JUDAS

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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional

Traducido por Carmen Álvarez


El Libro de Judas está dirigido a los pecados que se cometen en las iglesias Cristianas. Los comentarios que hace sobre algunas de las personas son muy graves. Sin embargo, el Espíritu Santo consideró necesario emplear este lenguaje tan fuerte.

Aunque Judas fue escrito hace dos mil años, su mensaje es muy necesario en nuestros días.


JUDAS

Pero aquellos blasfeman en asuntos que no entienden. Como animales irracionales, se guían únicamente por el instinto, y nacieron para ser atrapados y degollados. Lo mismo que esos animales, perecerán también en su corrupción, (2 Pedro 2:12—NVI)

El Libro de Judas está dirigido a los pecados que se cometen en las iglesias Cristianas. Los comentarios que hace sobre algunas de las personas son muy graves. Sin embargo, el Espíritu Santo consideró necesario emplear este lenguaje tan fuerte.

Aunque Judas fue escrito hace dos mil años, su mensaje es muy necesario en nuestros días.

Nosotros, los que hemos sido Cristianos por algunos años, sabemos que a veces las iglesias Cristianas se convierten en jaulas de espíritus inmundos. El odio, la división, la lujuria, los celos, la avaricia, el egoísmo y el orgullo que se muestran en los que dicen llamarse Cristianos que han vuelto a nacer nos hacen entender que puede haber una gran diferencia entre personas que están viviendo en Jesucristo y los miembros de una iglesia Cristiana.

Hoy en día el Espíritu Santo está sonando la trompeta en Sión. Debemos escuchar lo que el Espíritu le está diciendo a las iglesias, ya que el fuego Divino del juicio está próximo.

Judas, siervo de Jesucristo y hermano de Jacobo, a los que son amados por Dios el Padre, guardados por Jesucristo y llamados a la salvación: Que reciban misericordia, paz y amor en abundancia. (Judas 1:1,2—NVI)

El Señor Jesús tuvo cuatro hermanos Jacobo (o Santiago), José, Simón y Judas, además de algunas hermanas. Los nombres de las hermanas del Señor no son mencionados.

Así como con Ana, una vez que el hijo especial nació, María tuvo muchos otros hijos.

Jacobo, el hermano del Señor, es el autor del Libro de Santiago y fue el pastor de la gran iglesia Cristiana Judía en Jerusalén.

Judas, el autor de la epístola que estamos discutiendo, también era hermano del Señor.

Todo Cristiano verdadero ha sido llamado por el Espíritu Santo para salir del mundo. Está en el mundo pero ya no le pertenece al mundo. Ha sido llamado a ser un santo, a ser santificado. Una vez que hemos sido llamados a ser santos ya no tenemos ningún otro llamado en la vida. Aunque quizá trabajemos en un oficio o profesión para mantenernos y a nuestras familias, nuestro llamado, y único llamado, es ser santo.

Dios ama a Sus santos con el mismo amor con el que amó a Jesús.

El Señor Jesucristo nos está protegiendo y está orando por nosotros en todo tiempo. Si nosotros no vivimos una vida Cristiana victoriosa, será porque nosotros no lo quisimos. Ya se nos ha dado todo lo necesario para poder vencer cada obstáculo que se nos presente. O recibimos la gracia de Dios y por medio de ella vencemos al mundo o nos distraemos e ignoramos nuestra gran salvación.

La misericordia, la paz y el amor nos han sido dados en abundancia.

Dios en Su misericordia por nosotros pasa por alto muchas de nuestras debilidades y de nuestros errores siempre y cuando estemos confesando nuestros pecados y siguiendo al Espíritu en lugar de ceder a nuestra naturaleza pecaminosa.

Tenemos la paz de Cristo Jesús y no tenemos condenación cuando estamos buscando diariamente al Señor y haciendo Su voluntad. La paz Divina nos mantendrá firmes durante los años tumultuosos que se acercan en Norteamérica.

El amor de Dios en Cristo que nos ha sido dado es tan intenso, tan poderoso y tan perdurable que la maldad del mundo se ve obligada a cederle el paso. Ciertamente, el amor humano es la más leve sombra del amor de Dios.

Queridos hermanos, he deseado intensamente escribirles acerca de la salvación que tenemos en común, y ahora siento la necesidad de hacerlo para rogarles que sigan luchando vigorosamente por la fe encomendada una vez por todas a los santos. (Versículo 3—NVI)

Judas tenía el deseo de escribirles a los creyentes sobre su salvación, pero había una necesidad más fuerte aun que era discutir sobre la gente mala que había comenzado a infiltrarse en las asambleas.

Hoy en día, por lo general, la salvación es considerada como un boleto al Cielo. Tomamos los “cuatro pasos de la salvación” y eso es todo. Con esto consideramos que ya tenemos un pase al Cielo y algunas personas hasta enseñan que es imposible perder ese pase.

La verdad es que tenemos que luchar vigorosamente por la fe. Debemos pelear la buena batalla de fe porque los creyentes carnales pueden entrar a nuestras iglesias y esparcir su veneno.

Tengo un joven amigo que tiene un avivamiento en sus manos. Las personas, incluyendo muchos jóvenes, están llegando a su casa para escuchar la Palabra de Dios. Aunque él esté en otro estado, está bajo la cobertura espiritual de nuestra iglesia.

¿Qué sucede? De repente llegan los “pájaros” que pueden oler los sacrificios que se están ofreciendo—las personas se están arrepintiendo de sus pecados, están siendo bautizados en agua y se están regocijando en el Señor.

Llega un hombre que le dice al pequeño grupo que todos deben volver a bautizarse porque no fueron bautizados en el nombre de Jesús. También les dice que el pecado es simplemente una falta de fe en Dios. Pero mi amigo, bien fundamentado, le señaló el versículo en Primera de Juan donde dice que el pecado es no obedecer los mandamientos de Dios.

Luego llega otro hombre que le dice: “Debes llamar a Jesús, Yahweh. Si no, estás pecando”.

Y luego otro le dice: “No deben reunirse en casas. Deben reunirse en mi iglesia”.

Todavía otro le dice: “Debes predicar sobre la Dispensación”.

Mi consejo para mi joven amigo sigue siendo: “No te bajes del muro. Los Sanbalats y los Tobías harán todo lo que puedan para desalentarte, para bajarte de lo que estás haciendo y poder razonar contigo. (¡Cómo les encanta a los demonios razonar!) Ignóralos y sigue predicando la Palabra. El Espíritu Santo traerá a aquellos que el Señor está atrayendo hacia Sí mismo.”

