¿PERO Y QUÉ SI NOSOTROS NO?

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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. ©1999 por la Sociedad Bíblica Internacional

Traducido por Carmen E. Álvarez


Los Cristianos tienen por tradición la idea de que el Nuevo Testamento enseña que estamos bajo un estado de gracia; que estamos protegidos por la gracia; que somos salvos por los méritos de Jesucristo y que nuestro comportamiento es de poca consecuencia. Quizá debamos considerar esto más a fondo y averiguar realmente cuál es la meta de la salvación para actualizar nuestras tradiciones.


¿PERO Y QUÉ SI NOSOTROS NO?

Anoche, cuando estaba leyendo Filipenses durante mi devoción nocturna, encontré el siguiente pasaje en las Escrituras:

Esto es lo que pido en oración: que el amor de ustedes abunde cada vez más en conocimiento y en buen juicio, para que disciernan lo que es mejor, y sean puros e irreprochables para el día de Cristo, llenos del fruto de justicia que se produce por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios. (Filipenses 1:9-11—NVI)

Todos los que están familiarizados con mis enseñanzas saben mi convicción de que las enseñanzas y predicaciones Cristianas actuales no están haciendo suficiente hincapié en el papel que juega el comportamiento justo y recto en la salvación Cristiana, en lo absolutamente esencial que es que seamos transformados moralmente.

Para mí, el pasaje anterior revela claramente que Pablo no está hablando de ser llenos con los frutos de la justicia imputada sino con los frutos reales de una conducta justa.

¿Estás de acuerdo con esto? Yo creo que la mayoría de los Cristianos lo estarían.

Yo creo que casi todo pastor y maestro Cristiano estaría de acuerdo en que debemos diariamente estar creciendo en justicia, pero algunos están enfatizando a tal grado la “gracia” que cualquier esfuerzo de nuestra parte por obedecer los mandamientos de Cristo parece ser un insulto al deseo de Dios de salvarnos independientemente de nuestra conducta. (Ponemos la palabra gracia entre comillas porque el Nuevo Testamento, en la mayoría de los casos, no define la “gracia” simplemente como el perdón como lo definimos nosotros en la actualidad, lo cual es otro problema en si.)

Aun los extremistas que predican la “gracia” probablemente no negarían que Filipenses 1:9-11 por lo menos implica un interés de parte de Dios en el comportamiento de los Cristianos: “Llenos del fruto de justicia que se produce por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.” Son numerosos los pasajes como este en el Nuevo Testamento.

No me puedo imaginar que alguien insista que somos salvos por lo que creemos sobre Cristo sin tener una interacción diaria con el Señor vivo que continuamente nos está guiando por sendas de justicia por el bien de Su nombre. Sin embargo, quienes siguen insistiendo que la “salvación es sólo por la fe” quizá estén tentados a tomar esta postura.

Asumiremos entonces, que casi todo Cristiano, líder o seguidor, está de acuerdo con que los Cristianos deben vivir una vida recta, y que el comportamiento justo está de alguna manera conectado con el Cristianismo.

El problema se suscita con respecto a lo que nos sucedería SI NO VIVIMOS UNA VIDA JUSTA Y RECTA.

¿Qué sucede si no vivimos una vida Cristiana de comportamiento santo? ¿O acaso existe tal cosa como una vida Cristiana que se caracteriza por un comportamiento santo?

Yo creo que la opinión de la mayoría es que aun cuando no vivamos una vida justa y recta somos salvos de todos modos porque estamos “protegidos por la gracia”. Se cree que existe un “estado de gracia” que nos protege en caso de que no obedezcamos los mandamientos de Cristo y de Sus Apóstoles sin un grado aceptable de fervor.

“Estamos protegidos por la gracia.” “Estamos bajo un estado de gracia.” “Somos salvos por los méritos de Jesucristo nuestro Señor sin que nosotros tengamos que presentar una conducta justa.”

¿Nos atreveremos a cuestionar estas venerables posturas?

Sí, sí nos atrevemos a cuestionarlas. Hemos encontrado que no están fundadas en las Escrituras. Han destruido las iglesias de Jesucristo. Son un engaño monumental.

