DE LA VIDA A LA MUERTE A LA VIDA

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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional, © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional

Traducción de Carmen Alvarez


Nadie puede recibir algo que tenga valor eterno y que sea de verdadero valor en el Reino hasta que lo haya recibido dos veces. Todo lo que somos y lo que poseemos debe morir en Cristo. Todo lo que muere en Cristo, todo lo que nos dará gozo pleno y todo lo que nos es de valor en el Reino, será resucitado en Cristo y nos será restituido. Cuando eso suceda será nuestra posesión para siempre.


DE LA VIDA A LA MUERTE A LA VIDA

Para llevarlo a cabo cuando se cumpliera el tiempo: reunir en él [en Cristo] todas las cosas, tanto las del cielo como las de la tierra. (Efesios 1:10-NVI)

Este es el propósito eterno de Dios-reunir en Cristo todas las cosas, tanto las del cielo como las de la tierra.

El mundo actual, la creación, incluyendo los seres humanos, es un prototipo. Nunca se propuso que fuera permanente.

También dice: “En el principio, oh Señor, tú afirmaste la tierra, y los cielos son la obra de tus manos. Ellos perecerán, pero tú permaneces para siempre. Todos ellos se desgastarán como un vestido. Los doblarás como un manto, y cambiarán como ropa que se muda; pero tú eres siempre el mismo, y tus años no tienen fin.” (Hebreos 1:10-12-NVI)

Jesucristo es eterno pero la creación actual es provisional.

“Ellos perecerán, pero tú permaneces para siempre.”

El error más grande que cualquier ser humano puede hacer es considerar esta creación actual como la permanente y por ello aferrarse a ella, ceñirse a ella, sin darse cuenta de que está muriendo.

Jesús habló sobre el valor de la carne;

El Espíritu da vida; la carne no vale para nada. Las palabras que les he hablado son espíritu y son vida. (Juan 6:63-NVI)

El mundo actual es como la semilla que debe ser sembrada en Cristo Jesús. La creación que brote de ella será tan diferente de la creación que ahora conocemos como el árbol es de la semilla que se planta. Sin embargo, la creación nueva surgirá de este mundo así como el árbol surge de la semilla.

Esta es la razón por la que nuestra tradición de ir al Cielo cuando muramos es tan limitada. De hecho, la idea de hacer nuestra morada eterna en el Paraíso espiritual es de origen Gnóstico y no Cristiano.

El hombre y la creación material son nuestro destino, pero el hombre y la creación que hayan sido sembrados en Cristo y luego resucitados en Él.

La más grandiosa imagen que tenemos de esto es Cristo mismo. Él vino al mundo como un Hombre, pero no como el Hombre que sería. El Hombre que vino tuvo que ser bajado a la muerte. Por Su muerte, ha surgido el Cristo que ahora es. El Cristo que ahora es está destinado a llenar toda la creación Consigo mismo. La Semilla se está volviendo el Árbol. En el caso de Cristo, la semilla fue plantada en el árbol (la cruz). Ahora, del árbol está surgiendo el universo eterno.

Todo esto suena bien y maravilloso pero cuando se está llevando a cabo en nuestra vida puede ser grave, puede parecer caótico, y hasta traumático.

Nacemos y somos criados en este mundo como un montón de terminaciones nerviosas. Heredamos muchas tendencias y esclavitudes junto con nuestras capacidades. Tenemos emociones. Somos muy vulnerables en el área de las relaciones. Se nos da un cuerpo de carne y huesos, operado por sangre, que es un regalo maravilloso, ya que no lo posee hasta donde nosotros sabemos ninguna otra criatura de Dios.

A pesar de esto, Dios dijo que éramos “polvo”. Somos un breve sonido en la noche. Jugamos nuestro pequeño juego, bailamos nuestro pequeño baile, decimos la parábola que somos. Un soplo y ya nadie nos ve. Nuestro cuerpo regresa al polvo de donde vino. Nuestro espíritu regresa a nuestro Creador. El mundo continúa sin nosotros.

