UN AYUDANTE IDÓNEO

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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. ©1999 por la Sociedad Bíblica Internacional

Traducido por Carmen Alvarez


Según el Libro de Isaías, el Señor Dios pondrá Su Espíritu sobre Su Siervo y el Siervo llevará justicia a las naciones. El Siervo del Señor es CristoCabeza y Cuerpo. El propósito de los dos mil años de la Era de la Iglesia ha sido para hacer que el Cuerpo sea un ayudante idóneo para la Cabeza.

Por varias razones la Iglesia Cristiana no ha sido llevada, hasta la época actual, al nivel de madurez requerido para su papel como el Cuerpo del Siervo del Señor. En la actualidad el Espíritu de Dios está poniendo énfasis en que es tiempo de que el Cuerpo sea llevado a la madurez conforme a la plena estatura de Cristo.


UN AYUDANTE IDÓNEO

Éste es mi siervo, a quien sostengo, mi escogido, en quien me deleito; sobre él he puesto mi Espíritu, y llevará justicia a las naciones. (Isaías 42:1—NVI)

Según el Libro de Isaías, el Señor Dios pondrá Su Espíritu sobre Su siervo y el Siervo llevará justicia a las naciones. El Siervo del Señor es Cristo—Cabeza y Cuerpo. El propósito de los dos mil años de la Era de la Iglesia ha sido para hacer que el Cuerpo sea un ayudante idóneo para la Cabeza.

Por varias razones la Iglesia Cristiana no ha sido llevada, hasta la época actual, al nivel de madurez requerido para su papel como el Cuerpo del Siervo del Señor. En la actualidad el Espíritu de Dios está poniendo énfasis en que es tiempo de que el Cuerpo sea llevado a la madurez conforme a la plena estatura de Cristo.

Cuando el Señor Jesús vino a la tierra Él instruyó a varios discípulos, anunciándoles que iba a construir una iglesia, es decir, un grupo de personas que serían llamadas a salir de este mundo. La naturaleza de los discípulos y de la Iglesia se puede observar en los cuatro informes del Evangelio, en el Libro de Hechos y en las Epístolas.

Casi inmediatamente, probablemente todavía en el primer siglo, se perdió de vista la naturaleza de la Iglesia y surgió la religión Cristiana. Hoy en día tenemos la religión Cristiana, y no siempre se hace la distinción de que aunque la religión Cristiana es una cosa, lo que la Biblia quiere decir cuando se refiere a la “Iglesia” es otra cosa muy diferente.

Desde el principio, el concepto original de la Iglesia fue modificado bastante.

En primer lugar, se creó una religión a la cual la gente podía unirse, siendo que en un principio la Iglesia se componía de las personas que habían sido elegidas por el Señor, de personas que tenían una relación personal con Jesucristo –comenzando con Cristo durante Su vida sobre la tierra y después en Su forma resucitada. Ser miembro del Cuerpo de Cristo incluye una relación personal con el Cristo viviente. Esta relación personal no existe en las multitudes que se han unido a la religión Cristiana. Esta modificación continúa hasta la actualidad.

En segundo lugar, posiblemente en imitación a otras religiones, la meta de la salvación cambió de una transformación moral y unión a Cristo a una residencia eterna en el Cielo cuando fallezcamos. Nuevamente, esta modificación continúa hasta el día de hoy.

En tercer lugar, se perdió el concepto de un reino que vendrá a la tierra. En mi denominación Cristiana, que es tan buena como cualquier otra, el término Reino ni siquiera aparece en el Credo. ¿Aparece en el tuyo? Sin embargo, el Evangelio original era el Evangelio de la venida del Reino de Dios a la tierra. ¿No se te hace peculiar esta omisión en el Credo?

En cuarto lugar, el concepto del Cuerpo de Cristo, la revelación dada sólo al Apóstol Pablo, fue puesto a un lado en favor de un sacerdote (o pastor) y una congregación. La idea de que cada creyente debe ser un miembro activo de un Cuerpo maduro de Cristo no se enfatiza muy seguido, y la división clerigo-laico persiste hasta el presente.

En quinto lugar, se ha perdido el concepto de que cuando el Cuerpo madure se manifestará junto con Cristo para establecer justicia entre las naciones de la tierra. A veces se propone la noción, totalmente fuera de las Escrituras, de que los Gentiles formarán un reino en el Cielo mientras que los Judíos formarán un reino sobre la tierra. Esta idea no sólo está fuera de las Escrituras sino que además es poco realista. Existe una multitud de personas que tienen sangre tanto Judía como Gentil. ¿Cómo se hará la distinción? Aquellos que son parte Judía y parte Gentil, ¿se encontrarán en el Cielo o en la tierra? ¿Dónde se encontrarán los Apóstoles del Cordero? ¡Todos eran Judíos!

Además, el Apóstol Pablo nos dijo que en Cristo, es decir, en Su Cuerpo, no existe Judío ni Griego.

Obviamente existen muchas tradiciones Cristianas que deben ser analizadas si las iglesias Cristianas van a manifestar a la Esposa radiante del Cordero.

En el principio Dios puso al hombre en el Paraíso sobre la tierra. Lo que Dios comienza Dios concluye. Cuando todo llegue a su conclusión, el hombre nuevamente se encontrará en el Paraíso sobre la tierra. La diferencia será que el hombre será gobernado por un reino justo que evitará que el pecado y la muerte entren a la tierra. El Reino de Dios se compone de Cristo y de Su Cuerpo, de Su Iglesia.