Su origen se remonta al que dijo: “No es cierto, no van a morir”, y sabemos de dónde salió este consejo.

Para poder darnos cuenta de lo alejados de las Escrituras que estamos y de lo ilógico del concepto de que somos “salvos” independientemente de nuestro comportamiento, pensemos por un momento sobre la meta de la salvación. (Yo sé que mis lectores están cansados de mi repetición incesante del problema de nuestra meta, pero el asunto es central a la pregunta que aquí se suscita).

La verdad y la mentira cada vez son más claras en mi menta así que me esfuerzo por salir de la cama (a la edad de setenta y dos años), me siento en la computadora, y pienso, “lo intentaré una vez más. Debe haber mucha gente, especialmente gente joven (por quienes he recibido de Dios una carga especial), que entenderá mejor esta vez si lo intento nuevamente mientras se encuentra claro en mi mente, y mientras las palabras de Pablo a los Filipenses vienen bajando la cascada, como agua pura, brillante y cristalina de las montañas más altas.”

La postura de estar “protegidos por la gracia”, “bajo un estado de gracia” y “salvos por los méritos de Jesucristo” asumen que la meta de la salvación es residir eternamente en el Paraíso espiritual. Asumen que ser salvo es ir al Cielo al morir.

¿No es esto lo que se asume a la pregunta de lo que sucedería si no vivimos con rectitud? ¿Acaso no es la duda principal si iremos al Cielo al morir aunque no tomemos nuestra cruz y sigamos al Señor Jesús como deberíamos?

Si cambiamos de cualquier manera la meta, si ser salvo no significa ir al Cielo al morir, entonces el argumento debe ser revisado cuidadosamente.

¿Cómo podemos descubrir la meta real de la salvación? Nos dirigimos a la Biblia. Buscamos lo que dice en cuanto a que la meta de la salvación es ir al Cielo al morir.

¡Busca! ¡Busca nuevamente! ¡Y otra vez! ¡Y otra vez! Busca en las Escrituras para ver si hay una clara declaración que diga que ser salvo significa que hacemos nuestra residencia eterna en el Cielo. Si no existe una declaración clara entonces debemos reconsiderar por qué somos Cristianos y lo que significa ser Cristiano.

¿Acaso el Señor Jesús enseñó sobre ir al Cielo? No, no lo hizo. Él nos dijo que pusiéramos nuestros tesoros ahí, y quizá asumimos que Él quiso decir que iríamos ahí al morir para recobrar nuestros tesoros. Pero ésta es una suposición. Otros pasajes nos informan que el Señor traerá consigo nuestras recompensas cuando regrese. Las recompensas vendrán a nosotros. Nosotros estamos buscando una ciudad que va a venir del Cielo, un Paraíso que vendrá a la tierra cuando los santos de Dios estén preparados para gobernarla.

Pues aquí no tenemos una ciudad permanente, sino que buscamos la ciudad venidera. (Hebreos 13:14—NVI)

El Señor no enseñó sobre ir al Cielo. Lee los cuatro Evangelios y cerciórate por ti mismo. El Señor enseñó sobre el Reino de Dios. El Reino de Dios no es un lugar al que vas, es un estado de ser que se desarrolla en ti conforme Cristo es formado en ti. El Reino vendrá como una entidad cuando el Señor Jesucristo y aquellos en los que Él ha sido formado regresen a la tierra. El Reino está en ellos, así que corporativamente ellos constituyen el Reino que va a venir a la tierra.

Podemos entrar al Reino de Dios cuando volvemos a nacer. Esto no significa que tomando los “cuatro pasos para la salvación” tenemos un pase fuera del Infierno y admisión al Cielo. Lo que quiere decir es que podemos entrar al Reino de Dios conforme Cristo es formado en nosotros. El Reino de Dios no es un lugar, es una esfera de autoridad.

Pablo nos dijo que el creyente que siga pecando no heredará el Reino de Dios. Esto se debe a que el comportamiento pecaminoso no es permitido en el Reino. El Reino de Dios siempre da como resultado que se haga la voluntad de Dios sobre la tierra.

