EL VENCEDOR ES EL VERDADERO CRISTIANO

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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional, ©1999 por la Sociedad Bíblica Internacional

Traducción de: Carmen Alvarez


Dios está llamando a una nación santa, a un real sacerdocio, para que salga, para que se separe, de entre las iglesias. Aquellos que respondan a este llamado son los Cristianos verdaderos. Quienes no busquen el discipulado Cristiano con suficiente vigor para lograr la victoria sobre el mundo, sobre Satanás, y sobre la lujuria de la carne y del amor propio no recibirán muchas de las bendiciones que nosotros asociamos con ser parte de la Iglesia. Los santos victoriosos, aquellos que están siendo transformados a la imagen de Dios en sus relaciones, en su servicio y en su santidad son los verdaderos Cristianos, son el verdadero real sacerdocio.


EL VENCEDOR ES EL VERDADERO CRISTIANO

En los días en que estamos viviendo el Espíritu Santo está llamando a un pueblo santo, a un sacerdocio real para que salga de entre las iglesias. Se utilizan varios términos para estos santos victoriosos: la Esposa, los hijos de Dios, los hermanos de Cristo, el remanente santo, los santos victoriosos, el Cuerpo de Cristo, etc.

En su intento por hacer hincapié en la necesidad de que creyentes avancen hasta la plenitud de Dios, algunos maestros han declarado que los “hermanos” son diferentes a la “Esposa”, que los “hijos de Dios” son diferentes a “la Iglesia”, y han hechos otras distinciones parecidas.

Según nosotros, estos términos se aplican al mismo grupo de personas y sólo están expresando diferentes formas en las que nos relacionarnos y diferentes papeles que desempeñamos.

Frecuentemente persiste el concepto de que los santos victoriosos (los hijos de Dios, el Cuerpo de Cristo, el remanente) son un grupo especial de super-Cristianos; que hay la iglesia Cristiana normal y luego hay estos creyentes raros y únicos que son inusualmente santos. Este autor ha escrito con respecto a los “hombres fuertes” de David y sí hay una base bíblica para “los primeros frutos de la humanidad para Dios y el Cordero” (Apocalipsis 14:4—NVI).

Sin embargo, existe otra manera de ver el hecho de que las asambleas de Cristianos tienen a tanto discípulos como a creyentes nominales. Esta otra manera es que los santos victoriosos de Apocalipsis, Capítulos Dos y Tres son, en la época actual, los Cristianos verdaderos. El resto de los miembros de “las siete iglesias que están en Asia” todavía no son completamente aceptables para el Señor.

Si tal es el caso, los Cristianos verdaderos con la minoría. La mayoría de los creyentes en Cristo no están logrando la primera resurrección de entre los muertos. Según nuestro entendimiento actual, ellos no recibirán sus cuerpos de entre los muertos cuando el Señor aparezca, No estamos diciendo que ellos están perdidos a los propósitos de Dios pero sí mantenemos que no reinarán con Cristo como miembros del real sacerdocio.

Los santos victoriosos, los vencedores, no son super-Cristianos. Simplemente son Cristianos genuinos. El resto de aquellos que profesan fe en Cristo serán juzgados por el Señor y su conducta será corregida (si es que no pierden su salvación). Algunos serán salvados como quien pasa por el fuego. Otros serán vomitados de la boca del Señor. Esto está claramente en las Escrituras.

Nosotros creemos que los santos victoriosos son los primeros frutos de una iglesia mucho más grande, una iglesia que no se verá perfeccionada y completa hasta el final de la Era del reinado de los mil años.

La Iglesia, el Cuerpo de Cristo, la Esposa del Cordero, la nueva Jerusalén, es una iglesia glorificada. No es lo que generalmente pensamos cuando la palabra iglesia es mencionada.

La Iglesia de Cristo es la obra más exaltada de las manos de Dios. No existe un grupo de criaturas más cercanas a Dios de lo que es verdad de la Iglesia de Cristo. La nueva Jerusalén es la Iglesia en todo su regio esplendor. Ser un miembro de la Iglesia, del Cuerpo de Cristo, un siervo eterno de Dios, es el llamado más alto de todos.