Todo lo que ha sucedido desde que Adán y Eva se revelaron en contra de Dios ha sido con el propósito de enseñarles al hombre y a los ángeles la locura que es el pecado, y además para que se desarrolle un programa que culminará con la restauración de lo que se perdió.

Es necesario que él permanezca en el cielo hasta que llegue el tiempo de la restauración de todas las cosas, como Dios lo ha anunciado desde hace siglos por medio de sus santos profetas. (Hechos 3:21—NVI)

El versículo anterior no significa, como algunos conjeturan, que tarde o temprano todo individuo será restaurado a la Presencia de Dios. Más bien, a lo que se está refiriendo es que todo será restaurado según lo que se predijo por medio de los Profetas.

Debido a que Adán y Eva desobedecieron a Dios, tuvo que venir Alguien que fuera perfectamente obediente y luego que estuviera dispuesto a ser ofrecido por el pecado de la humanidad. Esto es lo que hizo el Señor Jesucristo y como resultado tenemos una expiación por el pecado del mundo.

Sin embargo sigue existiendo un enorme problema. Después de que la gente ha recibido perdón por sus pecados, ¿qué sigue? La tierra sigue maldecida. La gente sigue en un estado de anarquía. Las naciones siguen en rebelión contra Dios. Aunque el pecado ha sido perdonado, la tierra sigue siendo un valle tenebroso.

Debe venir a la tierra alguien que tenga la autoridad de quitar la maldición que existe sobre la naturaleza, alguien que tenga a tal grado al Espíritu de Dios que todo pecado pueda ser echado de la tierra para que el Paraíso pueda ser restaurado.

Ese Alguien que va a lograr esto es el Siervo del Señor. Entonces, ¿por qué el Señor Jesucristo, el Siervo del Señor, no eliminó la maldición de la naturaleza y echó el pecado de la tierra cuando vino hace dos mil años? Después de todo, Él tenía toda autoridad y también al Espíritu de Dios sin medida.

Para responder a esta pregunta hay que regresar al principio. Cuando Dios creó al hombre sobre la tierra Dios dijo que no era bueno que el hombre estuviera solo. Dios prometió darle un ayudante idóneo. Adán a solas no podía ser fructífero y tener dominio de la manera que Dios deseaba que lo tuviera.

A pesar de cualquier cumplimiento temporal que pudieran haber tenido los edictos que originalmente declaró Dios, las promesas Divinas fueron declaraciones dirigidas al Señor Cristo Jesús, quien es el Hombre de Dios en el sentido más completo. Solamente Cristo es la imagen de Dios, el Hijo de Dios.

Dios estaba diciendo que no es bueno que Cristo esté solo, que solamente Cristo sea a la imagen de Dios, que solamente Cristo sea fructífero y ejerza dominio sobre las obras de las manos de Dios.

La representación que Dios ejecutó en el jardín fue que Él sacaría de la Persona de Cristo a un ayudante idóneo para que el plan de Dios pudiera avanzar hacia adelante tal y como es Su intención.

Por lo tanto, el Siervo del Señor incluye no sólo a la Cabeza exaltada, al Señor Cristo Jesús, sino también al Cuerpo. Voy a poner con mayúscula el término Cuerpo para poder distinguir a la Iglesia del cuerpo físico de Cristo.

El Cuerpo de Cristo es la Iglesia, es la Esposa del Cordero. Y es la Esposa del Cordero porque la gente se vuelve parte de la Esposa del Cordero al comer del Cordero, del Cordero de la Pascua de Dios. El primer aspecto, y el más importante, del Cuerpo del Siervo del Señor es que ya no es un animal humano sino que ha sido confeccionado de la Sustancia misma de Cristo así como Eva fue confeccionada de la sustancia misma de Adán.

Aunque la creación de Adán y Eva sucedió de manera literal su significado más completo es que es una representación de la unión eterna en la que Dios está interesado.

Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable. Así mismo el esposo debe amar a su esposa como a su propio cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo, pues nadie ha odiado jamás a su propio cuerpo; al contrario, lo alimenta y lo cuida, así como Cristo hace con la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos llegarán a ser un solo cuerpo. Esto es un misterio profundo; yo me refiero a Cristo y a la iglesia. (Efesios 5:25-32—NVI)

¡Lo que sucedió en Génesis tiene que ver con Cristo y la Iglesia!

Así que tenemos al Siervo del Señor, a Cristo, Cabeza y Cuerpo, quien va a regresar a la tierra para establecer justicia entre las naciones. El pecado y la muerte serán expulsados de la tierra. El Espíritu de Dios cubrirá el mar muerto de la humanidad así como las aguas físicas cubren un mar físico. Los niños podrán jugar con todos los animales, ya sean domésticos o salvajes, sin ser dañados. Este es el Evangelio de la venida del Reino de Dios a la tierra, el Evangelio que ha sido enterrado bajo los escombros de la tradición religiosa.

Este es el plan Divino y es perfecto.

Todavía queda un problema importante. El problema es que la Esposa del Cordero debe ser una ayudante idónea para Él. Un miembro de la religión Cristiana que sea inmaduro, egocéntrico, pecaminoso y desobediente no es un ayudante idóneo para el Cordero de Dios.

