LA RESOLUCIÓN

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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. ©1999 por la Sociedad Bíblica Internacional
Traducido por Carmen E. Álvarez

Quizá se deba a que estamos acostumbrados a razonar en forma deductiva nuestra interpretación del Nuevo Testamento por el que tendemos a seleccionar y dar preferencia a un aspecto de la verdad Divina y a rechazar el otro aspecto de esa misma verdad. Un ejemplo actual es cuando ponemos tanto énfasis en la gracia y la fe hasta casi excluir por completo el papel vital que tiene en la redención Cristiana el comportamiento justo, santo y obediente.

Cuando estamos dispuestos a leer al Nuevo Testamento sin usar los anteojos de axiomas preconcebidos podemos observar que desde los Evangelios hasta el Apocalipsis el comportamiento justo, santo y obediente se enfatiza a un mayor grado de lo que se enfatizan la gracia y la fe.

En nuestra época Dios nos está dirigiendo a que regresemos a la vida justa, santa y obediente, pero muchos creyentes no se van a arrepentir hasta que comprendan que necesitan presentar un comportamiento justo. El Apóstol Pablo, en el segundo capítulo de la Carta a los Gálatas, presenta la solución bíblica a la aparente contradicción del conflicto en el programa Divino de la redención entre el papel que tiene la fe y el papel que tiene el comportamiento santo.


LA RESOLUCIÓN

Existen unos cuantos pasajes en el Nuevo Testamento que hablan sobre la gracia Divina, sobre la salvación por medio de la gracia. El resto del texto, desde los Evangelios hasta el Apocalipsis, enfatiza un comportamiento santo. Ya que indudablemente este es el caso, es claro que el Espíritu Santo está enseñándonos que tanto la gracia como el comportamiento santo son esenciales para la salvación Cristiana.

¿Cómo es que la enseñanza Cristiana se ha alejado tanto de la realidad? ¿Será acaso porque el hombre, con su amor a sí mismo, desea hacer que la gracia sea el único aspecto esencial de la salvación para que en caso de que él desee pecar un poco, o de que tenga miedo de caer, pueda tener la confianza de que no tendrá que sufrir por su comportamiento? ¿Será esta la razón por la que presentamos un desequilibrio en las Escrituras?

O será porque nos imaginamos que Dios es un Santa Claus de buen corazón que sonríe ante el comportamiento moral de los Cristianos Norteamericanos diciendo, “¡Ni modo, así son los niños!” Simplemente no podemos imaginarnos al buen Jesús tomando nuestra moneda de oro y enviándonos a las tinieblas de afuera. Esos pasajes de la Biblia han de ser para los Judíos o para alguien de alguna otra parte.

Nosotros hoy en día conocemos muy poco de la severidad de Dios.

O será porque Satanás está intentando convencer a la creación de que quienes pequen ciertamente no morirán, esperando de alguna manera que esto se aplique a él.

Cualquiera que sea la razón, las enseñanzas y las predicaciones Cristianas se han alejado completamente de las Escrituras en su énfasis exagerado sobre la gracia hasta casi descuidar el papel que la justicia, la santidad, y la obediencia estricta al Padre tienen en la salvación Cristiana.

Pablo dice que somos justificados por la fe. Santiago dice que somos justificados por las obras. Te pregunto ¿la Carta de Santiago realmente está en el canon del Nuevo Testamento? Si realmente lo está, entonces ¿por qué son ignoradas sus palabras? Piensa ¿por qué son ignoradas las numerosas advertencias que fueron dadas por el Señor Jesús y por el Apóstol Pablo con respecto al temido destino que tendrán los siervos del Señor que no obedecen Su voluntad con diligencia, que siguen obedeciendo su naturaleza pecaminosa?

Pablo dice que somos aceptados por Dios en base a la gracia y la fe.

Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte. (Efesios 2:8,9NVI)

Santiago dice que somos aceptados por Dios en base a nuestras obras.