Un joven de buenas intenciones me llamó recientemente y me dijo que cuando el Señor Jesús habló sobre que el trigo sería recogido en el granero, que el Señor se estaba refiriendo a la oscuridad de afuera. Él cree que debemos hacer todo lo posible para que los que están en el “granero” vivan una vida de victoria en Cristo.

Yo le respondí que ciertamente debemos alentar a cada creyente para que viva una vida santa en Cristo, pero que si él seguía presionando el tema de que el granero es la oscuridad de afuera, la mayoría de los líderes Cristianos rechazaría este pensamiento y no les ayudaría a practicar la justicia.

Además, yo le mencioné que la unidad de la fe a la que hemos sido llamados no es una unidad de la cabeza sino del corazón. Podemos amar a Jesús sin tener que estar de acuerdo con cada punto doctrinal que otra persona considera verdadero. ¿No lo crees así? ¡Yo sí!

Discutir sobre una doctrina no es luchar vigorosamente por la fe. Más bien es meterse en un debate y el espíritu del debate es definitivamente de naturaleza pecaminosa.

Luchar vigorosamente por la fe es mantenernos aferrados a Jesús, no es mantenernos aferrados a la fe en una doctrina. Jesús es una Persona. El tema más importante es que estemos morando en Él en todo tiempo, no que hayamos memorizado algún ensayo. Satanás usa la doctrina para alejar nuestra mirada de Jesús.

Cuando fui salvo por primera vez estaba en el Cuerpo de la Marina. Pocas semanas después, mientras me encontraba en el centro de Honolulu llegó un líder de la iglesia de los Adventistas del Séptimo Día. Me habló sobre no tomar un arma en el día de reposo (el Domingo). ¿Crees que esto me acercó más a Jesús? ¡Ciertamente que no! Causó tremenda confusión en la mente de un recién convertido al Cristianismo –en la mía.

Un Marino Cristiano con madurez oró por mí y pude comprender que esto no era de Dios, por lo menos no para mí, y fui liberado de ese yugo.

Sin embargo, hasta este día tengo una muy buena opinión de los Adventistas aunque no hago un mayor esfuerzo de morar en Cristo los días de reposo más que los demás días.

Que se le puede hacer…

Ciertamente, las iglesias Cristianas están en un caos absoluto. Todas hacen lo que se sienten “dirigidas” a hacer.

Aun en nuestra asamblea hemos tenido individuos que acosan a personas en el estacionamiento o que se reúnen en hogares para platicar lo que piensan que está mal de mí o de la iglesia. Yo dejo en paz a estas personas hasta que Dios me muestra lo que debo hacer. A veces el Señor mismo los lleva al arrepentimiento y comienzan a mostrar la Vida de Cristo.

De esto se trata la buena batalla de fe. Enfrentamos la oposición todo el tiempo, pero Jesús está con nosotros cuando lo buscamos y cuando nos rehusamos a bajar de la cruz, de la pared donde Dios nos haya puesto.

Nehemías es un buen libro para leer cuando estamos siendo hostigados para que sigamos luchando vigorosamente por la fe encomendada una vez por todas a los santos.

El problema es que se han infiltrado entre ustedes ciertos individuos que desde hace mucho tiempo han estado señalados para condenación. Son impíos que cambian en libertinaje la gracia de nuestro Dios y niegan a Jesucristo, nuestro único Soberano y Señor. (Versículo 4—NVI)

Existían dos problemas con estos hombres impíos: cambiaban la gracia de Dios en una licencia para la inmoralidad y negaban a Jesucristo único Soberano y Señor.

Hoy en día, la mayoría de las iglesias Cristianas en Norteamérica han cambiado la gracia de Dios en una licencia para la inmoralidad. Esto no lo han hecho a propósito, sino porque no comprenden los escritos de Pablo.

El Apóstol Pablo presentó la gracia Divina como un medio por el cual nos alejamos de la Ley de Moisés para poner nuestra confianza en Jesucristo. Luego, como parte de la gracia de Dios, tenemos la experiencia de volver a nacer, el cuerpo y la sangre de Cristo y la guía diaria del Espíritu Santo para ayudarnos a comprender y a hacer la voluntad de Cristo. Día tras día somos transformados a la imagen moral de Cristo. Comenzamos a convertirnos en una creación nueva y justa—en aquello que la Ley de Moisés no pudo convertirnos.

¿Pero qué hemos hecho nosotros? Hemos interpretado que Pablo quiso decir que Dios nos ha dado gracia Divina en sustitución o como alternativa al comportamiento justo. No podíamos haber interpretado peor su declaración.

Así que hoy, así como Judas comentó, la gracia de Dios está siendo usada a lo ancho y a lo alto como un pretexto para la inmoralidad.

Será sorprendente si algún día logramos salir de este error antes de que el Señor regrese. Si no lo logramos, numerosos Cristianos Norteamericanos no lograrán obtener la corona de la vida.

No sólo estamos usando la gracia de Dios como un pretexto para pecar, sino que estamos negando a Jesucristo como único Soberano y Señor. Estamos dispuestos a recibir a Cristo como nuestro Señor pero no como nuestro único Soberano.

¿Cuántos Cristianos Norteamericanos obedecen a Cristo en cada detalle de sus vidas? ¿Cuántos han realmente cedido a la voluntad de Dios? ¿Cuántos se han negado a sí mismos para tomar su cruz personal y seguir al Maestro?

Pues, éstos son los únicos que realmente son Cristianos. Estos son los discípulos de Cristo. El resto sólo son miembros de la religión Cristiana. No hay salvación, ni vida eterna, en ser meramente un miembro de la religión Cristiana.

¿Cómo sabemos que Cristianos Norteamericanos no son discípulos, que no han recibido a Cristo como Señor, que están cambiando la gracia de Dios en un pretexto para la inmoralidad? Por las cosas que dicen y hacen.

Aunque ustedes ya saben muy bien todo esto, quiero recordarles que el Señor, después de liberar de la tierra de Egipto a su pueblo, destruyó a los que no creían. (Versículo 5—NVI)

En círculos Cristianos se habla mucho sobre “una vez salvo siempre salvo”. Ya que es generalmente aceptado que el éxodo de Egipto es un tipo de salvación, y ya que Judas nos recuerda que el Señor después de haber salvado al pueblo de Egipto luego destruyó a quienes no creyeron, ¿cómo podemos insistir en este error sobre la seguridad eterna? ¿Acaso no comprendemos que el Espíritu Santo se daría cuenta de que nosotros entenderíamos por este pasaje en Judas que es imposible ser salvo y luego perdido?