El propósito de los dos mil años de la Era de la Iglesia ha sido para que de las naciones de la tierra salgan y lleguen a la madurez los miembros de la Iglesia. Esto no implica que los miembros de la Iglesia son los únicos que serán salvos de la ira de Dios. Más bien, los miembros de la Iglesia han sido predestinados a ser en la imagen moral de Jesucristo y a estar en unión tranquila con el Padre por medio del Señor Jesús. Cuando una transformación moral y una unión como ésta hayan sido establecidas, entonces el mundo creerá que Dios realmente ha enviado a Cristo Jesús para ser el Salvador del mundo.

Todavía está por verse cuánto se ha logrado en cuanto a llevar a los miembros de la Iglesia a la necesaria madurez. Existe la insinuación en el último capítulo del Libro de Isaías que en los últimos días habrá una repentina manifestación de Cristo en los creyentes.

¿Quién ha oído cosa semejante? ¿Quién ha visto jamás cosa igual? ¿Puede una nación nacer en un solo día? ¿Se da a luz un pueblo en un momento? Sin embargo, Sión dió a luz sus hijos cuando apenas comenzaban sus dolores. ¿Podría yo abrir la matriz, y no provocar el parto?—dice el Señor—. ¿O cerraría yo el seno materno, siendo que yo hago dar a luz?—dice tu Dios—. (Isaías 66:8,9—NVI)

En mi opinión la nación que nacerá en un momento es la nación santa, el real sacerdocio, la Iglesia de Cristo Jesús. Yo no creo que el Señor Cristo Jesús regresará sino hasta que los miembros de la Iglesia lleguen a la madurez, hasta que formen un ayudante idóneo para el Señor.

Yo no creo que el pasaje anterior signifique que los creyentes que sean espiritualmente flojos, incrédulos y egocéntricos se convertirán de repente en gigantes de la fe. Más bien creo que lo que va a suceder es que aquellos discípulos que han estado pacientemente buscando al Señor, que han estado haciendo Su voluntad diligentemente, repentinamente serán exhibidos. Un bebé al nacer es repentinamente exhibido al mundo, pero la formación del bebé desde el embrión al feto al bebé sucedió durante meses anteriores.

¿Cómo se logrará que los miembros del Cuerpo lleguen a la madurez? Por medio de los diferentes ministerios y dones que les serán dados a los miembros del Cuerpo para que puedan ayudar al Cuerpo a llegar a esa madurez. Además, Dios utilizará métodos adicionales como el sufrimiento, la gratificación postergada, los incidentes por los que pasamos, y cosas por el estilo para llevarnos a la madurez.

El programa de llevar a los creyentes a la madurez se ha desarrollado muy lentamente porque los dones y ministerios del Cuerpo no están funcionando como deberían para lograr la tarea asignada a ellos. Yo creo que esta situación cambiará en los próximos días y veremos muchos, muchos más dones y ministerios operando en las asambleas Cristianas. Esperemos que así sea.

En Efesios encontramos que Dios ha dado apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros para fortalecer el cuerpo. A propósito, estos no son ministerios superestrellas como se está predicando el día de hoy. Los cinco (o cuatro) que se mencionan sólo son representativos de la variedad de dones y ministerios dados a los miembros del Cuerpo por medio del Espíritu Santo.

Creemos en un error y luego le agregamos otro.

A cada uno se le da una manifestación especial del Espíritu para el bien de los demás. A unos Dios les da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otros, por el mismo Espíritu, palabra de conocimiento; a otros, fe por medio del mismo Espíritu; a otros, y por ese mismo Espíritu, dones para sanar enfermos; a otros, poderes milagrosos; a otros, profecía; a otros el discernir espíritus; a otros, el hablar en diversas lenguas; y a otros, el interpretar lenguas. Todo esto lo hace un mismo y único Espíritu, quien reparte a cada uno según él lo determina. (1 Corintios 12:7-11—NVI)

Éstos son ejemplos de los dones y ministerios que también deben comenzar a operar en nuestro día para que la Iglesia se vuelva la ayudante idónea para el Cordero.

Ahora bien, ustedes son el cuerpo de Cristo, y cada uno es miembro de ese cuerpo. En la iglesia Dios ha puesto, en primer lugar, apóstoles; en segundo lugar, profetas; en tercer lugar, maestros; luego los que hacen milagros; después los que tienen dones para sanar enfermos, los que ayudan a otros, los que administran y los que hablan en diversas lenguas. (1 Corintios 12:27,28—NVI)

Observa como los pastores y los evangelistas ni siquiera son mencionados en el pasaje anterior, lo cual no sucedería si los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros fueran vistos como las funciones superestrellas que están por encima de cualquiera de los miembros del Cuerpo. Todos tienen presencia en el Cuerpo para el bien común. Ninguna posición ni ningún ministerio debe ser elevado por encima de otro. En lo que respecta al liderazgo en la asamblea local, Dios nos ayudará a concebir quien está mejor equipado para ayudar con el gobierno del cuerpo local de creyentes.

Ahora bien, nota en el siguiente párrafo el propósito que tienen los dones y ministerios dados al Cuerpo de Cristo.

Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros, a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar el cuerpo de Cristo. De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo. (Efesios 4:11-13—NVI)

Es difícil decidir por el pasaje anterior si está diciendo que Dios da los ministerios y dones a la gente para que esta gente pueda ser preparada para capacitar al Cuerpo (ministerios y dones como el de ser apóstol o profeta) o si está diciendo que los apóstoles, profetas, y demás son los que capacitarán al pueblo de Dios para que puedan servirle. Yo prefiero la primera interpretación pero puedo aceptar la última.

