, toda distracción que interfiriera con la búsqueda resuelta de Cristo. Nos decidimos a llegar hasta el final con Cristo. No importaba el precio ni las consecuencias.

Este libro sobre el conquistador Cristiano parece resumir la carga que hemos llevado durante los años que siguieron.

Poco tiempo después de la determinación original de seguir al Señor llegó un sueño:

Estábamos en un barco que estaba despedazándose en una terrible tormenta. El viento estaba soplando y las olas eran tumultuosas. Parecía ser de noche.

No había miembros de la tripulación por ningún lado. Los pasajeros se estaban echando por la borda y se estaban ahogando en el mar. Nosotros también nos echamos y comenzamos a intentar mantener nuestras cabezas por encima del agua.

Luego, después de estar esforzándonos en el agua, nos dimos cuenta de que el agua sólo nos llegaba a la cintura. Con solo relajarnos y pararnos derechos podíamos mantener nuestras cabezas fuera del agua.

Al voltear podíamos ver a los demás pasajeros azotándose y ahogándose en esas aguas negras que sólo les llegaban hasta la cintura. En su pánico y confusión ellos no se daban cuenta de que si sólo se paraban derechos sobre sus pies ellos podían caminar hacia la orilla en el momento que así lo desearan.

Entonces nos volteamos hacia la orilla que se encontraba en la distancia y comenzamos a caminar hacia allá. En cuanto nos acercamos un poco pudimos ver a la tripulación del barco en un círculo unidos de las manos. Ellos estaban jugando a-la-rueda-rueda-de-san-Miguel.

En ese momento nos detuvimos, nos volteamos y comenzamos a regresar hacia los pasajeros que se estaban ahogando para informales que el agua sólo les llegaba a la cintura.

Entonces nos despertamos del sueño.

Por varios días no podíamos escapar la convicción de que el sueño era de Dios, ya que la imagen se quedó en nuestra mente (y está ahí hasta este día). Sin embargo, la interpretación no era clara.

Poco a poco el concepto comenzó a formarse.

El barco representa el mundo. La tripulación que estaba jugando a-la-rueda-rueda-de-san-Miguel representa a la gente Cristiana que está jugando juegos de niños mientras que los incrédulos se están muriendo, siendo que la salvación es tan accesible.

El hecho de que el agua sólo llegara hasta las rodillas significa la disponibilidad y el acceso a la redención, de hecho, de la vida victoriosa en Cristo, a todo ser humano, y este es el punto que sobresale para nosotros y que queremos enfatizar.

La vida de victoria en Cristo está disponible y accesible a toda persona, hombre o mujer, rico o pobre, joven o viejo. La vida victoriosa no nos exige lo que no tenemos. No requiere que seamos inteligentes, bien educados, que poseamos una voluntad extraordinaria, que seamos “espirituales”, ni que poseamos ninguna otra característica o talento notable.

La vida de conquista no está en el Cielo que debamos preguntar, “¿Quién ascenderá al Cielo y bajará a Cristo de lo alto?” Ni está en el abismo que alguien deba resucitar a Cristo por sus propias fuerzas.

La vida victoriosa en Cristo está en nuestro corazón y en nuestra boca. Se produce por la Palabra de Dios conforme mezclamos fe con la Palabra. Cualquiera puede escoger ser un conquistador.

Es imposible ser como Cristo, copiarlo por nuestros propios esfuerzos, y quizá esta sea la razón por la que tantas personas Cristianas se han conformado con un andar con Dios confuso y a medias.

Una expresión de actitud que no es poco común es, “Yo sé que debo intentar ser como Jesús pero no puedo hacerlo. Yo soy salvo por la gracia”.

Con esta actitud, la derrota está asegurada. Verdaderamente esta no es la actitud del conquistador. Ciertamente no es la fe y la diligencia a la que el Señor nos exhortó en Apocalipsis, Capítulos Dos y Tres y el Apóstol Pablo en Filipenses, Capítulo Tres.

Ninguna persona puede ser como Jesús. Jesús es la Palabra de Dios desde la eternidad. Él nació de una virgen. Él Es la Plenitud del Padre en forma corporal. El Espíritu de Dios mora en Él sin medida. Ninguno de estos hechos es verdad de ti o de mí. Por esto no podemos copiar la Personalidad de Cristo.

Ser un conquistador no significa que imitemos exitosamente a Jesús, aunque siempre es loable comportarnos como pensamos que el Señor lo haría en determinada circunstancia. Más bien, significa que comenzamos a darnos cuenta que sólo hay un Conquistador y que Su nombre es Cristo. Conforme Él-el Conquistador de Dios-es formado en nosotros por medio de la gracia de Dios, entonces nosotros, por medio de Él, somos ayudados a conquistar al mundo, a la lujuria de nuestra carne, y a nuestra voluntad propia.