En realidad, el concepto de “una vez salvo siempre salvo” refleja un profundo error en el concepto de la salvación. La “seguridad eterna” se basa en la idea de que nuestra salvación es una intervención Divina que no tiene nada que ver con nuestra participación. Esto no tiene nada de cierto. Cada aspecto de nuestra salvación es una oportunidad. Dios se mueve y nosotros debemos responder con fe y obediencia. Cuando nosotros no hacemos nuestra parte, la intervención de Dios en nuestras vidas se considera nula o cancelada. El contrato se considera roto. Nosotros lo rompimos. Dios no.

Nosotros tenemos el poder de hacer que la Palabra de Dios no tenga ningún efecto en nuestras vidas.

Aquí tenemos uno de los errores fundamentales en la teología Cristiana. Si los maestros y los pastores predicaran sus sermones en forma de exposición, tomando una porción de las Escrituras y hablando sobre ella versículo por versículo, sin distorsionarla para hacerla encajar en un molde preconcebido, rápidamente se darían cuanta de que la intervención de Dios en las vidas de las personas es efectiva sólo mientras ellos estén creyendo y obedeciendo a Dios.

La salvación no es un boleto al Cielo que no se puede perder. La salvación es la Presencia de Dios en Jesucristo que nos ayuda a cambiar de la persona de Satanás a la Persona de Dios. Cristo siempre está presente para ayudarnos y para lograrlo. Pero nosotros debemos obedecer Sus mandamientos, si no, el proceso llega a un alto total.

Si nosotros no obedecemos Sus mandamientos, entonces no lo amamos; no daremos el fruto de Su imagen; seremos cortados de la Vida, de Cristo. Esto es lo que dice la Biblia.

Las iglesias Cristianas de Norteamérica están sobre terrenos espirituales peligrosos. Si no tenemos un arrepentimiento a nivel nacional, si no volteamos hacia Dios en sinceridad, si no cambiamos nuestra doctrina para que se conforme a las Escrituras, nuestra nación estará perdida y enfrentaremos a un Cristo enojado. No tendremos a nadie a quien culpar mas que a nosotros mismos si no regresamos al Nuevo Testamento, particularmente pero no exclusivamente, a las Epístolas y vemos si enfatizan una intervención soberana de Dios que ignora nuestro comportamiento, o si enseñan que si seguimos viviendo en nuestra naturaleza pecaminosa no heredaremos el reino de Dios y cosecharemos corrupción.

¿Qué tendrá que hacer Dios en Norteamérica para lograr un cambio en la doctrina y en lo que practicamos? Si estoy escuchando correctamente al Señor, Él va a darle una fuerte bofetada a los Estados Unidos. Luego Él va a levantar nuestra nación en justicia y rectitud para que podamos enviar el Evangelio del Reino hasta los confines del mundo, no el evangelio de la gracia sin justicia y rectitud sino el Evangelio del Reino de justicia que pronto llegará a la tierra.

Nosotros los Norteamericanos portamos el nombre de Cristo y por esta razón Cristo nos guardará de ser completamente destruidos. Pero debemos recordar que en la hora actual, en lugar de que el Evangelio del Reino esté surgiendo de nuestra supuesta nación Cristiana, las aguas de la suciedad moral están saliendo de las películas, la televisión y el Internet.

Dios quiere que Estados Unidos predique la justicia, la santidad y la obediencia a Dios. Él quiere que lo vivamos y lo prediquemos. Si hacemos esto, continuaremos como una nación. Si no lo hacemos, el final se hará llegar.

Nuestro gobierno está en una confusión moral tremenda en donde cada político está aparentemente buscando sus propios intereses. Las predicaciones en las iglesias Cristianas sobre la gracia sin necesidad de la rectitud son las que han producido esta inmoralidad en el gobierno. Dios quiere que nuestras predicaciones estén basadas en la Biblia, no basadas en nuestras tradiciones que están alejadas de las Escrituras.

Yo no estoy diciendo, “¡Pobre de nosotros!” Yo estoy diciendo que Dios me está diciendo que Él va a castigar severamente a los Estados Unidos y luego nos va a levantar para que una vez más podamos representar ante los Musulmanes, ante los Judíos y ante todas las demás personas sobre la tierra que Jesucristo exige comportamiento justo, santo y obediente de todos los hombres. El Reino de Dios está cerca y ni las iglesias ni las naciones del mundo están preparadas. Él no sólo es el Salvador del mundo sino también el Señor del mundo.

Y a los ángeles que no mantuvieron su posición de autoridad, sino que abandonaron su propia morada, los tiene perpetuamente encarcelados en oscuridad para el juicio del gran Día. (Versículo 6—NVI)

Nosotros sabemos que estamos luchando contra ángeles caídos de los cielos, como nos dice Efesios. Quizá esto se deba a que muchos ángeles fueron echados a la oscuridad mientras que a otros se les permitió que permanecieran en el aire sobre nosotros para que pudiéramos aprender a pelear contra la maldad.

Este versículo es un recordatorio para nosotros que el pecado original fue la voluntad propia, el no querer permanecer donde Dios nos ha puesto.

Una de las pruebas más difíciles que nosotros los Cristianos tenemos que experimentar es el de permanecer en la prisión en que Dios permite que seamos puestos. Es el lugar donde no podemos hacer lo que deseamos, donde no podemos obtener lo que anhelamos. Desde esta prisión clamamos, pero nadie nos escucha.

Entonces tenemos que elegir. Podemos salir forzadamente de nuestras circunstancias, o podemos permanecer ahí y someternos a Dios, esperando que Él nos libere.

Para poder salir forzadamente tenemos que romper las leyes de Dios. Si lo hacemos y Dios de todos modos tiene la intención de salvarnos a Su Reino, entonces Él nos volverá a encarcelar y nuestra siguiente prisión será mucho peor.

El pecado original de Satanás y sus ángeles fue el no permanecer donde Dios los había puesto. Esta fue la madre de todos los pecados que ahora afligen a la humanidad.

Ningún Cristiano será glorificado con Cristo ni montará su caballo de guerra hasta que haya sido probada su fidelidad, hasta que haya estado dispuesto a permanecer en la cruz, hasta que el Señor haya estado enteramente satisfecho con su obediencia.

Cuando Cristo aparezca, nosotros apareceremos con Él, pero sólo si Él se ha convertido en nuestra vida. Cristo no se vuelve nuestra vida hasta que nuestra vida Adámica anterior haya sido crucificada. Nuestra prisión, nuestra cruz personal, es el motor de destrucción que Dios ha confeccionado para nuestra personalidad específica. No es un obstáculo que debemos intentar rodear. Es el medio para destruir nuestra voluntad propia, nuestra falta de voluntad para someternos humildemente a Cristo sin importar cuanto nos disgusten nuestras circunstancias.