La idea es suficiente para volvernos completamente pesimistas.

Luego, a nuestro mundo entra el Hijo de Dios. Por algún motivo sólo conocido por Dios, el Árbol de Vida Eterna se detiene ante nuestra puerta. Él toca y nosotros lo dejamos entrar.

¿Ahora qué?

Cristo nos pregunta, ¿“Morirás en Mí para que puedas vivir para siempre”?

¿Moriremos? ¿Le daremos a Él todo lo que somos y que poseemos incluyendo nuestras amistades y nuestros tesoros más preciados? ¡Vaya pregunta!

Si contestamos “sí”, Él comienza a quitar de nuestro alcance, y a veces hasta de nuestra vista, nuestras cosas y nuestras relaciones. Todo lo que hemos atesorado comienza a sacudirse. Debemos soltarlo. Debemos ponerlo todo sobre el altar. ¿Por qué? Porque hasta que las cosas que conforman nuestra vida mueran en Cristo y sean resucitadas en Cristo ellas son provisionales. Sólo aquello que ha muerto en Cristo y que ha sido resucitado en Cristo es nuestro para siempre.

“Pero supongamos que Él no nos lo devuelve.” Sí, ese es el problema. Debemos confiar que si algo nos es quitado permanentemente es porque no nos daría gozo pleno y porque no es merecedor del Reino.

Ésta, claro, fue la tentación original. ¿Se puede confiar en Dios?

El Señor nos ha dado el drama del bautismo en agua para mostrarnos el camino de la vida. En el bautismo en agua descendemos a la muerte de Cristo en la cruz. Cuando salimos del agua, estamos diciendo que hemos muerto a la creación actual y que hemos sido resucitados con Cristo Jesús a una vida nueva, al Reino de Dios, al reinado de Cristo en la tierra nueva y el cielo nuevo, al mundo sin fin.

Ningún aspecto de nuestra salvación opera apropiadamente hasta que de verdad consideremos que hemos muerto con Cristo y que hemos resucitado con Él.

Si salvamos nuestra vida, la perderemos por toda la eternidad. Cada aspecto de la vida a la que nos aferramos en un ídolo, y Cristo no permitirá ningún ídolo en Su Reino. Cualquier cosa a la que nos aferremos debe ser destruida. Si rehusamos ceder alguna de nuestras cosas entonces perderemos parte o toda nuestra herencia. Esto se nos advierte varias veces en el Nuevo Testamento.

Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la encontrará. (Mateo 16:25-NVI)
Porque si ustedes viven conforme a ella [la naturaleza pecaminosa], morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. (Romanos 8:13-NVI)
No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra. El que siembra para agradar a su naturaleza pecaminosa, de esa misma naturaleza cosechará destrucción; el que siembra para agradar al Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna. (Gálatas 6:7,8-NVI)

Debemos considerar que hemos muerto en la cruz con Cristo y que hemos resucitado con Él. A medida que hacemos esto, Dios comienza a juzgar la mundanería, la lujuria, y la voluntad propia de nuestra personalidad. Toda nuestra naturaleza primera debe considerarse muerta para que Dios pueda llegar hasta el pecado que vive en nosotros.

¡Este realmente es un plan maravilloso!

Cuando el pecado entró al mundo espiritual con la rebelión de Satanás, Dios concibió a un mundo material que algún día revestiría a un mundo espiritual del cual todo pecado y rebelión hubieran sido eliminados. Primero habría un mundo provisional, y finalmente, el producto final-el cielo nuevo y la tierra nueva llenos con la Presencia del Justo, de Cristo Jesús.

La gente de la tierra nueva, los hermanos de Cristo, primero sería creada del polvo. El polvo entonces serviría no sólo como prototipo de lo que sería permanente sino también como esponja capaz de absorber la maldad. Recuerda que Dios no tienta a nadie para que peque ni obliga a nadie a pecar. Dios simplemente sabe lo que haremos bajo ciertas circunstancias y deja, como decimos, que la naturaleza tome su curso.

