LA PLENITUD DE LA SALVACIÓN

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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. ©1999 por la Sociedad Bíblica Internacional

Traducido por Carmen Alvarez


En la hora actual Cristo está entrando a los miembros de Su Cuerpo para preparar a cada uno para la plenitud de Dios. Él está expulsando de nosotros todo lo que no pertenece en el Templo eterno de Dios, en la Esposa del Cordero. Dios seguirá incrementando Su Presencia dentro de nosotros hasta que la plenitud sea manifestada en el momento en que aparezca Cristo en las nubes de gloria. Todos estamos creciendo al mismo tiempo hasta que la plenitud sea alcanzada y recibida.

Existen por lo menos siete aspectos de la salvación Cristiana:

  • La salvación de sentir culpa a ser perdonado.
  • La salvación de la muerte espiritual a la vida espiritual.
  • La salvación de la esclavitud espiritual a la libertad espiritual.
  • La salvación de la desobediencia a la obediencia.
  • La salvación de la imagen de Satanás a la imagen de Dios.
  • La salvación del vacío a la plenitud.
  • La salvación de la corrupción corporal a la incorrupción corporal.

Índice

La salvación de sentir culpa a ser perdonado
La salvación de la muerte espiritual a la vida espiritual
La salvación de la esclavitud espiritual a la libertad espiritual
La salvación de la desobediencia a la obediencia
La salvación de la imagen de Satanás a la imagen de Dios
La salvación del vacío a la plenitud
La salvación de la corrupción corporal a la incorrupción corporal


LA PLENITUD DE LA SALVACIÓN

También Cristo fue ofrecido en sacrificio una sola vez para quitar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, ya no para cargar con pecado alguno, sino para traer salvación a quienes lo esperan. (Hebreos 9:28—NVI)

Los Apóstoles del Cordero señalaron que la plenitud de la salvación llegaría en el futuro, asegurándonos de que lo que ahora tenemos es una garantía, un depósito de lo que va a ser presentado en su totalidad más adelante. Hemos sido comprados por la sangre del Cordero y hemos sido sellados por el Espíritu de Dios. Éstos forman una prenda, una garantía, de hechos futuros de redención.

En él también ustedes, cuando oyeron el mensaje de la verdad, el evangelio que les trajo la salvación, y lo creyeron, fueron marcados con el sello que es el Espíritu Santo prometido. Éste garantiza nuestra herencia hasta que llegue la redención final del pueblo adquirido por Dios, para alabanza de su gloria. (Efesios 1:13,14—NVI)

Pedro nos escribió sobre la salvación futura:

A quienes el poder de Dios protege mediante la fe hasta que llegue la salvación que se ha de revelar en los últimos tiempos. (1 Pedro 1:5—NVI)

Nuestra herencia, nuestra redención, nuestra salvación, nuestra restauración, está reservada en el Cielo para nosotros. Está lista para ser manifestada en los últimos tiempos.

Nuestra redención vendrá del Cielo en los últimos tiempos como una serie de actos Divinos. Podemos observar en el siguiente pasaje de la Biblia que las promesas de los Profetas con respecto a la salvación serán cumplidos en el tiempo y la época fijados:

Por tanto, para que sean borrados sus pecados, arrepiéntanse y vuélvanse a Dios, a fin de que vengan tiempos de descanso de parte del Señor, enviándoles el Mesías que ya había sido preparado para ustedes, el cual es Jesús. Es necesario que él permanezca en el cielo hasta que llegue el tiempo de la restauración de todas las cosas, como Dios lo ha anunciado desde hace siglos por medio de sus santos profetas. (Hechos 3:19-21—NVI)

Sólo aquellos creyentes que estén esperando atentamente en oración tomarán parte en la “lluvia de primavera” (Zacarías 10:1)—en las “manifestaciones” espirituales del Señor (lee Juan 14:18-23). La parábola de las diez jóvenes solteras, por ejemplo, quizá esté representando una de las manifestaciones en el reino espiritual.

El Señor vendrá con juicio y con una gloria de avivamiento antes de que Él aparezca en las nubes.

El Señor Todopoderoso responde: “Yo estoy por enviar a mi mensajero para que prepare el camino delante de mí. De pronto vendrá a su templo el Señor a quien ustedes buscan; vendrá el mensajero del pacto, en quien ustedes se complacen. (Malaquías 3:1—NVI)
Conozcamos al Señor; vayamos tras su conocimiento. Tan cierto como que sale el sol, él habrá de manifestarse; vendrá a nosotros como la lluvia de invierno, como la lluvia de primavera que riega la tierra. (Osea 6:3—NVI)

Aquellos que están viviendo siguiendo los deseos naturales de su cuerpo, confiando que serán llevados a encontrarse con el Señor cuando Él aparezca en Su gloria, quizá descubran en ese día que la redención ya había venido con anterioridad y que ellos no estuvieron al pendiente. Habían estado cargando su Biblia a todos lados pero la vida de resurrección no estaba morando en ellos.