Recuerda que el único camino para lograr la corona de gloria es por medio de la aburrida, y a veces dolorosa, prisión que somos llamados a soportar. Si no estamos dispuestos a morar en la situación en la que Cristo nos haya puesto entonces perderemos nuestra corona de gloria, y, de hecho, quizá pongamos en peligro nuestra salvación misma.

Si alguien te dice que los Cristianos no deben sufrir, pídeles el capítulo y el versículo.

Así también Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas son puestas como escarmiento, al sufrir el castigo de un fuego eterno, por haber practicado, como aquellos, inmoralidad sexual y vicios contra la naturaleza. (Versículo 7—NVI)

La nación de los Estados Unidos está cediendo a la inmoralidad sexual y a la perversión. Los que promueven la suciedad moral frecuentemente son ricos y adquieren poder políticamente. En lugar de denunciar a tales personas impías, nuestros líderes políticos se inclinan ante la presión.

Sin embargo, sí existe un Dios en el Cielo. Él no castigó a Sodoma y Gomorra con lava de volcanes en erupción, como algunos asumen. La Biblia dice que estas dos prósperas áreas agrícolas sufrieron el castigo del fuego eterno. El fuego eterno baja del Cielo. Es una fuerza destructora, un ejemplo de la ardiente energía que creó las galaxias de estrellas.

Dios ama cariñosamente a la gente. No existe nadie que ame como ama Dios. Pero Dios no puede aceptar la perversión sexual. El fuego que dejó a Sodoma y Gomorra como ruinas humeantes y la sal que se vertió sobre la planicie y cubrió a la esposa de Lot nos revelan la terrible ira de un Dios amoroso.

Te puedes imaginar cómo ve Dios a los Estados Unidos considerando la común aceptación de la perversión sexual y el asesinato de bebés cuando llegan a término.

Vamos a sufrir mucho en Norteamérica. Si quieres salvarte a ti mismo y a tu familia, ora mucho, y pídele a Dios que te dé una justicia de acero, una santidad apasionada y una obediencia estricta al Padre.

No pongas tu esperanza en el “arrebato” para que te salve. Los millones de Cristianos que han sufrido durante la Era de la Iglesia no fueron liberados por el arrebato y tampoco lo seremos nosotros. Lo que sí tienes que hacer es prepararte para los días de oscuridad que se aproximan.

Nosotros no somos diferentes a Sodoma y Gomorra. ¿Por qué habría Dios de salvarnos por ser Norteamericanos? ¿Acaso somos sus mascotas?

De la misma manera estos individuos, llevados por sus delirios, contaminan su cuerpo, desprecian la autoridad y maldicen a los seres celestiales. Ni siquiera el arcángel Miguel, cuando argumentaba con el diablo disputándose el cuerpo de Moisés, se atrevió a pronunciar contra él un juicio de maldición, sino que dijo: “¡Que el Señor te reprenda!” Éstos, en cambio, maldicen todo lo que no entienden; y como animales irracionales, lo que entienden por instinto es precisamente lo que los corrompe. (Versículos 8-10—NVI)

En estos días nos sentimos “gigantes espirituales”. Salimos a reprender demonios y a veces hasta a Satanás mismo. Realmente no sabemos lo que estamos haciendo.

Encuentra un versículo en las Epístolas que les aconsejen a los Cristianos que reprendan al diablo.

La Biblia nos dice que nos sometamos a Dios y que resistamos al diablo. Pero nosotros los Cristianos preferimos seguir con nuestros pecadillos, con nuestra coquetería y luego llegar a la iglesia y reprender al diablo.

Nosotros no debemos reprender al diablo a excepción de que Cristo nos haya dicho que esto es lo que debemos hacer en alguna circunstancia en particular.

El Libro de Judas no nos aconseja que hagamos acusaciones difamatorias en contra de los seres celestiales.

Solía escuchar a los niños en la Escuela Dominical cantar “y si el diablo se cae, lo arrollaremos”. Yo me estremezco cuando escucho esto.

Ciertamente es bueno que Dios sea paciente con nosotros.

En los años venideros vamos a ver manifestaciones de Satanás que nunca creímos presentarse sobre la tierra. Nosotros no debemos temerle a Satanás ni a ninguno de los ángeles caídos. Cristo es más grande que todos. Pero tampoco debemos estar continuamente buscando pleito con Satanás. A él le gusta este tipo de atención y pronto nos sacaría la delantera.

Nosotros no hemos sido llamados a atacar a Satanás. Nosotros debemos ponernos la armadura completa de Dios y defender nuestro territorio. Podemos orar para que Dios ate los poderes de las tinieblas, esto sí es bíblico. Pero recuerda: sólo Jesús tiene la autoridad y el poder para enfrentarse a Satanás y a sus seguidores. Nosotros debemos voltear hacia Jesús humildemente antes de tomarnos la libertad de reprender y enfrentar a los dignatarios que cayeron porque ellos desde antes estaban haciendo muchas de las cosas que los Cristianos de esta época están haciendo.

Bueno, tú has lo que quieras. Pero yo creo que esto es de lo que Judas nos estaba advirtiendo.

Audrey y yo en una ocasión fuimos a otro país. Yo tuve una clara impresión de que al poder espiritual de ese lugar no le gustó que estuviéramos ahí. Pero nosotros estábamos dentro de la voluntad de Dios y no estábamos metiéndonos donde no nos incumbía. Si éste no hubiera sido el caso yo creo que hubiéramos experimentado problemas de algún tipo.

¡Realmente debemos evitar ser presuntuosos!

La “multitud mixta” en las iglesias Cristianas está lista para atacar a los señores caídos de las tinieblas, anteriormente considerados ángeles de los más altos rangos del Cielo. Estos hombres no comprenden en contra de quien están hablando injuriosamente. Pero lo que sí comprenden por su instinto animal, como el adulterio y la fornicación, es que estos son los comportamientos que los pueden destruir.

¡Ay de los que siguieron el camino de Caín! Por ganar dinero se entregaron al error de Balaam y perecieron en la rebelión de Coré. (Versículo 11—NVI)

El camino de Caín es el de sentir celos porque Dios está bendiciendo a alguien que no eres tú. Este tipo de celos resulta en difamación y chismes capaces de matar. Esto es muy común en iglesias Cristianas.