¿No fue declarado justo nuestro padre Abraham por lo que hizo cuando ofreció sobre el altar a su hijo Isaac? Ya lo ves: Su fe y sus obras actuaban conjuntamente, y su fe llegó a la perfección por las obras que hizo. Así se cumplió la Escritura que dice: “Le creyó Abraham a Dios, y esto se le tomó en cuenta como justicia”, y fue llamado amigo de Dios. Como pueden ver, a una persona se le declara justa por las obras, y no sólo por la fe. (Santiago 2:21-24NVI)

“No por obras, para que nadie se jacte.”

“A una persona se le declara justa por las obras, y no sólo por la fe.”

¿Acaso son Palabra de Dios estas dos declaraciones? ¿Acaso son igualmente verdaderas?

En apariencia parecen contradecirse. ¿Será bueno ignorar la contradicción? ¿Habrá alguna resolución satisfactoria? Si no existe una resolución entonces o los Escritos de Pablo o la Carta de Santiago deben ser removidos de la Biblia.

¿Cuál de los dos quieres remover?

En realidad no existe contradicción. El propósito de la gracia es ponernos en el camino para comenzar a comportarnos con justicia y santidad. Éste es el propósito de la gracia Divina bajo el pacto nuevo. Si vemos la gracia de cualquier otra manera entonces hemos sido engañados.

Pablo nos dio la resolución en el siguiente pasaje. Observémoslo cuidadosamente.

Nosotros somos judíos de nacimiento y no pecadores paganos. Sin embargo, al reconocer que nadie es justificado por las obras que demanda la ley sino por la fe en Jesucristo, también nosotros hemos puesto nuestra fe en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en él y no por las obras de la ley; porque por éstas nadie será justificado. Ahora bien, cuando buscamos ser justificados por Cristo, se hace evidente que nosotros mismos somos pecadores. ¿Quiere esto decir que Cristo está al servicio del pecado? ¡De ninguna manera! Si uno vuelve a edificar lo que antes había destruido, se hace transgresor. Yo, por mi parte, mediante la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios. He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí. (Gálatas 2:15-20NVI)

Nosotros que somos Judíos de nacimiento y nopecadores paganos”. Pablo le estaba recordando a Pedro que él, Pablo, era Judío de nacimiento y no un pecador pagano. Pablo le estaba diciendo: “¡Mírame! Yo, un Judío, estoy confiando en Cristo en lugar de confiar en la Ley de Moisés. Yo no soy uno de esos pecadores paganos. Pedro, ¡no estás tratando con un Gentil!”

Pedro estaba indeciso entre su crianza bajo la Ley de Moisés y la gracia y la fe que Pablo estaba enseñando. Recuerda que sólo al Apóstol Pablo se le dio la explicación de la transición de Moisés a Cristo.

Pablo escribió algunas cosas que según Pedro eran difíciles de comprender y que estaban siendo interpretados falsamente por algunos (probablemente Cristianos influidos por los Gnósticos) para su propia destrucción. De hecho, esto está sucediendo hoy en día en las iglesias Cristianas. Parece ser que a veces no comprendemos para nada a Pablo y pensamos que él dijo que no tenemos que vivir con justicia.

Al reconocer que nadie es justificado por las obras que demanda la ley sino por la fe en Jesucristo. Aquí es donde yace el problema. Nosotros los Gentiles hemos interpretado que Pablo quiso decir que no tenemos que vivir con justicia porque somos salvos por la gracia y no por las obras.

Cuando Pablo habló sobre las “obras” él no se estaba refiriendo al comportamiento justo sino a la Ley de Moisés. Nadie es justificado por las obras que demanda la ley sino por la fe en Jesucristo. Aquí no se está contrastando la fe y el comportamiento justo sino la fe y la Ley de Moisés.

También nosotros hemos puesto nuestra fe en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en él y no por las obras de la ley. “Hasta nosotros los Judíos estamos buscando en Cristo el poder agradar a Dios por la fe en Él y no por observar el día de reposo, la circuncisión, la leyes dietéticas, y los días de fiesta.”