Efesios 1:22, 23 señala que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo. Efesios 5:31, 32 revela que la Iglesia es la Esposa del Cordero. La Iglesia es “miembro de su cuerpo” (Efesios 5:30).

Al final ¿qué será verdad de la Iglesia?

Para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable. (Efesios 5:27—NVI)

Podemos ver del versículo anterior que la Iglesia será una creación perfecta e intachable.

Veamos lo que las Escrituras dicen con respecto a las iglesias Cristianas sobre la tierra y veamos cómo se compara la descripción que se da en Efesios 5:27 con la de Cantares 6:9, 10.

Pero una sola es mi palomita preciosa, la hija consentida de su madre, la favorita de quien le dio la vida. Las mujeres la ven y la bendicen; las reinas y las concubinas la alaban. ¿Quién es ésta, admirable como la aurora? ¡Es bella como la luna, radiante como el sol, majestuosa como las estrellas del cielo! (Cantares 6:6, 10—NVI)

Según lo que nosotros entendemos, las siete iglesias de Asia representan a las iglesias Cristianas sobre toda la tierra y a las que han existido a través de la historia de la iglesia. Solo tenemos que mirar a nuestro alrededor hoy en día para observar las características de Éfeso, de Tiatira, de Filadelfia, de Laodicea, etc.

Las siete iglesias son los siete candelabros de oro. Cristo, el Sumo Sacerdote, está en medio de los candelabros (Apocalipsis 1:13). No existe ningún otro testimonio Cristiano sobre la tierra dado por las iglesias, por los candelabros de Dios.

¿Qué es lo que Cristo dice con respecto a las iglesias sobre la tierra?

Sin embargo, tengo en tu contra que has abandonado tu primer amor. (Apocalipsis 2:4—NVI)
No obstante, tengo unas cuantas cosas en tu contra: que toleras ahí a los que se aferran a la doctrina de Balaam, el que enseñó a Balac a poner tropiezos a los israelitas, incitándolos a comer alimentos sacrificados a los ídolos y a cometer inmoralidades sexuales. (Apocalipsis 2:14—NVI)
A los hijos de esa mujer los heriré de muerte. Así sabrán todas las iglesias que yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y a cada uno de ustedes lo trataré de acuerdo a sus obras. (Apocalipsis 2:23—NVI)
Sin embargo, tienes en Sardis a unos cuantos que no se han manchado la ropa. Ellos, por ser dignos, andarán conmigo vestidos de blanco. (Apocalipsis 3:4—NVI)

Por tanto, como no eres ni frío ni caliente, sino tibio, estoy por vomitarte de mi boca. (Apocalipsis 3:4—NVI)

Ahora, compara Efesios 5:27 con Apocalipsis 3:4.

Para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable. (Efesios 5:27—NVI)
Sin embargo, tienes en Sardis a unos cuantos que no se han manchado la ropa. Ellos, por ser dignos, andarán conmigo vestidos de blanco. (Apocalipsis 3:4—NVI)

Consideremos los dos grupos de creyentes que forman la iglesia Cristiana de Sardis. La mayoría forma un grupo y “unos cuantos” forma el otro grupo. Los “unos cuantos” son los santos victoriosos.

La tesis de este escrito es que los santos victoriosos son los verdaderos Cristianos, y el resto de los miembros de la iglesia (quizá la mayoría) no cumplen con los estándares del Señor. Mientras estén viviendo en pecado y en su propia voluntad ellos no pueden alcanzar el estándar que se ha puesto para la Iglesia, para la Esposa del Cordero, para el Cuerpo de Cristo.

¿Qué es verdad sobre la mayoría de los creyentes en Sardis? Ellos han manchado su ropa. Ellos no andarán con Cristo vestidos de blanco ya que no son dignos de hacerlo.

¿Qué dicen las Escrituras con respecto a la Iglesia, a la Esposa del Cordero?

