AYUDNÁDOLE A DIOS

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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. ©1999 por la Sociedad Bíblica Internacional
Traducido por Carmen Alvarez

Hace tiempo, cuando asistí a un Instituto Bíblico tuve la impresión de que Dios no sabía lo que estaba haciendo y que nosotros debíamos ayudarle. La impresión que obtuve fue que Dios estaba esperando que nosotros saliéramos a salvar al mundo. Cada momento desperdiciado implicaba almas dirigiéndose al Infierno; y si nosotros no íbamos a decirles sobre Cristo entonces esas almas serían atormentadas para siempre. Esta noción me hacia sentir incómodo así que decidí hacer algo al respecto.


AYUDÁNDOLE A DIOS

Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y las puertas del reino de la muerte no prevalecerán contra ella. (Mateo 16:18—NVI)

Ingresé a un Instituto Bíblico recién salido del Cuerpo de la Marina de los Estados Unidos. Me convertí al Cristianismo mientras estaba en el Cuerpo de la Marina y también fui llamado a predicar. Para cuando ingresé al Instituto Bíblico de los Pentecosteses, como tres años después de haberme convertido al Cristianismo, me consideraba una persona hábil en el manejo de la doctrina Evangélica popular. No había sido criado en un hogar Cristiano.

En el Instituto Bíblico estaba de moda “hacer grandes cosas para Dios”. Lo cual quería decir que entre mayor fuera nuestro esfuerzo, mayor número de almas sería salvado y escaparía del Infierno.

Yo soy una persona concienzuda. No podía tolerar este tipo de predicación. ¿Cómo podría alguien descansar sabiendo que durante ese periodo de relajación miles, si no es que millones, de almas se estaban yendo al Infierno?

Recuerdo en una ocasión que un amigo mío llamado Jack Wallace y yo estábamos sentados en lo que antes llamábamos una “reunión de avivamiento”. Era Jueves. El evangelista nos desafió a ayunar hasta el Domingo para que más almas pudieran ser salvadas.

Jack y yo acordamos hacerlo.

Para el Domingo en la mañana estábamos hambrientos. Nos pusimos a caminar por la calle principal de la ciudad, según lo recuerdo, repartiendo trípticos para ver si podíamos lograr que alguien se salvara.

Después de un rato, pasamos por un restaurante y por la ventana pudimos ver ¡Al pastor y su familia sentados a comer!

Jack y yo no pudimos creerlo. Nos detuvimos en el siguiente restaurante y comimos algo –creo que fue un pedazo de pay. Lo sentí como una bala de cañón en mi estómago. Todavía puedo recordar la sensación.

Aprendí algo de esta experiencia. Todas las predicaciones que había escuchado sobre almas que iban al Infierno: sobre cómo se suponía que debíamos sacrificarnos por el Evangelio hasta caer de cara y ahogarnos en algún charco; sobre cómo se suponía que debíamos, de ser necesario, estar dispuestos a salir de rodillas sobre vidrios rotos; sobre cómo Dios estaba buscando a alguien que estuviera dispuesto a ir hasta el final con Él; sobre cómo se nos incitaba a atrevernos a “ser un Daniel”; sobre cómo debíamos “consumirnos por Cristo”; sobre cómo debíamos hacer “grandes cosas para Dios”; sobre cómo las ovejas debían reproducir otras ovejas, ya que evidentemente éste no era el papel del pastor ni del evangelista; todas eran puras habladurías. Nadie tenía la menor intención de darse completamente a Cristo. Sólo había sido pura charlatanería religiosa.

Yo no puedo vivir así, teniendo mi conciencia intranquila ante Dios. Apuesto a que tú tampoco.

Así que en ese momento decidí presentarme ante el Señor para averiguar lo que Él quería que yo hiciera.

Hice un trato con Dios: “Dime lo que Tú quieres que yo haga, dame la gracia para hacerlo, y lo haré”. Me he aferrado a esa postura durante todos estos años.

En esa ocasión, el Señor sólo me respondió que me amaba. Él nunca me ha pedido que haga algo para lo cual no me ha concedido la gracia para hacerlo. Han habido tiempos difíciles; pero todos los que hemos vivido sobre la tierra hemos tenido momentos difíciles.

Mi conciencia está tranquila. Cada uno de nosotros sólo puede hacer lo que le corresponde. ¿No es así? Si hacemos lo que Dios quiere que hagamos, tenemos paz con Dios. Si hacemos menos de lo que nos pide entonces estamos en peligro de que se nos quite nuestro talento y seamos echados afuera, a la oscuridad. Si intentamos hacer más de lo que nos pide entonces pecamos de presunción. La tercera tentación de Cristo, la de tirarse de la parte más alta del Templo, es la prueba de la presunción.

