LA REBELIÓN

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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. ©1999 por la Sociedad Bíblica Internacional

Traducido por Carmen E. Álvarez


Hay una rebelión entre las criaturas de Dios. Aparentemente muchos de los personajes espirituales de alto rango se están rebelando en contra de Dios, en contra de Su gobierno, y de Su voluntad. Por las condiciones que existen sobre la tierra en los días en que estamos viviendo es evidente que la rebelión no ha cesado. La solución de Dios a la rebelión continua no es transferir a la humanidad de la tierra al Cielo sino crear en esa humanidad la Persona y Vida del Cristo obediente.


LA REBELIÓN

¡Cómo has caído del cielo, lucero de la mañana! Tú, que sometías a las naciones, has caído a la tierra. Decías en tu corazón: “Subiré hasta los cielos. ¡Levantaré mi trono por encima de las estrellas de Dios! Gobernaré desde el extremo norte, en el monte de los dioses. Subiré a la cresta de las más altas nubes, seré semejante al Altísimo. (Isaías 14:12-14NVI)

Dios está tratando con una rebelión.

Aparentemente muchos de los personajes espirituales de alto rango se han rebelado y todavía se están rebelando en contra de Dios, en contra de Su gobierno, y de Su voluntad.

Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales. (Efesios 6:12NVI)

Qué tan grande es el número de estos seres espirituales que se han rebelado en contra de Dios no lo sabemos. Es muy probable que muchos seres angelicales estén incluidos en la rebelión.

Decimos que están incluidos porque la rebelión nunca ha cesado. De hecho, todavía se está extendiendo. Espíritus malos todavía están influyendo en la humanidad desde sus tronos en el aire. Además, cada vez que nace un ser humano un nuevo rebelde es creado.

Uno puede ver, por las condiciones que existen sobre la tierra en los días en que vivimos, que la rebelión nunca ha cesado.

¿Qué está haciendo el Señor Jesús? Está esperando que el Padre someta a Sus enemigos bajo sus pies.

Pero este sacerdote, después de ofrecer por los pecados un solo sacrificio para siempre, se sentó a la derecha de Dios, en espera de que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies. (Hebreos 10:12,13NVI)

Entonces ¿qué se logró en la cruz del Calvario?

El derramamiento de la sangre sobre la cruz estableció para siempre la base legal para la redención de la humanidad. La humanidad debe ser redimida de la culpa, de la esclavitud y de los efectos de la rebelión.

La sangre de la cruz, cuando se aplica con fe, elimina el sentimiento de culpa del individuo arrepentido.

El Espíritu Santo está a cargo de romper las ataduras del mundo, de las lujurias de nuestro cuerpo y de nuestra voluntad propia.

Los efectos de la rebelión, como el estar apartado de Dios, como la corrupción del carácter, como la enfermedad física y como la destrucción del medio ambiente, son remediados después de que el sentimiento de culpabilidad ha sido eliminado y el Espíritu Santo ha comenzado a romper las cadenas espirituales sobre nosotros. El acto final de la redención personal será la destrucción de la muerte física.

El último enemigo que será destruido es la muerte. (1 Corintios 15:26NVI)

La sangre de la cruz ha hecho posible la redención completa que todavía está por llegar. Nosotros los Cristianos hemos sido sellados por el Espíritu Santo para el Día de la Redención que está en el futuro (aunque el juicio eterno ha comenzado en las primicias de la Iglesia).

No agravien al Espíritu Santo de Dios, con el cual fueron sellados para el día de la redención. (Efesios 4:30NVI)

Hemos dicho que un gran número de las criaturas de Dios se ha rebelado y todavía se está rebelando en contra de Su voluntad. También hemos dicho que Dios ha hecho una provisión para la redención de esos seres humanos que desean ser liberados del sentido de culpabilidad, de la esclavitud (la compulsión de desobedecer a Dios), y de los efectos de la rebelión. Hasta donde nosotros sabemos, ninguna provisión se ha hecho para la redención de los ángeles que están en rebelión.

Los temas asociados con la rebelión son los de la voluntad, el gobierno y la obediencia.

La voluntad de Dios se está cumpliendo hoy en día en los niveles más altos de los cielos, es decir, alrededor del trono de Dios. Esta es el área habitada por el Padre, por Cristo, y por los ángeles poderosos que siempre hacen la voluntad de Dios, por los ángeles electos, y por aquellos seres humanos cuyas vidas es Cristo.

Pero todavía existe rebelión en contra de la voluntad de Dios entre los ángeles de los cielos más bajos, en los corazones de la gente que constituyen las naciones de la tierra, y en los corazones de la mayoría de la gente Cristiana.

La enseñanza Cristiana actual ve la redención (la salvación) que hay en Cristo como el medio Divinamente provisto para perdonar y para que los creyentes puedan escapar de la confusión que existe sobre la tierra para que puedan vivir en el Paraíso espiritual. Esta forma errónea de ver la redención Cristiana ha resultado en una iglesia que es inmoral y que no tiene poder.

Si toda persona sobre la tierra fuera ser llevada al Paraíso, el problema de Dios no se resolvería. Mover a las personas de la tierra al Cielo, al Paraíso espiritual, no resuelve el problema de la rebelión en contra de la voluntad de Dios. La rebelión se originó en la Presencia de Dios en los cielos. Aunque Adán y Eva no habitaban en un cuerpo pecaminoso cuando estaban en el Paraíso, se rebelaron en contra de la voluntad de Dios debido a la influencia de una personalidad que vino de los cielos.

Ir al Cielo no resuelve el problema de la rebelión que existe en el corazón del hombre. En ningún lugar en las Escrituras dice que “ir al Cielo” es una solución al problema de la rebelión. Y sin embargo, ser salvo de la rebelión yendo al Cielo es uno de los principios fundamentales de las predicaciones Cristianas contemporáneas. Este concepto no es bíblico y es dañino. Es hora de que abandonemos esta tradición y prediquemos y enseñemos lo que hay en Cristo.