¡Alegrémonos y regocijémonos y démosle gloria! Ya ha llegado el día de las bodas del Cordero. Su novia se ha preparado, y se le ha concedido vestirse de lino fino, limpio y resplandeciente. (El lino fino representa las acciones justas de los santos). (Apocalipsis 19:7,8—NVI)

Si la mayoría de los creyentes de Sardis no son dignos de andar con Cristo vestidos de blanco, entonces ellos no son dignos de ser parte de la Esposa del Cordero, de la Iglesia verdadera.

Por esto, podemos ver que en la época actual sólo los santos verdaderos son los Cristianos verdaderos, los discípulos genuinos del Señor. Los regaños dirigidos a las siete iglesias en Asia nos revelan el desagrado que Cristo siente hacia la conducta de los miembros de las iglesias que llevan Su nombre.

¿Qué es un vencedor? Un vencedor es un creyente en Cristo que logra la victoria sobre el mundo, sobre la carne, sobre Satanás, y sobre su amor propio. Es totalmente posible que todo creyente sea un vencedor, un santo victorioso. Esto complacería mucho al Señor. Pero para ser un santo victorioso debemos creer que Dios, por las riquezas de Su gloria, nos puede llevar a ese nivel, y luego debemos cooperar con el Espíritu Santo.

Toda persona Cristiana enfrenta problemas y pruebas cada día de su discipulado. Algunos creyentes oran, ejercitan la fe, estudian las Escrituras, tienen comunión con santos fervientes, dan, sirven, y por la gracia del Señor Jesucristo, logran la victoria sobre la maldad que se les presenta cada día. Ellos cargan su cruz y siguen al Señor Jesús.

Estos son los santos victoriosos—personas de las que el mundo no es digno. Ellos no son super–Cristianos. Simplemente son Cristianos normales—individuos que se aferran a la gracia de Cristo a tal grado que no son vencidos por las presiones y los engaños que atacan a todo creyente en Cristo.

Otros creyentes en Cristo no hacen el esfuerzo necesario para sobrevivir espiritualmente. Ellos coquetean continuamente con la muerte espiritual. Ellos no pueden decidirse a huir de los demonios y a servir al Señor Jesús como su única meta.

Ellos aman el dinero y el mundo actual. Ellos no oran, ni estudian las Escrituras, ni dan, ni sirven con suficiente fervor. Ellos no se reúnen diligentemente con santos dedicados cuando tienen la oportunidad. Ellos no vencen las presiones y los engaños que los atacan continuamente. Más bien, ellos son vencidos por el mal que está en el mundo.

Si habiendo escapado de la contaminación del mundo por haber conocido a nuestro Señor y Salvador Jesucristo, vuelven a enredarse en ella y son vencidos, terminan en peores condiciones que al principio. (2 Pedro 2:20—NVI)

El versículo anterior habla sobre los creyentes que no son vencedores sino que son vencidos por la contaminación del mundo. En algún momento, ellos escaparon del mundo por el conocimiento de Cristo. Ahora no continúan bajo la gracia del Señor como deberían. Ellos no son vencedores.

Nuevamente repetimos, si un creyente no está venciendo la contaminación del mundo entonces no está cumpliendo el estándar puesto para la Iglesia, para la Esposa del Cordero, para el real sacerdocio. Más bien, es posible que esté en una condición espiritual peor que cuando llegó por primera vez a conocer de Cristo.

El vencedor es el Cristiano normal.

Pensemos por un momento sobre el concepto de la imputación (la justicia adscrita al creyente debido a su confianza en el Señor Jesús aparte de cualquier cambio de conducta por su parte).

Cuando un pecador llega a Cristo, cuando cree en Él, se arrepiente de sus pecados y es bautizado en agua Dios le imputa la justicia de Cristo. Es decir, la justicia de Cristo le es asignada al pecador. Debido a su fe en Cristo, Dios perdona sus pecados y lo recibe a su Divina comunión.

