LA INTERVENCIÓN DIVINA Y LA ACTIVACIÓN HUMANA

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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional
Traducido por Carmen E. Álvarez

Las Escrituras dicen claramente que los miembros de la Iglesia, del real sacerdocio, son elegidos según la decisión soberana de Dios. Las Escrituras también dicen claramente que para que las elecciones y decisiones soberanas funcionen éstas deben ser activadas por la decisión del individuo. Ambas condiciones deben ser aceptadas en su totalidad si queremos ser completamente bíblicos.


LA INTERVENCIÓN DIVINA Y LA ACTIVACIÓN HUMANA

Por lo tanto, la elección no depende del deseo ni del esfuerzo humano sino de la misericordia de Dios. (Romanos 9:16—NVI)
Después llegaron también las otras, “¡Señor! ¡Señor!—suplicaban—. ¡Ábrenos la puerta!” “¡No, no las conozco!”, respondió él. Por tanto—agregó Jesús—, manténganse despiertos porque no saben ni el día ni la hora. (Mateo 25:11-13—NVI)

Las Escrituras dicen claramente que los miembros de la Iglesia, del real sacerdocio, son elegidos según la decisión soberana de Dios. Las Escrituras también dicen claramente que para que las elecciones y decisiones soberanas funcionen éstas deben ser activadas por la decisión del individuo. Ambas condiciones deben ser aceptadas en su totalidad si queremos ser completamente bíblicos.

Si observas cuidadosamente los dos párrafos anteriores quizá notes que en apariencia se contradicen.

El primer párrafo, Romanos 9:16, declara que el llamado de Dios no depende de lo que hace la gente.

El segundo párrafo, Mateo 25:11-13, le advierte a los creyentes que tengan cuidado de mantenerse llenos del Espíritu de Dios. De lo contrario, Jesús les advierte que la puerta les será cerrará en la cara cuando el Señor aparezca.

Ambos conceptos son verdaderos y ambos son vigentes. Se pueden presentar muchos versículos para apoyar cada una de las posturas. Si favorecemos una postura sobre la otra podemos provocar un error tanto en el pensamiento como en la práctica.

Permíteme decirte qué fue lo que me puso a pensar sobre el tema de la intervención Divina y la activación humana.

Hace unos días recibí por E-mail una pregunta de alguien que recibe diariamente nuestros ensayos

El lector preguntó algo así como: “Tú estás diciendo que estamos bajo la Ley de Moisés hasta el momento en que nos consideremos crucificados con Cristo y resucitados con Él; pero ¿no es verdad que es Dios el que ha hecho a un lado la Ley de Moisés y no depende de que nosotros nos consideremos crucificados y resucitados con Cristo?”

Ciertamente esta es una pregunta respetable.

Yo consulté con el Señor mi respuesta. Te diré cómo le respondí a nuestro amigo.

El primer punto es que los Diez Mandamientos son una forma abreviada de la eterna ley moral de Dios. Debido a que la eterna ley moral de Dios es la Naturaleza misma de Dios, y a que está escrita en la conciencia de la gente, ésta nunca puede desaparecer. Bajo el pacto antiguo, la ley estaba escrita sobre tablas de piedra. Bajo el pacto nuevo, la ley moral está escrita en nuestra mente y en nuestros corazones. Las criaturas de Dios siempre serán juzgadas según la ley moral de Dios.

El segundo punto es la declaración de Pablo en cuanto a la manera en que evitamos estar bajo el requerimiento de obedecer los Diez Mandamientos por nuestro propio esfuerzo:

A fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. (Romanos 8:4—NVI)

Si queremos avanzar de la autoridad de la Ley de Moisés a la Ley del Espíritu de Vida y de todos modos recibir la justicia que viene de obedecer la Ley de Moisés a la perfección, hay algo que debemos hacer. Debemos alejarnos de la lujuria de nuestra naturaleza pecaminosa para vivir según los deseos del Espíritu de Dios. Esto requiere de una vida de obediencia portadora de la cruz, de oración diaria y lectura de la Biblia, de comunidad con los santos, y de presentar nuestro cuerpo como sacrificio vivo a Dios.