Porque por éstas [las obras de la ley] nadie será justificado. “Pedro, entiende. Dios ya no justificará a nadie por obedecer la Ley de Moisés, ya que Cristo ha muerto sobre la cruz. Así que ¿por qué estás tratando de poner a los Gentiles nuevamente bajo la Ley?”

Ahora bien, cuando buscamos ser justificados por Cristo. Los Judíos estaban acostumbrados a complacer a Dios adhiriéndose estrictamente a la Ley de Moisés. Ahora Pablo nos está diciendo que debemos buscar agradar a Dios siguiendo a Cristo.

Se hace evidente que nosotros mismos somos pecadores. ¿Quiere esto decir que Cristo está al servicio del pecado? Es de suma importancia que comprendamos el concepto que se presenta en este enunciado. La enseñanza Cristiana sobre la gracia es una tremenda piedra de tropiezo para los Judíos que quieren ser justos y rectos. El Judío que cumple la Ley de Moisés está buscando comportarse con justicia y santidad porque esto es lo que se le ha enseñado toda su vida.

Cuando los Cristianos, malentendiendo cómo funciona el pacto nuevo, le explican al Judío que ya no tiene que ser justo, ¿qué es lo que va a pensar? ¿Acaso no tratará de salvar su vida huyendo de estos Cristianos, hijos de Satanás (así como son considerados por los Musulmanes—y con buena razón)?

Si el Cristiano sigue pecando mientras clama ser “salvo por la gracia”, entonces cualquier persona razonable se justificaría en creer que Cristo promueve el pecado. La manera en que nosotros los Cristianos nos comportamos le da al mundo razón para creer que Cristo es el autor del pecado. ¿Y por qué no habrían de creer esto? ¡Nosotros mismos lo creemos! ¡Enseñamos y creemos que Cristo vino y dio Su vida sobre la cruz para que nosotros no tengamos que vivir con rectitud y justicia! ¿No es así?

¡De ninguna manera! ¿Acaso Cristo aprueba el pecado? ¡De ninguna manera! ¿Acaso las buenas nuevas Cristianas son que podemos seguir pecando sin ser penalizados? ¿Lo son o no? En ésta época Dios está buscando en nosotros veracidad e integridad y nosotros estamos confundidos. Nosotros no comprendemos el pacto nuevo.

Si uno vuelve a edificar lo que antes había destruido, se hace transgresor. ¿Qué fue lo que Pablo destruyó que podía volver a edificar si él quisiera? ¿Acaso no fue el tipo de vida que Pablo describió en el séptimo capítulo de la Carta a los Romanos?

Antes de que se volviera a Cristo, Pablo estaba en una relación infructuosa con la Ley de Moisés. La Ley le exigía a Pablo que no codiciara. Pablo, contando sólo con la ayuda de su poder de voluntad para obedecer la Ley, procedía a codiciar. Ésta es la ley del pecado y la muerte—la relación de la Ley de Moisés con nuestra naturaleza pecaminosa.

Pablo está diciendo, “Si yo regreso al comportamiento infructuoso del hombre que está bajo la Ley de Moisés, continuamente esforzándome sin esperanza en contra de mi naturaleza pecaminosa, demuestro sin lugar a duda que soy transgresor. ¿Es esto lo que quieres Pedro? ¿Quieres que regrese a aquello que nunca me ayudó a complacer a Dios?”

“Pedro, estás enseñando que quienes no obedecen la Ley de Moisés son pecadores, y que por esto están haciendo de Cristo el ministro del pecado. Pero yo te estoy diciendo que no comprendes el pacto nuevo.”

Yo, por mí parte, mediante la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios. “La Ley me llevó a la cruz con Jesucristo. La ley me mató. Ahora la Ley ya no tiene dominio sobre mí porque la Ley controla sólo a los muertos, no a los vivos.