Aquí es donde la imputación (justicia asignada) termina. Dios no sigue ignorando la conducta del creyente después del perdón inicial, considerándolo justo aunque su conducta sea mala. El santo nuevo debe proponerse seguir al Señor diariamente. Mientras obedezca la voluntad de Cristo para él ese día, la sangre de Cristo continuará perdonándolo ante Dios. Obedecer la voluntad de Cristo un día a la vez es perfectamente posible para cada uno de los creyentes. Es Satanás, no Jesús, el que es un capataz difícil.

Las recompensas al vencedor no se nos dan en base a la justicia imputada sino en base a nuestras obras. Si esto no fuera verdad, los Capítulos Dos y Tres de Apocalipsis no tendrían ningún sentido. Si los miembros de las siete iglesias Cristianas de Asia son todas justas por la justicia imputada, ¿qué sentido tendría el texto?

Considera:

A los hijos de esa mujer los heriré de muerte. Así sabrán todas las iglesias que yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y a cada uno de ustedes lo trataré de acuerdo a sus obras. (Apocalipsis 2:23—NVI)

Si la justicia nos sigue siendo imputada (adscrita) después de que somos Cristianos, sin importar cómo nos comportemos, ¿por qué nos escudriñaría Cristo la mente y el corazón? ¿Por qué diría: “A cada uno de ustedes lo trataré de acuerdo a sus obras.”? Si la justicia nos está siendo imputada muy independientemente de nuestra conducta santa, ¿por qué Cristo nos dice esto?

¿Está Cristo hablándoles a los que no son Cristianos? Las Escrituras dicen que se está dirigiendo al “ángel de la iglesia de Tiatira”. No se está dirigiendo a los que no son Cristianos. Cristo se está dirigiendo a los miembros de la iglesia de Tiatira por medio del ángel (espíritu) de esa iglesia.

Los predicadores y maestros Cristianos han llevado el concepto de la imputación (justicia asignada) mucho más allá de la intención de Dios. El resultado ha sido una tremenda cosecha de inmoralidad y desobediencia.

Pero, te preguntarás ¿qué importa si no recibimos las recompensas asignadas para los santos victoriosos? ¿Qué pasa si no somos parte de esta Iglesia exaltada, parte de la Esposa del Cordero, parte del Cuerpo de Cristo, parte del Tabernáculo de Dios? Por lo menos somos salvos de la ira.

Esta es una posición peligrosa por dos lados.

Primero, el principio del Reino es: a quien mucho se le da, de él mucho se requerirá. Si hemos sido invitados a ser miembros de la Iglesia, Cristo nos juzgará desde ese estándar. Él no nos juzgará como una persona que nunca ha sido llamada a ser parte de la Iglesia. Él nos juzgará como parte de los elegidos. Seremos castigados con muchos latigazos si no usamos diligentemente los talentos que nos han sido dados. No somos responsables por las habilidades y oportunidades que le han sido dadas a alguien más.

Segundo, las recompensas asignadas a los santos victoriosos no son simples trivialidades. Son los pasos necesarios hacia la primera resurrección de entre los muertos. Quien no logre obtener estas recompensas no será resucitado de entre los muertos, ni ascenderá a encontrarse con el Señor cuando Cristo aparezca. Sólo los santos que han vivido victoriosamente serán resucitados cuando el Señor venga. Aquellos que hayan caído en derrota tendrán su porción al final del periodo de los mil años, según lo que nosotros entendemos en las Escrituras (Apocalipsis 20:5).

La primera recompensa es comer del árbol de la vida (Apocalipsis 2:7). Comer del árbol de la vida no es una trivialidad, es obtener la inmortalidad en nuestra carne y huesos. La inmortalidad fue lo que Adán y Eva perdieron por su desobediencia a Dios.

La oportunidad de comer del árbol de la vida nunca le será dado a un ser humano en base a una justicia imputada. Ayudados por la gracia de Cristo, nosotros debemos vencer las tentaciones de la vida antes de que Dios le confíe la vida eterna a nuestra carne y a nuestros huesos.