De cualquier manera, el propósito de los dones y ministerios dados al Cuerpo de Cristo por medio del Espíritu de Dios es llevar a los creyentes a la misma fe en el Señor Jesús (no a que tengan la misma postura teológica), al conocimiento pleno del Hijo de Dios, hasta que cada uno logre la madurez conforme a la plena estatura de Cristo. Sólo conforme logramos esta madurez es que somos ayudantes idóneos para la gran Cabeza del Siervo del Señor.

Y observa lo siguiente:

Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo. Por su acción todo el cuerpo crece y se edifica en amor, sostenido y ajustado por todos los ligamentos, según la actividad propia de cada miembro. (Efesios 4:15,16—NVI)

Mi opinión personal es que esta edificación sucede ahora y también después de morir. Si la edificación no continúa después de que muramos, ¿cómo podremos llegar todos juntos a la perfección? Sin embargo, esto no significa que hoy podemos ser descuidados y que todo el esfuerzo sea después de morir. Si no somos completamente diligentes el día de hoy, entonces al morir, seremos tratados como un siervo malo y perezoso, según la parábola de las monedas de oro.

¿Pero cómo podemos determinar cuáles son nuestros dones y ministerios y cómo debemos usarlos? Yo estoy personalmente familiarizado con el ministerio de la imposición de manos y de profecía personal para asistir a los creyentes en recibir y operar los dones y ministerios. Éstas son contribuciones de gran ayuda. Sin embargo, existe otro método que es más seguro. Debemos presentar nuestro cuerpo como sacrificio a Dios en total consagración.

Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta. (Romanos 12:1,2—NVI)

Existe solamente una manera segura de descubrir diariamente la voluntad de Dios y esa manera es ofrecer diariamente nuestro cuerpo como sacrificio vivo. De ésta forma podemos “probar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta”.

Después de determinar cuál es la voluntad de Dios, debemos usar nuestros dones y ministerios de manera práctica, comportándonos modestamente según la proporción de fe que Dios nos haya asignado.

También nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo, y cada miembro está unido a todos los demás. Tenemos dones diferentes, según la gracia que se nos ha dado. Si el don de alguien es el de profecía, que lo use en proporción con su fe; si es el de prestar un servicio, que lo preste; si es el de enseñar, que enseñe; si es el de animar a otros, que los anime; si es el de socorrer a los necesitados, que dé con generosidad; si es el de dirigir, que dirija con esmero; si es el de mostrar compasión, que lo haga con alegría. (Romanos 12:5-8—NVI)

Recuerda, el producto final de nuestra contribución es el de la edificación del Cuerpo de Cristo hasta que se convierta en un ayudante idóneo del Señor Jesús.

Ahora consideremos algunas de las áreas en las que debemos madurar.

En primer lugar, y quizá de mayor importancia, es el de vivir por el cuerpo y la sangre de Cristo. La Esposa del Cordero no consistirá de seres humanos de carne y sangre sino de la nueva creación formada de la Sustancia de Cristo. En la economía de Dios, el matrimonio consiste de seres parecidos. Jesucristo es Hijo de Dios e Hijo del Hombre. Por lo tanto, Su Cuerpo (Su Esposa, Su Iglesia) también debe ser nacido de hombre y nacido de Dios. Esta es la razón por la que debemos volver a nacer para poder entrar en el Reino de Dios, el cual es Cristo –Cabeza y Cuerpo. El cuerpo de carne y sangre no puede entrar en el Reino.

¿Cómo podemos aprender a vivir por el cuerpo y la sangre de Cristo?

Así como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, también el que come de mí, vivirá por mí. (Juan 6:57—NVI)

Diariamente tenemos muchas decisiones que tomar. Podemos elegir tomar cada decisión, por grande o pequeña que sea, según nuestra alma y mente carnal. O podemos elegir tomar cada decisión, grande o pequeña, poniéndola en oración ante el Señor, confiándole a Él cada aspecto de nuestro pensamiento, de nuestras palabras y de nuestras acciones.

Cuando tomamos una decisión según nuestra alma y mente carnal entonces permanecemos una criatura animal.

Cuando tomamos una decisión poniéndola en oración ante el Señor, confiándole la decisión a Él, entonces en el reino espiritual estamos alimentándonos de Su cuerpo y tomando de Su sangre.

Digamos por ejemplo que existe alguien a quien debemos perdonar. Esto puede ser muy difícil para nosotros. Podemos elegir ignorar las señales de nuestra conciencia y justificar nuestra actitud. O podemos acercarnos a Dios en oración y pedirle Su ayuda. Cuando hacemos esto último somos alimentados con el cuerpo y la sangre de Cristo para recibir la fuerza que necesitamos para poder realmente perdonar a la persona. Intenta hacer esto con tus decisiones y observa si estoy en lo correcto.

Conforme aprendemos a vivir por Su cuerpo y por Su sangre es que somos esposados al Cordero, volviéndonos una parte integral y eternamente inseparables de Su Persona, así como Él mismo es una parte integral y eternamente inseparable de la Persona de Dios.

Implícito en la idea de presentar nuestro cuerpo como sacrificio vivo, y en vivir por el cuerpo y la sangre de Cristo, está el concepto de una obediencia estricta a Dios. El pecado original fue desobedienciael poner la voluntad propia por encima de la de Dios. A pesar del estándar tan bajo de consagración que presentan muchas iglesias Cristianas, es un hecho que ninguna criatura de Dios es aceptada si en el área más insignificante de su comportamiento no es estrictamente obediente a Dios. El Reino de Dios es el hacer la voluntad de Dios en la tierra así como en el Cielo. Nada menor a esto es permitido.