Dios ha hecho todo esto con la esperanza de que algún día Él hará surgir una creación redimida a la gloriosa libertad de los hijos de Dios.

Dios es muy sabio, ¡tienes que admitirlo!

Dios pone a Cristo ante estos seres humanos agobiados por el pecado. Dios dice, “Tienes que rendir tu personalidad hasta la muerte para que Yo pueda destruir el pecado que mora en ti”.

¡Maravilloso! Se nos ha dado una vida y ahora tenemos que regresársela a Dios.

Exactamente. Cualquier cosa que no quieras regresarle a Dios es un ídolo. Dios es tu Creador. No olvides eso. Él puede hacer lo que le plazca con o sin tu permiso. Él te pide permiso porque, en el futuro, Él desea hijos y no robots.

Dios está trabajando con el futuro en la mira. El Reino no está aquí todavía, pero está cerca. El verdadero Cristianismo es una esperanza para el futuro. Esta es la razón por la que el Evangelio no debe volverse un plan para lograr la prosperidad en el mundo actual provisional.

Puedes ver con lo anterior que todo depende de nuestra voluntad de morir en Cristo. Si estamos dispuestos a morir en Cristo, a poner en el altar todo lo que somos y que poseemos, entonces todo lo que proporcione gozo o sea de valor en el Reino será resucitado en Cristo y nos será dado para toda la eternidad.

Pero si no estamos dispuestos a morir en Cristo, entonces demos por perdido el Reino de Dios y todo gozo posible. Seremos esclavos al mundo corrupto actual sin ninguna fe en Dios, condenados a la miseria eterna.

Como dijimos anteriormente, Dios comienza a juzgarnos tan pronto como nos consideremos muertos. Está establecido que los seres humanos mueran una sola vez, y después venga el juicio. Toda área de nuestra vida es probada por el fuego del Espíritu Santo de Dios. Somos bautizados con fuego. El fuego cae sobre nosotros en cuerpo, alma y espíritu como castigo, como juicio sobre nuestra mundanería, nuestra lujuria, y nuestra voluntad propia.

Nosotros no podemos aguantar el proceso del juicio sólo que continuemos considerándonos muertos con Cristo y resucitados con Él. Cuando intentamos aferrarnos a algunas de nuestras relaciones, a algunas de nuestras cosas, o a algunas de nuestras circunstancias, sufrimos. Sufrimos porque Dios quiere que dejemos a un lado nuestro ídolo para que no estorbe nuestro gozo futuro.

Todo depende de nuestra fe en Dios. Los justos de todos los tiempos han vivido y continúan viviendo por la fe en la voluntad y la habilidad de Dios para llevarnos a la plenitud del gozo.

De la vida a la muerte a la vida. De la vida provisional a la muerte con Cristo a la vida eterna. Este es el único camino hacia el Reino de Dios y a la plenitud de gozo.

A veces el Evangelio, por lo menos en los Estados Unidos, es predicado como si el plan de Dios fuera hacer que nuestra primera personalidad sea feliz sobre la tierra y luego llevarnos al Paraíso cuando muramos. Esta es una religión como todas las demás religiones del mundo, no el Evangelio Cristiano. El Cristianismo es el único plan que lleva a los seres humanos y a su medio ambiente a la muerte para luego resucitarlos a la vida eterna.

No es que nosotros vayamos al Cielo, es que el Cielo va a ser revestido por nosotros. Podemos tener esta imagen al pensar en la plenitud del Cielo vestido con carne y huesos que surgió de la cueva de José de Arimatea.

Prepárate a morir para que puedas vivir para siempre. Por lo que más quieras, no te aferres a esta existencia actual. Si lo haces, perderás todo. ¿Intercambiarás tu ropa andrajosa por el manto real? ¿Le tienes tanta desconfianza al carácter de Dios que ni siquiera te atreves a confiar en Él?

La senda hacia la vida siempre es a través de la muerte. Existen muchas representaciones en las Escrituras para esta verdad.

