VISIBLE E INVISIBLE

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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional

Traducido por Carmen E. Álvarez


Nuestro cuerpo físico nos da visibilidad y función en el mundo material. Cuando morimos físicamente, nos volvemos invisibles y no podemos continuar haciendo nuestras actividades ordinarias en el mundo material. ¡Pero esto es lo único que cambia!


VISIBLE E INVISIBLE

Porque por medio de él fueron creadas todas las cosas en el cielo y en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos, poderes, principados o autoridades: todo ha sido creado por medio de él y para él. (Colosenses 1:16NVI)
Por tanto, al Rey eterno, inmortal, invisible, al único Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén. (1 Timoteo 1:17
NVI)
No hay duda de que es grande el misterio de nuestra fe. Él se manifestó como hombre, fue vindicado por el Espíritu, visto por los ángeles, proclamado entre las naciones, creído en el mundo, recibido en la gloria. (1 Timoteo 3:16
NVI)

Yo no sé si sea porque estemos acercándonos a un holocausto mundial, o porque la guerra en el cielo haya comenzado, o porque me esté haciendo viejo; sea cual fuere la razón, me estoy volviendo más conciente del reino espiritual. Recuerdo hace muchos años al hermano Elmer Fullerton decir algo como esto: “Siempre he creído que moriría. Ahora sé que entraré directamente a la gloria”.

Los que somos estudiantes de la Biblia comprendimos que el avejentado líder y profeta de las Asambleas de Dios no quiso decir que no iba a morir físicamente sino que su vida conciente seguiría después de morir físicamente.

Cuando te detienes a pensarlo, ¿no es eso exactamente lo que dijo el Señor?

Entonces Jesús le dijo:Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto? (Juan 11:25,26NVI)

El hermano Fullerton decía que en una ocasión el Señor había comenzado a mostrarle la nueva Jerusalén. Él se lamentaba de que si tan sólo hubiera podido haber guardado la compostura, en lugar de haberse puesto a gritar en lenguas, él cree que hubiera podido haber visto toda la ciudad.

Conociendo al hermano Fullerton no tengo la menor duda de que sucedió exactamente como él dijo.

Así pues, este concepto de no perder conciencia cuando uno muere físicamente ha sido grabado en mi mente últimamente.

Estoy comenzando a comprender que nuestro concepto de ser alejados a otro lugar cuando fallezcamos quizá no sea verdad para toda la gente—aunque quizá sí para algunos.

Quizá sea verdad que la mayor diferencia entre estar vivo físicamente y estar muerto físicamente sea estar visible o invisible. Después de que fallezcamos seguiremos viviendo como siempre, con nuestras memorias y nuestros entendimientos. Sólo que seremos invisibles; y esta es la razón por la que no podremos seguir funcionando así como lo hacíamos cuando estábamos visibles.

Por ejemplo, yo soy un pastor. Cuando muera no puedo seguir siendo pastor, simple y sencillamente porque la gente no podrá verme y tocarme. Además, el gobierno estatal quizá cuestione la legalidad de un pastor invisible.

Sin embargo, si yo muriera mientras estoy predicando, por ejemplo que cayera muerto de un ataque al corazón, yo no iría a ninguna parte. Yo todavía estaría parado atrás del púlpito, aunque nadie podría verme.

Entonces ¿a dónde me dirigiría? Eso dependerá del Señor. Yo intento ahora seguirlo tan de cerca como puedo, consultándolo para cada decisión que tomo. Después de morir, esto es lo que seguiré haciendo. Aunque después de morir quizá ya podré realmente verlo la mayoría del tiempo.

Quizá el Señor me permita permanecer durante los servicios funerarios y la sepultura para que pueda consolar a los miembros de mi familia; ya que sí creo que podemos ser consolados por los santos que han muerto. Parece existir abundante evidencia anecdótica que esto sucede.

Quizá después de esto Cristo me invite a ir con Él a donde haya la necesidad de mi ayuda, ya sea en la tierra o en algún lado en los cielos. No puedo imaginarme que me tendrá sin hacer nada; aunque quizá se me permita descansar por un tiempo.

Mi punto es este: la vida conciente continúa. Debemos saber esto por si explota la situación con el Medio Oriente y de repente nos encontremos en medio de una destrucción mundial. Como he dicho muchas veces, debemos ser ciudadanos de dos mundos para que no enloquezcamos si nos toca ver que maten a nuestra familia. Debemos vivir en la realidad del reino espiritual, dándonos cuenta de que la gente no va a ningún lado cuando muere. Sólo se vuelven invisibles.