El hombre de cualquier lugar está buscando la oportunidad de hacer lo que le place sin sufrir serias consecuencias. Esta tendencia quizá pueda ser observada también en la tradición Cristiana actual—vive una vida de pecado y haz tu propia voluntad e irás al Paraíso cuando fallezcas. Esta es una tendencia destructiva y totalmente contraria a la Persona y al Reino del Señor Jesucristo. Pertenece al Falso Profeta.

El Señor Jesús nos enseñó a orar, “Venga Tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra como en el Cielo.”

El Reino de Dios es que se haga la voluntad de Dios sobre la tierra.

Las Buenas Nuevas del Cristianismo es que algún día la voluntad de Dios se hará sobre la tierra así como se hace en el Cielo más alto. Este es el Evangelio Cristiano. El Evangelio Cristiano no es que los pecadores serán llevados al Cielo. El Evangelio Cristiano es que toda rebelión y todo pecado será expulsado de la tierra, y que la gente salva disfrutará de justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo por toda la eternidad.

Juan el Bautista, Jesús de Nazaret, y los Apóstoles del Cordero predicaron que el Reino de Dios está cerca y que pronto vendrá a la tierra. El Reino de Dios es que se haga la voluntad de Dios sobre la tierra así como se hace en el Cielo. Cuando el Reino venga, toda maldad e impiedad desaparecerá. Este es el verdadero Evangelio Cristiano.

No vacilará ni se desanimará hasta implantar la justicia en la tierra. Las costas lejanas esperan su enseñanza. (Isaías 42:4NVI)

La creación del Reino de Dios es la solución de Dios para el problema que tiene de la rebelión.

¿Qué procedimiento seguirá Dios para poner fin a la rebelión en contra de Su voluntad?

Primero envió al Señor Jesucristo. La obediencia al Padre por parte de Cristo fue la que hizo posible que Dios pusiera en marcha el plan de salvación—el programa que libera a las personas del sentimiento de culpabilidad, de la esclavitud, y de los efectos de la rebelión.

Antes de que el Señor Jesús naciera en Belén, se escribió sobre Él:

Me agrada, Dios mío, hacer tu voluntad; tu ley la llevo dentro de mí. (Salmos 40:8NVI)
Tú amas la justicia y odias la maldad; por eso Dios te escogió a ti y no a tus compañeros, ¡tu Dios te ungió con perfume de alegría! (Salmos 45:7
NVI)

Jesús sobresalió de entre todos los demás como Alguien que amaba la Persona, la voluntad, y los caminos del Padre. Por ello, Dios lo ungió con perfume de alegría.

Cuando Jesús comenzó Su ministerio, Él fue probado por Satanás. ¿Qué se comprobó? Su obediencia al Padre, el que se hiciera la voluntad de Dios. Cristo mismo aprendió la obediencia por las cosas que sufrió.

Aunque era Hijo, mediante el sufrimiento aprendió a obedecer; (Hebreos 5:8NVI)

Finalmente en Getsemaní la voluntad de Cristo, Su obediencia, fue puesta a prueba al grado supremo. En un compromiso y una sujeción de agonía Cristo clamó: “Pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.”

La obediencia perfecta a Dios por parte de Cristo contrasta con el orgullo y la obstinación de Satanás, de los seguidores angelicales de Satanás, de Adán, y de los hijos de Adán.

Cristo es el comienzo del Reino de Dios. Cristo siempre es perfectamente obediente al Padre. Él viene para hacer la voluntad de Dios. A un costo inimaginable para Él, Él hizo la voluntad de Dios sobre la tierra tal y como se hace en el Cielo.

Cristo fue revelado con el propósito de destruir totalmente los espíritus rebeldes y las obras de Satanás sobre la tierra. Esta es la venida del Reino de Dios a la tierra.

Si Cristo es la primera etapa del Reino de Dios, de aplacar la rebelión contra la voluntad del Padre, ¿cuál es la segunda etapa?

La segunda etapa es la perfección de los santos victoriosos, de los que logran vencer, en su obediencia.

Debemos distinguir entre los santos victoriosos y el resto de los creyentes en Cristo. Parece ser (por lo menos en el presente) que los santos victoriosos son pocos en número. La mayoría de los Cristianos todavía son parte de la rebelión en contra de la voluntad de Dios.

Si la declaración anterior parece ser demasiado fuerte, pregúntales a los creyentes que conoces si ellos están haciendo la voluntad de Dios. Sin duda escucharás que te contestan con todo tipo de respuestas dudosas y confusas.

Se cree entre los Cristianos que Cristo murió para que podamos entrar al Paraíso sin tener que aprender a hacer la voluntad de Dios. Los creyentes siguen con sus sentimientos de culpabilidad e incredulidad porque nunca han sido enseñados, o quizá hayan rechazado, el concepto de que un Cristiano es un individuo que pone a morir su propia vida para que la voluntad de Cristo se haga en él.

Cristo es la primera etapa para poder echar abajo la rebelión. La segunda etapa la componen los santos victoriosos, los conquistadores, los verdaderos discípulos. Estas son personas Cristianas con quienes Jesús trata hasta que Él desarrolla en ellos la obediencia total que Dios requiere del real sacerdocio.

Antes de proceder, permítenos hacer hincapié en el concepto del Reino de Dios. El Reino de Dios es Dios en Cristo en los santos gobernando y bendiciendo las naciones de personas salvas del mundo. Los reyes y sacerdotes de Dios gobernarán para siempre las obras de las manos de Dios. Por ello, ellos deben ser perfeccionados en obediencia.

Con la ayuda del Señor Jesús los santos deben vencer toda tentación y presión que lograría que se alejaran de la voluntad perfecta de Dios para ellos. Dios los pondrá a prueba en repetidas ocasiones, como lo hizo con Cristo, hasta que esté absolutamente seguro de su total e incondicional obediencia a Sí mismo. La desobediencia no es tolerada en el Reino de Dios.