Conforme estudiamos el Nuevo Testamento nos damos cuenta de que la meta de la salvación es ser liberados de la persona y las obras del diablo; ser conformados a la imagen moral de Jesucristo; y ser llevados al reposo en el centro de la voluntad perfecta de Dios.

Estos cambios en nosotros con relación al Reino son necesarios por las siguientes razones:

  • Para que agrademos a Dios.
  • Para poder tener comunión con Dios.
  • Para que seamos elegibles y competentes para cumplir los papeles y las tareas del Reino de Dios.
  • Para que Cristo Jesús nos conozca y podamos caminar con Él. Qué terrible que hayamos hecho grandes obras en Su nombre para luego escucharlo decir, “¡Jamás te conocí!”
  • Para poder morar en la Vid, en Cristo Jesús.
  • Para que podamos portar en nuestra personalidad, en nuestras palabras y en nuestras acciones un verdadero testimonio de Dios, de Su Persona, de Su voluntad, de Su forma de ser y de Sus propósitos eternos en Cristo.

Ahora bien, pongámonos a pensar.

¿Estarías de acuerdo con que la meta de la salvación es como hemos dicho—liberación de Satanás, cambio a la imagen moral de Cristo, y reposo en el centro de la voluntad de Dios?

Si no puedes aceptar la meta como la hemos presentado, sino que continúas creyendo (sin importar el hecho de que no hay base bíblica para tu creencia) que la meta de la salvación es que escapemos del Infierno para ir a vivir por siempre al Paraíso espiritual, entonces no puedo ayudarte. Mi razonamiento no tendrá sentido para ti. Disfrutarás más de tu tiempo haciendo otras cosas.

Así que continuemos con quienes han verificado con la Biblia mi declaración de que ni Jesús ni Sus Apóstoles nos indicaron que la residencia en el Cielo era la meta de la salvación sino que la meta es acercarnos lo más posible a ser una nueva creación comportándonos con justicia.

Recuerda que estamos hablando sobre lo alejadas de las Escrituras y de lo ilógico de las dizque enseñanzas del “estado de gracia” y “protegidos por la gracia” que son parte tan grande de la tradición Cristiana.

El hombre fue creado sobre la tierra. Aquí es donde el Señor tiene la intención de que el hombre viva por la eternidad.

El hombre perdió el derecho de vivir sobre la tierra. Murió físicamente, queriendo decir que fue forzado a ir al reino espiritual, al Cielo. Por lo menos creemos que Adán y Eva están en el Cielo. Nosotros no podemos ir al Cielo hasta que se nos obligue a ir muriendo físicamente. Después no podemos regresar a la tierra hasta que seamos resucitados físicamente. Nuestro regreso físico a la tierra es la victoria a la que se refiere la salvación Cristiana. ¿No es esto lo que Pablo enseñó en el capítulo quinceavo de la Primera Carta a los Corintios? Piensa cuidadosamente sobre la declaración anterior ya que representa un cambio radical en nuestro concepto de la redención.

El Redentor del hombre ha llegado. El redimir a alguien quiere decir que es restaurado a su posición anterior.

¿Qué fue lo que perdió el hombre en el comienzo?

Ya no estaba complaciendo a Dios.

Ya no tenía comunión con Dios.

Ya no era adecuado ni capaz de cumplir los papeles y las tareas del Reino de Dios.

Cristo Jesús ya no lo conocía ni caminaba con él.

Adán y Eva ya no portaban en sus propias personalidades, en sus palabras, y en sus acciones un testimonio verdadero de Dios, de Su Persona, de Su voluntad, de Su manera de Ser, y de Su propósito eterno en Cristo.

¿Puedes ver lo que se había perdido? Se perdió mucho más que sólo el Paraíso. Se perdió el propósito mismo para la existencia del hombre.

El hombre nunca perdió el Cielo porque el hombre no fue creado en el Cielo. Por ello, la redención no tiene la finalidad de llevarnos al Cielo. Ir al Cielo es una situación temporal hasta que podamos ser redimidos.

Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. (Romanos 8:23—NVI)

Perdimos nuestros cuerpos por el pecado. Nuestro Redentor nos restaurará nuestro cuerpo, después de que nuestra naturaleza interior haya sido transformada, para que podamos vivir una vez más en el Paraíso sobre la tierra. La muerte física es el último enemigo que Cristo Jesús destruirá.

Yo no creo que ningún Cristiano tendría dificultad en aceptar lo que he escrito hasta este momento, pero muchos tendrían problema con abandonar la residencia en el Cielo como la meta de la salvación.

Quizá no nos pongamos a considerar nuestras creencias. Quizá una parte de nuestro cerebro dice una cosa y otra parte de nuestro cerebro dice algo diferente y no percibimos que nuestros pensamientos no concuerdan.

La residencia en el Cielo, y un cambio en nuestra personalidad de tal manera que podamos tener comunión con Dios y hacer Su voluntad, no son para nada lo mismo. Uno es un cambio de un lugar a otro. La meta que estamos presentando no es un cambio de un lugar a otro sino un cambio en nosotros que nos lleva a un cambio en nuestra relación con Dios y Cristo.

Estas dos metas no son iguales.

¿Crees que Adán y Eva han cambiado? Han estado en el reino espiritual por seis mil años. Si no han cambiado, ¿están listos para que se les permita regresar al Paraíso? ¿En base a qué?

¿Acaso ser “protegidos por la gracia” califica a Adán y a Eva a volver a entrar al Paraíso si no han cambiado?

¿Acaso un “estado de gracia” califica a Adán y a Eva a volver a entrar al Paraíso si no han cambiado?

¿Acaso se les permitirá la entrada al Paraíso “confiando en los méritos de Jesucristo nuestro Señor” si no han cambiado?

¿Acaso el Señor Jesucristo vino a la tierra para que la gente pudiera volver a entrar al Paraíso en base al perdón sin ningún cambio en su personalidad?

De ser así, ¿qué evitará que la gente desobedezca a Dios nuevamente?

Quizá asumas que una vez que vayamos al Cielo no podremos pecar. Estás equivocado. El pecado comenzó en el Cielo alrededor del Trono de Dios. El pecado es un asunto espiritual. No deja de darse simplemente porque morimos.

Ahora bien, las cosas que acabamos de escribir son para orientarnos a la solución del problema. El autor está diciendo que el problema que tienen los venerables conceptos de estar “protegidos por la gracia”, “en un estado de gracia” y “salvos por los méritos de Jesucristo” es que están tan incompletos en lo que implican que son fatalmente destructivos para nuestro pensamiento.

Supongamos que la meta de la salvación no sea la residencia en el Cielo sino la liberación de la persona y los comportamientos de Satanás, cambio a la imagen moral de Jesucristo, y descanso tranquilo en el centro de la voluntad de Dios. Supongamos que estos tres son la meta de la salvación y que conducen a una relación satisfactoria con Dios y conducen a hacer Su voluntad.

¿Te parece aceptable hasta ahora lo que hemos dicho? ¿Te suena como si fuera bíblico?

Ahora observa lo que esto hace con nuestro argumento.

“Protegidos por la gracia” significa que escaparemos el Infierno e iremos al Cielo al morir seamos o no transformados moralmente. Este es el pensamiento convencional. Pero si la salvación es nuestro cambio moral, ¿cómo podemos ser salvos si no estamos siendo transformados?

Estar en un “estado de gracia” significa que iremos al Cielo al morir seamos o no liberados de la persona y de los comportamientos de Satanás; seamos o no cambiados a la imagen moral de Cristo; estemos viviendo o no en el centro de la voluntad de Dios. Pero si estas liberaciones y transformaciones son la meta misma de la salvación, y de hecho son lo que son la salvación, ¿cómo podemos ser salvos sin ser salvos?

Ser salvos por “los méritos de Jesucristo” significa que iremos al Cielo al morir seamos o no salvos de la mundanería, de la lujuria y de la obstinación. ¿Acaso es compatible este concepto con nuestra meta actualizada (y yo creo que totalmente bíblica) de la salvación?

Pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. (Romanos 8:2—NVI)

El propósito de la salvación por medio de Cristo es liberarnos de la ley del pecado y de la muerte.