Dios ha puesto a un lado la Ley de Moisés. Pero para que nosotros recibamos el beneficio debemos activar aquello que ha sido ofrecido soberanamente.

El soberano Divino lo ha declarado, pero para que surta efecto el humano debe responder en fe y obediencia.

Algunos de los paquetes de software para las computadoras incluyen programas que están incluidos en el material pero que no están disponibles al usuario hasta que pague el costo requerido. El usuario tiene el material pero debe activarlo enviando dinero.

A continuación hay un ejemplo bíblico:

Él es el sacrificio por el perdón de nuestros pecados, y no sólo por los nuestros sino por los de todo el mundo. (1 Juan 2:2—NVI)

Cristo se ha sacrificado para ser el perdón de los pecados de toda persona. Esta es una intervención Divina en los asuntos de la humanidad. Tenemos el material en nuestra computadora, por así decirlo. Pero el perdón no funciona hasta que paguemos el costo de la activación, que es la fe y la obediencia.

Reconocemos este hecho cuando decimos que aceptamos a Cristo como nuestro Señor y Salvador personal.

Por lo tanto, es verdad que Dios está dispuesto a poner a un lado los requerimientos de la Ley de Moisés. Pero esta bendición no se nos adjudica hasta que activemos esta intervención Divina escogiendo ser considerados muertos con Cristo y resucitados con Él.

¡Cada aspecto de nuestra salvación es una oportunidad!

Veamos ahora el Capítulo Nueve del Libro de Romanos y observemos la base para la enseñanza Cristiana que hace hincapié en uno de los aspectos de esta aparente inconsistencia (intervención Divina) hasta la virtualmente exclusión de la otra (activación humana). El énfasis que se hace actualmente en la intervención Divina al grado de ignorar la necesidad de una activación humana ha debilitado de gran manera la fuerza moral de las iglesias.

La luz de las buenas obras, la cual es la única luz que el mundo puede ver, está ausente debido al énfasis exagerado que hay en el papel que desempeña Dios, y a la negligencia de nuestro papel que debemos desempeñar en la operación de la salvación. A veces vemos la salvación como un boleto, no como algo que debemos llevar a cabo con temor y temblor. ¿No es verdad?

Lo que sigue en el capítulo noveno de Romanos es demasiado fuerte para el pensamiento humanístico Norteamericano. Sin embargo, es la Palabra de Dios tanto como lo es Juan 3:16; es la base del pensamiento Cristiano actual; y no debe ser diluido ni comprometido de ninguna manera. Siempre debemos decir “¡Amén!” a todo lo que es la Palabra de Dios sin importar si la comprendemos plenamente o no.

Además, no debemos tomar versículos favoritos para deducir verdades de ellos. Debemos acercarnos a la Biblia inductivamente, es decir, debemos aceptar todos los versículos y crear verdades de ellos en lugar de agregar nuestros propios “por tanto”.

Ahora bien, no digamos que la Palabra de Dios ha fracasado. Lo que sucede es que no todos los que descienden de Israel son Israel. Tampoco por ser descendientes de Abraham son todos hijos suyos. Al contrario: “Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac.” En otras palabras, los hijos de Dios no son los descendientes naturales; más bien, se considera descendencia de Abraham a los hijos de la promesa. (Romanos 9:6-8—NVI)

Pablo aquí está fundamentando su argumento de que los Judíos que practican la Ley de Moisés al pie de la letra no necesariamente son los que están favorecidos por Dios. Pablo se estaba preparando para mostrar que la promesa, la cual es la única que asegura la bendición de Dios, puede llegar también a los Gentiles.

Pablo estaba diciendo que el haber nacido de padres Judíos no asegura el estatus de pertenecer a Abraham. Más bien, el factor principal tiene que ver con la promesa de Dios, la promesa que en muchas ocasiones llega por declaración profética.