Caín era arrogante. Si le hubiera preguntado a Dios cómo podía él mejorar su ofrenda, Dios hubiera estado más que complacido con enseñarle qué hacer. En lugar de eso, Caín reaccionó con una ira arrogante. Se enojó por esta “injusticia” hasta que finalmente se sintió obligado a matar.

El camino de Balaam se refiere al amor al dinero. Esto es común en las iglesias. La idea tiene que ver con usar tu don para ganar dinero.

Las riquezas son engañosas. Balaam escuchó claramente a Dios cuando le habló la primera vez. Pero el prospecto de recibir riquezas engañó a Balaam a regresar a Dios una segunda vez. Claro que Dios, quien espera ser obedecido la primera vez que dice algo, le dijo a Balaam que siguiera adelante con su plan de obtener su oro.

Ya que el espíritu de profecía en Balaam no le permitía maldecir a Israel, Balaam aconsejó a Balac que enviara al campamento israelita a unas bailarinas para que fueran vistas por los guerreros israelitas. Luego Dios envió una plaga sobre Israel debido a la fornicación que dio por resultado.

De esta manera Balaam fue engañado por el deseo de obtener riquezas e hizo que cayera sobre sí mismo la maldición de Dios. Aun en estos días tenemos predicaciones en iglesias Cristianas sobre como usar a Cristo para logra riqueza material. Este tipo de persona será juzgado severamente cuando el Señor regrese con Sus santos.

Balaam finalmente fue asesinado por guerreros israelitas—un final apropiado para un hombre con un impresionante don que intentó usarlo para lograr riqueza.

Los israelitas pasaron a filo de espada a muchos hombres en el campo de batalla, incluso al adivino Balán hijo de Beor. (Josué 13:22—NVI)

El camino de Coré es el de la rebelión en contra de la autoridad Divina. Frecuentemente, Dios pone a personas que despreciamos en autoridad sobre nosotros, en la iglesia o en alguna otra parte. Nosotros podemos ver en ellos todas sus fallas. No podemos comprender por qué ellos tienen que decirnos lo que debemos hacer.

Coré pertenecía a la familia de Coré, descendiente de Leví, al igual que lo eran Miriam, Moisés y Aarón. Coré no podía comprender por qué Moisés y Aarón tenían que decirle lo que podía o no podía hacer.

La Biblia nos dice que la autoridad viene de Dios.

La exaltación no viene del oriente, ni del occidente ni del sur, sino que es Dios el que juzga; a unos humilla y a otros exalta. (Salmo 75:6,7—NVI)
Todos deben someterse a las autoridades públicas, pues no hay autoridad que Dios no haya dispuesto, así que las que existen fueron establecidas por él. Por lo tanto, todo el que se opone a la autoridad se rebela contra lo que Dios ha instituido. Los que así proceden recibirán castigo. (Romanos 13:1,2—NVI)

Nosotros los Norteamericanos estamos acostumbrados a llamar por su primer nombre o por su apodo a nuestros más altos dignatarios. De esta manera esperamos bajarlos a nuestro nivel.

Esto es una abominación para Dios. Dios es un amante del sistema gubernamental. No complacemos a Dios rebelándonos en contra del gobierno secular ni eclesiástico.

Si Dios nos ha llamado para ser pioneros de la verdad, o de hacer algo diferente al orden aceptado, más nos vale estar seguros de que estemos escuchando de Dios.

Cuando los miembros de una iglesia no están de acuerdos con la doctrina de su iglesia, pueden humildemente dar su opinión a los líderes de la iglesia. Después de haber hecho esto, si no pueden convencer a los líderes de su punto de vista deben irse a otro lado. La iglesia no crecerá de manera saludable mientras haya personas que estén intentando socavar la autoridad que tiene la iglesia.

A veces un creyente siente que ha sido llamado por Dios para llevar división al cuerpo de Cristianos. Yo nunca, en más de cincuenta años como Cristiano, he vista que alguien que se haya propuesto a rebelarse en contra de la autoridad de la iglesia haya prosperado en Dios.

Dios honra los gobiernos, sean seculares o religiosos, mientras esos gobiernos no ordenen desobedecer a Dios. Esto no sucede muy a menudo. Lo más común es que un Cristiano con espíritu de Coré busque controlar la iglesia.

Estos individuos son un peligro oculto; sin ningún respeto convierten en parrandas las fiestas de amor fraternal que ustedes celebran. Buscan sólo su propio provecho. Son nubes sin agua, llevadas por el viento. Son árboles que no dan fruto cuando debieran darlo; están doblemente muertos, arrancados de raíz. Son violentas olas del mar, que arrojan la espuma de sus actos vergonzosos. Son estrellas fugaces, para quienes está reservada eternamente la más densa oscuridad. (Versículos 12, 13—NVI)

¿Puedes imaginarte a Cristianos teniendo fiestas de amor fraternal y que este tipo de personas se encuentre en la reunión? Era verdad entonces y es verdad ahora-¡en nuestras iglesias Cristianas!

Son pastores pero sólo buscan su propio provecho. Son completamente egocéntricos trabajando para que cada beneficio se les sume a ellos sin importar cómo les vaya a los demás.

Son nubes sin agua. Dan la apariencia de ser una fuente de bendición, pero no hay bendición en ellos. Nos dejan hambrientos y sedientos después de haber predicado.

Son llevadas por el viento. Se unen a cualquier doctrina nueva siempre y cuando ésta los haga populares y ricos.

Son árboles que no dan fruto cuando debieran darlo; están doblemente muertos, arrancados de raíz. Son como los árboles de climas fríos a finales de octubre. No tienen fruto ni hojas sino que son esqueletos que se ven por los cielos. Quizá aparenten ser fuente de bendición para sus seguidores, pero el Señor los ve como lo que realmente son. No se obtendrá nada nutritivo de ellos.

No tienen raíz en Dios.

Están doblemente muertos. Nacieron en pecado, lo cual es cierto de todos nosotros. Pero ahora ellos han muerto nuevamente por sus conductas, tornando la gracia de Dios en un pretexto para la inmoralidad.

Son violentos sin tener un espíritu apacible. Rechazan las mansas corrientes de Siloé en favor del tumulto que producen por sus propias ambiciones egoístas.

Las cosas que dicen y hacen son vergonzosas, sin embargo sus seguidores están ciegos a sus palabras y acciones. ¡Existen muchos de esos hoy en día!

Son estrellas fugaces porque no forman parte de la única Estrella de la Mañana. Son religiosos voluntariosos que ocasionan confusión por donde quiera que van.

Su final es la oscuridad eterna aunque profesen ser ministros y siervos de Cristo Jesús.