Debido a que tenemos la meta equivocada todo el sistema está en desorden. Cualquier analista de sistemas te dirá que si tu meta es incorrecta, ningún elemento en el sistema puede ser analizado en cuanto a su efectividad ni a su derecho a ser incluido en el sistema.

Tenemos una meta equivocada, una meta que no es bíblica. Así es como hemos llegado a la conclusión de estar “protegidos por la gracia”, en “estado de gracia”, y ser aceptados “por los méritos de Jesucristo”.

Los méritos de Jesucristo son los siguientes. El Señor Cristo Jesús obedeció la Ley de Moisés a la perfección. Si Lo recibimos la justicia de la Ley de Moisés nos será adjudicada. Esto nos da un nuevo comienzo en la vida.

La justicia imputada de obedecer la Ley de Moisés no es un pase para salir del Infierno y ser admitidos al Cielo, es el primer paso hacia ser puestos en libertad de la ley del pecado y la muerte. Es donde comenzamos a volvernos una nueva criatura. Si no estamos dispuestos a seguir al Espíritu Santo en la obra de la transformación moral, entonces caemos bajo juicio, y la justicia ya no nos será imputada. Habremos vencido el propósito de la justicia imputada.

A fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu (Romanos 8:4—NVI)

¿Te parece que el versículo anterior dice que las justas demandas de la Ley de Moisés se cumplieron en aquellos que no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu?

Después de leer esto ¿crees que la justicia que el Señor Jesucristo compró observando la Ley de Moisés a la perfección seguirá siendo imputada a quienes están viviendo según su naturaleza pecaminosa y no según el Espíritu de Dios?

¿Qué piensas de la relación de vivir según el Espíritu de Dios como una condición para seguir en la justicia imputada? Me parece a mí que nuestra justicia asignada depende para su continuidad de que resistamos nuestra naturaleza pecaminosa y que vivamos según el Espíritu de Dios.

Pablo más adelante dice que no es posible que nosotros vivamos conforme a la naturaleza pecaminosa y que sigamos en un estado de gracia, o protegidos por la gracia, o siendo aceptados por Dios por los méritos de Cristo. Él dice que moriremos espiritualmente.

Porque si ustedes viven conforme a ella [la naturaleza pecaminosa], morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. (Romanos 8:13—NVI)

Podemos presentar muchos versículos en el Nuevo Testamento que declaran con absoluta claridad que el Cristiano que sigue caminando en pecado, sin seguir al Espíritu, sin tomar su cruz para seguir a Jesús, sin presentar su cuerpo como sacrificio vivo, morirá espiritualmente. Será cortado de la Vid, cortado de Jesucristo. No será resucitado para ascender a encontrarse con el Señor cuando el Señor regrese. La puerta será cerrada en su cara. Del polvo de la tierra se levantará para quedar en la vergüenza y en la confusión perpetuas. Si es salvado a la autoridad del Reino de Dios, y no es destruido cuando el Señor regrese, será como si pasara por fuego resultando en la entrada al Reino como un espíritu desnudo. Ser salvo como quien pasa por el fuego no es un destino envidiable.

No puedo comprender cómo la noción de que Cristo es nuestra alternativa a la transformación moral en lugar de lo que Él es, el medio para la transformación, logró obtener esa aceptación histórica y universal sobre el pensamiento Cristiano. Quizá se haya suscitado debido a que eruditos Gentiles han entendido mal el punto de vista de Pablo. Algunas de las Epístolas de Pablo están dirigidas a los Judaizantes que intentaban obligar a los Gentiles a adoptar toda o parte de la Ley de Moisés. La repetida insistencia de Pablo de que no somos salvos por las obras sino por la gracia significa que no podemos lograr justicia obedeciendo la Ley de Moisés ahora que la gracia y la verdad han llegado por medio del Señor Jesucristo.