A los santos que no son victoriosos, a los derrotados, nunca les será dado de comer del árbol de la vida eterna que está en medio del Paraíso. Comer del árbol de la vida no es un lujo que un puñado de super-Cristianos disfrutarán. Más bien, comer del árbol de la vida es la “vida eterna” prometida en Juan 3:16. Es la esencia de la redención Cristiana.

La segunda recompensa es la corona de la vida (Apocalipsis 2:10). La corona de la vida es la comisión de reinar sobre la creación de Dios por la autoridad y el poder de la Vida Eterna. Reinar sobre la creación es el papel de la Iglesia, de la Esposa del Cordero, de la nueva Jerusalén. Nadie que no sea vencedor, ni nadie derrotado será comisionado a reinar sobre la creación de Dios. Si no puede reinar ahora, ¿cómo reinará entonces? La idea de que un creyente derrotado reine sobre las naciones de la tierra con vara de hierro es absurdo.

La tercera recompensa es no sufrir daño alguno de la segunda muerte (Apocalipsis 2:11). La segunda muerte es el Lago de Fuego.

El Señor Jesús está queriendo decir aquí que aquellos que no logren vencer por Su gracia las decepciones y presiones del mundo están en peligro de sufrir daño de la segunda muerte. La tercera recompensa no puede ser considerada una trivialidad que los super-Cristianos disfrutarán. No sufrir daño alguno de la segunda muerte ciertamente es esencial para la redención de los Cristianos.

Las recompensas a los santos victoriosos comienzan con la oportunidad de comer del árbol de la vida y concluyen con ser establecidos sobre los tronos de Cristo. Es obvio que los santos victoriosos son los miembros de la verdadera Iglesia, de la Esposa del Cordero.

Quienes no busquen el discipulado Cristiano con suficiente vigor para lograr la victoria sobre el mundo, sobre Satanás, sobre la lujuria de la carne, y sobre el amor propio no recibirán muchas de las bendiciones que asociamos con ser parte de la Iglesia. Nuestro punto de vista es que los creyentes derrotados no serán, en muchos casos, arrojados al Lago de Fuego, pero ciertamente están en peligro de latigazos y de las tinieblas de afuera.

Los santos victoriosos son el real sacerdocio, la Iglesia, la Esposa del Cordero.

Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. (1 Pedro 2:9—NVI)
Al que ha hecho de nosotros un reino, sacerdotes al servicio de Dios su Padre, ¡a él sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos! Amén. (Apocalipsis 1:6—NVI)

Son los santos victoriosos los que participarán en la primera resurrección de entre los muertos.

Dichosos y santos los que tienen parte en la primera resurrección. La segunda muerte no tiene poder sobre ellos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años. (Apocalipsis 20:6—NVI)

La Iglesia de Cristo, siendo una parte eternamente inseparable de Cristo y llena de Cristo, reinará sobre la creación de Dios por siempre.

El trono de Dios Todopoderoso y la naturaleza de aquellos que están en y alrededor del trono están descritos en Apocalipsis, Capítulo Cuatro. Las características que aquí se presentan deben ser verdad de todo miembro de la Iglesia de Cristo.

Y había algo parecido a un mar de vidrio, como de cristal transparente. En el centro, alrededor del trono, había cuatro seres vivientes cubiertos de ojos por delante y por detrás. (Apocalipsis 4:6—NVI)

El “mar de vidrio como de cristal transparente” habla sobre la transparencia que se crea en nuestra personalidad conforme atravesamos el fuego de Dios. Solo a aquellos que sufren se les permitirá reinar con Dios.

El número “cuatro” (de los seres vivientes) simboliza Pentecostés—el poder para dar testimonio sobre Dios que nos es dado por el Espíritu Santo. Pentecostés es la cuarta fiesta solemne del Señor. Estos son los creyentes que han aprendido a vivir en el Espíritu de Dios.