La mejor representación ocurrió en el Jardín de Getsemaní. ¿Dónde estaría Cristo hoy si se hubiera rehusado a tomar de la copa de la muerte? ¿Dónde estaríamos nosotros?

Si el grano de trigo no cae al suelo y muere, éste permanece igual, ¡lo cual es muy poco! El Cristo original ciertamente que era mucho. ¡Pero considera lo que es ahora!

La historia de Abraham con Isaac probablemente es, después de la de Cristo, la mejor representación del hecho que no podemos conservar nada hasta que lo hayamos recibido dos veces.

En primer lugar, Isaac no apareció en el escenario hasta que era imposible para que Abraham y Sarah tuvieran hijos. Los veinticinco años que ellos esperaron fueron por sí mismos una muerte. Muchos de los héroes de las Escrituras vinieron de madres que habían sido estériles. “Tú, mujer estéril que nunca has dado a luz, ¡grita de alegría! Porque más hijos que la casada tendrá la desamparada-dice el Señor-.”

Dios esperó hasta que el alma de Abraham estuviera completamente envuelta en Isaac. Luego, Dios le pidió que le regresara a Isaac.

Esta es la manera en que Dios trata con nosotros. Él nos trae al mundo y nos envuelve completamente con la creación actual. Luego nos pide que se la regresemos. Mientras Dios no haga esto, nuestra posesión es un ídolo para nosotros. Sin darnos cuenta nuestro tesoro se ha vuelto una cadena que evita que seamos libres en Dios.

El orden correcto es Cristo bajo Dios, el hombre bajo Cristo, y todas las criaturas bajo el hombre. Mucha de nuestra trayectoria Cristiana consiste en Dios quitándonos cosas, relaciones, y circunstancias, quitándolas de su posición entre nosotros y Cristo, y poniéndolas bajos nuestros pies. Piénsalo. Puede ser un procedimiento doloroso si no estamos dispuestos y si no somos obedientes.

Supongamos que Abraham se hubiera rehusado a regresarle a Isaac a Dios. ¿Qué hubiera pasado si Abraham hubiera gritado y protestado, logrando que Sarah gritara y protestara junto con él, hasta que Dios cambiara de opinión? ¿Cómo crees que esto hubiera terminado?

Probablemente, Isaac se hubiera enfermado de la gripa y se hubiera muerto. Pero lo que sería infinitamente peor, Abraham nunca hubiera sido el padre de todos los que creen.

Cristo Jesús y todos los que le pertenecen a Cristo son la Semilla de Abraham. ¡Piénsalo! ¡Vaya herencia!

Dios no le da a todos la oportunidad de morir una muerte tan dramática, sólo a quienes están designados a los rangos más altos en el Reino. Los que van a estar a la derecha de Cristo son los que tienen que beber de esa copa.

¿Qué hay de ti en este momento? ¿Está Dios tocando a tu puerta? ¿Está Dios pidiéndote que le regreses tus sueños, tus esperanzas, todo el escenario que has desarrollado para ti mismo?

Probablemente lo esté haciendo si estás leyendo este texto. ¿Qué vas a hacer al respecto? ¿Vas a gritar y a quejarte para tratar de lograr que Dios cambie de parecer? Si lo haces, tu ídolo se volverá cenizas y perderás tu corona.

Me parece a mí, y ciertamente espero estar equivocado, que Dios no podría acercarse a muchos creyentes con una prueba como la de Isaac. Dios perdería su atención desde el principio. En el momento en que se sintieran amenazados, la más pequeña confianza que ahora tienen en Dios sería destruida. Dios no se dedica a terminar de romper la caña quebrada ni a apagar la mecha que apenas arde, así que Él tiene que tratarlos con delicadeza.

Pero cuando se llega a la copa de la cual bebe el Rey, como alguien dijo (¿Acaso fue San Antonio? Lo olvidé), esa copa debe ser quemada en el fuego. Si no estamos dispuestos a sufrir bajo la mano de Dios, no tendremos la oportunidad para gobernar en el Reino de Dios. Los reyes de Dios le dan todo a Dios. Él puede pedirles cualquier cosa y ellos se lo darán, aunque quizá les cause dolor.