Es de suma importancia que tengamos en mente que podemos vencer sólo al grado en el que Cristo esté formado en nosotros. Cristo es el Vencedor. Nosotros los santos podemos echar abajo la rebelión en nuestros propios corazones sólo conforme Cristo siga madurando en nosotros.

Sólo existe una solución al problema que Dios tiene de la rebelión, y esa solución es Cristo. La razón por la que estamos señalando el error en el énfasis actual es porque los creyentes están esperando que la residencia en el Cielo logre lo que únicamente Cristo puede lograr. La residencia en el Cielo no puede eliminar la rebelión de nuestros corazones. La única manera en que la rebelión puede ser eliminada de nosotros es por la crucifixión de nuestra personalidad carnal y la formación de Cristo en nosotros.

Debido a que Cristo, y no el ir al Cielo, es la respuesta a la rebelión, al hacer que ir al Cielo sea la respuesta hemos creado confusión en el plan de redención de Dios. Ni a nosotros ni a las naciones de la tierra les ayudaría el que saliéramos rumbo al Cielo. Sin importar a donde vayamos al morir físicamente, pasaremos el tiempo esperando el Día del Señor, es decir, el día en que Cristo regresará a la tierra para establecer Su trono en la ciudad de Jerusalén.

Los santos victoriosos son la segunda etapa en echar abajo la rebelión porque en y por medio de Cristo ellos siempre pueden hacer la voluntad de Dios en la tierra conforme Su voluntad les es manifestada a ellos.

Ser un vencedor está disponible a todo creyente en Cristo. Es muy desafortunado que pocos, aparentemente, aprovechen esta incomparable oportunidad para agradar a Dios y para lograr recompensas inimaginables en el Reino de Dios.

Ser un vencedor es resistir exitosamente toda la variedad de lujurias, temores, y presiones que continuamente intentan hacer que desobedezcamos a Dios. El vencedor pelea hasta llegar, por medio del Espíritu, al reposo de Dios. El reposo de Dios es ese estado en el que estamos morando en unión descansada con Cristo en Dios.

El reposo de Dios está disponible para cada uno de nosotros pero debemos vencer, por medio de Cristo, al mundo, a Satanás, y a nuestras propias lujurias corporales y nuestra obstinación. Debemos vencer todo enemigo que nos incite a desobedecer a Dios. La victoria total es posible por medio de Cristo pero no es fácil de lograr.

Logramos vencer al acusador, a Satanás, de tres maneras (Apocalipsis 12:11).

Por medio de la sangre del Cordero.

Por el mensaje del cual damos testimonio.

No valorando tanto nuestras vidas como para evitar la muerte.

Logramos vencer al acusador por medio de la sangre del Cordero conforme lavamos nuestros mantos en la sangre del Cordero.

¿Cómo lavamos nuestros mantos en la sangre del Cordero? Lo hacemos al vivir ante Dios confesándonos abiertamente y arrepintiéndonos de nuestra rebelión y nuestro pecado.

Pero si vivimos en la luz, así como él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesucristo nos limpia de todo pecado. (1 Juan 1:7NVI)

Para que permanezcamos bajo la autoridad de la sangre de Cristo debemos “vivir en la luz”. Vivir en la luz es vivir en la Presencia de Dios, haciendo siempre Su voluntad.

Si estamos viviendo la vida Cristiana verdadera de obediencia a Cristo, presentando nuestro cuerpo como holocausto al Señor, entonces el Señor nos revela diariamente Su voluntad. Además, Dios comienza a mostrarnos la variedad de pecados que estamos cometiendo.

Vivir en la luz es poner suma atención a cada elemento de nuestra conducta bajo el escrutinio del momento. Si Dios nos dirige a que vayamos a algún lado, o a hacer algo, nosotros lo obedecemos instantáneamente y con diligencia—en cuanto estemos seguros de que es el Señor el que nos está hablando. No hacer exactamente lo que Dios nos está dirigiendo a hacer es impensable para un verdadero santo de Dios. Cualquier lentitud de parte nuestra significaría que todavía somos parte de la rebelión.

El Espíritu Santo es fiel en señalarnos los pecados que debemos poner a morir. El Espíritu no nos señala todos nuestros pecados de un jalón, sólo aquellos sobre los que Él está listo para darnos dominio. Él nos dirige a una “ciudad” a la vez. Cuando ese pecado en particular en nuestra personalidad surge para ser juzgado nosotros debemos responder vigorosamente confesando a Dios el pecado y arrepintiéndonos de él con todas las fuerzas que el Espíritu nos proporcione. Por medio del Espíritu nosotros ponemos a morir ese comportamiento en particular. De esta manera es como lavamos nuestro manto y lo hacemos blanco en la sangre del Cordero.

Es imposible para el Cristiano vencer a Satanás cuando éste está viviendo cometiendo pecados de los cuales está conciente o cuando está desobedeciendo a Dios de alguna manera. La desobediencia de Acán fue suficiente para llevar a Israel hasta la derrota (Josué 7:12). Un solo pecado de Adán y Eva resultó en seis mil años de agonía y muerte.

La sangre del Señor Jesucristo nos da la victoria sobre Satanás. Por medio de la sangre logramos vencer a Satanás. La sangre de Jesús cubre nuestras iniquidades para que Dios pueda recibirnos. Pero Dios no quiere que ésta sea una solución permanente a la rebelión, a la iniquidad de la gente. La protección que da la sangre es una provisión temporal diseñada para servir hasta que otros aspectos de la gracia Divina hayan hecho surgir la nueva creación de justicia y obediencia.

Hoy en día la sangre está siendo presentada como el medio que Dios ha provisto para ayudar a la personalidad humana, que no ha sido transformada, a que camine en comunión con Dios; una alternativa a un cambio real de carácter. Hacer que la sangre de la cruz del Calvario sea una alternativa al cambio real en carácter es una grave perversión del Evangelio. El fruto de tal enseñanza son multitudes de creyentes egocéntricos y pecaminosos que se rehúsan a aceptar los estándares del discipulado presentados por Cristo. (¿Para qué dejar a un lado nuestros placeres y deseos cuando la sangre expiatoria evita que Dios vea nuestra conducta?)