La multitud de ojos por delante, por detrás y por dentro se refiere a la habilidad para “ver”, lo cual es la señal de todo verdadero profeta de Dios. El pecado produce ceguera en nosotros. Los santos victoriosos de Dios pueden percibir el futuro, el pasado, y el significado interno de las cosas y de los eventos. Ellos son hijos de la luz, hijos del día.

Cada uno de ellos tenía seis alas y estaba cubierto de ojos, por encima y por debajo de las alas. Y día y noche repetían sin cesar: “Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era y que es y que ha de venir.” (Apocalipsis 4:8—NVI)

Las “seis alas” nos recuerda que en el sexto día Dios creó al hombre a Su imagen, dándole la autoridad y el poder sobre las obras de las manos de Dios. Al hombre, cuando haya sido creado a la imagen de Cristo y haya sido lleno con Cristo, se le dará soberanía sobre las creación.

El primero de los seres vivientes era semejante a un león; el segundo, a un toro; el tercero tenía rostro como de hombre; el cuarto era semejante a un águila en vuelo. (Apocalipsis 4:7—NVI)

El “león” es la cualidad de valentía que le ayuda al vencedor a reinar. El primer grupo que entra al “lago que arde con fuego y azufre” está formado por los temerosos, por los tímidos.

El temor es una de las armas principales de Satanás en contra de la justicia. Josué tuvo que ser recordado continuamente a no temer (Josué, Capítulo Uno). Dios no nos ha dado un espíritu de timidez sino de “poder, de amor, y de dominio propio”.

El vencedor debe ser fuerte en el Señor y en la fuerza de Su poder, poniéndose toda la armadura de Dios para que pueda enfrentar las estrategias del adversario.

La fe y el temor son opuestos. La fe es la victoria que vence al mundo. El temor conduce a la derrota y a la esclavitud. Para poder ser victoriosos debemos tener al “León de la tribu de Judá” formado y morando en nosotros.

El “toro” (ver Ezequiel 1:10) habla de aquellos que sirven y nutren. El toro nutre a Dios (Génesis 18:7) y al hijo pródigo (Lucas 15:23). Eliseo aró con doce yuntas de bueyes, después tomó las yuntas, “asó la carne y se la dio al pueblo” (1 Reyes 19:21). Primero, los bueyes sirvieron, y luego fueron sacrificados para suplir las necesidades del pueblo.

Lo mismo sucede con el santo victorioso que es un siervo, y su servicio es de sacrificio. A veces intentamos servir al Señor de tal manera que nosotros saquemos provecho de nuestro servicio. Esto no es difícil de hacer pero no es aceptable a Dios. Es Señor está buscando a quienes estén dispuestos a ser llevados a un lugar de servicio muy costoso, en cuanto a que no están sacando provecho sino que están sirviendo sin la esperanza de recompensa en esta vida (a excepción de la recompensa de agradar al Señor y de ser aceptado por Él).

Pero el rey le respondió a Arauna;—Eso no puede ser. No voy a ofrecer al Señor mi Dios holocaustos que nada me cuesten. Te lo compraré todo por su precio justo. Fue así como David compró la parcela y los bueyes por cincuenta monedas de plata. (2 Samuel 24:24—NVI)

“Que nada me cuestan.”

Y aunque mi vida fuera derramada sobre el sacrificio y servicio que proceden de su fe, me alegro y comparto con ustedes mi alegría. (Filipenses 2:17—NVI)

Cuando es fácil y agradable hacerlo, muchos sirven al Señor. Pero el santo victorioso está dispuesto a servir al Señor en el dolor y la frustración hasta el punto de la muerte. Esta es una de las diferencias principales entre los creyentes derrotados y los santos vencedores.

El “rostro como de hombre” significa la belleza de la personalidad de Cristo, lo bello que es la santidad para el Señor. Algunos son valientes y están dispuestos a servir con sacrificio pero pierden su belleza como personas. Ellos se vuelven amargados, o terminan construyendo su propio reino en lugar del Reino de Dios.