Pero si nuestra postura es hacer sólo lo que Dios nos dirija a hacer, entonces estamos demostrando que creemos que Dios sabe lo que Él está haciendo y que tiene al mundo bajo Su control.

Dios no está en busca de personas que “hagan grandes cosas para Dios”. Esta postura hacia Dios no es más que ignorancia y presunción humana. Dios únicamente nos pide que seamos obedientes a Él.

El Capítulo Once del Libro de Hebreos, el “capítulo de la fe”, es un registro de personas obedientes y no de personas espiritualmente ambiciosas que intentaban obligar a Dios a salvar a más personas.

Ciertamente hay ocasiones en que el Espíritu de Dios nos pone a orar o hacer algo extraordinario. Pero esto es diferente a intentar desafiar a Dios para que Él haga algo.

La Biblia nos dice que deseemos fervientemente los dones del Espíritu. La Biblia nos dice que perseveremos en la oración. Y yo sé por experiencia que recibimos lo que pedimos.

En una ocasión el Señor me dijo: “Tú sigue orando y Yo seguiré contestando”.

No estoy promoviendo una actitud pasiva hacia el Señor. Él mismo dijo que no teníamos porque no pedíamos.

Una cosa es orar fervientemente, pero otra cosa es “ponerle pies a nuestras oraciones.” Una oración con pies es como un águila con botas en las patas. Las oraciones y las águilas tienen alas. No andan revoloteando por el suelo, sino por los cielos.

La expresión misma de “ponerle pies a tus oraciones” muestra la actitud de ayudarle a Dios.

“Dios ayuda a quienes se ayudan a sí mismos.” “Ora como si todo dependienra de Dios y luego actúa como si todo dependiera de ti.” Ambas expresiones muestran la postura actual que no está en las Escrituras.

El Señor nos dijo que “tocáramos la trompeta” cuando fuéramos a la guerra, y que Él se acordaría de nosotros. Esto significa que debemos mantenernos en oración para que Dios sepa lo que estamos haciendo y para que encontremos la ayuda en Dios.

Cristo nos aconsejó que le pidiéramos al Señor de la cosecha que mandara obreros. Por lo general, nosotros no hacemos esto. Nosotros creemos que lo que el Señor quizo decir es que nosotros fuéramos; pero esto no es lo que Él dijo. Él nos dijo que pidiéramos, no que fuéramos. Él dijo que nos haría pescadores de hombres, no que saliéramos a pescar como fuera y donde fuera.

En el Instituto Bíblico me enseñaron que Jesús habló en parábolas para que la gente recordara lo que había dicho. La Biblia dice que Jesús habló en parábolas para que la gente no entendiera ni fuera sanada. Exactamente lo contrario a lo que me habían enseñado. Esto se debe a que Dios atrae a ciertas personas hacia Jesús. ¡No es una democracia para todos!

Yo creo que las posturas que he mencionado anteriormente tienen un común denominador: Dios no sabe o no le interesa lo que está haciendo. Nosotros debemos ayudarle saliendo a ciegas e intentando lograr que gente se adhiera a nuestras creencias religiosas.

Ahora bien, esta postura o es correcta o no lo es. Me rehuso a quedarme en un punto intermedio. O Cristo va a construir Su propia Iglesia, o quiere que yo la construya según mi propio entendimiento y en mi propia fuerza. O voy a salir a ciegas para hacer lo que yo creo más conveniente, o el Señor Jesús me enseñará lo que yo debo hacer y me ayudará a hacerlo.

La novedad más reciente para ayudarle a Dios es con técnicas de gerencia administrativa aplicadas a construir iglesias. Establece tus objetivos (más iglesias; más gente salva). Establece tus técnicas para lograr esos objetivos. Desarrolla tus técnicas de control de calidad. Practica el sistema de reiteración para asegurar la máxima eficiencia y productividad.

No tienes que orar ni escuchar de Dios. Sólo sigue las técnicas administrativas aprobadas. Claro que después de haber decidido sobre tu curso de acción debes orar para que Dios lo bendiga.

Yo estoy a favor de ser lógico y transparente en lo que hacemos. Sin embargo, la Biblia nos ordena que confiemos en el Señor de todo corazón y no en nuestra propia inteligencia.

De cualquier manera, la efectividad de cualquier sistema, ya sea empresarial, militar o educativa, es establecer clara y definitivamente el objetivo deseado. Si el objetivo deseado no está establecido claramente, la operación del sistema se efectuará inútilmente.