Otra razón por la que debemos comprender que la vida continúa es la siguiente: numerosos Cristianos opinan que cuando mueran se volverán gigantes espirituales, listos para gobernar las naciones aunque hoy en día sean muy inmaduros y mundanos. Ellos deben darse cuenta de que la muerte física no los cambiará.

En lo que se refiere a nuestra naturaleza pecaminosa, sabemos que el pecado habita en nuestro cuerpo, como nos enseñó Pablo. Todos los impulsos que habitan en nuestro cuerpo son espirituales, no orgánicos; no irán al ataúd con nuestro cuerpo. Por ello este mal quizá acompañe nuestra alma y nuestro espíritu cuando perdamos nuestro cuerpo. No conozco ningún pasaje en las Escrituras que diga que seremos liberados de la esclavitud al pecado muriendo físicamente.

Además, nuestra voluntad propia permanecerá intacta. Si somos obstinados y testarudos ahora, siendo desobedientes al Señor, entonces cuando fallezcamos seremos obstinados y testarudos, insistiendo en ir por nuestro propio camino, siendo desobedientes a Cristo.

¿Por qué habríamos de cambiar y ser diferentes? ¿Por habernos vuelto invisibles? Esto no es ni bíblico ni lógico.

Cuando estuve en el Instituto Bíblico recuerdo que un día habíamos tenido un servicio excepcionalmente alentador. Mi fe estaba ensanchada. Nos dirigimos a nuestra clase de Griego del Nuevo Testamento. Yo había estudiado mi texto en Griego y estaba preparado.

Conforme tomé mi asiento en la primera fila, mi espíritu se elevó fuera de mi cuerpo. Me elevé hacia el techo. Yo estaba contento de permanecer ahí, excepto por un leve problema: no podía recordar la lección en Griego. Aunque estaba emocionado por estar fuera del cuerpo, supe que mi responsabilidad era descender a mi cuerpo y tomar parte en la clase—que fue lo que hice.

Aprendí algo de esa experiencia. La información que tenemos que está limitada a nuestro cerebro permanece con nuestro cuerpo. Pero la información que tenemos en nuestra mente, como el conocimiento del Señor, permanece intacto.

Yo sabía dónde estaba. Podía ver a la gente. Sabía que debía estar participando en clase de Griego. Esto me dice que cuando nos volvamos invisibles, algunas partes de nuestra conciencia permanecerán y algunas serán perdidas y quizá no sean recuperadas hasta el Día de la Resurrección.

En el libro del Dr. Ritchie, El Regreso del Mañana (Return from Tomorrow; Chosen Books, 1978), podemos observar que las memorias pueden ser parte de nuestro castigo. ¡Imagínate cómo sería para un doctor que hace abortos tener que vivir para siempre con la imagen en su conciencia de bebés abortados!

Lo que somos ahora lo seguiremos siendo cuando nos volvamos invisibles.

Quizá haya oportunidades de crecimiento e instrucción en el reino espiritual. Este tendría que ser el caso si todos los miembros de la Esposa van a llegar a la perfección; ya que ciertamente no logramos la plena estatura de Cristo mientras estamos soportando nuestro discipulado durante nuestra vida sobre la tierra.

Antes de continuar, permíteme enfatizar que no podemos ser flojos e indiferentes en este mundo y luego enmendarnos cuando fallezcamos. Si hemos sido infieles en lo poco, es decir, mientras estamos en nuestro cuerpo actual, nunca se nos confiará lo mucho.

Conozco a muchos Cristianos que están esperanzados en que el Señor los hará perfectos cuando Él regrese. Pero considera las parábolas de las diez jóvenes solteras o la de las monedas de oro. En ninguno de los dos casos ayudó la venida del Señor a que se volvieran perfectos. Más bien, manifestó su insensatez y flojera.

Algunos insistirán que estas dos parábolas nunca podrían aplicarse a los Cristianos porque somos “salvos por la gracia”. Pues bien, si no se aplican, entonces tampoco se aplica a los Cristianos la enseñanza del Señor de volver a nacer. Jesús no dijo que volver a nacer se aplicaba a los Cristianos y que las parábolas de las diez jóvenes solteras y de las monedas de oro se aplicaban a los que no son salvos. Es hora de dejar de jugar juegos ilógicos y contrarios a las Escrituras. Tenemos a creyentes moralmente corruptos y espiritualmente en bancarrota como resultado de nuestro consentimiento a distorsionar la Palabra de Dios.