El fruto del Espíritu es la imagen de Cristo. El santo verdadero siempre está creciendo en amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, mansedumbre, templanza y dominio propio. Es fácil que la personalidad de los individuos celosamente religiosos se distorsione. Estas personas se la pasan llevando confusión y muerte a los creyentes. Ellos se consideran Cristianos fuertes pero no muestran el rostro del hombre de Dios. Quizá sean “leones”, o “toros”, o “águilas” espirituales pero no tienen el rostro del hombre, el “rostro” que puede morar en amor y unión con Dios.

El “águila en vuelo” se refiere a orar y vivir en el Espíritu de Dios. Cuando esperamos en el Señor “volaremos como las águilas” (Isaías 40:31).

El Señor está rompiendo los sellos de las Escrituras en la época en que estamos viviendo. La verdad sobre la Palabra se está desbordando por todos lados. Sin embargo, muchos de los creyentes no comprenden la importancia de la oración y de esperar en el Señor.

Nuestra cultura está tan frenéticamente ocupada que los creyentes no tienen tiempo (o no se toman el tiempo) para orar. Ellos van a la iglesia después de un día atareado para disfrutar del “servicio” o porque sienten que es su obligación hacerlo. Pero quizá no estén pasando suficiente tiempo buscando al Señor para experimentar continuamente Su Presencia.

¿Qué novio estaría contento con una novia hábil y devota que tuviera poco tiempo para dedicárselo a Él? El Señor no estará contento con nosotros, sin importar cuánto trabajamos, si pasamos muy poco tiempo ante Él. Cuando la congregación no se toma el tiempo de esperar en el Señor, hay muy poca admiración, muy poca Presencia de Dios en medio de ella. Esto será verdad aunque la doctrina y las obras de la iglesia estén de acuerdo con las Escrituras.

Ningún santo jamás será parte de la primera resurrección de entre los muertos hasta que aprenda a vivir en el Espíritu de Dios, y es imposible vivir en el Espíritu sin la oración.

Al decir oración no nos estamos refiriendo a pensar positivamente, sino queremos decir pasar tiempo a solas con Dios buscando Su rostro. Nuestras vidas están llenas de muchas actividades que parecen ser esenciales, pero ninguna es tan importante como la oración.

La valentía y fuerza del león, el servicio de sacrificio del toro, y ser un hombre a la imagen de Cristo son necesarios si queremos alcanzar el trono de gloria. Pero ninguno de éstos puede lograr el nivel requerido de aceptabilidad sin esperar diligente, consistente y fielmente en el Señor.

Señor, enséñanos a orar.

Un entendimiento perfecto de las Escrituras no traerá el temor y la Presencia de Cristo a nuestro entorno. Servir incansablemente tampoco lo traerá. Todos los asentimientos de “fe” tampoco lo traerán. Sólo la oración consistente e intensa puede ayudarnos a volar como las águilas hacia los cielos y ser parte de la Vida de nuestro Santo Dios.

Nosotros no oramos para “sacarle algo a Dios”. Oramos para “buscar” al Señor; es decir, buscamos morar en Su Presencia, buscamos adorarlo y escuchar Su voz. Lo anhelamos. Tenemos hambre y sed de Él.

Dios está llamando de entre las iglesias a siervos y testigos santos, a un real sacerdocio. Aquellos que respondan son los verdaderos Cristianos, los santos, el Cuerpo de Cristo, los hijos de Dios, la Esposa del Cordero, la nueva Jerusalén, el Tabernáculo de Dios, la Iglesia del Señor Jesucristo. Ellos no son super-Cristianos, simplemente son Cristianos, discípulos de Cristo. Ellos siguen al Cordero a dondequiera que Él vaya.

Los creyentes, en su mayoría, no están consagrados a los propósitos del Señor. Están llenos de maldad e impurezas. Ellos son descuidados en su servicio (lo cual es importante a los ojos del Señor). Frecuentemente son desobedientes a la voluntad conocida de Dios y lo admitirán (¡sin temblar!).