Ahora bien, instituir la construcción de iglesias y aumentar la membresía es una meta concebida por el hombre, no es una meta bíblica. Por lo tanto, tenemos error sobre error, en cuanto a que estamos buscando una meta que no está en las Escrituras con métodos que tampoco están en las Escrituras.

La meta bíblica tiene dos aspectos. El primero es que debemos ser transformados a la imagen de Cristo. El segundo es que debemos llegar al reposo tranquilo en el centro de la Persona y voluntad de Dios. Todas las funciones y responsabilidades del Reino, tales como ser parte del Templo eterno de Dios, ser hermano de Jesucristo, ser miembro de la Esposa del Cordero y ser parte del Cuerpo de Cristo son intrincadamente dependientes de que seamos la imagen moral de Jesucristo y que estemos morando en reposo tranquilo en el centro de la Persona y voluntad de Dios.

Alguien podría objetar que antes de que la gente pueda comenzar la transformación a la imagen de Cristo y entrar a la voluntad de Dios primero debe ser acercada a Cristo. No hay ninguna duda de que esto es verdad. Pero acercar a la gente a Cristo es un medio para la meta primordial doble. No es la meta principal. Si la convertimos en la meta principal tenemos confusión.

Después de que las personas han sido acercadas a Cristo, ellas deben volverse discípulos portadores de la cruz dispuestos a negarse a sí mismos y seguir al Señor diariamente. Esto es lo que la Gran Comisión declara como su objetivo. Si las personas aceptan a Cristo y luego no se vuelven discípulos portadores de la cruz, entonces el sistema ha sido abortado.

Ahora bien, cuando ponemos como meta principal el construir iglesias y agregar creyentes a esas iglesias, entonces no comprendemos el sistema. La meta es formar a personas a la imagen de Cristo y llevarlas al reposo de Dios. Construir iglesias y llenarlas de creyentes es uno de los objetivos que forman parte de la meta doble. Transformar a las personas a la imagen de Cristo y llevarlas hacia el reposo de Dios no es el medio para construir iglesias y llenarlas de creyentes. Sino lo contrario es verdad.

Hoy en día la meta que se expresa es la construcción de iglesias y la añadidura de miembros. Pero ésta no es la verdadera meta bíblica del sistema. Por lo tanto, la Iglesia como unidad no está avanzando en el plan de redención. Está construyendo iglesias y agregándoles miembros, pero no está haciendo lo que el Espíritu desea. El Reino de Dios no puede ser construido de esta manera.

Una gran ilustración sobre la locura de intentar ayudarle a Dios, claro, es la historia de Uza. Nadie, absolutamente nadie, podría encontrarle defecto a las buenas intenciones de Uza. Él intentaba evitar que el Arca de Dios cayera al lodo.

¿Por qué no se dio cuenta Dios de que lo que Uza estaba haciendo era necesario y merecedor de elogio? ¿Por qué fulminó Dios a Uza ahí mismo?

Cuando podamos entender esa pregunta, entonces podremos entender cómo líderes Cristianos pueden trabajar año tras año y todavía tener iglesias llenas de creyentes egocéntricos que siguen acostumbrados a vivir en las obras de su naturaleza pecaminosa.

Dios mató a Uza porque Uza se condujo con ignorancia y presunción.

A veces tengo el presentimiento de que el Señor Jesús no se complace cuando entramos de lleno en algo sin esperar escuchar lo que Él quiere. Podemos tener las mejores intenciones del mundo, pero estamos avanzando en ignorancia y presunción.

Pensarías que el Señor se metería en medio de nuestros programas y gritaría “¡Alto!”

Pero no lo hace. Hay algo en la naturaleza de Cristo que evita que Él quiera hacer caso omiso de nuestras acciones. Más bien Él prefiere esperar. Y luego les habla en voz baja a los que están pacientemente buscando Su voluntad.

El Señor Jesús siempre trabaja en amor, gozo y paz. Se deleita a Sí mismo con quienes tienen confianza de niño y ponen su mano en la de Él para caminar juntos. A ellos son los que Él utiliza para hacer las obras que tienen importancia eterna.

Mientras tanto, Babilonia clama, “¡Trabaja! ¡Trabaja! ¡Trabaja!” Y sin embargo ella no levanta un solo dedo. Supongo que los líderes religiosos siempre han sido así.

Me doy cuenta de que existen líderes santos. Además, me doy cuenta de que existen muchos Cristianos alrededor del mundo que están trabajando en las majores tradiciones del Cristianismo.

Pero, también me doy cuenta de que hay verdad en lo que estoy diciendo.