La obediencia de la Iglesia debe ser perfeccionada antes de que Dios pase a trabajar con el resto de la humanidad.

El Siervo del Señor es total y estrictamente obediente al Padre en todo momento y bajo toda circunstancia. Dios perfeccionará tú actitud de obediencia y la mía si se lo pedimos.

Y estamos dispuestos a castigar cualquier acto de desobediencia una vez que pueda contar con la completa obediencia de ustedes. (2 Corintios 10:6—NVI)

¿En qué más debemos crecer si queremos ser un ayudante idóneo para Cristo? Regresemos a Isaías para averiguarlo.

Éste es mi siervo, a quien sostengo, mi escogido, en quien me deleito; sobre él he puesto mi Espíritu, y llevará justicia a las naciones. (Isaías 42:1—NVI)

La primera cuestión que debemos aceptar los que vivimos en esta época es que nosotros debemos llegar a ser el siervo del Señor. Está de moda, por lo menos en los Estados Unidos, tratar de usar al Señor Jesús como nuestro siervo. Es como si a Él le correspondiera ser el ayudante idóneo de nosotros para asistirnos en todos los aspectos de nuestra vida. ¡Imagínate a Eva considerando a Adán su ayudante idóneo para que ella pudiera seguir exitosamente sus propias inclinaciones!

Pensando en términos de las representaciones bíblicas, nosotros que estamos en Pentecostés (la cuarta fiesta del Señor) estamos ante el Candelabro de oro (el cuarto artículo de la Tienda de Reunión).

El siguiente (quinto) artículo de la Tienda era el Altar del Incienso. En el Altar del Incienso, por así decirlo, es donde clamamos a Dios “pero no se cumpla mi voluntad, sino la Tuya”. En otras palabras, después de Pentecostés es cuando comenzamos a vernos como el siervo del Señor, como el ayudante del Señor, en lugar de verlo a Él como nuestro ayudante.

Ésta consagración total a la voluntad del Señor no siempre es enfatizada en las iglesias Cristianas de los Estados Unidos. ¿Estás de acuerdo? Los creyentes son como niños consentidos, suponiendo que Dios está esperando suplir cada uno de sus deseos mientras continúan con sus propios planes.

Ésta no es la manera como funciona el Evangelio de Cristo. Se nos ha ordenado negarnos a nosotros mismos, llevar nuestra cruz y seguir a Jesucristo. Mientras no hagamos esto no somos un discípulo. Mientras no seamos un discípulo no somos un miembro del Cuerpo de Cristo, sino un miembro típico Americano de la religión Cristiana.

Dios está llamando hoy en día a quienes estén dispuestos a soportar el prolongado y doloroso proceso de volverse un ayudante idóneo del Señor Jesús. ¿Cuántos creyentes Norteamericanos supones que renunciarían a la enseñanza no-bíblica de la “gracia-rapto-Cielo” para volverse al Señor Jesús, listos para llevar su cruz de negación y pacientemente sufrir? De los millones de miembros de la religión Cristiana en los Estados Unidos, ¿crees que haya diez mil que servirían a Cristo Jesús?

Al Señor no le importan los números. Si hay cien “Cristianos” Norteamericanos que se alejarán de su religión carnal para servir a Jesucristo en justicia de acero, en santidad apasionada, y en obediencia estricta al Padre, entonces habrá cien personas de nuestra generación quienes se manifestarán con Él cuando Él regrese para instalar Su Reino sobre la tierra.

Dios nunca pone la cantidad por encima de la calidad. La Escritura no puede ser quebrantada.

Además, como se puede ver fácilmente, si no crecemos en Cristo ahora, ¿cómo podemos llegar a ser un ayudante idóneo para el Señor? ¿Permitirías que tu hijo de cuatro años manejara tu coche al centro de la ciudad?

Es hora de crecer en el Señor. Debemos volvernos parte del Siervo del Señor, y no una estrella errante que está tratando de ser como Cristo pero sin volverse parte de Cristo.

Éste es mi siervo, a quien sostengo, mi escogido, en quien me deleito; sobre él he puesto mi Espíritu, y llevará justicia a las naciones. (Isaías 42:1—NVI)

El siervo es el “escogido” de Dios. Yo he llegado a creer que ser miembro del Cuerpo de Cristo es por elección Divina. Cuando enseño lo que yo creo que Dios me ha mostrado sobre el Reino hay unas cuantas personas que se sienten como una persona muriendo de sed que acaba de encontrar agua fría, pura y cristalina. Luego ellos salen e intentan compartir lo que han aprendido con sus amigos y se dan cuenta de que al hablar con sus amigos sienten como si se estuvieran dirigiendo a una esfinge Egipcia. Pareciera como si estuvieran hablando en otro idioma.

Yo no me explico esto, ya que parecería que la gente Cristiana es inteligente y devota. Así que volverse miembro del Cuerpo de Cristo debe ser por elección Divina, como declaró Isaías.

Dios se deleita en quienes han elegido servirle a Él sin considerar cómo son afectados sus propios planes y ambiciones.

Dios pone Su Espíritu sobre quienes Le sirven. Hoy en día podemos ver a sobresaliente líderes Cristianos tratando de usar al Espíritu de Dios según lo que ellos perciben como la voluntad de Dios. Se la pasan hablando más sobre el Espíritu que sobre el Señor Cristo Jesús. Esto no es prudente. Dios da Su Espíritu a quienes Lo obedecen, no a quienes están intentando usar al Espíritu para tener reuniones sensacionales.