Lo anterior es cierto de muchos líderes y muchas personas Cristianas de nuestros días.

También Enoc, el séptimo patriarca a partir de Adán, profetizó acerca de ellos: “Miren, el Señor viene con millares y millares de sus ángeles para someter a juicio a todos y para reprender a todos los pecadores impíos por todas las malas obras que han cometido, y por todas las injurias que han proferido contra él.” (Versículos 14, 15—NVI)

Cuando el Señor regrese estará en contra de toda maldad sobre la tierra, tanto espiritual como humana. Cristo aparecerá con un ejército de santos a quien le habrá sido dada la autoridad y el poder de juzgar.

El juicio comenzará con los pecadores en las iglesias. Esta es la razón por la que hoy estamos sonando la trompeta en Sión. Nosotros los Cristianos no estamos ni cerca de estar listos para la venida de Cristo, de Sus santos y de Sus santos ángeles.

Estos individuos son refunfuñadores y criticones; se dejan llevar por sus propias pasiones; hablan con arrogancia y adulan a los demás para sacar ventaja. (Versículo 16—NVI)

Existen en la iglesia tantas quejas, tantos chismes y difamaciones, tanta crítica y se les encuentran tantas fallas a las personas, que hemos llegado a aceptar este tipo de conducta como normal.

Esto no es normal aunque sea común en nuestras iglesias. No es aceptable. Quienes hacen este tipo de cosas merecen la muerte. Fue por culpa de las quejas y de encontrarle defecto a todo que Israel regresó al desierto hasta que los quejumbrosos hubieran muerto.

Nosotros los Cristianos nos acostumbramos a la embriaguez, a las violaciones y a los asesinatos. Nosotros deberíamos estar indignados por la inmoralidad y el abuso de menores que están ocurriendo en los Estados Unidos.

Pero la raíz del problema está en las iglesias Cristianas. Se supone que nosotros debemos ser la luz moral del mundo. En lugar de eso mostramos por nuestra conducta que no somos diferentes al mundo. La misma malicia, el mismo egocentrismo, las mismas mentiras y los mismos robos que ocurren en el mundo ocurren en las iglesias.

Nos ocupamos tanto con el “arrebato”, un suceso que no es bíblico, y no nos ocupamos lo suficiente con la luz de las buenas obras que se supone debe estar brillando desde nosotros.

Seguimos nuestros propios malos deseos en lugar de presentar nuestro cuerpo como sacrificio vivo a Dios.

Presumimos de lo maravillosa que es nuestra iglesia. Invitamos a la gente para que vea lo maravillosos que somos y para mostrarles nuestro gran estacionamiento y nuestro salón de convivencia. Pero cuando la gente asiste, ellos escuchan que se habla mal de las personas y que se les critica. Entonces comprenden que Dios no está en nuestro estacionamiento ni comiendo pastel en nuestro salón de convivencia.

Presumimos sobre nosotros mismos para persuadir a las personas de lo maravilloso que es ser Cristiano. Le decimos al mundo lo maravillosos que somos ahora que hemos “vuelto a nacer”. Pero cuando la gente del mundo nos observa ellos ven la malicia, el egocentrismo, la avaricia, el orgullo y la presunción—todo enfocado a uno mismo.

Pasamos folletos y alentamos a las personas para que tomen los cuatro pasos a la salvación. Esto es bueno hacerlo. Pero cuando el convertido entra a la asamblea ¿qué es lo que encuentra? Personas religiosas egocéntricas que se critican unas a otras constantemente.

El mundo comprende a los evangelistas de la televisión que ruegan por dinero. El mundo está acostumbrado a la avaricia. El mundo también comprende que esto no tiene nada que ver con Dios.

El público Norteamericano es cínico con respecto a la religión Cristiana. ¿Acaso le hemos dado a la nación motivo para ser cínica? Los musulmanes le llaman a los Estados Unidos el gran Satanás. ¿Acaso nos hemos comportado de tal manera que los Musulmanes ven a Satanás en lugar de ver a Jesucristo?

¡Y luego criticamos a los Musulmanes por no recibir a Jesucristo como su Señor y Salvador!

Cuando tenemos el espíritu de Absalón, adulamos a las personas esperando lograr una ventaja política. En lugar de hablar con la simple verdad, como lo hizo Jesús, ponemos hincapié en aquello que es “positivo” para que los creyentes Norteamericanos no se ofendan.

Pero así como Absalón terminó colgado entre el cielo y la tierra, también nos pasará a nosotros que debido a nuestra insinceridad y traición, no encontraremos una bienvenida ni entre los santos ni entre los que no son creyentes.

Ustedes, queridos hermanos, recuerden el mensaje anunciado anteriormente por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo. Ellos les decían: “En los últimos tiempos habrá burladores que vivirán según sus propias pasiones impías.” Éstos son los que causan divisiones y se dejan llevar por sus propios instintos, pues no tienen el Espíritu. (Versículos 17-19—NVI)

Estamos en los últimos tiempos. Hay burladores en las iglesias que siguen sus propios deseos impíos. Hasta de nosotros se han burlado porque predicamos la justicia Divina, la santidad, la obediencia estricta a Dios y la pronta llegada del Reino de Dios a la tierra.

Mientras otros ríen, dicen chistes y juegan, nosotros estamos proclamando la necesidad del arrepentimiento. Mientras que otros están saltando en preparación para el “arrebato” que no está en las Escrituras, nosotros estamos exhortando a las personas que lean el Nuevo Testamento y que oren por sabiduría y fuerza para obedecer los mandamientos de Jesucristo y Sus Apóstoles, teniendo especial cuidado de perdonar a todos contra quien quizá estemos sintiendo enojo y a quien no queremos perdonar.

¡Luego se nos acusa de estar predicando “obras”!

¿Acaso Cristo alguna vez acusó a alguna persona de predicar obras cuando esta persona les estaba enseñando Sus mandamientos a otras personas? ¿No es esta la Gran Comisión?

Enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo. (Mateo 28:20—NVI)

¿Acaso la Gran Comisión es salir a “salvar almas” y construir iglesias o es hacer discípulos y enseñarle a las personas a obedecer los mandamientos de Cristo y Sus Apóstoles? ¿Son estas dos la misma comisión? En la práctica no lo son. Hay quienes están “salvando” almas, construyendo iglesias y diciéndoles a las personas que no necesitan obedecer los mandamientos de Cristo porque son “salvos por la gracia”.

¡Qué desastre!

¿A qué se debe esto? A que la gente está siguiendo sus propios deseos impíos y están ocasionando división. En algunos casos, si vas a una escuela Bíblica de una denominación Pentecostés no puedes predicar en las iglesias de otra denominación Pentecostés. ¿Esta actitud viene de Jesucristo?