La vida de conquista, sobre la que depende nuestra participación en la primera resurrección, no es la condición en la que declaramos que Cristo es digno y nosotros somos salvos y vamos a vivir al Cielo por siempre en base a que Él es digno.

Ni tampoco la vida de conquista es la condición en la cual nosotros continuamente hacemos un intento casi sobrehumano para vivir una vida ascética y abnegada-un esfuerzo que pocas personas podrían o querrían hacer. Ninguna de estas dos condiciones producirá al conquistador en quien la recompensa de la primera resurrección es creada.

La verdadera vida de victoria en Cristo es una tercera condición en la que reconocemos desde el principio que sólo existe un Conquistador, y que Su nombre es Cristo. Nos proponemos a seguirlo cada día con la ayuda del Espíritu Santo.

Conforme hacemos lo mejor que podemos, siguiendo la dirección y ayuda del Espíritu, el Conquistador-Cristo-es formado en nosotros. Conforme Él es formado en nosotros, aumenta nuestra habilidad para conquistar. Conforme aumenta nuestra habilidad para conquistar, más del Conquistador es formado en nosotros.

Pronto nos encontramos en un círculo ascendente conforme una victoria se sobrepone a otra victoria. Existen algunas experiencias difíciles. Éstas, si se libran en el Señor con paciencia, esperanza, y valentía, dirigen hacia victorias aún mayores.

El Conquistador crece en nosotros y conquista en nosotros. Conforme crecemos en fuerzas nuestras pruebas aumentan en dificultad. Dios nos lleva tan lejos como estemos dispuestos a ir, tan alto como estemos dispuestos a crecer. Dios nos estira. Dios nos cambia. Dios nos transforma tanto como estemos dispuestos a soportar, para Su beneficio y el nuestro. La única limitación en la fructificación de nuestra vida son las podadas que estamos dispuestos a aceptar.

Cuando el Señor Jesús fue probado en el desierto, el único requisito que Dios le pidió fue que Cristo tomara decisiones divinas. Jesús no fue obligado a hacer ninguna cosa, sólo a escoger obedecer la Palabra de Dios.

Así también es con nosotros. Es como la dirección hidráulica en un automóvil. La dirección está ahí pero es dirigida por nosotros conforme giramos el volante. En el momento en que escogemos ir a la derecha o izquierda, y damos un pequeño giro, el mecanismo de la dirección hidráulica hace el trabajo por nosotros.

Todo lo que Dios requiere es que tomemos decisiones santas. La sabiduría y el poder Divino están presentes para hacer la obra por nosotros. ¡Escojamos este día a quien vamos a servir!

Dios necesita a gobernantes y sacerdotes que representen a Cristo en el universo. Él nos usará a nosotros si puede, pero Él nunca sacrificará la calidad por la cantidad en el desarrollo y el perfeccionamiento del real sacerdocio. Nosotros debemos obtener nuestro lugar de acuerdo a las reglas.

En estos días, en que el trigo del Señor está llegando a la madurez, es crucialmente importante siempre mantener en mente que estamos siendo hechos parte de Cristo. No se están creando a muchos conquistadores, a muchos cristos. Más bien, lo cierto es que el único Conquistador, el único Cristo, está siendo agrandado. Nos vamos a casar con Cristo.

El Profeta Falso es el que logra poder espiritual sin la cruz personal. El Profeta Falso busca el poder de Cristo, la autoridad de Cristo, pero busca la gloria aparte de la unidad con Cristo. La unidad con Cristo, la cruz, y la paciencia son las que caracterizan al verdadero Reino de Dios.

Existen muchos engañadores hoy en día. Ellos están buscando la corona de gloria. Ellos no están siendo llevados a una unión con Jesús. Una cosa es desear la gloria espiritual. Otra cosa es aceptar la espera paciente de la voluntad de Dios, la obediencia dolorosa, abnegada, y portadora de la cruz que nos hace una parte inseparable del Cordero.

Existen muchos Cristianos prominentes hoy en día. Sin embargo, no todos son parte de Cristo. Algunos todavía están viviendo su propia vida, buscando su propia gloria, haciendo su propia voluntad. Ellos tienen los dones pero no se están volviendo parte del Dador de dones.

Estamos en aguas hasta la cintura, según el sueño que mencionamos anteriormente. La vida de victoria en Cristo, de cumplir la voluntad de Dios a la perfección, está disponible a todo ser humano.