Habiendo dicho que no estamos enseñando, que podemos descuidar nuestra salvación en esta vida y luego enmendar nuestro pecado en la siguiente vida, procedamos con más ideas de volvernos invisibles, es decir, con lo que sucede cuando morimos físicamente.

Observa el tiempo de conjugación de los verbos en el siguiente pasaje:

Por el contrario, ustedes se han acercado al monte Sión, a la Jerusalén celestial, la ciudad del Dios viviente. Se han acercado a millares y millares de ángeles, a una asamblea gozosa, a la iglesia de los primogénitos inscritos en el cielo. Se han acercado a Dios, el juez de todos; a los espíritus de los justos que han llegado a la perfección; a Jesús, el mediador de un nuevo pacto; y a la sangre rociada, que habla con más fuerza que la de Abel. (Hebreos 13:22-24—NVI)

“Se han acercado.”

“Se han acercado.”

“Se han acercado.”

¿Acaso ya nos encontramos en el monte Sión? ¿Seguiremos viviendo en el Monte Sión después de morir, habitando en el lugar acostumbrado en el Señor Jesús?

En una ocasión cuando era líder de un grupo de jóvenes en una iglesia, tuve un conflicto con otro de los líderes de la iglesia. Me costaba mucho trabajo perdonarlo. Yo sabía que debía hacerlo, así que me arrodillé y le dije al Señor que perdonaba a este líder.

Instantáneamente (aunque no con claridad) pude observar que había llegado al Monte Sión. Era como si estuviera rodeado de una galería de personas.

Esto me hace recordar la ocasión en la que Eliseo hizo que su siervo viera las carrozas que los rodeaban.

En este momento estamos ahí. En este momento estamos en Cristo a la derecha de Dios. En este momento estamos rodeados por muchos ángeles. En este momento estamos ministrando en la Presencia de Dios. El problema está en que no podemos ver lo que estamos haciendo. Es invisible.

En una ocasión el Señor me dijo, “Todo lo que existe es el ahora”.

Conforme pasa el tiempo puedo comprender mejor la sabiduría en esto. En este momento, lo que estamos haciendo es eterno. En este momento podemos seguir al Cordero a dondequiera que vaya. En este momento estamos recibiendo las recompensas del vencedor, aunque la plena manifestación de algunas de ellas está reservada para el Día de la Resurrección.

En este momento nos hemos acercado al Monte Sión y tenemos el nombre del Padre en nuestras frentes. En este momento estamos ante el mar como de vidrio mezclado con fuego. En este momento estamos cantando el canto de Moisés y del Cordero.

La diferencia cuando fallezcamos será que entonces sí podremos ver al Cordero; sí podremos ver el Monte Sión; sí podremos ver el mar de vidrio mezclado con fuego; sí podremos ver el arpa que estamos tocando (a excepción de que se esté refiriendo a una canción interior que poseeremos).

¿Puedes entender el concepto de que la vida no cambia simplemente porque nos hemos vuelto invisibles?

Quienes están siguiendo al Cordero de lejos continuarán siguiendo al Cordero de lejos cuando se vuelvan invisibles.

Quienes siempre están teniendo comunión con Jesús seguirán teniendo comunión con Jesús cuando se vuelvan invisibles.

Observa lo siguiente:

Ya que han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra, pues ustedes han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, que es la vida de ustedes, se manifieste, entonces también ustedes serán manifestados con él en gloria. (Colosenses 3:1-4NVI)

“Ya que han.”

“Está escondida.”

Si Cristo se ha vuelto nuestra vida, cuando Él se vuelva visible nosotros también nos volveremos visibles. Pero Él siempre ha estado aquí, con el poder de estar presente en muchos lugares, y algunos de nosotros quizá también lleguemos a tener esa habilidad de estar aquí y también en otro lugar ministrando en el reino espiritual. Los santos ángeles sonarán la trompeta de Dios y nos reunirán a todos para descender con el Señor.

La señal del Hijo del hombre aparecerá en el cielo, y se angustiarán todas las razas de la tierra. Verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con poder y gran gloria. Y al sonido de la gran trompeta mandará a sus ángeles, y reunirán de los cuatro vientos a los elegidos, de un extremo al otro del cielo. (Mateo 24:30-31NVI)

El término que se traduce como “venir” en el Nuevo Testamento frecuentemente es la palabra griega parusía.

La palabra parusía parece tener más que ver con la idea de estar presente que con la de regresar de una gran distancia.

¡El Cielo y los santos quizá estén completamente a nuestro alrededor en una gran nube de testigos!

Observa también:

Y en unión con Cristo Jesús, Dios nos resucitó y nos hizo sentar con él en las regiones celestiales, (Efesios 2:6NVI)

“Nos resucitó.”