Aquellos que perciben la sangre del Señor Jesús como el medio para vencer a Satanás, como la autoridad para destruir de sus personalidades todas las obras de Satanás, y que actúan bajo esa percepción, estos son los santos victoriosos. Ellos son la segunda etapa en echar abajo la rebelión en contra de Dios, el Señor Jesús es la primera etapa. El resto de los creyentes está intentando utilizar la sangre como el medio de seguir en su rebelión y todavía ser aceptable ante Dios.

Logramos vencer por la sangre del Cordero y también por el mensaje del cual damos testimonio. La tierra es un escenario y todo ser humano es un actor sobre ese escenario. El propósito del drama es que Dios pueda dar una representación a todas Sus criaturas sobre las consecuencias de la rebelión en contra de Su voluntad y sabiduría.

Toda palabra y acción de cada persona es un testimonio a los cielos y a la tierra. El individuo inicuo está testificando de su falta de confianza en el carácter y la Palabra de Dios, de su disponibilidad de desafiar a Dios, de su deseo de que su Creador no interfiera con su voluntad propia y con sus lujurias. Tal testimonio le place a Satanás, ya que así es como él se comporta.

El Cristiano que se aferra a sus pecados y a su voluntad propia está testificando a los cielos y a la tierra de su amor hacia la persona, la voluntad y los caminos de Satanás. Su personalidad está diciendo, por su obstinada elección de desobedecer o por su decepción o por haberse rendido a impulsos endemoniados, que Dios no es digno de su amor, confianza y obediencia. Él espera ser recibido por medio de la misericordia de Dios, pero su conducta es prueba de que el pecado y la voluntad propia son de mayor valor para él de lo que es la confianza en el Carácter y la Palabra de Dios.

El vencedor da testimonio de que Dios es digno de nuestra confianza absoluta. El vencedor estudia las Escrituras y habla y actúa según lo que está escrito. Su testimonio, el cual presenta en palabra y acción, es que Dios es verdadero, bueno, y confiable. Cuando toda su seguridad y su esperanza se derrumban ante sus propios ojos él se mantiene firme y constante confiando en que Dios proveerá para él y le dará los deseos de su corazón, y confía en Dios para modificar esos deseos hasta que eso que a final de cuentas recibirá sea lo mejor.

Él se aferra a las cosas que Dios ha dicho aunque la mayoría de las personas y todo lo demás en el mundo declare lo contrario.

El vencedor conquista a Satanás testificando con toda su personalidad, ante el Cielo y la tierra, que Dios es verdadero; que se puede confiar en Dios; que a quienes esperan en el Señor no les faltará nada bueno. (Satanás le sugirió a Eva que ella dejaría de tener algo deseable si obedecía a Dios.) El vencedor, mediante la oración y la obediencia, pone su vida en línea con la Palabra de Dios. Entonces el acusador no puede encontrar falla en él. En lugar de eso, él conquista al acusador.

Tanto los cielos como la tierra pueden observar el final de aquellos que se rebelan en contra de la voluntad de Dios, y de los que obedecen la voluntad de Dios.

Logramos vencer por la sangre del Cordero y por el mensaje del cual damos testimonio. La autoridad que tenemos de ser hijos de Dios siempre viene de la sangre de Jesús. Nuestro testimonio siempre es creado en nosotros por el Espíritu Santo.

El tercer medio para lograr vencer llega conforme obedecemos estrictamente al Padre.

Logramos vencer no valorando tanto nuestras vidas como para evitar la muerte.

No valorando tanto nuestras vidas como para evitar la muerte significa que cada día de nuestro discipulado escogemos hacer la voluntad de Dios—aun al grado de no evitar la muerte. Ponemos todas nuestras esperanzas y todos nuestros sueños más allá de la tumba. Sin importar qué se nos exija y sin importar cuánto nos duela tenemos la desesperada determinación de hacer la voluntad de Dios. Muchas veces se nos dirige a que dejemos ir una relación, una circunstancia o cosa a la cual le tenemos mucho cariño. El vencedor elige la muerte de su propia voluntad cada vez que su voluntad y la de Dios están en conflicto.

Lo he perdido todo a fin de conocer a Cristo, experimentar el poder que se manifestó en su resurrección, participar en sus sufrimientos y llegar a ser semejante a él en su muerte. (Filipenses 3:10NVI)

Por dos mil años las iglesias Cristianas han intentado salvarse y salvar al mundo por medio de sus vidas en lugar de sus muertes. Esta es la razón por la que la rebelión en contra de Dios se está intensificando en los creyentes en lugar de estar disminuyendo.

Las predicaciones y enseñanzas de esta época en su mayoría están dirigidas a lograr los deseos del individuo en lugar de lograr la muerte a los deseos de su alma. Mucho de lo que se escucha en las iglesias es la voz del Anticristo y del Falso Profeta (el espíritu de engaño). Es el intento de usar a Cristo para el mejoramiento de los seres humanos; no su mejoramiento según Dios sino su mejoramiento según sus propias ideas. Ellos quieren que Dios les dé todo lo que desean—¡y que se los dé ahora!

¿A qué se debe que Cristo siga probándonos en el área de la obediencia? ¿Por qué insiste Cristo que perdamos nuestra vida por Su bien y el del Evangelio? ¿Por qué alejó al joven rico exigiéndole que vendiera todas sus posesiones, sabiendo que este hombre nunca aceptaría un mandamiento como ese?

¿A qué se debe que la voz de Cristo está diciendo lo contrario de lo que se escucha en la mayoría de las iglesias Cristianas de hoy en día? ¿A qué se debe que el pueblo de Dios siempre busca vencer a los profetas del Señor (que en realidad es su manera de intentar vencer la voluntad de Dios para ellos)?