“Escucha Pedro, (y todos nosotros los Cristianos), no morí a la Ley para que pudiera hacer lo que me placiera. Morí a la Ley para que pudiera vivir para Dios.”

Aquí mero está el catastrófico malentendido. No somos libres de la ley de Moisés para que podamos hacer lo que nos plazca. Somos libres de la Ley de Moisés para que nos podamos casar con Jesucristo. Estamos viviendo para Dios pero jugando con las reglas de un juego diferente.

Estamos buscando ser justificados por Cristo. El matrimonio con Cristo Jesús es infinitamente más exigente que la Ley de Moisés. Estar casado con Cristo, morar en Cristo, significa que estamos en una relación personal e intensa con Él las veinticuatro horas de todos los días, los siete días de la semana. Nuestra vida completa debe ser entregada a Cristo y debe volverse Cristo.

Ser libres de la Ley de Moisés no significa que ya no estemos bajo la ley de Dios. Significa que hemos cambiado de la ley moral escrita sobre tablas de piedra a la ley Divina eterna escrita en nuestra mente y en nuestro corazón. La ley Divina está siendo escrita día con día, semana con semana, conforme por medio del Espíritu de Dios estamos venciendo el mal que se nos presenta cada día.

He sido crucificado con Cristo. El móvil esencial de la vida Cristiana es unidad con la muerte y resurrección de Cristo. Hasta que no nos consideremos muertos con Cristo y resucitados con Él y a la derecha del Padre no hemos comenzado el camino a la vida eterna.

Aunque tienen algo de fidelidad teológica nuestros trillados, baratos y superficiales “cuatro pasos de la salvación”, en realidad éstos alejan a la persona de una vida de discipulado. Los cuatro pasos suponen que podemos comprar un boleto al Cielo y luego esperar hasta morir o hasta ser “arrebatados” al Cielo. ¡Qué tremenda perversión del pacto nuevo!

No comenzamos a ser Cristianos hasta que nos consideremos muertos con Cristo y resucitados con Cristo. Sin embargo no existe un creyente entre cien en los Estados Unidos que realmente haya muerto con Cristo, que esté presentando su cuerpo como sacrificio vivo a Dios, que se esté negando a sí mismo, tomando su cruz, y siguiendo a Jesús.

Quizá me acuses de no tener la menor idea de lo que estoy hablando. Espero que tengas razón. Mira alrededor de tu asamblea; mejor aun, mira en tu propio corazón y ve si es verdad que estás viviendo una vida crucificada, que estás presentando tu cuerpo como sacrificio vivo a Dios, que te estás negando a ti mismo, tomando tu cruz, y siguiendo a Jesús.

De lo que estamos hablando es de la resolución del aparente conflicto entre la fe y las obras presentadas por los escritos de Pablo y Santiago.

Estamos diciendo que la verdadera fe del Evangelio requiere de una vida crucificada, de que nos neguemos a nosotros mismos, de una obediencia a Cristo portadora de la cruz. De esta manera nuestro comportamiento justo excede el comportamiento justo de los Escribas y Fariseos, no nuestro comportamiento justo imputado sino nuestro comportamiento verdadero de justicia.

¿Por qué? Porque lo único que tenían los Escribas y Fariseos era la ley del pecado y la muerte, la interacción de la Ley de Moisés y sus naturalezas pecaminosas. Pero nosotros, conforme somos crucificados y resucitados con Cristo, estamos creciendo cada día en la Naturaleza justa de Cristo Jesús, una naturaleza justa que se manifiesta a sí misma en pensamiento, palabras, y actos santos—comportamiento justo y santo que puede ser visto por los vecinos y que hará que ellos glorifiquen a Dios.

¿Puedes ver que sin la fe es imposible comenzar el verdadero y único camino hacia la vida eterna, y que si la fe no está produciendo una creación nueva y justa entonces está muerta? Así que la aparente contradicción presentada por Pablo y Santiago está completa y totalmente resuelta.