“Llevará justicia a las naciones.” El concepto de que el regreso de Jesucristo tiene el propósito de llevar justicia a las naciones de la tierra ha sido enterrado bajo la acumulación de muchos metros de escombro. Hoy en día decimos que “Cristo va a regresar para llevarse al Cielo a Su anhelante esposa”. Esto no se encuentra en las Escrituras. No existe un solo versículo en la Biblia que pueda respaldar este punto de vista.

Cristo y Su Esposa regresarán para traer justicia a las naciones, no para descansar en el Cielo. La razón por la que todos los santos resucitados se reunirán en las nubes con el Señor es para luego descender con Él conforme Él instala a la fuerza el Reino de Dios sobre la tierra.

Dios tiene la intención de restaurar sobre la tierra todo lo que fue perdido por Adán y Eva, y de agregar a esta restauración maravillas de las cuales ni siquiera hemos soñado.

El Señor Jesucristo regresará a la tierra para traer esta restauración, no para regresar nuevamente al Cielo con la innumerable cantidad de santos que Él ha traído consigo para que Él y ellos no tengan nada de importancia que hacer en el reino espiritual por toda la eternidad.

El corazón del Señor se encuentra en la tierra. Él le ha pedido al Padre poder heredar las naciones y los confines del mundo.

No clamará, ni gritará, ni alzará su voz por las calles. (Isaías 42:2—NVI)

¿Qué nos dice esto? Nos dice que los dones y ministerios del Cuerpo nos deben edificar hacia una madurez de carácter que no clama ni grita ni alza la voz por las calles.

Hoy en día está de moda alentar la presunción con declaraciones como “sal y haz grandes cosas para Dios”; “reta a Dios a que muestre Su poder”; y este tipo de fe presuntuosa.

Ningún héroe de la Biblia jamás actuó de esta manera. El mismo Señor Jesús nunca buscó “vender” el Evangelio ni buscó provocar a Dios para que actuara o hiciera grandes hazañas. Él sirvió a Su Padre y actuó sólo de acuerdo a la voluntad del Padre.

Yo no puedo hacer nada por mi propia cuenta; juzgo sólo según lo que oigo, y mi juicio es justo, pues no busco hacer mi propia voluntad sino cumplir la voluntad del que me envió. (Juan 5:30—NVI)

¿No es eso maravilloso? El Señor no hizo ningún juicio por Su propia cuenta ni intentó hacer algo sin el Padre. Por esta razón Su juicio siempre es justo. Él no buscó hacer Su propia voluntad sino la voluntad del Padre quien lo envió.

Este es un nivel de madurez al que debemos llegar. Esta es la madurez según la plena estatura de Cristo.

No siempre es fácil esperar calladamente en el Señor durante muchos años mientras que otros están teniendo “éxito” espiritual. Además, quizá no nos agrade que los que son espiritualmente ambiciosos estén recordándonos lo insensato que es esperar en el Señor cuando ellos están haciendo grandes obras. “¡Baja del muro!” “¡Baja de la cruz!”

Pero aprendemos a no juzgar a la gente ni las circunstancias sino a esperar pacientemente hasta saber qué es lo que el Señor quiere hacer.

¿Cómo te sientes en cuanto a esto? ¿Estás dispuesto a esforzarte por alcanzar este tipo de madurez? Así es como actúa el Siervo del Señor.

No acabará de romper la caña quebrada, ni apagará la mecha que apenas arde. Con fidelidad hará justicia; (Isaías 42:3—NVI)

No es inusual que los Cristianos que son fuertes desprecien a quienes estén teniendo problemas, a las cañas quebradas y a las mechas que apenas arden. Tendemos a señalarles sus debilidades y a chismear sobre ellos.

¿Sabes que lastimamos al Señor cuando hacemos esto? Es como si tu hija te dijera cosas horribles sobre tu hijo y que se regocijara por ello. ¡Pero tú no te regocijas por los defectos de tu hijo!

Lo que hace el Siervo del Señor es trabajar pacientemente con las cañas quebradas y las mechas que apenas arden llevándoles fielmente la justicia.

Tengan compasión de los que dudan; a otros, sálvenlos arrebatándolos del fuego. Compadézcanse de los demás, pero tengan cuidado; aborrezcan hasta la ropa que haya sido contaminada por su cuerpo. (Jude 1:22,23—NVI)
Y un siervo del Señor no debe andar peleando; más bien, debe ser amable con todos, capaz de enseñar y no propenso a irritarse. Así, humildemente, debe corregir a los adversarios, con la esperanza de que Dios les conceda el arrepentimiento para conocer la verdad, (2 Timoteo 2:24,25—NVI)

Debemos crecer en madurez hasta que seamos amables con todos, sin andar peleando con nadie, si queremos ser un ayudante apropiado para Jesucristo. El estar dispuesto a corregir humildemente a quienes se nos oponen es señal de que nos estamos acercando a la plena estatura de Cristo.

No vacilará ni se desanimará hasta implantar la justicia en la tierra. Las costas lejanas esperan su enseñanza. (Isaías 42:4 NVI)

Cuando nos ponemos a considerar el estado en que se encuentra la tierra en la actualidad es difícil imaginarnos un mundo en el que no exista el pecado, en el que los niños puedan jugar en paz con los animales salvajes, donde no haya guerras, ni gente mala de ningún tipo. En los Estados Unidos en 1999 no es seguro dejar a niños pequeños sin supervisión entre la gente y mucho menos entre animales salvajes.