La razón es que la personalidad humana está completamente corrompida, incurablemente enferma, y en rebelión en contra de Dios. Nuestra mente es enemiga de Dios. No hay manera de cambiar la personalidad humana ni la mente humana para volverlas obedientes a Dios.

Nosotros los de esta generación egocéntrica debemos comprender claramente que el propósito de la salvación en Cristo no es para hacer feliz a la gente. El propósito de la salvación en Cristo es para poner fin a la rebelión en contra de Dios. Esta es la razón por la que la muerte a nuestra personalidad y a nuestra voluntad propia son aspectos tan importantes de nuestra redención.

Sólo existe una solución a la rebelión en contra de Dios. La solución es Cristo.

Jesús siempre es nuestro ejemplo. Deberíamos de imitarlo como mejor podamos, y nuestros esfuerzos de ser como Cristo quizá nos ayuden a hacer la voluntad de Dios. Pero si vamos a tener éxito en aprender a obedecer, nuestra naturaleza de Adán tarde o temprano tendrá que ser puesta a morir para que la Sustancia y Naturaleza mismas de Cristo puedan ser formadas en nosotros.

Queridos hijos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en ustedes, (Gálatas 4:19NVI)

El significado de este versículo podría percibirse como que deberíamos de intentar ser más como Jesús. Pero esto no es lo que significa, excepto en un sentido secundario.

Una persona podría tomar un pedazo de cera y moldearlo hasta formar una manzana. Luego podría mejorar el moldeado y pintarlo hasta que la similitud fuera perfecta. Alguien tendría que morderlo para comprobar que no es una manzana verdadera.

Aquí tenemos el error perenne de las iglesias Cristianas. Por dos mil años las iglesias han intentado crear una manzana en lugar de cosechar una. Los líderes han buscado salvar sus propias vidas construyendo el Reino de Dios por medio de la sabiduría, la fuerza, el dinero y el talento humano en lugar de muriendo a su propia voluntad, sabiduría, y fuerza y permitiéndole a Cristo que viva en ellos.

El inevitable resultado de tales esfuerzos de Adán ha sido el aumento en la rebelión en contra del Señor Dios conforme hombres han ascendido a posiciones de estatus y de riquezas en las iglesias. Es muy probable que si Jesús viniera a amenazar su prestigio, muchos de los líderes “Cristianos” pelearían en contra de Él. Eso es lo que sucedió cuando vino la primera vez.

El doceavo capítulo del Apocalipsis nos revela que la voluntad de Dios para la Iglesia es que sufra dolores de parto hasta que nazca el hijo varón, el Hijo, El que gobernará sobre las naciones. Será Cristo, el Hijo, el que echará abajo toda rebelión en contra del Padre.

Nuestra tarea diaria es no amar nuestra vida hasta que hayamos muerto la muerte de la cruz. Conforme estemos dispuestos a morir, Cristo puede vivir. Si elegimos vivir, Cristo no puede nacer.

Morir es cedernos a Dios en obediencia total. La obediencia total hasta el punto de la muerte es la que nos ayuda a vencer al acusador, al diablo.

¿Pero cómo morimos?

El joven le entrega a Cristo todas sus decisiones con respecto al amor y el matrimonio. Esta es la muerte para él o ella. Es la determinación de ser totalmente obediente a Dios. Es el final de la rebelión.

La persona talentosa le da a Cristo todas sus decisiones con respecto al uso de sus talentos. No declara, “Usaré mi talento para Cristo,” como es comúnmente enseñado. Más bien dice, “Señor, ¿qué quieres que haga?” El Señor Jesús quizá le instruya que deje sus talentos y que Lo siga de una manera completamente diferente. Esta es la muerte. Es el final de la rebelión.

El hombre ambicioso debe darle a Cristo todas las decisiones con respecto a su trabajo y carrera. No es suficiente que él “gane dinero y le dé algo a la iglesia”. Cristo no le está pidiendo su dinero. Le está pidiendo su corazón. Esto es la muerte para el hombre ambicioso.

El hombre o la mujer que no puede “soportar un día más lo que estoy haciendo” quizá tenga que aguantar estas penosas condiciones por muchos años más. Nosotros debemos permanecer en la prisión del Señor hasta que “fallezcamos”. Esta es la muerte a nuestra primera personalidad. Esta es la manera en la que Cristo vence la rebelión en nosotros.

Los santos victoriosos son aquellos que no valoran tanto sus propias vidas como para evitar la muerte. Cristo surge en ellos. Ellos son crucificados con Cristo diariamente. Día con día la Vida misma de Cristo es formada en ellos. Esto no significa que por medio del trabajo arduo ellos le están enseñando a su antigua naturaleza a ser más como Jesús. Más bien quiere decir que por medio de su muerte el Señor puede infundirles Vida eterna de resurrección. Ellos sufren dolores de muerte para que el Cristo de Dios, Su Mesías, pueda ser formado en ellos.

Para poder entrar al Reino de Dios, al gobierno de Dios, debemos volver a nacer. Cristo debe haber nacido en nosotros—no algo que se asemeje a Cristo, sino Cristo. Cristo no se rebela en contra de Dios. Él viene a hacer la voluntad de Dios. Nuestra primera personalidad es desesperadamente rebelde, tramposa, engañosa, y siempre busca su propia seguridad, su propio placer y engrandecimiento.

La religión puede ser usada para engrandecer nuestra primera personalidad. El engrandecimiento de uno mismo es común entre los que componen el pueblo del Señor.

Pero esta no es la redención Cristiana. La redención Cristiana es la crucifixión de la primera personalidad para que la nueva creación pueda vivir. Hemos portado la imagen del primer Adán. Ahora es hora de tomar la imagen del Señor del Cielo.

El hijo varón (Apocalipsis 12:5) debe nacer. El Hijo es el Único que puede echar abajo la rebelión en contra del Padre. El Hijo puede nacer sólo conforme los santos victoriosos de Dios estén dispuestos a no valorar tanto sus vidas como para evitar la muerte.