Todo debe ser llevado a la muerte y luego resucitado en Cristo si al final va a darnos gozo.

Existen algunos elementos en la lucha de Jacob que muestran el proceso de la muerte y la resurrección. A Jacob le petrificaba la idea de que Esaú matara a Leah, a Raquel y a los niños.

Jacob cruzó el Jaboc y luchó contra Dios sobre su encuentro con Esaú. En algún momento durante la noche, Jacob se olvidó de Esaú y le preguntó a Dios Su nombre. Esto es lo que sucede si no soltamos a Dios. Finalmente nos olvidaremos de nuestros propios deseos y nos interesaremos en Dios. Entonces, nuestro nombre será cambiado de “estafador” a “él lucha con Dios”. Nos volveremos Israel.

¡Qué maravilla que cambien nuestro nombre! ¡Somos un montón de carne temblorosa, narcisista, cobarde y egoísta hasta que luchamos cuerpo a cuerpo contra la Vida eterna! ¡Vaya muerte la que morimos! El hombre de Dios de fe y de poder parece un ratón indefenso y sin esperanza que no posee ni fe ni poder.

Entre más pronto morimos y somos resucitados en Cristo, mejor será para nosotros y para nuestros conocidos.

¿Te ha llegado el momento de la verdad? Hasta que te llegue seguirás siendo la primera creación. Lo que eres es provisional. La verdadera vida comienza cuando mueres con Cristo y eres resucitado con Él.

Job es otra representación de no poder quedarte con las cosas hasta que las recibes dos veces. El Libro de Job (así como las Lamentaciones de Jeremías) son buenas obras literarias hasta que Dios nos pone a elegir. Entonces estas obras adquieren mucho significado. Son como carne que podemos masticar cuando las cosas comunes Cristianas se vuelven azúcar y agua.

Recuerda que Job era un hombre justo. Cuando hablamos de que Dios nos da nuestra herencia dos veces no estamos hablando sólo sobre la destrucción del pecado en nosotros. Es algo mucho, mucho más profundo que la eliminación del pecado. Todo lo que somos, lo bueno y lo malo, debe morir en Cristo y ser resucitado en Cristo. Ni una minúscula parte de nuestra personalidad está exenta de este proceso. Cualquier cosa que no le presentemos es una pérdida para nosotros y pérdida para Cristo. Cualquier cosa que seamos o que poseamos aparte de Cristo es basura-¡relativamente inútil!

La familia y las posesiones de Job le fueron quitadas y luego le fueron restituidas, no las mismas personas ni las mismas posesiones anteriores. Los primeros se habían ido. Uno nunca sabe si va a recibir nuevamente a Isaac. Tales decisiones deben dejarse en las manos de nuestro Creador.

Lo importante es que Job se familiarizó con Dios. El que Dios hable de nosotros como lo hizo de Job vale todo el dolor, toda la humillación, y toda la perplejidad. En el mundo que vendrá Job nuevamente tendrá a sus hijos e hijas originales, si ellos se encuentran merecedores del Reino y si le traerán plenitud de gozo. Nuevamente les digo, debemos tenerle confianza a Dios en cuanto a esto. ¿Entiendes lo que quiero decir?

José murió la muerte antes de que gobernara Egipto. Primero José murió al mundo (el pozo). Luego murió al pecado (la esposa de Potifar). Luego murió a la voluntad propia (la cárcel). Estas tres pruebas son administradas a cada uno de los gobernadores de Dios. Ellos deben morir a los tres reinos de la carne y del alma para que puedan recibir la plenitud de la herencia.

La resurrección de nuestro cuerpo físico es un gran ejemplo del programa de darnos las cosas dos veces.