Los “Sirios” han huido debido al Calvario (2 Reyes 7:5-9). El enemigo ha sido totalmente derrotado. Él puede derrotarnos sólo en el reino de la decepción en su intento por guiarnos hacia el pecado. Él ya no posee la autoridad ni el poder para realmente dañar al santo. Cuando llegamos a comprender la Palabra de Dios y lo que Cristo realmente logró en la cruz podemos seguir avanzando hacia el Reino de Dios con toda confianza.

La victoria perfecta en Cristo ciertamente es para ti sin importar cuan débil e incompetente te consideres. En este momento, preséntate junto con tus preocupaciones ante Cristo. No te preocupes por intentar explicarle todos los detalles. Él comprende perfectamente cada detalle de tu vida.

Con tu boca-en voz alta-dile a Jesús que desde este momento en adelante harás la voluntad de Dios conforme el Espíritu Santo te asista. Dile que deseas ser uno de Sus conquistadores, que quieres que Él quite de ti los deseos irresistibles de tu naturaleza pecaminosa, del mundo, y de Satanás. Tú quieres pertenecerle a Cristo y sólo a Él.

Desde este momento en adelante, cree con todo tu corazón y con toda tu alma que Cristo entrará a ti para convertirse en el Camino, la Verdad, y la Vida adentro de ti. No te permitas el lujo de estar molesto, preocupado, ni agitado en tu mente. Date completamente a Su amor, poder, y sabiduría.

Cristo te ama más de lo que te imaginas.

¿Acaso la vida sobre la tierra se ha vuelto una carga pesada para ti? Jesús te llevará a bailar entre las estrellas. ¿Estás preocupado de si estás o no complaciendo al Padre? Jesús te llevará en Su nombre ante la Presencia de Dios Todopoderoso, para ahí recibir la bendición.

Existe una canción sin fin. ¿Te gustaría escucharla? ¿Te gustaría tenerla creada en ti?

Lo que sea que Él te diga, hazlo por medio de Su gracia. En lugar de ser uno de esos creyentes que está vagando con culpa y confusión, tú puedes levantar tu cabeza porque te das cuenta que ahora eres la responsabilidad de Cristo, y que mediante el Cristo que mora en ti estás caminando hacia adelante en la victoria-en el centro de la voluntad de Dios.

El agua sólo está hasta la cintura. Podemos vencer por medio de Cristo, no mediante una habilidad espiritual superior. Si le crees a Cristo cuando dice que lo que Él ha comenzado Él llevará a término, entonces levanta tu cabeza y regocíjate. Relájate y párate derecho en las aguas. Recibiste a Cristo por fe cuando necesitabas ser salvo de la ira de Dios. Ahora recibe a Cristo por fe para convertirte en un conquistador, en alguien que logra la primera resurrección.

Señor Jesús, te pedimos que te inclines ahora y toques al lector de estas palabras. Dale la seguridad de que Tú eres el Perfeccionador así como el Autor de su salvación.

Entra, te lo pedimos, en el corazón del lector conforme se da cuenta de que la aceptación de Tu Presencia lo elevará del estado de “tratar de ser un Cristiano” al nivel de conquistador quien, mediante el Espíritu de Dios, está siguiendo hacia adelante hacia la meta de la primera resurrección de entre los muertos.

Ven Señor Jesús, y brilla a través de Tus santos. Toma para Ti mismo Tu irresistible poder y dominio sobre la tierra. Venga tu Reino. Hágase tu voluntad en la tierra como en el Cielo. Amén.


Libros De Consulta Para Escribir El Conquistador

The Amplified Bible. Grand Rapids, Michigan: Zondervan Publishing House, 1965.

Berry, George Ricker. The Interlinear Literal Translation of the Greek New Testament. Grand Rapids, Michigan: Zondervan Publishing House, 1971.

Ironside, H.A. Lectures on the Book of Revelation. New York: Loizeaus Brothers, Inc. 1930.

Jamieson, Fausset and Brown: A Commentary on the Old and New Testaments. Grand Rapids, Michigan: Wm.B. Eerdmans Publishing Co., 1945.

New American Standard Bible. La Habra, California: Foundation Press Publications, 1973.

New International Version of the Holy Bible. Grand Rapids, Michigan: Zondervan Publishing House, 1988.

The New Bible Dictionary. Grand Rapids, Michigan: Wm.B. Eerdmans Publishing Co., 1962.

The New Testament From 26 Translations. Grand Rapids, Michigan: Zondervan Publishing House, 1967.

Rotherham, Joseph Bryant. The Emphasized Bible. Grand Rapids, Michigan: Kregel Publications, 1971.

(“El Conquistador”, 4103-1)

  • P.O. Box 1522 Escondido, CA 92033 US