La idea que Pablo quiere transmitir es que las bendiciones de Dios no se deben a que hayamos nacido seres humanos, ni a que hayamos hecho esfuerzos humanos para obedecer las obras de la Ley, sino a la elección soberana Divina, para que ninguna persona se jacte. La misericordia y la elección de Dios son los factores determinantes.

Y la promesa es ésta: “Dentro de un año vendré, y para entonces Sara tendrá un hijo.” (Romanos 9:9—NVI)

Tanto Ismael como Isaac eran hijos de Abraham. Debido a la promesa Divina la bendición Mesiánica, el Olivo, pasó a Isaac pero no a Ismael.

El hecho de que Ismael haya nacido de una criada y no de la esposa de Abraham no tiene nada que ver. Varios de los hijos de Jacob nacieron de criadas y no de las dos esposas de Jacob. Sin embargo, la bendición pasó a ellos por promesa.

No sólo eso. También sucedió que los hijos de Rebeca tuvieron un mismo padre, que fue nuestro antepasado Isaac. Sin embargo, antes de que los mellizos nacieran, o hicieran algo bueno o malo, y para confirmar el propósito de la elección divina, no en base a las obras sino al llamado de Dios, se le dijo a ella: “El mayor servirá al menor.” Y así está escrito: “Amé a Jacob, pero aborrecí a Esaú.” (Romanos 9:10-13—NVI)

Algunas personas han tratado de explicar el hecho de que antes de que nacieran Dios amó a Jacob y odió a Esaú, razonando que Dios conocía sus personalidades antes de que llegaran al mundo. Las personas que toman este punto de vista hacen hincapié en la omnisciencia de Dios.

Las Escrituras apoyan este razonamiento, por lo menos en parte (Romanos 8:29).

Sin embargo, las siguientes declaraciones de Pablo parecen enfatizar las decisiones aparentemente arbitrarias de Dios en lugar de Su omnisciencia sobre una personalidad en particular.

Si la única respuesta es la omnisciencia de Dios, entonces quizá estemos diciendo en el último análisis que realmente sí dependen de nuestra bondad, la bondad que Dios ya conocía. Por ello, tenemos base para presumir de nuestra propia bondad. Dios nos ama porque Él vio con antelación que seríamos buenas personas.

Definitivamente ésta no es la dirección que Pablo está tomando en este capítulo.

Así que Dios tiene misericordia de quien él quiere tenerla, y endurece a quien él quiere endurecer. (Romanos 9:18—NVI)

Yo no creo que el versículo anterior pueda ser explicado sólo en base a que Dios conocía por adelantado qué tipo de persona era Faraón. A mí me parece una decisión arbitraria (por lo menos desde mi punto de vista) por parte de Dios.

Nos queda la impresión de que Dios es como un Alfarero que toma un montón de barro. Del mismo barro hace unas vasijas para honra y otras para deshonra.

El Alfarero escogió a Moisés para honra y a Faraón para deshonra según el deseo del Alfarero, no porque Moisés o el Faraón merecieran su destino.

¡Ambos salieron del mismo barro!

¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra? (Romanos 9:21—Versión Reina Valera)

Que Dios tome aparentemente decisiones tan arbitrarias con respecto a las personas quizá nos parezca a nosotros muy injusto. Por ello la pregunta final se vuelve: ¿Tiene Dios el derecho de darle a una persona el deseo de justicia y a otra endurecerle el corazón? ¿Realmente tiene Dios el derecho de hacer esto sin importar la bondad “innata” del individuo? ¿Mantiene Dios Su propia justicia al hacer esto?

Si lo tiene, entonces nuestra respuesta debe ser: “Sus caminos son tan superiores a nosotros que no somos capaces de juzgarlos con justicia.”

Si Dios no tiene el derecho, entonces ultimadamente estamos declarando que somos salvos por la justicia de nuestra personalidad y no por elección soberana, y que la justicia de nuestra personalidad nos pertenece de alguna manera y no nos fue dada por el Señor.