El Hijo, y aquellos en quienes Él esté formado y en quienes esté morando, gobernarán todas las naciones con vara de hierro. La rebelión morando en las naciones de personas salvas será hecha pedazos conforme el poder de Dios surja por medio de Cristo—Cabeza y Cuerpo.

La primera etapa en echar abajo toda rebelión es el Señor Jesucristo mismo. Él siempre obedece al Padre.

La segunda etapa en echar abajo toda rebelión es la de los santos victoriosos. Ellos vencen al acusador por medio de la sangre del Cordero, por el mensaje del cual dan testimonio, y no valorando tanto sus vidas como para evitar la muerte. Ellos sufren dolores del espíritu y del alma hasta que Cristo es formado en ellos. Ellos están aprendiendo obediencia estricta, severa, consistente y diligente a Dios.

La tercera etapa en echar abajo toda rebelión sucederá en cuanto el remanente guerrero de santos sea completamente victorioso. El Padre le dará al Arcángel Miguel y a sus ángeles el poder para echar a la tierra a Satanás y a sus ángeles, derribándolos de sus tronos en el aire. Qué evento tan glorioso será este para quienes moran en los cielos; pero ¡qué horror para todos los que están sobre la tierra y que están en rebelión en contra de Dios! Las personas disfrutan de los caminos de Satanás, pero no están suficientemente preparadas para que Satanás venga a vivir entre ellas.

Aquí tenemos la justicia perfecta de Dios. Los rebeldes de la tierra han amado la persona y los caminos de Satanás así que Dios les dará a Satanás. Dios abre Su mano y satisface el deseo de toda cosa viviente. Recibimos lo que realmente deseamos.

¿A qué se debe que el Arcángel Miguel y sus ángeles no hayan expulsado a Satanás fuera de los cielos desde hace mucho tiempo? La razón es que las acciones de los santos ángeles están relacionadas con las decisiones hechas por los santos.

A los santos se les han dado las llaves del Reino de Dios. A los santos se les ha dado la autoridad para atar y desatar. Dios no actuará independientemente de la voluntad del hombre en este aspecto. El hombre permitió que Satanás entrara a su vida. El hombre tiene la responsabilidad de echar a Satanás fuera de su vida.

La rebelión continuará hasta que los miembros del Cuerpo de Cristo logren vencer a Satanás. Dios no le dio a la humanidad a Cristo como Alguien que a solas destruiría a Satanás. Más bien, Dios ha dado a Cristo a la humanidad para que por medio de Cristo nosotros podamos lograr la habilidad para vencer a Satanás. Dios aplastará a Satanás bajo nuestros pies (Romanos 16:20). Los hijos de Israel tuvieron que echar fuera a los habitantes de Canaán. Dios no lo hizo todo por ellos; más bien, Él les ayudó a hacerlo.

Cristo ha nacido en nosotros para que por medio de Cristo podamos vencer a Satanás, echando abajo toda rebelión en contra del Padre. La rebelión continuará hasta que los santos hayan madurado lo suficiente como para conquistar al adversario. Cristo debe esperar a la derecha del Padre hasta que los santos victoriosos lleguen a la madurez. El Arcángel Miguel y sus ángeles no pueden echar abajo a Satanás y a sus ángeles hasta que la mujer (la Iglesia) dé a luz a un hijo varón, es decir, hasta que Cristo haya sido formado en los miembros del Cuerpo de Cristo.

El Evangelio del Reino de Dios es que Cristo y Sus santos van a venir a la tierra a echar abajo la rebelión en contra del Padre, para imponer con vara de hierro la voluntad de Dios en la tierra así como en el Cielo. Este es el significado del Cristianismo. Cuando expulsemos demonios por el dedo de Dios, el Reino de Dios habrá llegado.

Los demonios no fueron expulsados bajo el pacto antiguo. Pero el que los demonios fueran expulsados fue la primera señal que siguió a los creyentes en Cristo (Marcos 16:17). Jesús, el Guerrero, expulsó a los demonios que encontró a su paso. Esta es la venida del Reino de Dios. Esto es que se eche abajo la rebelión en contra del Padre por medio de que la gente sea liberada de las ataduras y los efectos de la rebelión.

La primera etapa de la victoria es el Señor Jesucristo. La segunda etapa de la victoria son los santos victoriosos. La tercera etapa de la victoria es que Satanás sea expulsado de los cielos hacia la tierra, y también que la gente sea liberada de los demonios.

Observa cuidadosamente los resultados de que Satanás y sus ángeles sean expulsados de los cielos a la tierra:

Luego oí en el cielo un gran clamor: “Han llegado ya la salvación y el poder y el reino de nuestro Dios; ha llegado ya la autoridad de su Cristo. Porque ha sido expulsado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba de día y noche delante de nuestro Dios. (Apocalipsis 12:10NVI)

La expulsión de Satanás de los cielos logra:

La salvación de nuestro Dios.

El poder de nuestro Dios.

El Reino de nuestro Dios.

La autoridad del Cristo de Dios.

La salvación que Dios nos ha dado por medio del Señor Jesucristo nos llegará cuando Satanás y sus ángeles sean expulsados de los cielos.

El poder de Dios está enfocado en la expulsión de Satanás. Los creyentes de hoy en día están buscando el poder de Dios, pero frecuentemente desean poder para sus propios fines rebeldes.

La venida del Reino de nuestro Dios resulta en que Satanás sea expulsado. Los problemas de la tierra se originaron en los cielos donde habita Satanás. Cuando los cielos sean purificados entonces comenzará la solución a los problemas de la tierra.

La autoridad del Cristo de Dios, Su Mesías, está basada en la sangre derramada en el Calvario. Satanás no tiene respuesta para la expiación hecha por la sangre de Jesús. Pero la justificación, el efecto, de la autoridad que nos ha llegado por medio de la sangre del Cordero será cumplida conforme Satanás sea expulsado de los cielos.