No pensamos muy a menudo sobre la maravilla que se nos ha dado, el cuerpo de carne y huesos. Debido a la influencia del Gnosticismo sobre el pensamiento Cristiano casi hemos descartado la doctrina de la resurrección del cuerpo mortal. Y sin embargo, la resurrección del cuerpo mortal es la esperanza principal del cuerpo Cristiano.

Juan 3:16 está hablando sobre rescatar al cuerpo de la muerte. Este pensamiento quizá te sea nuevo pero las Escrituras apoyarán que estamos trabajando hacia la redención de nuestro cuerpo, esto es, estamos reclamándolo del pecado que mora en su interior y de la corrupción de la muerte.

Se nos ha dado un cuerpo maravilloso, una casa que un ángel daría cualquier cosa por poseer pero que nunca podrá poseer. Un cuerpo de carne y huesos sólo puede venir de una mujer. El llamado más alto posible para una mujer (según la orden de Dios a los individuos) es producir los cuerpos de carne y huesos de un ser humano.

Dios nos ha dado esta maravilla, y ahora nos pide que se la ofrezcamos como sacrificio. Presenten su cuerpo como sacrificio vivo, nos exhorta Pablo.

Ahora la manteca está en el fuego en más de una manera. Toda nuestra vida gira alrededor de nuestro cuerpo así como toda la vida de Abraham giraba alrededor de Isaac. Cuando Dios nos pide nuestro cuerpo Él nos está pidiendo la mayor parte de lo que somos como personas.

Tenemos una elección, así como la tuvieron Jesús y Abraham. O le damos a Dios lo que nos está pidiendo o no se lo damos. ¿Cuál será?

Si, al igual que Jesús y Abraham, estamos dispuestos a beber de la copa, nuestro final será glorioso más allá de lo que la mente humana puede comprender. Si nos rehusamos a darle nuestro cuerpo a Dios, continuando consintiendo sus apetitos y pasiones, el final será la corrupción.

Quizá no te des cuenta pero la resurrección de nuestro cuerpo es de lo que se trata el Cristianismo. Que nuestro cuerpo sea elevado para encontrarse con el Señor en el aire, el llamado “arrebato”, no es nuestra esperanza. Elevarnos para encontrarnos con el Señor en el aire sólo es nuestro primer paso en el Reino de Dios, el primer paso que tomamos después de haber sido resucitados de entre los muertos. Nuestra redención está completa cuando somos resucitados de entre los muertos.

Entre más pronto comiencen las iglesias Cristianas a ver la resurrección del cuerpo como la esperanza bendita de la salvación Cristiana, y no el simple hecho de elevarnos al Cielo, más pronto se comenzará a enderezar nuestra doctrina.

En este momento-hoy-estamos formando la naturaleza de nuestra resurrección. No existe nada tan importante para ti como individuo como la naturaleza de tu resurrección-lo que te sucederá a ti cuando escuches la voz de Jesús y seas resucitado. Créeme, no existen absolutamente nada tan importante como esto. La mayoría de nuestros pensamientos sobre ir al Cielo cuando muramos no son bíblicos sino mitológicos. El énfasis de las Escrituras está en nuestra resurrección. Revisa el Antiguo Testamento y el Nuevo.

Si estamos dispuestos a morir en Cristo, a ofrecer nuestro cuerpo como sacrificio vivo a Dios, acercándonos a Jesús diariamente, negándonos a nosotros mismos según nos guíe el Espíritu Santo, tendremos una gloriosa resurrección. Nuestra carne y huesos serán resucitados, así como lo fueron los de Jesús, y luego revestidos con la casa del Cielo que ha sido formada conforme hemos sembrado nuestro cuerpo a la muerte de la cruz.

Pero si somos tan tontos como para pasar nuestros días (y le estoy hablando a los Cristianos) en los apetitos de la carne, comiendo, durmiendo, jugando, trabajando, reproduciendo, casando, dando en matrimonio, comprando y vendiendo, si esto es todo lo que tenemos que mostrar por nuestros días sobre la tierra, entonces ninguna casa del Cielo ha sido formada, ningún manto con que revestir nuestra carne y nuestros huesos resucitados.