Que Pablo no quiso decir con esto que Cristo vino para que nosotros no tengamos que cambiar moralmente se manifiesta en sus numerosas exhortaciones a comportarnos con justicia y santidad. Y Pablo no nos exhortó a comportarnos justamente con la idea de que aunque no nos volvamos una nueva criatura en Cristo que todavía estamos protegidos por la gracia, que todavía estamos en un estado de gracia, que todavía somos salvos por los méritos de Cristo Jesús. Pablo nos exhortó a vivir con justicia y rectitud con la idea de que es esto o nada. Si no pasamos por la transformación moral no podemos heredar el Reino de Dios.

Las obras de la naturaleza pecaminosa se conocen bien: inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; idolatría y brujería; odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas. Les advierto ahora, como antes lo hice, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. (Gálatas 5:19-21—NVI)

Nuevamente:

Los que son de Cristo Jesús han crucificado la naturaleza pecaminosa, con sus pasiones y deseos. (Gálatas 5:24—NVI)

Si no hemos crucificado la naturaleza pecaminosa con sus pasiones y deseos, o si no estamos en proceso de hacerlo, no le pertenecemos a Jesucristo. No existe tal cosa como un estado de gracia de tal manera que podamos ignorar los mandamientos de Cristo y de Sus Apóstoles y todavía pertenecerle a Cristo. Tal postura estaría en contradicción con las enseñanzas del Apóstol Pablo.

Jesús dijo que si no portamos el fruto de Su imagen en nuestra personalidad seremos cortados de la Vid, seremos cortados de Él mismo.

La pregunta no es si iremos al Cielo, sino si estamos morando en Cristo para que seamos hechos una nueva creación. Si algún creyente está morando en Cristo existe una nueva creación justa que está surgiendo.

El Señor Jesús nos ordenó que moráramos en Él, que viviéramos por Él así como Él vive por el Padre. Si no moramos en Cristo seremos cortados de la Vid, como dijimos anteriormente. Seremos cortados de Cristo. ¿Cómo sería entrar al Cielo y no ser parte de Jesucristo? Yo no quiero averiguarlo. ¿Y tú?

Entonces, podemos ver que nuestra meta, como también la fue para el Apóstol Pablo, no es el Cielo sino Cristo mismo formado en nosotros y morando en nosotros. ¿Estoy en lo correcto en esto?

Cuando Pablo, en el segundo capítulo de la Carta a los Gálatas, estaba tratando con el tema de dejar a un lado la Ley de Moisés y seguir viviendo en justicia, sin hacer de Cristo el ministro o promotor del pecado, él resolvió el problema de la siguiente manera: “He sido crucificado con Cristo y Cristo está viviendo en mi.”

Lo que Pablo está diciendo es esto: Yo no estoy viviendo en los preceptos justos de la Ley de Moisés. Pero esto no significa que estoy comportándome de manera pecaminosa. Si lo estuviera haciendo estaría haciendo que Cristo Jesús fuera el ministro del pecado, el promotor del pecado.

¿Acaso Jesucristo promueve el pecado?

Según la creencia de la mayoría de los Cristianos la respuesta es sí, y realmente no les interesa escuchar una definición tan precisa como la del párrafo anterior. Sin embargo, sigue siendo verdad que si Jesucristo es la alternativa Divina a la conducta justa y recta, si es la disculpa Divina para los pecados de Sus discípulos, entonces Él realmente estaría promoviendo el pecado y el pacto nuevo sería definitivamente inferior al pacto antiguo en cuanto a producir personas justas que aman la misericordia y que viven humildemente ante Dios.

Esta es la postura que estamos tomando cuando decimos que realmente no importa si seguimos pecando porque somos salvos por la “gracia”.

Pero Pablo dijo que este no era el caso. “Aunque es verdad que no estoy buscando agradar a Dios obedeciendo los preceptos de la Ley de Moisés, de todos modos no estoy viviendo en pecado. Estoy viviendo una vida de crucifixión de tal manera que Jesucristo está viviendo en mi.”

Claro que estar crucificado con Cristo y tener Su vida obrando en y a través de nosotros hace infinitamente más demandas en nuestra conducta de lo que jamás podría ser cierto de obedecer los estatutos de la Ley de Moisés.