Los propósitos en Cristo no se logran cuando los hombres son llevados al Cielo sino cuando hombres llenos de Cristo conquistan a Satanás para que el Arcángel Miguel y sus ángeles puedan expulsar a Satanás de los cielos. Esto es Majanayin—dos ejércitos, el ejército de santos y el ejército de ángeles. Son “las danzas de los [dos] campamentos”. (Génesis 32:2; Cantares 6:13)

El Reino de Dios comienza en el Cielo y luego del Cielo es traído a la tierra. Esta es la razón por la que Mateo se refiere al Reino de Dios como “el reino de los cielos”.

La obra de Cristo comienza estableciendo la obediencia en los cielos:

He puesto mis palabras en tu boca y te he cubierto con la sombra de mi mano; he establecido los cielos y afirmado la tierra, y he dicho a Sión: “Tú eres mi pueblo”. (Isaías 51:16NVI)

Cristo es la primera etapa en echar abajo la rebelión en contra del gobierno de Dios, en contra de Su voluntad. Los santos victoriosos son la segunda etapa. La expulsión de Satanás de los cielos a la tierra es la tercera etapa.

La cuarta etapa es la Batalla de Armagedón. La Batalla de Armagedón es descrita en varios pasajes de las Escrituras. La Batalla de Armagedón es la venida de Cristo y Sus guerreros para pelear en contra de los rebeldes sobre la tierra. La Batalla de Armagedón es la entrada del Reino de Dios a la tierra, será donde se aplastará y destruirá por completo toda resistencia al reinado de Cristo y Sus santos.

Truena la voz del SEÑOR al frente de su ejército; son innumerables sus tropas y poderosos los que ejecutan su palabra. El día del SEÑOR es grande y terrible. ¿Quién lo podrá resistir? (Joel 2:11NVI)

La Batalla de Armagedón es descrita en el tercer capítulo de Isaías, en el segundo capítulo de Joel, en el tercer capítulo de Habacuc, en el decimonoveno capítulo del Apocalipsis, y hay referencia a ella en otras porciones de las Escrituras.

La Batalla de Armagedón, que hará notoria la conquista sobre la rebelión en contra de Dios, dependerá de las tres primeras etapas. Cristo no puede regresar con Sus santos hasta que esos santos hayan sido perfeccionados en su obediencia al Padre. La Batalla de Armagedón ciertamente sería un deplorable desastre si la rebelión y el pecado todavía se pudieran encontrar ¡entre los rangos del ejército del Señor!

El énfasis actual de la huida al Cielo de creyentes inmaduros en base a la gracia está en oposición al propósito de Dios. La rebelión en contra del Padre no puede ser vencida por el amor y la misericordia de Dios. La rebelión es vencida conforme la obediencia misma de Cristo es creada en los corazones de los santos consagrados. La cuestión no es la misericordia, es el cambio en la voluntad del hombre.

El propósito de la misericordia es darle al hombre pecaminoso acceso a Dios y ayudarle a que se desarrolle en él el programa de restauración. No es la intención de Dios que la misericordia sirva como una alternativa para eliminar la rebelión de Satanás de los corazones del pueblo.

Ahora estamos acercándonos a los errores espirituales de los que Cristo acusó a la iglesia de Laodicea. Estamos siendo testigos del aumento al amor al dinero, de la ausencia de fe refinada por el sufrimiento, de la desnudez espiritual debido a la abundancia de pecado entre los creyentes, y de que los ojos espirituales de los Cristianos están siendo sacados (como la ceguera de Sansón).

Cristo, el Amén, la Afirmación de la Palabra de Dios, nos habla de la fidelidad en ser un verdadero testigo de la Persona, la voluntad, los caminos, y el propósito eterno de Dios.

Estamos en la era de “razonar” en lugar de decir Amén a la Palabra de Dios, en la era de la traición y de romper pactos, de dar un testimonio falso de Dios para lograr el favor de la gente.

Los creyentes son tibios e indiferentes hacia las exigencias del Evangelio. Una neblina venenosa desde los pantanos del Infierno está cubriendo el pensamiento del pueblo Cristiano conforme éstos llenan sus mentes y corazones con la muerte que el mundo proyecta por medio de la televisión y el Internet.

El pueblo de Dios tiene muy poco deseo de ser poseído por Cristo o por Satanás. Quiere que se le deje en paz para poder seguir sus propios propósitos hasta que el Señor regrese y los lleve a su “hogar en el Cielo”. El Anticristo los ha vencido con tranquilidad y prosperidad.

Destruirá [el Anticristo] a mucha gente que creía estar segura [enriquecida](Daniel 8:25NVI)

La apatía espiritual actual en Norteamérica es apropiada para los propósitos de Satanás. Él no quiere demasiada justicia ni demasiada maldad. Cualquiera de los dos arruinaría sus planes. Satanás planea que el Anticristo surja de entre las iglesias Cristianas. Satanás está logrando volverse aceptable para los Cristianos, está logrando que crean cualquier cosa. ¡Observa la gran aceptación del llamado “mensaje de prosperidad”!

Es difícil vencer la apatía espiritual en una era de paz y prosperidad. Pero a los que salgan victoriosos de la iglesia de Laodicea se les ofrece una recompensa suprema: sentarse con Cristo en Su trono. Sentarse con Cristo en Su trono es ser partícipe en echar abajo toda rebelión en contra de la voluntad del Padre. Esta maravillosa oportunidad le es ofrecida a cada creyente que está lleno con suficiente fe y determinación para deshacerse de la apatía, del engaño, de las mentiras, del pecado y de la ceguera de las iglesias de nuestro día para presentar su cuerpo como holocausto completo a Dios.

La primera etapa es Cristo. La obediencia a Cristo hace posible la segunda etapa—los santos victoriosos. La obediencia de Cristo y de Sus santos victoriosos hace posible la tercera etapa—la expulsión de Satanás de los cielos hacia la tierra. El que Satanás sea expulsado de los cielos a la tierra hace posible la cuarta etapa, que es la Batalla de Armagedón.