“Nos hizo sentar con él.”

Estos ya han sido logrados.

Los maestros que hacen hincapié en “una vida más profunda” frecuentemente se refieren a estos logros como nuestra “postura” o nuestra “experiencia”. Con esto quieren dar a entender que Dios ha dicho que ya estamos con Cristo en el trono más alto, y que ahora es nuestra tarea por medio de nuestra fe hacer que nuestra experiencia diaria esté en línea con la visión que Dios tiene para nosotros. Yo estoy de acuerdo con este modo de pensar.

Sin embargo, nuestra postura quizá sea ciertamente más literal de lo que hemos comprendido. Si nuestros ojos fueran abiertos quizá podríamos ver que sí estamos en Cristo sentados con Dios en el reino espiritual. Sigue siendo verdad que nuestra tarea, por medio de nuestra fe, es hacer que nuestra experiencia diaria esté en línea con lo que ya es una realidad espiritual.

Supongo que la mayoría de nosotros hemos imaginado que al morir iremos al Cielo, se nos dará una mansión, caminaremos sobre calles de oro, y disfrutaremos el Paraíso. Yo sé que ésta escena no está muy alejada de mi propia mente, aunque me doy cuenta de que no hay base bíblica para mi creencia.

Recuerdo a un compañero en el Instituto Bíblico llamado Lester Freeman. Lester tuvo un sueño, o una visión, sobre el Cielo cuando se enfermó por envenenamiento de tomaína. Lo que vio fueron tiendas de campaña, como las tiendas de campaña de un ejército, y mucha actividad. ¡Quizá nuestra experiencia después de morir sea muy diferente de lo que esperamos!

Para la persona que está interesada en que la Iglesia sea librada de toda impureza y sea perfeccionada para Cristo, es muy desconcertante darse cuenta de que la mayoría de los creyentes, aparentemente, no han llegado a tal perfección en este mundo. De hecho, muchos creyentes sinceros y fieles en atender sus servicios siguen chismeando y difamando hasta el momento en que dejan de respirar.

Esto me hace pensar que tiene que haber alguna provisión para avanzar a una madurez espiritual después de morir. Me doy cuenta de que no vamos a volvernos perfectos y no vamos a dejar de tener pecado sólo por fallecer; ni tampoco sucederá que cuando Cristo regrese Él moverá su varita mágica para que cambiemos de nuestra mundanería, nuestra lujuria, y nuestra voluntad propia para ser transformados en gigantes que defenderán la verdad y la fidelidad. Si este fuera el caso, el Apóstol Pablo no habría dicho tantas veces que si sembramos a nuestra naturaleza pecaminosa moriríamos espiritualmente y no heredaríamos el Reino de Dios.

Definitivamente cosecharemos lo que hayamos sembrado en esta vida.

En relación con la idea de que los creyentes pecaminosos morirán y pasarán al reino espiritual, el siguiente pasaje nos hace especular:

Pero ellos tendrán que rendirle cuentas a aquel que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos. Por esto también se les predicó el evangelio aun a los muertos, para que, a pesar de haber sido juzgados según criterios humanos en lo que atañe al cuerpo, vivan conforme a Dios en lo que atañe al espíritu. (1 Pedro 4:5,6NVI)

Hace dos mil años el Apóstol Pedro dijo que Cristo estaba preparado en ese momento para juzgar a los vivos y a los muertos.

Luego Pedro dijo que el Evangelio fue predicado a los que están en el reino espiritual para que puedan ser juzgados así como lo somos nosotros.

Para mí esto tiene sentido; no sé si lo tiene para ti.

El cuarto capítulo de la Primera Carta de Pedro nos informa que somos salvos gracias a que soportamos juicios severos. El sufrimiento está diseñado para eliminar el pecado de nosotros. Esta es la razón por la que tenemos pruebas atormentadoras. Son juicio Divino sobre nosotros para que podamos ser salvos, es decir, librados del pecado y merecedores del Reino de Dios.

Hasta este momento vamos bien. El individuo que es justo se salva con dificultad debido al dolor y a la complejidad del sufrimiento Divinamente impuesto y a que se requieren de respuestas apropiadas.

Pero considera el hecho de que Cristo también está juzgando a los muertos. ¿Cómo está Cristo juzgando a los muertos? Los está juzgando según criterios humanos en lo que atañe al cuerpo. Esto parece significar que los muertos están pasando por juicios dolorosos al igual que nosotros, así como si todavía estuvieran viviendo en el cuerpo físico.