Los escritos de Pablo sugieren que Dios ciertamente tiene derecho de hacer una vasija para honra y otra para deshonra según Su propia voluntad. El razonamiento humanista nunca estaría de acuerdo con esto.

Si aceptamos la primera postura, que Dios hace con la gente según Su propia voluntad, entonces estamos de acuerdo que no tenemos ninguna base para presumir ante Dios. Él es quien produce en nosotros tanto el querer como el hacer para que se cumpla Su buena voluntad.

Entendemos otra cosa de esta discusión. Podemos ver qué tan sólidos son los cimientos de los Cristianos cuando dicen que nuestra salvación es una intervención soberana de Dios sobre nuestra vida y que no depende de nuestras obras.

Sin embargo, la conclusión que se llega por esa postura bíblica sólida es la que ha forjado destrucción moral en las iglesias Cristianas. La conclusión que prevalece es que aun cuando los Cristianos no sirvamos a Dios como deberíamos no hay ninguna posibilidad de poner en peligro nuestra salvación, nuestra postura ante Dios. Podemos percibir cómo se puede llegar a una conclusión como esta, dada la actitud de Pablo hacia la intervención soberana de Dios en nuestras vidas. El problema está en que existen otros versículos en las Escrituras que evitan por completo llegar a esta conclusión.

Así que ahora pasamos de intervención soberana Divina a activación humana. ¿Qué tan importante es realmente nuestra respuesta a nuestro llamado Divino? ¿Podemos cambiar aquello que ha sido soberanamente impuesto? ¿Podemos ser llamados por Dios y luego perder nuestro lugar en el Reino de Dios?

La enseñanza Cristiana actual frecuentemente dice que no, que no podemos. Se dice que la salvación es una intervención Divina en nuestra vida; y aunque debemos hacer un esfuerzo para vivir con rectitud, para mostrar nuestra gratitud, creer que nuestro esfuerzo realmente afecta aquello que ha sido dado por Dios es un insulto a la cruz de Cristo.

Mi punto de vista es que esto no es verdad. A pesar de que nuestro llamado a ser santos es una intervención soberana en nuestra vida, nosotros debemos activar nuestro llamado para hacerlo válido. Yo creo que las Escrituras enseñan que debemos llevar a cabo nuestra salvación con temor y temblortemor a no ser encontrados dignos del Reino de Dios.

A mí me parece que hay muchos más versículos en el Nuevo Testamento que enseñan la importancia fundamental de nuestra respuesta al llamado Divino de los que hay que ponen énfasis en la intervención soberana de Dios en el plan de salvación.

Consideremos algunos de ellos, recordando que son tan inspirados por el Espíritu Santo como lo es el noveno capítulo del Libro de Romanos.

Primero, está la parábola de las cinco jóvenes solteras prudentes y las cinco insensatas. ¿Podríamos decir que las cinco insensatas eran a quienes Dios no había escogido? ¿Acaso no hace hincapié el Señor Jesús, en la parábola de las jóvenes solteras, que las cinco insensatas no pudieron entrar al Reino porque no tenían suficiente aceite? ¿Acaso Jesús te da algún indicio de que las cinco insensatas no habían sido elegidas para ser salvas?

¿Qué hay de la parábola de las monedas de oro? ¿Acaso Jesús no puso énfasis en que el siervo flojo desperdició el dinero del Señor, o acaso Jesús señaló que en realidad nunca había sido llamado por Dios para empezar?

Si es verdad que ninguno de nosotros sabe si realmente ha sido llamado hasta que Jesús regrese y entregue las recompensas, entonces no sabremos hasta que muramos o hasta que el Señor regrese si realmente hemos sido salvos.