Además, una multitud de personas Cristianas está horriblemente esclavizada al amor al mundo, a la lujuria de su carne y a su voluntad propia. ¿Cuánto tiempo tomará convertirlos a la pureza moral y de carácter de Jesucristo?

Algunas personas de esta época están imaginándose una obra repentina de Cristo en la que los creyentes inmaduros y tibios serán rápidamente transformados en santos fieles. Yo nunca he visto que esto suceda. Más bien lo que parece que sucede es que la gente cambia lentamentemuy lentamentea la imagen de Cristo. Es difícil imaginar un proceso en el que la imagen y el conocimiento de Dios sean adoptados súbitamente en la personalidad.

La Biblia dice que con dificultad somos salvos. Yo no puedo ver como esto puede cambiar.

El Siervo del Señor “no vacilará ni se desanimará hasta implantar la justicia en la tierra”. Conforme llegamos a la madurez en el Señor debemos aprender a confiar en Dios y a no desanimarnos, aunque en ocasiones nos parezca que no hay ninguna posibilidad de que la justicia triunfe sobre la maldad.

En cuanto a que los habitantes de las costas lejanas pongan su esperanza en Cristo Jesús, Isaías dice que esto sucederá. Dios no se desanima con el plan que tiene a largo plazo y nosotros tampoco debemos desanimarnos. Pero para pacientemente seguir haciendo año con año el trabajo pesado, aunque veamos muy poco o ningún resultado de nuestros esfuerzos, requiere de madurez espiritual para no desanimarnos. Sin embargo, si queremos ser un ayudante idóneo para Cristo debemos crecer en esta área también.

Así pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo. (Hebreos 12:3—NVI)
Por tanto, renueven las fuerzas de sus manos cansadas y de sus rodillas debilitadas. (Hebreos 12:12—NVI)
Jesús les contó a sus discípulos una parábola para mostrarles que debían orar siempre, sin desanimarse. (Lucas 18:1—NVI)

Luego llegamos a la visión que debemos tener si queremos convertirnos en el ayudante que el Señor Jesús necesita para Su obra de servir a Dios sobre la tierra.

Así dice Dios, el SEÑOR, el que creó y desplegó los cielos; el que expandió la tierra y todo lo que ella produce; el que da aliento al pueblo que la habita, y vida a los que en ella se mueven: “Yo el SEÑOR, te he llamado en justicia; te he tomado de la mano. Yo te formé, yo te constituí como pacto para el pueblo, como luz para las naciones, para abrir los ojos de los ciegos, para liberar de la cárcel a los presos, y del calabozo a los que habitan en tinieblas.” (Isaías 42:5-7—NVI)

Si queremos tener éxito en convertirnos en un ayudante idóneo para el Hijo de Dios debemos mirar hacia el Cielo y contemplar la majestuosidad de Dios, así como siempre lo hizo Jesús. Restaurar lo que se perdió en el Edén no es algo que el hombre puede hacer ni aunque toda persona que habitara la tierra agregara su fuerza, su sabiduría, y sus talentos a la causa. Los poderes de las tinieblas no ceden ante la determinación humana.

La obra debe ser hecha por “el que creó y desplegó los cielos; el que expandió la tierra y todo lo que ella produce; el que da aliento al pueblo que la habita, y vida a los que en ella se mueven”. La Persona y la obra del Siervo del Señor deben proceder, y ciertamente procederán, de Dios Todopoderoso Quien a solas creó todo el reino material por medio de Su poderosa Palabra y Quien a solas soporta la vida de todas las personas de la tierra.

¿Cómo podemos desanimarnos? Dios ha hablado. Dios ha prometido. Dios tiene el poder para hacer Su voluntad. Todo lo que Dios ha dicho sucederá hasta el más mínimo detalle, y nosotros podemos tener parte si nos entregamos a Él sin reservas.

Dios mismo es el que nos ha llamado en justicia. Nosotros debemos madurar en carácter y comportamiento de justicia. Dios simplemente no puede obrar donde hay injusticia. El cetro del Reino de Cristo es un cetro de justicia.

Cuando por primera vez recibimos a Jesucristo como nuestro Salvador y Señor, la justicia de Cristo nos es imputada. Inmediatamente, si estamos siguiendo a Cristo, si somos un discípulo y no sólo un miembro de la “religión Cristiana”, el Espíritu de Dios comienza a guiarnos en la batalla contra el pecado en nuestras vidas. El Espíritu nos ayuda a lograr la justicia de personalidad y de comportamiento, ya que el Siervo del Señor es llamado en justicia. No existe ni una pequeña porción de comportamiento injusto que sea aceptado en el Reino de Dios.

Esto es extremadamente difícil de aceptar para los Cristianos Norteamericanos. Ellos han sido enseñados por tanto tiempo que no deben preocuparse por lograr un comportamiento justo ya que recibirán una justicia imputada al tomar “los cuatro pasos de la salvación”. En esto estamos completamente equivocados. Un creyente que se comporta injustamente, que ama el mundo y que sigue su propia voluntad no es un ayudante adecuado para el Cordero de Dios.

Esto es fácil de comprender, ¿no lo crees?

El Señor nos tomará de la mano. La obra es mucho muy grande para nosotros. Pero cuando Dios está tomándonos de la mano nosotros podemos hacer el trabajo.