Cómo las iglesias Cristianas han perseverado a través de los siglos hasta llegar al año 2004, y todavía creer que la transición de Moisés a Cristo significa que no tenemos que vivir con rectitud y justicia, es muy desconcertante; ya que el Nuevo Testamento es claro en que la meta y la validación de la salvación es una personalidad cambiada, una nueva creación. Según el Nuevo Testamento, que un creyente siga en su carnalidad y diga ser salvo por la gracia es inconcebible. Sin embargo esta idea persiste hasta la actualidad.

Sabemos que en tiempos pasados han existido, y siguen existiendo, en las iglesias auténticos Cristianos. En toda iglesia Cristiana puedes encontrar un puñado de Cristianos verdaderos que está sirviendo a Dios. Pero lo está sirviendo a pesar de la doctrina Cristiana, y no debido a ella.

Cómo mejorarían y qué duraderos serían los efectos de los periodos en los que nos refresca el Espíritu, esos avivamientos que suceden de vez en cuando, si nuestra doctrina estuviera de acuerdo con el Nuevo Testamento.

Yo creo que Dios está llamando hoy a un remanente a que salga. Por lo que he escuchado y visto la mayoría de los creyentes seguirán jugando los juegos carnales de la religión. Pero surgirá de las iglesias un remanente de santos que están escuchando la voz del Espíritu. Se están preparando a sí mismos, y a otros conforme tienen la oportunidad, para los tumultuosos días que se aproximan. Mientras que los creyentes carnales están brinque y brinque a un lado de sus bancas preparándose para un “arrebato” no bíblico, el remanente santo se está preparando para la era de horrores morales que estamos entrando. ¿Cómo? Acercándose al Señor Jesús.

No sé si he podido probarte mi punto.

Nosotros los Cristianos tenemos una meta equivocada y estamos esperando arribar a nuestra meta por medios no bíblicos. Estamos esperando escapar del Infierno para entrar al Paraíso en el reino espiritual haciendo una profesión de fe en el Señor Jesucristo.

La meta bíblica es liberación de Satanás, cambio a la imagen de Cristo, y descanso tranquilo en el centro de la voluntad de Dios. La manera en que llegamos a esta meta es siguiendo al Espíritu Santo hasta que podamos obedecer los mandamientos de Cristo y Sus Apóstoles. Si hacemos esto, Cristo será formado en nosotros, y luego el Padre y el Hijo harán Su eterna morada en aquello que ha sido formado en nosotros.

De nada serviría al Reino de Dios si todas las iglesias en su estado actual fueran llevadas al Cielo y a la Presencia de Dios. No resolvería nada en lo que se refiere al Reino.

Dios está buscando santos maduros que puedan montar detrás de Jesucristo en la caballería que peleará en la batalla de Armagedón. Ellos establecerán el Reino de Dios sobre la tierra, que es la meta de la redención.

Venga tu Reino. Hágase Tu voluntad en la tierra como en el Cielo.

Esto es lo que pedimos en oración. Esto es lo que sucederá, pero no mientras creyentes bebés estén sentados descansando en sus mansiones en el Cielo.

Dios está buscando guerreros, aquellos que están dispuestos a someterse a Su rigurosa disciplina. Los guerreros que siguen a Cristo son llamados, escogidos, y fieles. El ejército no se compondrá de quienes están protegidos por la gracia, o viviendo en un estado de gracia, o que van a ir a Cielo por los méritos de Jesucristo. Todos los soldados del ejército son santos victoriosos. Por medio de Cristo están conquistando el día de hoy y por medio de Cristo conquistarán en el Día del Señor.

Estamos entrando a unos terribles días maravillosos. La mala hierba de Satanás llegará a la madurez y el trigo de Jesús llegará a la madurez.

Veremos el pecado desarrollarse hasta que la tierra ciertamente será un suburbio del Infierno. Pero también recibiremos el espíritu de sabiduría y revelación hasta saber lo que estamos haciendo. La nación santa nacerá de pronto. Cristo será formado en los creyentes como nunca antes en la historia.

Un ejército de testigos está siendo preparado que irá a toda nación sobre la tierra, predicando el Evangelio del Reino como testimonio a toda la gente: “¡El Reino de Dios está por llegar a la tierra! ¡Arrepiéntanse y crean en las buenas nuevas!” El testimonio del ejército de testigos excederá el poder y la demostración del Espíritu de los avivamientos de cualquier época anterior.