Algunos maestros parecen suponer que si una persona se aleja de Cristo que él o ella nunca fue salvo para empezar. Si el individuo no da testimonio de una vida transformada, que realmente él no fue nada más que un simple profesor de fe. Los que profesen este concepto quizá no se den cuenta de que están diciendo que la persona realmente salva es una creación nueva y justa. En otras palabras, la intervención Divina debe ser activada por nuestro comportamiento. La fe sin las obras está muerta.

Observa cómo el Apóstol Pedro presentó la importancia crítica de nuestro comportamiento, la importancia de responder a aquello que Dios nos ha dado tan soberanamente.

Si habiendo escapado de la contaminación del mundo por haber conocido a nuestro Señor y Salvador Jesucristo, vuelven a enredarse en ella y son vencidos, terminan en peores condiciones que al principio. Más les hubiera valido no conocer el camino de la justicia, que abandonarlo después de haber conocido el santo mandamiento que se les dio. (2 Pedro 2:20,21—NVI)

¿Acaso la persona en algún momento escapó de la corrupción del mundo por haber conocido a Cristo?

Obviamente.

¿Qué le pasó a nuestro individuo salvo?

Se enredó en la contaminación del mundo.

Fue vencido por el pecado.

¿La persona en algún momento conoció el camino de la justicia?

Sí.

La expresión “el camino de la justicia” parece sugerir un patrón de vida más que una postura teológica. A mí me parece que enredarse en la contaminación del mundo y ser vencido muestra un comportamiento más que una creencia doctrinal.

¿Perdió su salvación esta persona?

Parece ser que sí ya que hubiera sido mejor que nunca hubiera conocido a Cristo.

Pablo nos recuerda que debemos alcanzar aquello para lo que hemos sido alcanzados.

Pero, ¿acaso el Apóstol Pablo, el que escribió el noveno capítulo del Libro de Romanos, realmente dijo con certeza y claridad que un santo verdadero puede ser excluido del Reino de Dios? De ser así, ¿en qué se basó?

Sí, Pablo sí dice esto clara y definitivamente. Y la base es la conducta.

Las obras de la naturaleza pecaminosa se conocen bien: inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; idolatría y brujería; odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas. Les advierto ahora, como antes lo hice, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. (Gálatas 5:19-21—NVI)

¿Acaso el Apóstol Pablo está diciendo que las personas de Galacia que no son salvas no heredarán el Reino de Dios si practican inmoralidad y odio? Si esto es lo que está diciendo, entonces la implicación es clara que si dejan su comportamiento pecaminoso heredarán el Reino de Dios. ¿Es esto lo que creemosque incrédulos pueden heredar el Reino de Dios con sólo dejar de pecar?

¿Acaso el Apóstol Pablo está diciendo que si los santos de Galacia practican la inmoralidad y el odio que serán excluidos del Reino de Dios? Parece ser que sí.

Si esto es verdad, entonces dos hechos se vuelven evidentes:

Primero, debemos practicar lo que nos fue dado soberanamente.

Segundo, si no ponemos en practica lo que nos es dado soberanamente estamos en peligro, según la Biblia, de no heredar el Reino de Dios, de no ser salvos en Su Reino.

Debido a algunos de los comentarios de Pablo en el Libro de Romanos, que en realidad fueron escritos más para los Judíos que estaban esforzándose por obedecer la Ley de Moisés que para los creyentes Gentiles, existe demasiado énfasis hoy en día sobre la gracia del perdón (el perdón no es la única forma de gracia Divina; el poder para vencer el pecado, por ejemplo, es otra forma de gracia Divina).

Cuando recibí al Señor por primera vez estuve bajo la influencia de los Navegantes. Dos de los primeros versículos que me dieron para memorizar fueron Efesios 2:8,9. ¿Te suena familiar?

Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte. (Efesios 2:8,9—NVI)

Me fue metido en la cabeza por estas queridas personas que no somos salvos por nada que hayamos hecho debido a que podríamos jactarnos si pudiéramos ser salvos por nuestras propias obras.

Somos salvos por la gracia, por la fe, y por la gracia y la fe únicamente. Punto. Nada más puede ser agregado.