Como dije, para mí esto tiene perfecto sentido. Pero si aceptamos este concepto como válido, que los elegidos de Dios son castigados después de morir, esto ciertamente cambia la manera en la que vemos la vida después de la muerte.

Mi madre y padre han estado muertos por varios años. A veces me parece como si todavía estuvieran aquí. Me los puedo imaginar con bastante claridad conforme escribo esto. Sin embargo, mi memoria visual es muy mala. No puedo recordar el color que tengo en las paredes de mi recámara aunque me esfuerce en recordarlo, pero me inclinaría en decir que son blancas. (Yo creo que son blancas. No me encuentro en la recámara en este momento.)

Yo nunca recordaría el color sólo por haber vivido en esa casa por mucho tiempo. Supongo que hay otras personas como yo. Sin embargo, hay otras personas, como mi esposa, que tienen una memoria visual excelente.

Yo creo que mi madre y padre están sufriendo en el reino espiritual. Mi padre aceptó a Cristo de la manera convencional cuando ya era viejo, pero su vida no cambio mucho. Yo sé que mi madre tenía a Dios. Pero ni mi padre ni mi madre fueron discípulos dedicados. Así que supongo que algún tipo de corrección les está siendo impartida.

Con esto, no quiero que pienses que estoy enseñando sobre el purgatorio. El concepto del purgatorio es que tenemos que hacer algún tipo de reparación por nuestros pecados por medio de la penitencia. Cuando el Católico devoto reza diez Padres Nuestros para expresar remordimiento por haber mentido, él está ofreciendo expiación por su pecado.

Lograr nuestra propia expiación no tiene sentido, ya que Cristo ha hecho la única gran expiación sobre la cruz del Calvario. ¿Estás de acuerdo con eso?

Pues bien, entonces ¿cómo es que lo que yo estoy enseñando es diferente al concepto del purgatorio?

Es diferente en cuanto a que los creyentes no sufren para ofrecer expiación por sus pecados. Más bien, su sufrimiento es igual al nuestro sobre la tierra. La variedad de formas de sufrimiento y tribulación por las que pasamos nos transforman a la imagen de Cristo, si es que las recibimos de la manera correcta y no le echamos la culpa a las herramientas que Dios usa.

Por tanto, ya que Cristo sufrió en el cuerpo, asuman también ustedes la misma actitud; porque el que ha sufrido en el cuerpo ha roto con el pecado, para vivir el resto de su vida terrenal no satisfaciendo sus pasiones humanas sino cumpliendo la voluntad de Dios. (1 Pedro 4:1,2—NVI)

Nosotros no logramos ofrecer expiación por nuestros pecados haciendo penitencia. Más bien lo que logramos es que nuestros sufrimientos nos alejen de nuestros pecados. Existe un golfo que no se puede cruzar entre estos dos conceptos. Por un lado estamos intentando hacer por nosotros mismos lo que Cristo ya ha hecho. Por el otro lado estamos pasando por el castigo Divino que tiene como propósito crear santidad en nosotros.

En efecto, nuestros padres nos disciplinaban por un breve tiempo, como mejor les parecía; pero Dios lo hace para nuestro bien, a fin de que participemos de su santidad. (Hebreos 12:10—NVI)

Quizá anteriormente nunca habíamos considerado que seríamos castigados después de morir, pero uno no puede simplemente descartar lo que Pedro ha escrito sobre que los muertos serán juzgados de la misma manera que los vivos. No podemos ignorar las Escrituras simplemente porque no concuerdan con nuestras tradiciones.

¿De qué otra manera vamos a tener una Novia sin mancha? ¿Por imputación? Yo no creo que el Señor Cristo Jesús quiera una novia mundana, lujuriosa y obstinada que sea perfecta por imputación. ¿Y tú?

Cuando el Señor habló sobre muchos golpes y pocos golpes Él se estaba refiriendo a Sus siervos. Los golpes probablemente no se estén refiriendo al Infierno o al Lago de Fuego sino al sufrimiento con la expectativa de corrección. Y no parece probable que tal corrección se limite al mundo actual. ¿No te parece?

Así que nosotros los Cristianos tenemos que reconsiderar lo que les sucede a las personas cuando mueren. Si todavía les estamos enseñando que van a salir volando al Cielo en un “arrebato” entonces no estamos basando nuestra instrucción en las Escrituras. Los estamos dejando casi completamente sin preparación para lo que estarán enfrentando cuando entren al reino espiritual.

Quizá hayas leído, al igual que yo, sobre gente que ha muerto temporalmente y que luego ha revivido. Quizá por un accidente automovilístico.