Entonces, nuestro cuerpo será resucitado, animado por una energía espiritual y no por la Vida eterna de Cristo. Tendremos que presentarnos ante el Trono de Justicia de Cristo. Nuestro juicio no pudo haber comenzado antes porque no estuvimos dispuestos a morir en Cristo.

Ahora sí. Todo lo que hemos hecho en el cuerpo, bueno y malo, nos será regresado. Si lo bueno sobrepasa lo malo seremos admitidos al Reino de Dios. Pero Dios Mismo sabe los azotes, la pérdida de nuestros talentos y el enojo de Cristo que experimentaremos. Quizá nos salvemos como quien pasa por el fuego, pero ¿qué tan caliente y por cuánto tiempo quemará ese fuego?

¡La resurrección! Quizá este sea el símbolo más importante de todos del programa de que se nos regrese algo dos veces. Se nos da nuestro cuerpo una vez. Debe ser sembrado a la muerte de la cruz. Entonces lo recuperamos magnificado y glorificado más allá de nuestra comprensión.

La obra más grande está en nuestra naturaleza interior. Hoy en día los espíritus de la gente justa y recta que se están perfeccionando moran en el Jerusalén celestial. Cuando nuestra naturaleza interior haya sido purificada del pecado y haya sido enseñada obediencia estricta al Padre, entonces, y sólo entonces, calificaremos para que se nos ponga la inmortalidad.

La inmortalidad, la vida eterna en el cuerpo, no nos puede ser dada hasta que hayamos logrado la Vida eterna de Dios en nuestra naturaleza interior. Primero la vida eterna es desarrollada en nuestra personalidad. Luego, se nos da la inmortalidad en el cuerpo.

Todos los demás enemigos deben ser conquistados antes de que la muerte física, el último enemigo, pueda ser alejado de nosotros.

¿Dónde te encuentras tú en este programa? A Abraham no se le pide que renuncie a Isaac todos los días. Jacob no enfrenta a Esaú cada tercer día. José no es metido a un pozo, ni atraído por la esposa de Potifar, ni encargado de cuidar a los prisioneros por el resto de su vida. A Job no se le pide que regrese sus hijos y camellos nuevos en cuanto ha aprendido a disfrutarlos. A Dios no le encanta vernos sufrir.

He aquí una cosa que debemos aprender de Jesucristo. Él es un Monarca. Él no le adeudará a nadie. La única razón por la que Él te exige cosas o personas es para ponerte en libertad de la atadura a la idolatría. Tu llanto en la noche, tus crisis y el caos traumático de tu vida, y la muerte de tu alma no son juegos con los que Dios se está divirtiendo. Él te está preparando para gobernar la creación en la Presencia de Dios.

Si en este momento Dios te está exigiendo algo, es porque estás frente a la copa, así que bébela. ¿Recuerdas cuando eras niño y que el doctor te recetó una medicina que sabía muy feo para que te la tomaras? Si tienes una medicina amarga que beber, no te tortures bebiéndola a sorbos. Apriétate la nariz y tómatela toda. Termínatela de una vez si quieres sentirte mejor.

Si la copa está delante de ti, entonces eres una vasija escogida. Dios tiene algo grande para ti en Su Reino o no te estaría pidiendo esto. Toma la decisión y bebe la copa. Arrójate a Dios. Grita si quieres pero que no te escuchen los vecinos. Dile a Dios todo lo que piensas. Sentirás que tu alma está entristecida hasta el punto de la muerte. Así es como Jesús se sintió.

Ten fe en el poder y la bondad de Dios. Él puede y quiere llevarte a la plenitud de gozo. Cuando Él te exige que renuncies a algo es porque ese algo te traerá miseria si te aferras a él, o porque Él quiere librarte de él para que Él pueda restituírtelo con Su bendición.

Todo aspecto de la primera creación la tenemos en una forma provisional. Estamos destinados a heredar todo lo de la creación que nos dará gozo y que es digno del Reino, pero primeramente debe volverse lleno de la Presencia de Jesucristo. Todo lo que atesoras debe morir y luego ser resucitado y lleno con la Presencia de Cristo Jesús. De otra manera, te hará daño.