Pero no agregaron el versículo diez, no porque estuvieran tratando de distorsionar la Biblia sino porque ellos mismos quizá no se habían percatado de la necesidad crítica de la activación.

Veamos con detenimiento el versículo diez; ya que el emplear los versículos ocho y nueve sin el versículo diez nos da un entendimiento distorsionado de la salvación Divina.

Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica. (Efesios 2:10—NVI)

Ahora bien, ¿por qué somos creados en Cristo Jesús?

Fuimos creados en Cristo Jesús para buenas obras.

¿Qué pasa si no hacemos buenas obras?

Entonces somos una rama de la Vid que no está dando el fruto que el Granjero tiene proyectado.

¿Qué les pasa a las ramas que no dan el fruto moral de la imagen de Jesucristo?

Son cortadas de la Vid, de Cristo.

Después de que Dios nos haya abierto los ojos sobre el Cordero de Dios y que nos haya dado Su Espíritu, ¿podemos ser cortados de Cristo?

Si debemos creer lo que dice la Biblia, entonces aparentemente sí.

¿Qué podemos decir de todo esto?

Podemos decir claramente y según la Biblia que no es suficiente que seamos escogidos para ser salvos. Nosotros debemos activar nuestra salvación mediante la fe y la obediencia. Debemos llevar a cabo con temor y temblor la redención que nos fue dada por Dios hasta que portemos el fruto de justicia que está buscando el Granjero.

¿A qué debemos tenerle temor? ¿Por qué debemos temblar? Temer que no seamos dignos del Reino de Dios.

¿Acaso las Escrituras dicen que debemos ser dignos del Reino de Dios?

Todo esto prueba que el juicio de Dios es justo, y por tanto él los considera dignos de su reino, por el cual están sufriendo. (2 Tesalonicenses 1:5—NVI)

¿Realmente es bíblico que debemos ser dignos del Reino de Dios?

¿Cuál es tu opinión?

Con esto podemos observar que la enseñanza Cristiana necesita de una gran corrección a medio curso. Nuestra nación, los Estados Unidos, se está dirigiendo hacia un juicio Divino. ¿Por qué? Porque los Cristianos no están obedeciendo los mandamientos.

¿Por qué no están obedeciendo los mandamientos de Dios?

Porque se les ha enseñado sólo un aspecto de los dos aspectos importantes de la salvación Divina. Se les ha enseñado que Dios nos alcanza y nos salva. No siempre se les ha inculcado que esta salvación no es un boleto que logra que entren al Cielo sino que les da la autoridad para seguir el camino que lleva a la vida eterna.

¡La enseñanza de hoy en día está tan desequilibrada! Numerosos versículos casi nunca o nunca son predicados, y si son predicados son tomados fuera de su contexto y empleados en un molde popular.

Romanos 6:23, la paga del pecado es la muerte, es predicado regularmente a los que no son creyentes para demostrarles que deben aceptar a Cristo para que puedan ir al Cielo.

Pero Romanos 6:23 está dirigido a los Cristianos que han sido bautizados en agua y se les está diciendo que si después de volverse Cristianos escogen ser esclavos del pecado que morirán espiritualmente; pero que si escogen ser esclavos de la justicia recibirán la dádiva de la vida eterna. ¡Y no tiene nada que ver con el Cielo!

¿Alguna vez has escuchado que el sexto capítulo de Romanos sea interpretado de esta manera? Quizá no. Sin embargo, esto es lo que se está enseñando en este capítulo.

A los pecadores se les está diciendo que no podrán escapar si descuidan la salvación tan grande de Dios. Sin embargo, este versículo en el Libro de Hebreos está dirigido a los Cristianos con experiencia que se habían vuelto fríos.

A los pecadores se les dice que Cristo está ante las puertas de sus corazones pidiéndoles que los dejen entrar. Sin embargo, este versículo en el Libro del Apocalipsis está hablando de Cristianos obstinados que están manteniendo a Cristo fuera de sus actividades.