¿Somos justificados por la fe? ¡Absolutamente!

¿Somos justificados por las obras? ¡Absolutamente! Cuando no vemos transformación en el carácter sabemos sin lugar a duda que no está presente la fe que salva.

Y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Si ya te has considerado muerto y has dejado de vivir, entonces ya no estás atado a la Ley de Moisés y Cristo puede perfeccionar Su Vida en ti. Si Cristo está viviendo en ti tu comportamiento lo reflejará. ¿Cómo podría Cristo estar viviendo en alguien y que esa persona no creciera en la habilidad para distinguir entre el bien y el mal, y que no poseyera la voluntad y el poder de escoger el bien y rechazar el mal? No nos engañemos. No es posible que Cristo esté viviendo en alguien y que ese individuo no esté creciendo en comportamiento justo, santo y obediente.

¡Es absolutamente imposible! La persona que dice que conoce al Señor y no obedece los mandamientos de Cristo y Sus Apóstoles es un mentiroso. No existe la verdad en él. Es tan sencillo como eso.

Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí. Vivir por la fe en el Hijo de Dios significa llevar ante Él toda decisión que tengamos que tomar, llevar nuestra mente a estar bajo Su control, llevar nuestra lengua a estar bajo Su control, llevar nuestras acciones a estar bajo Su control. Significa avanzar continuamente hacia Jesús en todo lugar, en toda situación, en todo tiempo. Significa morar en Él. Significa llegar a ser parte de Su vida.

Si Cristo se vuelve nuestra vida, entonces cuando Él aparezca nosotros nos apareceremos con Él.

No existe salvación Divina si no hay transformación moral. La salvación no es un pase para salir del Infierno y un boleto que nos admite al Cielo (como es comúnmente enseñado). La salvación es nuestro cambio de la persona y las obras de Satanás a la Persona y obras de Dios en Cristo. Esto es lo que es la salvación—transformación moral.

No somos salvos para ir al Cielo. Esto no se encuentra en la Biblia. Más bien somos salvos para poder tener comunión con Dios y para estar capacitados y tener la habilidad de ejercer la diversidad de tareas que se requieren en el establecimiento y la operación del Reino de Dios. Dios necesita personas transformadas que puedan servir como piedras vivas en Su Templo eterno, como miembros de la Esposa del Cordero, como miembros del Cuerpo de Cristo, como real sacerdocio que pueda gobernar sobre las naciones salvas sobre la tierra, como jueces de hombre y ángeles, etc. Estos papeles y éstas tareas (y existen numerosas más) sólo pueden ser cumplidas por personas que están viviendo por la Vida de Jesucristo, que han sido formadas a Su imagen, y que están morando en descanso tranquilo en Cristo y el Padre.

Tito habla sobre el papel que tiene el comportamiento justo y su relación con la gracia Divina:

En verdad, Dios ha manifestado a toda la humanidad su gracia, la cual trae salvación y nos enseña a rechazar la impiedad y las pasiones mundanas. Así podremos vivir en este mundo con justicia, piedad y dominio propio, mientras aguardamos la bendita esperanza, es decir, la gloriosa venida de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo. Él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y purificar para sí un pueblo elegido, dedicado a hacer el bien. (Tito 2:11-14NVI)

El Cristiano dirá, “Pablo no dijo que teníamos que vivir en este mundo con justicia, piedad y dominio propio. Sólo dijo que esto eso es lo que la gracia nos enseña a hacer, no que realmente tuviéramos que hacerlo para ser salvos.” Así de desesperados estamos para comprobar que nuestro comportamiento no es un aspecto esencial de nuestra salvación.

Si nos adentráramos más en el pasaje podríamos observar que Cristo se dio a Sí mismo a nosotros con el propósito de redimirnos de toda la maldad y de purificarnos como un pueblo que Le pertenece de manera especial. Ahora te pregunto, ¿no será cierto que si no somos redimidos del comportamiento malo ni purificados de toda impureza, que el propósito de Cristo de darse a Sí mismo por nosotros habrá sido abortado? ¿Será razonable pensar que aunque no seamos redimidos de toda maldad, aunque no seamos purificados de toda impiedad, aunque no estemos ansiosos de hacer lo bueno, de todos modos Él nos considerará un pueblo que Le pertenece de manera especial?