Existen dos experiencias por las que frecuentemente pasan estas víctimas. La primera es que toda su vida pasa por enfrente de ellos. La segunda es que se encontraron parados a un lado de su cuerpo muerto observando lo que estaba sucediendo.

El hecho de que toda su vida paso por enfrente de ellos nos recuerda a la fragilidad que existe en el medio ambiente en el que vivimos en cuanto al tiempo y al espacio. El reino espiritual es mucho más poderoso en cuanto a que allí el tiempo y el espacio no tienen límite sobre nosotros como lo tienen aquí.

Aquí estás, siguiendo tus actividades diarias. Luego te informan que tienes cáncer incurable.

Pasas algún tiempo en el hospital, luego te envían a casa a que descanses en tu propia recámara. Finalmente eres atendido por personas que te preparan para morir, ya sea en tu hogar o en una institución.

Pronto serás invisible en este mundo, pero no en el siguiente. Tus ojos se abrirán. Lo que veras dependerá de tu vida de ahora. No habrá cambios dramáticos.

Si eres un Cristiano ferviente, viviendo con el Señor, seguirás viviendo con el Señor. Quizá se te permita permanecer por algún tiempo cerca de tus seres queridos, y luego probablemente serás llamado para ir a un lugar de renovación y luego de servicio. Otros serán enviados a ministrar a tus seres queridos, así que no tienes que preocuparte por ellos.

¿Recuerdas cómo Moisés y Elías discutieron con Cristo el acercamiento de Su muerte? Estos dos hombres tenían mucho interés en la expiación que Cristo estaba a punto de hacer ya que tendría un efecto directo sobre ellos.

Si eres un miembro superficial de una iglesia, pero básicamente una persona de integridad, serás llevado a un lugar de instrucción, según lo que yo creo.

Si has sido un Católico devoto, con bondad se te hará entender que Cristo, y no la Virgen María, debe ser adorado. José y María adorarán a Cristo como su Señor, al igual que tú y yo lo haremos, y así como Su hermano, el Apóstol Santiago también lo hará, sin ninguna diferencia.

Si has sido un Musulmán devoto, y Cristo ha aceptado tu persona, yo creo que se te dará la oportunidad de reconocerlo como tu Señor y Salvador. Cuando mueras no habrá ningún paraíso con muchachas bailando. Mohammed no será considerado un profeta. Jesucristo será visto como el Señor supremo.

Muchos jóvenes árabes están siendo entrenados a odiar al pueblo Judío. Algunos dan sus vidas intentando matar a Judíos. Yo espero que Dios les dé la oportunidad, después de morir, para que aprendan sobre Jesús. Parece una lástima que jóvenes, que de otra manera habrían dirigido vidas productivas, puedan ser persuadidos a sacrificarse para matar a los elegidos de Dios.

Algunas veces estoy conciente del otro mundo. Hace varios meses un prominente guerrero Musulmán fue asesinado en batalla. Le pedí al Señor si me permitiría ver su localización en el reino espiritual.

No puedo asegurar que lo que vi haya sido de Dios, pero repentinamente apareció ante mí un hombre violento. Estaba parado a solas sobre un llano. No parecía haber nada más ahí, nada de casas, ni de árboles. Estaba desolado.

Él estaba enojado. Dijo, “Me han mentido”.

Si esto fue una percepción correcta o no, no lo sé. Lo cierto es que no fue lo que yo esperaba. Pero conforme reflexiono al respecto, me parece razonable que este realmente haya sido el caso con él.

Se le había mentido. ¿Acaso Dios le tendrá misericordia y le dará la oportunidad de aceptar a Cristo? No lo sé. Dios es el Alfarero y Él hace lo que quiere con Sus vasijas. Nosotros no tenemos ni la sabiduría ni la fuerza para cuestionar y retar la justicia de Dios.

Aunque la enseñanza Cristiana, si es que la comprendo correctamente, nunca aprobaría que a tal guerrero se le diera una oportunidad después de la muerte para recibir a Cristo como Su Señor, yo no conozco ningún pasaje en la Biblia que lo evite.

Nosotros, los de esta época, tenemos muchas ideas que deben ser revisadas, no en términos de nuestro razonamiento y nuestros axiomas tradicionales, sino en términos de pasajes claros en las Escrituras mantenidos en su contexto.

No existe pasaje bíblico del cual yo esté conciente que declare que uno no puede aceptar a Cristo en el reino espiritual. De hecho, el tercer capítulo de la Primera Carta de Pedro nos informa que Cristo fue y predicó a los espíritus en prisión. ¿Por qué les habría de predicar si no les fuera permitido recibirlo como su Salvador? ¿Acaso Dios juega juegos sucios con la gente?