Nuestro mundo es un desastre (2003). Yo creo que nadie diría lo contrario. Me admiro de cómo el presidente, George Bush, logra adaptarse a la diversidad de responsabilidades de su oficina. Tantos problemas parecen no tener solución.

Por ejemplo, no veo como será posible que los Israelitas y los Palestinos se pongan de acuerdo en cuanto a Jerusalén.

Si en algún momento de la historia hubo la necesidad de que personas escucharan lo que el Señor Jesús está diciendo, ese momento es ahora. Simplemente no hay soluciones políticas, educativas ni financieras que puedan dar armonía a las naciones. Sólo Dios puede hacer esto.

Pero debemos creer que Dios tiene un plan. Que Dios sabe lo que está haciendo. Que Dios no ha encogido sus hombros para entregar el mundo a Satanás o a la humanidad. Que Dios tiene el poder para hacer lo que le plazca con toda criatura del universo. ¡Dios tiene el control!

¿Por qué permite Dios el sufrimiento? Dios no ocasiona el sufrimiento. El pecado es el que ocasiona el sufrimiento

Entonces, ¿por qué no interviene Dios y evita que la gente peque? Porque Dios quiere a personas que lo obedezcan simplemente porque desean hacerlo, no porque sean obligadas a ser justas en contra de su voluntad.

¿Acaso no se da cuenta Dios de la agonía del pueblo Africano al pasar por sequía, hambre y SIDA? ¿No se da cuenta Dios de los niños Africanos que nacen con SIDA?

Dios conoce la situación de cada niño y puede sentir su sufrimiento.

¿Por qué Dios no sana a todos los enfermos y alimenta a todos los hambrientos?

Porque cuando la gente está sana y no tiene problemas, no sirve al Señor.

¿Acaso Dios aflige a las personas para que se pongan a orar? ¡Dios afligió al Apóstol Pablo! Creo que fue el Rey David quien dijo, “Antes de ser afligido me descarrié.” ¿Te ha ocurrido eso a ti?

En la ciudad de Babel Dios creó varios idiomas para que las personas no pudieran comprenderse unas con otras ni puedieran trabajar juntas. Esta acción de Dios produce guerras. Eso debería enseñarnos a no asumir que sabemos lo que Dios quiere. Nosotros debemos escuchar lo que Dios está diciendo para cualquier situación. El Templo estaba lleno con los líderes de Israel, pero sólo Ana y Simeón reconocieron a Dios en el Bebé Jesús. ¡Qué ciegos podemos estar y nunca darnos cuenta!

Debido a que el Dios viviente se conduce de maneras insondables –maneras que no son aprobadas ni comprendidas por la gente educada de nuestra época– no deberíamos apresurarnos a construir el Reino de Dios cuando no sabemos lo que estamos haciendo.

Nosotros les decimos a las personas, “Jesús te ama,” cuando quizá la verdad sea que el Señor está terriblemente disgustado con el individuo.

Hace algún tiempo el Paraíso estuvo sobre la tierra. ¿Cómo se comportó la gente?

Hace algún tiempo Jesucristo vivió sobre la tierra, sanando al enfermo y llevando bendición a toda parte que iba. ¿Cómo fue tratado?

Toda persona que ha vivido sobre la tierra y luego fallecido está en alguna parte del reino espiritual, esperando el Día de Resurrección. Cuando ese día llegue, toda persona será juzgada equitativamente.

Dios murió sobre la cruz por los pecados del hombre. Así que ¿quién puede acusar a Dios de ser injusto?

Cristo dijo que Él construiría Su Iglesia. Él sabe lo que está haciendo. Él ha visto el proyecto original, nosotros no. Yo creo que Jesús está buscando a personas que oren todos los días, que lean su Biblia, que adoren junto con otros creyentes, que den según sus posibilidades, y que sirvan según su capacidad. Y que, además de estas buenas obras, escuchen con cuidado la voz de Jesús durante cada momento de cada día y cada noche. Y que cuando escuchen esa voz, hagan exactamente lo que Jesús ordene.

“Cualquier cosa que Él te diga que hagas, ¡Hazlo!”

Mientras tanto, los Babilonios religiosos clamarán “¡Trabaja! ¡Trabaja! ¡Trabaja!” Pero ellos estarán comiendo en restaurantes finos mientras tú estás esforzándote por obedecerlos ayunando y repartiendo trípticos.

Si queremos podemos bailar con el Señor sobre los montes de bálsamo cubiertos. Yo preferiría hacer eso en lugar de “consumirme por Cristo” mientras intento ayudarle a Dios.

¿Y tú?

(“Ayudándole a Dios”, 4112-1)

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