Anteriormente mencionamos Efesios 2:8,9:

Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte. (Efesios 2:8,9NVI)

Estos dos versículos son fundamentales en el pensamiento Cristiano. Me fueron dados cuando acepté al Señor por primera vez en 1944 mientras estuve de servicio en el Cuerpo de Marina.

Pero nunca se me informó del versículo que le sigue. ¿Me pregunto porqué? No es buena costumbre tomar versículos fuera de su contexto, pero es la única manera que puedes fundamentar la postura Cristiana actual.

Si consideras Efesios 2:10 (el versículo “huérfano”) verás a lo que me refiero.

Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica. (Efesios 2:10NVI)

¡Vaya! ¡Quizá esto cambie nuestro entendimiento de Efesios 2:8,9!

Fuimos creados en Cristo Jesús para buenas obras. Es más, Dios preparó éstas buenas obras por adelantado (probablemente desde el principio del mundo) para que las hiciéramos.

De hecho si leemos el contexto de Efesios 2:8,9, comenzando con el versículo dieciocho del Capítulo Uno y concluyendo con el versículo diez del Capítulo Dos, estudiando y considerando cuidadosamente cada versículo, veremos que la forma en que se aplica actualmente Efesios 2:8,9 como un boleto al Cielo es una terrible perversión de la intención que tuvo el Apóstol. Realmente representa un pensamiento parcial e influenciado, que no es merecedor de maestros y expositores devotos y competentes.

Si esto no fuera suficiente para demostrar sin lugar a duda que la fe en Cristo y la transformación moral están al mismo nivel en cuanto a reconciliarnos con Dios, tenemos la variedad de advertencias estrictas del Señor Jesús con respecto a los creyentes que no muestran el fruto del comportamiento justo.

Todos recordamos cómo el Señor dijo que la rama que no dé fruto será cortada de la Vid, es decir, de Sí mismo; y como Les dijo a los miembros de la iglesia de Tiatira que Él iba a tratar a cada miembro de acuerdo con sus obras.

A los hijos de esa mujer los heriré de muerte. Así sabrán todas las iglesias que yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y a cada uno de ustedes lo trataré de acuerdo con sus obras. (Apocalipsis 2:23NVI)

¿Recuerdas también algunos de los pasajes en los que Pablo nos advirtió con respecto al destino del creyente que sigue viviendo en la lujuria y las pasiones de su cuerpo? Pablo dijo que si nosotros los Cristianos vivimos obedeciendo las pasiones de nuestro cuerpo, moriremos espiritualmente. En el contexto él quiso decir que evitaríamos la redención de nuestro cuerpo físico.

Porque si ustedes viven conforme a ella [naturaleza pecaminosa], morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. (Romanos 8:13NVI)

Pablo dijo en la Carta a los Gálatas que si nosotros los Cristianos seguimos pecando no heredaremos el Reino de Dios.

Las obras de la naturaleza pecaminosa se conocen bien: inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; idolatría y brujería; odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos, y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas. Les advierto ahora, como antes lo hice, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. (Gálatas 5:19-21NVI)

También dijo que si vivimos según la naturaleza pecaminosa en lugar de vivir según el Espíritu de Dios cosecharíamos corrupción en lugar de vida eterna.

No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra. El que siembra para agradar a su naturaleza pecaminosa, de esa misma naturaleza cosechará destrucción; el que siembra para agradar al Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna. (Gálatas 6:7,8NVI)

Y así podría seguirle con la Carta a los Hebreos, con la Primera Carta de Juan, y con la Carta de Santiago, demostrando que el Nuevo Testamento tiene mucho más que decir sobre nuestro comportamiento que de la gracia Divina. Cuando la gracia no conduce al comportamiento justo y recto entonces esta ha sido pervertida. Se ha vuelto inútil.