Quienes viven de acuerdo a su alma, de acuerdo a su voluntad propia, llevarán confusión y división a dondequiera que vayan.

Tales ministros quizá hablen en lenguas pero no tienen el Espíritu de Dios. Siguen sus propios instintos del alma. No podemos ver en ellos el fruto de la imagen de Cristo. Tarde o temprano serán cortados de la Vid aunque hayan hecho milagros en el nombre de Cristo.

Ustedes, en cambio, queridos hermanos, manténganse en el amor de Dios, edificándose sobre la base de su santísima fe y orando en el Espíritu Santo, (Versículo 20—NVI)

Hola.

Orar en el Espíritu Santo quizá incluya hablar en lenguas, pero este no es el tema central. El tema central es vivir y orar en el Espíritu de tal manera que estemos moviéndonos con el Espíritu de Dios. Que esto se vuelva un estilo de vida. Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son los hijos de Dios y el Señor les considera como si tuvieran la justicia de Aquel que obedeció la Ley de Moisés a la perfección.

De todas las necesidades en las iglesias Cristianas Norteamericanas, la mayor (después de cambiar nuestra doctrina para que esté de acuerdo con el Nuevo Testamento) quizá sea pasar diariamente un tiempo en el Espíritu. De hecho, si realmente pasamos tiempo diario orando en el Espíritu, nuestra doctrina quizá cambie si no está de acuerdo con lo que el Espíritu está diciendo.

Hablamos sobre los méritos que tiene la oración. Todos asentimos con la cabeza cuando se menciona el closet de la oración.

Sin embargo, la cultura Norteamericana es tan vasta en oportunidades monetarias, educacionales y científicas que los días no son suficientemente largos para aprovechar todo lo que se está ofreciendo.

El resultado es que hablamos sobre la importancia de la oración pero no oramos.

Nosotros no oramos lo suficiente en el Espíritu Santo para edificarnos a nosotros mismos en la fe más santa.

Trabajamos o estudiamos hasta estar exhaustos, llegamos a casa para sentarnos frente al televisor y dejamos que Satanás piense por nosotros.

En los Estados Unidos es absolutamente imposible estar ante Dios en estos días a excepción de que estemos orando en el Espíritu diariamente. Orar en el Espíritu significa que nos quedemos en oración hasta que nuestra oración comience a fusionarse con la oración de Cristo. Por lo general podemos darnos cuenta cuando esto sucede.

Mínimo, media hora de oración es lo que debe separarse para la oración. Y no me refiero a pensar en cosas buenas. Me refiero a realmente orar. El mejor momento es cuando nos acabamos de despertar (aunque comprendo que esto no siempre es posible). Esto significa que debemos acostarnos más temprano para poder levantarnos más temprano.

La oración es un deleite. Nos robamos a nosotros mismos cuando estamos demasiado ocupados para orar.

Hay esto en cuanto a la oración: si no tienes tiempo para orar media hora diaria (mínimo) entonces no debes tener tiempo para ver la televisión.

Diariamente debemos separarnos de la cultura Norteamericana inspirada por demonios y orar hasta llegar a la Presencia de Dios. Si no lo hacemos, el periódico y la televisión nos amoldarán al mundo, profesemos o no ser Cristianos. Envejeceremos hasta ser puestos en un asilo de ancianos, sin haber encontrado nunca la voluntad de Dios para nuestras vidas.

Si no tienes tiempo para orar, pídele a Dios tiempo para orar.

Mientras esperan que nuestro Señor Jesucristo, en su misericordia, les conceda vida eterna. (Versículo 21)

Nos mantenemos en el amor de Dios cuando obedecemos los mandamientos de Cristo y Sus Apóstoles.

Pensamos que la vida eterna es algo que tenemos ahora. Hasta cierto grado esto es cierto. Pero hay versículos en las Escrituras, como el anterior, que nos recuerdan que la vida eterna es una meta que debemos buscar cada día de nuestro discipulado. Es completamente posible que se nos dé inicialmente una porción de vida y que luego las distracciones de la vida nos quiten ese comienzo de vida que hay en nosotros.

Jesucristo mismo es Vida eterna y es el camino a esa Vida. Nosotros tenemos que hacer a un lado todo, como lo hizo el Apóstol Pablo, para alcanzar a Cristo, para alcanzar la vida eterna.

Si sembramos diariamente al Espíritu de Dios cosecharemos vida eterna en el Día del Señor. Pero si nosotros como Cristianos sembramos más bien a nuestra carne y alma, cosecharemos corrupción en el Día del Señor.

La expresión “vida eterna” no se refiere a existencia eterna. Más bien es un tipo de vida, una calidad de vida. Es la Vida de Dios que se nos da por medio de Cristo. Nosotros elegimos diariamente buscar la Vida de Dios, o elegimos diariamente buscar nuestros propios deseos carnales. Si elegimos este último, enfrentaremos la destrucción en el Día del Señor.

Nosotros debemos mantenernos en el amor de Dios, orando en el Espíritu y haciendo que nuestra más alta prioridad de cada día de nuestro peregrinaje sea buscar el Reino de Dios y Su justicia.

Tengan compasión de los que dudan; (Versículo 22)

Muchos creyentes son débiles en la fe. Nosotros debemos recibirlos y no discutir con ellos. La Biblia dice que el Señor no acabará de romper la caña quebrada ni apagará la mecha que apenas arde. Esto significa que tratará con gentileza a aquellos que sean asaltados con dudas y temores.

Debemos diferenciar entre los que son arrogantes, los que desafían las leyes de justicia de Dios y aquellos que son débiles en la fe a Dios. Los primeros no tienen lugar en el Reino de Dios. El Señor los mantiene a distancia de Sí. A Él no le impresiona su presunción religiosa. Pero Dios trabajará con los débiles hasta que sean lo suficientemente fuertes para mantenerse firmes.

Nosotros somos especialmente amables con nuestros niños discapacitados. También lo es Dios. Pero los orgullosos y los que se sienten seguros de sí mismos serán alejados con las manos vacías.

A otros, sálvenlos arrebatándolos del fuego. Compadézcanse de los demás, pero tengan cuidado; aborrezcan hasta la ropa que haya sido contaminada por su cuerpo. (Versículo 23)

El versículo anterior nos dice que debemos tener la mente del Señor cuando estemos tratando con Cristianos débiles, ya que algunos deben ser tratados de manera diferente a otros. También nos revela que la enseñanza actual de una gracia soberanamente instituida que ignore nuestra conducta no tiene lugar en la Biblia. La Biblia trata con la conducta de la gente, con su crecimiento en la justicia Divina.