¿Acaso la gente del mundo se presentará ante Dios para ser juzgada, como es comúnmente enseñado, los justos y los injustos, sólo para escuchar que no importó cómo se comportaron ya que “no hay salvación excepto en Cristo”? La mayoría de ellos jamás escuchó sobre Cristo. Algunos de ellos sí escucharon sobre Cristo pero el comportamiento de la gente que asiste a la iglesia los dejó con un sentimiento desagradable hacia el Evangelio. ¡De esta manera con nuestra enseñanza hemos hecho el llamado “juicio del trono blanco” una farsa! ¡Ninguna persona con tantita inteligencia aceptaría que juzgar de esta manera se consideraría un juicio justo! ¡Tampoco el Señor!

Si te pones a pensar, nosotros los Cristianos tenemos algunas ideas raras, que están fuera de las Escrituras y que son ilógicas.

La mayoría de las personas que ha nacido en el planeta nunca ha escuchado sobre Cristo. ¿Acaso estarán todos condenados al Lago de Fuego? ¿Por qué no permitirles recibir a Cristo en el reino espiritual? Después de todo, Abraham está en el Reino de Dios. Sin embargo, para que él recibiera a Cristo y volviera a nacer, ¡tuvo que haber sido después de que murió!

Cornelio el centurión realizaba muchas obras de beneficencia. Dios vio su justicia y le mandó a los mensajeros de Cristo.

Existen personas que nunca han escuchado sobre Cristo, y si éstas personas son condenadas al Infierno porque nunca han recibido a Cristo, entonces yo creo que aquí se estaría practicando la injusticia. Y yo sé que Dios no sólo es justo, también es misericordioso.

Existen personas hoy en día que dicen que los bebés van al Infierno si mueren repentinamente sin ser bautizados en agua. En una escuela Cristiana de alguien que conozco una maestra afirmaba que los bebés abortados, los fetos asesinados en el vientre, iban al Infierno porque nunca habían recibido a Cristo como Su Salvador. Esto angustió a uno de los niños cuya madre había perdido a su bebé en el vientre. ¡Imagínate!

Nunca debemos permitir que nuestra religión tome precedencia sobre la conciencia y el sentido común. Cuando lo hacemos, nos volvemos fanáticos. ¡Dios nunca lo hace! Jesús nunca lo hace, ya que vemos cómo se comportó mientras estuvo en la tierra. Pero los Fariseos continuamente violaron la conciencia y el sentido común debido a su religión.

Lo mismo sucede hoy en día con algunos Cristianos, decimos que un individuo pecador y egoísta será llevado al Paraíso mientras que un pordiosero desafortunado pero de buen corazón, en alguna tierra extranjera, será arrojado al Lago de Fuego. La diferencia siendo que el individuo egoísta “aceptó a Cristo” mientras que el pordiosero nunca escuchó hablar sobre Cristo. Un juicio de ese tipo desafía la conciencia y el sentido común, pero es común entre los Cristianos.

Cuando Cristo nos aconsejó que tuviéramos sal en nosotros mismos, quiso decir que evitáramos el pensamiento religioso que va en contra de la conciencia y del sentido común. Los que tienen “sal” entienden a Dios y entienden a la gente, y además poseen porciones generosas de misericordia, de compasión, de estar concientes de y tener simpatía por la condición dolorosa y confusa de la gente en este mundo maldecido, y poseen un sentido de humor instantáneo.

Si un individuo vive una vida mundana, pecaminosa y egocéntrica, y sin embargo le ha pedido a Cristo que lo salve, sin duda este individuo irá a un lugar de castigo severo y el fuego de este castigo lo salvará.

Si un individuo escucha el Evangelio, y luego rechaza a Cristo, este individuo se perderá. Cuando este individuo muera, pasará a la oscuridad eterna, quizá al fuego que jamás da luz.

El hombre rico en la historia de Lázaro estaba en el Infierno simplemente por haber sido egoísta. El hecho de que no era totalmente malvado se revela en su preocupación por sus hermanos.

Aun Judas expresó remordimiento, aunque no se dio cuenta de que había traicionado a Su Mesías. Sin embargo, Cristo dijo que hubiera sido mejor para él si nunca hubiera nacido.

Las personas que son verdaderamente malvadas son enviadas directamente al Infierno más profundo, al tormento inimaginable. Los demonios estarán ahí para recibirlas y guiarlas en el momento en que mueran.