En nuestros días, el mensaje del Evangelio ya no tiene la fuerza que solía tener. A los Cristianos se les ha enseñado que serán salvos por la gracia sin importar su comportamiento, que el comportamiento santo no es requerido en el Reino de Dios. Esto no es verdad. Se les ha enseñado que en cualquier momento serán arrebatados en el “rapto”. Esto tampoco es verdad. Ellos están esperando entrar al Reino de Dios cuando entren al Cielo. El Cielo no es el Reino de Dios ni tampoco entramos al Reino de Dios cuando vamos al Cielo. El Reino de Dios es Dios en Cristo en los santos ministrando a las naciones salvas de la tierra.

Los maestros y profetas están buscando dinero del rebaño. Los pastores, en muchos casos, están construyendo sus propios reinos, sus propios monumentos.

Esta condición no es nueva.

Pero éste es un pueblo saqueado y despojado, todos atrapados en cuevas o encerrados en cárceles. Son saqueados, y nadie los libra; son despojados, y nadie reclama. (Isaías 42:22—NVI)

El Espíritu está llamando a la Esposa de entre las iglesias de hoy en día. Es principalmente un éxodo espiritual, no un éxodo físico. Dejar la “gran iglesia” no nos hace miembros del verdadero Cuerpo de Cristo. El corazón es el que debe abandonar Babilonia (el Cristianismo dirigido por el hombre) e ir a Jesús.

Alguien quizá lea este mensaje y se desanime por el alto estándar presentado. Hemos escrito la verdad; pero agreguemos algo que quizá ayude a alguien que no esté viviendo victoriosamente en este momento.

Hay muchos, pero muchos creyentes hoy en día que se han dado por vencidos de llegar a ser verdaderos Cristianos. El medio ambiente es tan endemoniado, tan oscuro, que solo unos cuantos parecen capaces y dispuestos a hacer el esfuerzo de dejar el mundo, el pecado y la voluntad propia para seguir al Señor.

Si tú tienes un hijo desalentado o discapacitado, sabes que tu actitud no es una de condenación sino de profunda preocupación de que tu hijo pueda tener éxito en la vida.

Lo mismo sucede con Dios. Si nosotros, siendo malos, tenemos un corazón compasivo para un hijo desalentado o discapacitado, ¡imagínate cómo se siente Dios hacia ti!

La sangre de la cruz perdonará todos tus pecados ahora mismo si estás dispuesto a recibirlo. Después, busca al Señor para que te ayude. Dile que deseas complacerlo y vivir victoriosamente.

No hay nada malo en buscar ayuda psicológica, en tomar medicamentos o en participar en terapia de grupo. Con frecuencia, estos pueden ser de mucha ayuda. Buscar ayuda profesional no evitará que Dios te sane. Él siente simpatía hacia ti cuando tú intentas volverte fuerte.

El punto es que Dios Todopoderoso es capaz de llevarte a la victoria que tú deseas. Él está más preocupado que tú por tu condición espiritual y es capaz de quitar todo problema gracias a Sus riquezas en gloria por medio de Cristo.

No mires adentro de ti mismo para encontrar la solución. Mira hacia el Cielo. Hay más alegría en el Cielo por un pecador que se arrepiente que por cien personas que no necesitan arrepentirse. Dios, Jesús y los santos ángeles están de tu lado. Ellos quiere que tú tengas éxito así cómo tú quieres que tu hijo lo tenga.

Pídele al Señor ahora mismo que te de el deseo de llevar una vida Cristiana victoriosa. Pídeselo todos los días. Ignora tus fracasos. ¡Sígueselo pidiendo! ¡Pidiendo! ¡Pidiendo! No dejes de pedírselo. La victoria total está ahí para ti si esto es lo que tú deseas.

Los Capítulos Dos y Tres del Libro del Apocalipsis son una carta de amor para la futura Esposa. El que tenga oídos, que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

¡Levántate, amada mía; ven conmigo, mujer hermosa!

(“El Vencedor Es El Verdadero Cristiano”, 4121-1)

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