Dios no está haciendo cosas nuevas sino que está haciendo que todas las cosas sean nuevas. No recibiremos un cuerpo diferente sino un cuerpo que ha sido hecho diferente.

Recuerda que Abraham anduvo en la tierra prometida como extranjero; pero esa es la tierra que le será dada a él y a su Semilla en el futuro. Todavía no podemos ver la tierra santa en posesión de Abraham y de su Semilla, pero algún día lo será.

Lo mismo sucede contigo y conmigo. Hoy estamos andando en nuestra tierra prometida como extranjeros. Pero es una tierra que algún día será nuestra en la plenitud de gozo. Nuestro cuerpo en tiempo venidero nos dará gozo pleno porque será una parte integral de toda nuestra personalidad caracterizada por justicia de acero, por santidad ardiente, y por obediencia estricta al Padre.

Para poder adquirir la creación hecha diferente de esta manera, debemos estar dispuestos a sufrir hoy la pérdida de todas las cosas. Tenemos esta única oportunidad en la eternidad de lograr la plenitud de la Gloria de Dios. Somos llamados a ser los hermanos de Jesucristo, a ser en Su imagen, a ser coherederos con Él de las naciones y de los confines de nuestro planeta.

El que logre vencer heredará todo lo que Dios se imagina. Dios será su Padre. Él será el hijo de Dios. ¡Qué maravillas! ¡Qué gloria futura más allá de cualquier gloria! ¡Qué estupendo lienzo! ¡Qué estupenda tapicería bordada con oro y adornada con perlas y piedras preciosas! Todo esto es nuestro, y nosotros le pertenecemos a Cristo, y Cristo le pertenece a Dios.

Por esto, dejemos de aferrarnos a este mundo actual como si la carne valiera para algo. No es así. Sólo es un medio para ser usado para traer a un mundo nuevo en el que more la justicia, un mundo en el que nunca jamás haya una rebelión como la que sucedió entre los ángeles hace mucho tiempo.

Dios ha guardado el mejor vino hasta ahora. Lo mejor todavía está por suceder. Los reyes del este se están preparando para montar. Los tambores del Infierno están sonando para el ataque. También los tambores de El Shaddai. Los grandes banderines con el León rampante están siendo desplegados. El Arcángel Miguel y sus ángeles están sacándole brillo a sus lanzas, las puntas brillan tan lejos como puede ver el ojo.

Los corceles blancos están piafando el suelo. Ellos pueden escuchar los gritos y los truenos de las órdenes de los capitanes. La creación está a hurtadillas esperando la manifestación de los hijos de Dios, de los jueces de hombres y ángeles.

Tienes que saber que el mundo actual pasará. Tienes que saber que cuando los titanes de los cielos se enfrenten en la feroz batalla tu pequeña existencia corporal no tendrá el peso de un grano de polvo en la galaxia. Si no eres parte de la Vida de Jesucristo estás enfrentando el caos.

Pero en Cristo Jesús puedes cantar y bailar en las alturas de Sión.

¿Qué vas a decidir? ¿Vas a aferrarte a tus trapos despreciables y esperar que la Biblia no sea verdad? ¿O vas a abrir la puerta de tu personalidad al Rey de todos los reyes y dejarlo entrar a ti para cenar contigo Su propio cuerpo y su propia sangre, la sangre del pacto, la vida eterna?

Dios nunca abrirá la puerta de tu corazón. Tú tienes ese increíble privilegio. Sinceramente espero que lo aproveches al máximo.

Oremos.

“Querido Jesús, con gusto te damos todo lo que somos y lo que poseemos. Entra por las puertas eternas de nuestro corazón, gran Rey de gloria, y reclama lo que te pertenece.

En tu nombre te lo pedimos.

Amen.”

(“De la Vida a la Muerte a la Vida”, 4111-1)

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