El juicio Divino está en camino, y no sólo hacia los Estados Unidos de Norteamérica. El problema se encuentra en las iglesias Cristianas de todas partes que no están enseñando justicia de hierro, santidad ardiente y obediencia estricta a Dios.

Las iglesias Cristianas frecuentemente hacen tonterías, brincan a un lado de sus bancas preparándose para un “arrebato” que no se encuentra en las Escrituras.

Tal comportamiento no tiene sentido para un mundo que está buscando las buenas obras, la única luz Cristiana que las naciones pueden ver. ¿Acaso los problemas de la inmoralidad en los gobiernos del mundo serán corregidos cuando los líderes políticos contemplen a los discípulos de Cristo brincando tontamente a un lado de sus bancas?

Las naciones se hunden cada vez más en un atascadero de pecado y corrupción y no hay ninguna luz moral que diga: “Este es el camino. Camina por aquí”.

Los candelabros de las iglesias se están apagando debido al pecado, mientras que los ministros les están asegurando a las personas que Dios las ama, que nunca pueden perderse, y que pronto saldrán volando en el arrebato. Es una condición deplorable.

Hay gritos de arrepentimiento, por lo menos en algunas iglesias Norteamericanas. Los jóvenes quizá se están dirigiendo en esta dirección.

Pero entonces los jóvenes que desean conocer a Dios son enseñados y enseñados por sus líderes, quienes no conocen lo estricto que es Cristo, que son salvos por la gracia y no por las obras, sin una explicación que acompañe la complejidad de esta declaración. Entonces, ¿qué harán estos guerreros idealistas pero inexpertos cuando las endemoniadas presiones de lujuria sexual los estén afligiendo?

Algunos presentan lo que dijo Pablo como que no importa realmente cómo nos comportamos. ¡Imagínate! El Apóstol Pablo, ¡el primero en defender el comportamiento justo y recto!

Ciertamente, la generación mayor de Cristianos Norteamericanos, hasta cierto grado, ha defraudado a Dios. Somos insensatos, tontos, sirviéndonos a nosotros mismos, a veces degenerados y presumidos. Quizá los jóvenes marcharán hacia adelante con el Señor. Esperemos que sí, y tratemos de mantener en alto el estandarte de justicia de hierro, santidad ardiente, y obediencia estricta a Dios para que la generación más joven de guerreros tenga un estándar qué seguir.

¿Dónde están los guerreros Bautistas y Pentecostés de antaño? ¿Qué nos ha pasado?

Gracias a Dios hay iglesias donde se predica el arrepentimiento. Pero hasta que el punto de vista actual de los Cristianos, que somos salvos por intervención Divina nos apropiemos o no de la obra del Espíritu Santo en producir una nueva creación, regrese al texto del Nuevo Testamento y sea corregido, el ímpetu actual sobre el arrepentimiento y la conducta divina se disipará, así como ha ocurrido después de los notorios avivamientos que ocurrieron en los Estados Unidos a principios del siglo veinte.

Debemos regresar a lo bíblico. Debemos leer nuevamente el Nuevo Testamento. Debemos desechar la destructiva filosofía del Dispensalismo, la noción no bíblica del “estado de gracia” donde Dios no ve el comportamiento de los Gentiles Cristianos. La idea de un “estado de gracia” mágico es tan obviamente contraria a tanto de lo que Pablo escribió que es sorprendente que haya logrado la posición que tiene entre eruditos Cristianos devotos.

Quizá ahora Dios nos está capacitando para que percibamos lo que realmente está diciendo el Nuevo Testamento. Quizá serviría tener más enseñanza y predicación en forma de exposición donde las fábulas tradicionales puedan ser desechadas y se pueda recobrar una visión clara y nueva de los versículos que siempre han estado en el Libro.

¡Regresemos a la Biblia!

(“La Intervención Divina Y la Activación Humana”, 4138-1)

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