El problema es que se han infiltrado entre ustedes ciertos individuos que desde hace mucho tiempo han estado señalados para condenación. Son impíos que cambian en libertinaje la gracia de nuestro Dios y niegan a Jesucristo, nuestro único Soberano y Señor. (Judas 1:4NVI)

El mensaje Cristiano de esta época ha favorecido a uno de los integrantes del equipo formado por la fe y las obras y ha despreciado al otro. Sobre este fundamento que no está basado en las Escrituras se ha construido una superestructura de errores que nos tiene yendo al Paraíso para vivir por siempre en una mansión en base a nuestra profesión de fe en Cristo. ¡Vaya travestía de las Escrituras, de la salvación Cristiana!

Dios nos está pidiendo hoy que nos arrepintamos, que cambiemos nuestro comportamiento. Si seguimos presentando la gracia como un boleto para ir al Cielo sin considerar nuestro comportamiento, entonces las personas Cristianas no se van a arrepentir. ¿Por qué habrían de hacerlo? Si van a ir al Cielo de todos modos, se arrepientan o no ¿por qué habrían de alejarse de las atracciones que hay en los Estados Unidos—los deporte profesionales, el entretenimiento, los avances en tecnología, la búsqueda del dinero? ¿Por qué habrían de alejarse de éstos y presentar su cuerpo como sacrificio vivo si no es absolutamente necesario?

Es más, algunos pastores están enseñando que cualquier esfuerzo que nosotros hagamos por vivir una vida justa es ser una persona “legalista”, o es un insulto a la redención perfecta que tenemos por medio de Cristo Jesús. ¿No es esa una manera astuta de evitar lo que dijeron Jesús, Pablo, Santiago, Juan y Judas?

Otros están diciendo que nosotros debemos esperar hasta que Jesús mismo haga que vivamos con justicia. Esto quizá suene correcto pero no funciona. Tienes que hacer lo que la Biblia dice mientras todavía estás viviendo en tu naturaleza adámica si esperas que la Vida de Cristo sea formada en ti al grado de que puedas hacer el bien por naturaleza. Lee los escritos de Pablo y observa los numerosos mandamientos que debes obedecer ahora, y no esperar a que Cristo los haga por ti. Tienes que orar y hacer que tu naturaleza adámica sirva a Dios. Como dijo Pablo, ¡tienes que mantener tu cuerpo bajo tu dominio!

No habrá un arrepentimiento completo y duradero hasta que los pastores y los maestros de Dios comiencen a hacerle entender a los miembros de las iglesias Cristianas que no existe una experiencia Cristiana en la que el individuo no esté en el proceso de volverse una creación nueva en Jesucristo.

Se nos ha ordenado que presentemos nuestro cuerpo como sacrificio vivo. Se nos ha ordenado que nos neguemos a nosotros mismos, que tomemos nuestra cruz, y que sigamos al Señor Jesús. Se nos ha ordenado que vivamos en la Vid para que podamos portar la imagen moral de Jesucristo en nuestra personalidad. Se nos ha ordenado que dejemos que brille nuestra luz para que la gente pueda ver nuestras buenas obras y glorifique a Dios.

Definitivamente no existe salvación si no hay un cambio del comportamiento injusto al comportamiento justo.

Un juicio aterrador pende sobre los Estados Unidos debido a la inmoralidad de la gente. La culpa la tienen las iglesias Cristianas. Nosotros somos la única luz moral del mundo. Debido a que no estamos enseñando y viviendo vidas justas, debido a las falsas enseñanzas de la fe sin obras y del “arrebato” antes de la tribulación, la población secular está viviendo en caos moral.

No hemos sonado la alarma en las iglesias. Quizá la sangre de los pecadores en los Estados Unidos está manchando nuestras propias manos.

(“La Resolución”, 4127-1)

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