Cristo ha guardado el vino bueno hasta ahora.

Mientras están dando testimonio, algo más estará sucediendo en el remanente santo. Cristo, el gobernador de los reinos del mundo, será formado en ellos para que puedan regresar con Él para establecer el Reino de Dios sobre la tierra.

El capítulo onceavo de Apocalipsis habla sobre un ejército de testigos, usando el simbolismo de dos candelabros y dos árboles de olivo. Según entendemos nosotros la representación, los dos candelabros hablan sobre Cristo y Su Cuerpo y los dos olivos representan la doble porción del Espíritu Santo que reposará sobre ellos, dándoles poder para dar testimonio del Reino de Dios a toda nación sobre la tierra.

Y este evangelio del reino se predicará en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin. (Mateo 24:14—NVI)

El capítulo doceavo de Apocalipsis habla sobre el nacimiento del Hijo que reinará sobre las naciones. El Hijo que reinará estará formado en los creyentes de hoy en día que están dispuestos a seguir a Cristo conforme Él desarrolle en ellos justicia de hierro, santidad intensa, y obediencia estricta al Padre.

Estas dos intervenciones Divinas, el poder que se dará al ejército de testigos y la formación de Cristo en los creyentes, operará en el mismo grupo de personas: una operación que nos servirá ahora y una que será activada cuando el Señor regrese.

¿Qué hay de ti? ¿Deseas seguir en las tradiciones actuales o estás dispuesto a investigar en el Nuevo Testamento para probar lo que estamos diciendo?

Hay tronos disponibles, hay posiciones en ambos ejércitos, hay lugares al lado de Cristo—todos esperando ser llenados por quienes les interese lo suficiente como para hacer algo al respecto.

Existe un lugar para ti si esto es lo que deseas por sobre todo lo demás en la vida.

Pero si deseas seguir en la ilusión de que sigues protegido por la gracia y que realmente no importa qué tan intensamente busques a Cristo Jesús, entonces sigue durmiendo. Serás despertado por un toque de trompeta que te estará llamando de entre los muertos. Ahí tendrás que explicarle a Dios por qué te rehusaste a responder diligentemente a Su Hijo.

El rey del Este vendrá pronto, y luego el Anticristo será destruido de la tierra. Pero por el momento debemos buscar los dones y ministerios del Espíritu para que podamos fortalecer a nuestros hermanos y hermanas a la plena estatura de Cristo. Los creyentes deben estar preparados en la hora actual para su testimonio a toda nación y para su participación en la caballería que peleará en la batalla de Armagedón.

¿Estás haciendo todo lo que puedes por tus hermanos y hermanas en el Señor para que puedan servir a Dios en Su Reino?

Que se levanten los niños y los jóvenes, ya que la unción está sobre ellos. Que nosotros los mayores, padres y demás líderes, los preparemos como mejor podamos. Los niños y los jóvenes están enfrentando, como dije anteriormente, un terrible futuro maravilloso. Terrible para los hipócritas en las iglesias. Maravilloso para quienes den su vida al Señor Jesús.

Si no vas a hacer algo al respecto por tu propio bien, porque te importa más tu plan de jubilación que el Reino de Dios, entonces avanza en Dios por el bien de tus hijos. Dales la mejor preparación que puedas. Ellos te están observando. ¿Acaso están viendo integridad y fidelidad en las iglesias o están viendo juegos insensatos, sucios y carnales?

Los santos de todas las épocas de la historia nos están viendo desde sus lugares de reposo en el reino espiritual. Ellos saben que estamos acercándonos al clímax de la historia, a la época en que el Reino de Dios desposeerá el reinado de los reinos del mundo y esas naciones le serán dadas al único Rey por derecho, al Señor Jesucristo.

Muchas de nuestras tradiciones Cristianas no son bíblicas y son destructivas para nuestro crecimiento en Cristo, como hemos señalado.

Amigo, ¿te importa lo suficiente como para indagar más?

(“¿Pero Y Qué Si Nosotros No?”, 4153-1)

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