La quinta etapa en echar abajo toda rebelión es la reconciliación del pueblo de Dios a la Persona, la voluntad, los caminos y el propósito eterno de Dios en Cristo, y el reinado de los santos sobre las naciones de personas salvas de la tierra. La quinta etapa es posible gracias a la victoria de Armagedón.

Los santos tomarán el Reino y reinarán con puño de hierro. Toda resistencia a Cristo será tratada con severidad durante el periodo de los mil años. Debido a que Satanás habrá sido encerrado en un pozo sin fondo, las naciones de personas salvas, al no ser obstaculizadas por demonios ni ángeles malos, elegirán subir a Jerusalén para aprender del Señor y andar en Sus caminos justos.

Muchos pueblos vendrán y dirán: “¡Vengan, subamos al monte del SEÑOR, a la casa del Dios de Jacob!, para que nos enseñe sus caminos y andemos por sus sendas.” Porque de Sión saldrá la enseñanza, de Jerusalén la palabra del SEÑOR. (Isaías 2:3NVI)

Además, durante el periodo de los mil años, el pueblo mismo del Señor, Sus elegidos, Su Israel, sean Judíos o Gentiles de raza, será reconciliado a Dios. La mayoría de las personas salvas de hoy en día nunca ha sido reconciliada a Dios excepto legalmente por medio de la sangre expiatoria. La personalidad de la mayoría no ha sido llevada a una unión tranquila con Dios. La mayoría no puede morar en la Presencia del Fuego de Israel. Ha elegido a Dios, y ama a Dios de cierta manera, pero mora alejada de Él.

Bajo la obra del pacto nuevo, todos los elegidos de Dios llegarán a conocer al Señor desde el menor hasta el mayor. Creemos que los creyentes más fuertes asistirán a los débiles hasta que la Esposa del Cordero, la nueva Jerusalén, sea perfecta y completa en todo detalle.

De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo. (Efesios 4:13NVI)
Ya no tendrá nadie que enseñar a su prójimo, ni dirá nadie a su hermano: “¡Conoce al Señor!”, porque todos, desde el más pequeño hasta el más grande, me conocerán. (Hebreos 8:11
NVI)

Al final del periodo de los mil años Satanás será liberado del pozo sin fondo para que la obra del periodo de los mil años pueda ser probada. Aquellos que en este tiempo se rebelen en contra de Cristo y Sus santos serán destruidos por el fuego.

La quinta etapa es el reinado de mil años de Cristo y Sus santos. La sexta y última etapa en echar abajo la rebelión es el reinado de Cristo en el cielo nuevo y la tierra nueva. Cristo y Su Esposa reinarán sobre las naciones de personas salvas de la tierra desde su ciudad fortificada. Todas las etapas anteriores trabajarán en conjunto para hacer posible este reinado definitivo y perfecto.

Todo rebelde en contra de la voluntad de Dios tendrá su lugar, junto con el Anticristo, el Falso Profeta, y el diablo y sus ángeles en el lago que arde con fuego y azufre. Las naciones de personas salvas serán gobernadas por los santos y traerán la gloria y el honor de sus reinos a la nueva Jerusalén para recibir la bendición de Dios por medio de los santos. A los santos se les permitirá contemplar el Rostro mismo de Dios porque todo rastro de rebelión habrá sido eliminado de ellos.

No es lógico que el hombre se rebele en contra de su Creador. Pero la influencia de Satanás y sus ángeles ha sido suficiente para infecta a la humanidad con la terrible enfermedad de rebelión y voluntad propia.

La transformación del medio ambiente ideal del jardín del Edén a los terrores descritos en el Libro del Apocalipsis es una increíble lección objetiva para los cielos y la tierra de lo disparatado que es rebelarse en contra de la voluntad y la sabiduría de nuestro Padre celestial.

Dios sabía por adelantado la agonizante historia que la humanidad tendría sobre la tierra. El mundo actual no es lo que Dios tenía en mente para Sus criaturas; más bien es una advertencia y un ejemplo para que cuando el mundo verdadero aparezca, que es el cielo nuevo y la tierra nueva y sus habitantes salvos, no halla la menor posibilidad de que otra serpiente lleve rebelión al Paraíso de Dios.

Los cielos y la tierra actuales serán destruidos por fuego y Dios creará un cielo nuevo y una tierra nueva. No habrá pecado, no habrá rebelión en el mundo nuevo. ¡Imagínatelo!

La tesis de este ensayo es que la solución de Dios a la rebelión continua no es la transferencia de la humanidad de la tierra al Cielo sino la creación de la Persona y Vida del Cristo obediente en la gente.

No habrá rebelión ni pecado en el reinado de Cristo sobre el cielo nuevo y la tierra nueva, no porque el hombre esté sobre la tierra nueva o porque Dios esté Presente en la tierra nueva, ya que esas dos condiciones existieron en la época de Adán y Eva; ni tampoco será porque el diablo y sus ángeles hayan sido confinados al Lago de Fuego. Ciertamente será mucho más fácil vivir una vida de justicia después de que Satanás y sus ángeles hayan sido confinados al Lago de Fuego; pero cada persona salva por la eternidad podrá escoger su propio camino en lugar de la voluntad de Dios.

La razón por la que no habrá rebelión ni pecado en el reinado de Cristo en el cielo nuevo y la tierra nueva será porque Cristo habrá sido formado y estará morando en los miembros del real sacerdocio, y estos santos totalmente obedientes estarán gobernando la creación. La enorme muralla de la nueva Jerusalén simboliza la resistencia a la rebelión y al pecado creado en los creyentes cuando Cristo sea creado en ellos.

Un cielo nuevo y una tierra nueva no son suficientes para garantizar justicia, santidad y obediencia a Dios. Debe haber un reino que por su carácter y naturaleza no tolere el pecado. Cristo no permitirá el pecado ni la rebelión. Aquellos que estén llenos con Cristo no permitirán el pecado y la rebelión.

La verdadera oración del Cristiano no es, “O Dios, aléjame de la tierra”. Sino es, “Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad en la tierra como en el Cielo.”

(“La Rebelión”, 4150-1)

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