Algunas personas son arrebatadas de ser quemadas cuando les advertimos de las consecuencias de sus comportamientos.

Otras personas deben ser tratadas con más gentileza. Aunque debemos ser cautelosos, ya que la inmoralidad y la idolatría que las está atando han impregnado hasta su ropa y es contagiosa.

¡Al único Dios, nuestro Salvador, que puede guardarlos para que no caigan, y establecerlos sin tacha y con gran alegría ante su gloriosa presencia, sea la gloria, la majestad, el dominio y la autoridad, por medio de Jesucristo nuestro Señor, antes de todos los siglos, ahora y para siempre! Amén. (Versículos 24,25)

Es indiscutiblemente cierto que Cristo puede guardarnos de caer y puede establecernos sin tacha y con gran alegría ante Su gloriosa Presencia.

El único problema es nuestra incredulidad y desobediencia. Algunos versículos como los anteriores han sido utilizados para probar que una vez que hemos “aceptado” a Cristo no podemos ser alejados. Si este fuera el caso, entonces lo que Judas dice al principio de salir de Egipto y luego morir en el desierto no tendría sentido.

Claro que Cristo tiene el poder de guardarnos para no caer. Claro que Cristo está dispuesto y desea guardarnos para no caer.

Pero se nos advierte, una y otra vez, en el Nuevo Testamento que podemos no heredar el Reino, que podemos perder nuestra corona, que podemos ser echados a la oscuridad de afuera por no haber usado nuestro talento, que podemos cosechar destrucción.

Estas advertencias no son predicadas muy frecuentemente en nuestros días. Más bien, los versículos como los anteriores que son “positivos” son usados una y otra vez para reconfortar a creyentes Norteamericanos tibios que no tienen ninguna intención de tomar su cruz y seguir a Jesús.

Ciertamente es tiempo de una reformación al pensamiento Cristiano, especialmente en los Estados Unidos, ya que Dios quiere un mensaje puro sobre el Reino que salga de nuestro país en lugar de la inmoralidad y la violencia que produce Hollywood.

Por medio de Jesucristo nuestro Señor le damos a Dios Todopoderoso la gloria, la majestad, el poder y la autoridad. Esta gloria incomprensible para nosotros era verdad de Dios antes de que existiera el tiempo, es verdad ahora y será verdad para siempre.

Debemos comprender plenamente que cuando estamos sirviendo a Cristo como deberíamos no existe poder en el Cielo, ni sobre la tierra, ni en las regiones oscuras debajo de la superficie de la tierra, que puedan hacernos daño.

Durante la era de horrores morales que está por llegar, aumentará la manifestación de Satanás y sus demonios sobre la tierra. Los Cristianos serán tentados a pasar todo su tiempo y energía “reprendiendo a Satanás”. Nosotros no debemos hacer eso.

Nosotros podremos permanecer firmes durante la etapa de la oscuridad si diariamente avanzamos hacia Jesús y si seguimos al Espíritu Santo conduciéndonos justamente con santidad y obediencia estricta. Si el Espíritu nos guía a orar y a atar a espíritus malos, entonces eso es lo que haremos. Pero por lo general, lograremos conquistar no enfrentándonos a Satanás sino aprendiendo la diferencia entre el bien y el mal, y rechazando el mal y adoptando el bien.

El poder de Jesucristo es tan masivo, tan total, que la batalla espiritual no es una de poder contra poder sino de la verdad contra el error, de justicia Divina contra la maldad. Si nosotros mantenemos nuestra mirada sobre Jesús, haciendo diariamente Su voluntad, Satanás huirá de nosotros. Satanás no tiene ningún poder sobre los que son parte de Cristo.

Recuerda, toda gloria, toda majestad, todo poder y toda autoridad le pertenecen a Dios Todopoderoso y Él le ha confiado la plenitud de Su Gloria al Señor Jesucristo. Mientras nosotros sigamos al Señor, practicando la justicia, amando la misericordia y viviendo humildemente con Dios, Satanás no tiene ningún poder para hacernos daño.

Cristo quizá le permita a Satanás picar nuestro cuerpo con una espina o ponernos en una prisión. Tales aflicciones servirán para meternos más plenamente a la Vida y al poder de Cristo.

En el Día de la Resurrección todo lo que tiene valor eterno nos será restaurado. Pongamos todos nuestros tesoros en el Cielo y sirvamos al Señor con alegría.

Por esto comprendemos que el Libro de Judas está al día. Describe la situación de las iglesias Cristianas Norteamericanas de comienzos del siglo veintiuno.

Nuestras iglesias no son puras. Están llenas con toda clase de obras de la carne. Además, en nuestro alrededor hay “pastores” prominentes que no son para nada hombres de Dios. No conocen al Señor. Ellos “sirven” sólo su propia conveniencia. Sin embargo, no hemos tenido el cuidado de “probar a los apóstoles”.

Nosotros, que venimos del movimiento Pentecostés, somos los más vulnerables a estos lobos en piel de cordero debido a que no estamos orientados en la Biblia sino en la experiencia. Si este no fuera el caso, ni por un momento aceptaríamos a quienes nos dicen que debemos ser ricos en este mundo—un desafío claro de los escritos del Apóstol Pablo.

Judas nos escribe de la arrogancia que existía en su época y que sigue existiendo hasta la nuestra. Existe el deseo de muchas personas de salir a reprender al diablo e intentar atar a los ángeles que gobiernan las naciones. Es verdad que no podemos entrar a la casa del hombre fuerte hasta que lo hayamos atado. Pero debemos estar seguros de que estemos obedeciendo a Cristo y que Él nos está dirigiendo, de que no estamos actuando en nuestro propio orgullo espiritual y auto-convencimiento.

Quizá el mensaje más significativo para nosotros tiene que ver con el regreso del Señor. Hoy en día estamos mostrando una falsa visión; nos imaginamos el regreso de Cristo como una gran celebración en la cual todos los que han hecho una profesión de fe en Cristo serán llevados al cielo a un gran día de campo, y esto a pesar de nunca haberse negado a sí mismos, de nunca haber tomado su cruz para seguir a Jesús.

Judas nos dice que el Señor Jesús regresará con Sus santos para juzgar a los pecadores de las iglesias-¡una visión bastante diferente!

Las iglesias Cristianas tienen una enfermedad mortal. El Libro de Judas tiene la cura si lo leemos y si aplicamos el texto a nuestras vidas.

(“Judas”, 4157-1)

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