Mi tesis es que al morir nos sorprenderá el hecho de que en realidad habrá muy pocas sorpresas. Lo que somos seremos, y seguiremos siendo.

Aquellos que están avanzando poco a poco con el Señor Jesús seguirán avanzando poco a poco con el Señor Jesús.

Aquellos que están ocupándose con las cosas del mundo se frustrarán al morir porque no podrán satisfacer sus deseos lujuriosos. Estarán decepcionados, si no es que aterrorizados, por el hecho de que no encontrarán a Jesús, especialmente si han sido miembros de una iglesia.

Los miembros de la iglesia que se han dedicado a difamar y acusar a otros miembros, chismeando libremente, al morir enfrentarán a un Cristo con el ceño fruncido porque será como si hubieran unido sus fuerzas con el acusador, con Satanás.

Aquellos que se han comportado de manera vil, abusando de niños, traicionando a quienes confiaban en ellos, agonizarán conforme se les obliga a ser testigos del resultado de su comportamiento, de la destrucción de aquellos que habían confiado en ellos.

Los creyentes Cristianos que esperan escuchar “Hiciste bien, siervo bueno y fiel” aunque no hayan sido siervos buenos ni fieles, se decepcionarán al encontrarse entre una gran multitud de personas que están esperando la resurrección. Jesús no se encontrará por ahí cerca, así como Él no estaba cerca cuando ellos siguieron sus caminos mundanos, confiando en que la gracia los llevaría al Paraíso.

Todo esto que hemos descrito sucede cuando nos volvemos invisibles: es decir, al morir físicamente.

Cuando el Señor regrese, Él resucitará a Sus primicias de entre los muertos, y más tarde al resto de la humanidad. Recibiremos nuestra recompensa eterna cuando seamos resucitados de los muertos, no cuando fallezcamos y nos volvamos invisibles. Cada persona será revestida con aquello que él o ella haya hecho durante su vida sobre la tierra.

El mundo actual es un mundo real. El mundo espiritual es un mundo mucho más real. El mundo actual es un lugar de prueba para ver cómo nos comportaremos cuando se nos confíe un medio ambiente mejor. Algún día el mundo actual, el mundo físico, será habitado por la justicia del reino espiritual, así como el Señor Jesús estaba habitado por la plenitud de Dios mientras todavía estaba en el cuerpo mortal.

El mayor error que cualquier individuo puede hacer es aferrarse al mundo actual como si esto fuera lo mejor que Dios puede hacer. Este no es el mundo eterno. Es sólo el valle tenebroso. El mundo real es invisible en la hora actual.

Así que entra a la eternidad ahora. Quien vive y cree en Jesús nunca morirá. Es cierto que su cuerpo actual dormirá, pero será despertado en el Día de la Resurrección.

Lo que sea que eres, eso eres. De la manera en que te comportas, de esa misma manera te seguirás comportando. El grado de tu comunión con Dios y con Cristo seguirá sin ningún tipo de cambio. La única diferencia que sucederá cuando mueras es que serás invisible y no podrás hacer las tareas que requieren de un cuerpo visible y físico.

Tus ojos serán abiertos. Entrarás a un estado de gloria que corresponderá con tu madurez espiritual. Si has sido fiel a Jesús, Él estará ahí para darte la bienvenida y guiarte, así como Él lo hace ahora.

No hay duda de que habrá personas, niños, pasto, flores y animales que sí podrás ver. Podrás tocar las cosas y percibir con tus sentidos espirituales.

Quizá resulte ser verdad que tu muerte física probará ser uno de los eventos de menor significado de tu vida sobre la tierra. Tu vida conciente continuará después de que tu cuerpo cese de funcionar.

Confío en que mis pocas palabras logren que vivas ahora justamente como desees vivir en el reino espiritual después de morir. Si deseas tener comunión con Cristo después de morir, entonces cultiva la comunión con Cristo ahora. Si deseas vivir con los santos después de que mueras, entonces vive con los santos ahora. Si deseas experimentar justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo después de morir, entonces aférrate a la justicia, a la paz y al gozo en el Espíritu Santo ahora.

Si deseas vivir con gente malvada y con los demonios después de morir, entonces vive con la gente malvada y con los demonios ahora. Si disfrutas de las cosas del Infierno y esperas ir allí al morir, entonces abraza las cosas del Infierno ahora.

Si después de morir quieres sentir el remordimiento de que tus seres queridos te consideren con pena y vergüenza, entonces traiciónalos ahora.

Esto tiene sentido, ¿no lo crees?

(“Visible E Invisible”, 4172-1)

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