El Señor hará que seamos un pacto para el pueblo. Esto significa que la gente del futuro se acercará a Dios a través de nosotros, así como nosotros nos acercamos a Dios a través del Señor Jesucristo. La Iglesia, la Esposa del Cordero, es el sacerdocio real. Nuestro destino es llevar la Presencia de Dios a la gente para que puedan ser liberados, bendecidos y habilitados para vivir de manera agradable al Señor. De esta manera nos volvemos el pacto Divino para ellos.

Debemos ser una luz para los Gentiles. Cristo Jesús es la única Luz del mundo. Cuando Él está en nosotros, nosotros también somos la luz del mundo. Esto significa que cuando la gente nos ve, observando cómo nos comportamos, ellos comprenden lo que significa adorar a Dios y vivir para agradarlo. Hoy en día el mundo no entiende ni como adorar a Dios ni como complacerlo. Cuando el Señor regrese a la tierra con Su Iglesia, las personas de las naciones tendrán luz con la que podrán ver y comprender la Persona y los caminos de Dios. ¿Puedes imaginarte la bendición que esto será para los oprimidos del mundo?

Las naciones de esta época están ciegas. Varias religiones, incluyendo la religión del Cristianismo, buscan aconsejar a las naciones en cuanto a su conducta. Pero los miembros mismos de las religiones no conocen al Señor así que se vuelven ciegos empeñándose en guiar a ciegos.

Sólo el Señor Jesús y aquellos que son una parte integral de Él pueden guiar a los ciegos.

En cierto sentido, aún el Señor Jesús y aquellos que son una parte integral de Él son ciegos. El Siervo del Señor está ciego a todo lo que le rodea. Ve solamente a Dios. No ve el magnífico Templo de Herodes. Él ve solo las enormes piedras destruidas y regadas por el suelo. Él no ve el nuevo mundo prometido por los filósofos. Se encuentra ciego hacia la opinión de la gente. Ve guerras y rumores de guerra. Ve el espíritu del Anticristo en los corazones de la gente, dándose cuenta de que algún día toda la tierra será llevada por mal camino.

Así es como debemos ser hoy en día si tenemos la esperanza de llegar a ser un miembro del Cuerpo de Cristo. No debemos ver lo que los medios de comunicación quieren que veamos. Nosotros debemos caminar pacientemente haciendo la voluntad de Dios, viendo sólo lo que Él quiere que observemos. Los Norteamericanos están imaginando lograr un futuro brillante donde no falta el dinero ni ningún bien material. Pero los profetas están viendo que Norteamérica, debido a su pecado, ya ha perdido su lugar como la nación líder del mundo.

Los profetas están ciegos y sordos a los sabios de Norteamérica. Ellos están viendo huracanes, sequías, fuegos, ruina económica. ¿Qué estás viendo tú hoy en día? ¿Estás permitiendo que los periódicos te digan lo que es verdad, o estás esperando ante el Señor hasta escuchar directamente de Él?

Dichosos los ciegos y los sordos porque ellos verán al Rey en toda Su gloria. Pero ay de quienes ven con los ojos del mundo porque serán atrapados por el engaño que vendrá sobre la faz de la tierra. Para poder conocer la voluntad de Dios y escapar de ser engañados por Satanás debemos ser transformados mediante la renovación de nuestra mente.

Los prisioneros de la tierra se amontonan en su paja, limitados por los maldecidos muros de granito que Dios ha puesto sobre la tierra. Los humildes sufren en las manos de quienes maliciosamente se ufanan sin importarles el bienestar de sus compañeros cautivos.

Dios está preparando un Liberador. Él vino hace dos mil años para hacer una expiación por el pecado. Cuando Él regrese lo hará con una gran multitud de gente escogida que ha vivido en diferentes periodos de la historia de la tierra, con un ayudante idóneo para Él. Juntos pondrán en libertad a todos los cautivos de sus prisiones. Liberarán de su calabozo a quienes han esperado en oscuridad.

Los destructores del mundo serán destruidos en aquel Día. Quienes han triturado los rostros de los pobres, quienes han robado a los humildes de la tierra, ellos mismos serán pulverizados. Los malvados que se jactan de su poder serán consumidos por el fuego que traerá consigo el Señor Jesús a Su regreso con Sus santos ángeles.

Entonces los humildes heredarán la tierra. Entonces quienes aman la justicia irán a los santos para ser bendecidos y liberados. Los miembros del real sacerdocio que han sido atormentados por los malvados serán los jueces de esa gente malvada. Los atormentados serán los atormentadores en aquel Día.

La venganza le pertenece al Señor y Él la ejecutará por medio de Sus santos en aquel Día.

Que se alegren los fieles por su triunfo; que aun en sus camas griten de júbilo. Que broten de su garganta alabanzas a Dios, y haya en sus manos una espada de dos filos para que tomen venganza de las naciones y castiguen a los pueblos; para que sujeten a sus reyes con cadenas, a sus nobles con grilletes de hierro; para que se cumpla en ellos la sentencia escrita. ¡Ésta será la gloria de todos sus fieles! ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor! (Salmos 149:5-9—NVI)

Este es el Día del Señor y sólo el Señor será exaltado. Si tú y yo tenemos la esperanza de ser parte de Cristo en el gran Día del Señor, entonces debemos estar buscándolo con total diligencia para poder volvernos un ayudante idóneo para Él.

(“Un Ayudante Idóneo”, 4148-1)

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