Esto fue lo que le sucedió a Israel cuando Cristo vino la primera vez. Esto es lo que quizá le suceda a muchos Cristianos en ésta época cuando Cristo venga en las nubes de gloria.

El Señor tiene Su manera de ocultar Su Gloria de los rebeldes y de los espiritualmente orgullosos y de mostrar Sus intenciones a quienes tiemblan ante Su Palabra y buscan Su rostro diligentemente.

No podemos “aceptar a Cristo” y luego cruzarnos de brazos hasta ser llevados al Cielo. Siempre hay alguna responsabilidad en el presente con el que el Espíritu Santo está tratando, un movimiento hacia la completa liberación de los elegidos. Existe algo en el presente que el Señor nos está indicando que debemos hacer.

Consideremos por un momento la amplitud de la redención en Cristo. Existen por lo menos siete aspectos de la salvación Cristiana:

  1. La salvación de sentir culpa a ser perdonado.
  2. La salvación de la muerte espiritual a la vida espiritual.
  3. La salvación de la esclavitud espiritual a la libertad espiritual.
  4. La salvación de la desobediencia a la obediencia.
  5. La salvación de la imagen de Satanás a la imagen de Dios.
  6. La salvación del vacío a la plenitud.
  7. La salvación de la corrupción corporal a la incorrupción corporal.

La Salvación de Sentir Culpa a Ser Perdonado

El Señor Jesucristo derramó Su sangre sobre la cruz del Calvario como pago por la culpa de nuestros pecados. El alma que peque morirá. Éste es el edicto Divino. El perdón se logra por medio de sangre. La sangre de Jesús aplaca la ira de Dios y logra equilibrar la balanza de justicia Divina.

No es posible para un ser humano mitigar a Dios ni lograr el perdón por sus propios pecados. Sólo la sangre de Jesús puede perdonar el pecado. El peor de los pecadores puede tener fe y presentarse ante Jesús, arrepentirse de sus pecados, ser bautizado en agua, y recibir el perdón completo de Dios.

Durante los siglos de la Era Cristiana que han pasado, mucha gente malvada y destrozada ha llegado al Cordero de Dios para recibir el perdón completo Divino. El amor de Dios va más allá de la comprensión de los seres humanos.

Dios perdona a quienes llegan a Él por medio de Cristo. Él los perdona totalmente. Nuestros pecados y rebeliones son acreditados a Cristo. Nuestras actas tribunales son borradas—como si nunca hubiera existido trasgresión.

Este primer aspecto de la redención ha sido predicado a fondo por el ministerio Cristiano. Ha sido predicado tan a fondo que la salvación Cristiana ha llegado a significar sólo el perdón. La redención significa perdón. Esta es la percepción moderna de la gracia Divina.

A la limitada definición de la salvación de ser sólo el perdón de nuestros pecados agrégale la idea de que la meta del perdón es permitir que entremos al Cielo—para vivir por siempre en una hermosa mansión.

El mito de la residencia en el Cielo como la meta de la redención Divina ha destruido el verdadero concepto bíblico de la redención—el de restaurarle al hombre lo que perdió en el Edén.

La venida del Reino de Dios a la tierra, que siempre ha sido la carga de los profetas de Dios, ha sido enterrada bajo numerosas tradiciones y fábulas. En los últimos cien años el error del “arrebato” antes de la tribulación ha sido agregado al concepto de la redención de que los “perdonados van al Cielo”.

La “salvación por medio de la gracia,” como es presentado por los pastores y maestros Cristianos actuales, ya no se parece a la enseñanza de las Escrituras, ni a la del Antiguo Testamento ni a la del Nuevo.

La confusión que ha resultado ha hecho imposible cualquier interpretación exacta de la gran mayoría de las Escrituras ya que la visión del Reino de Dios ha cambiado a una huida al Cielo, ha levantado un muro de separación entre los elegidos Judíos y los elegidos Gentiles, y ha destruido el carácter moral de los Cristianos.

La destrucción del carácter moral de los Cristianos ha ocurrido debido a la idea de que Dios nos ha salvado para ir al Cielo, no para vivir en justicia, en santidad, en paz, y en gozo sobre la tierra como enseñan las Escrituras. Una visión falsa está siendo presentada. Como resultado, las naciones están tambaleándose en embriaguez y vómito moral. Cuando no existe luz moral en las iglesias Cristianas no existe luz moral en el mundo.

La redención Cristiana de ninguna manera está limitada al perdón de nuestros pecados. El perdón hace posible que nosotros nos acerquemos a Dios para que podamos ser salvos de todo lo que es de Satanás y ser llevados a todo lo que es de Dios.

Es hora de que el Espíritu Santo nos habilite para entender el resto de las seis dimensiones de la redención Cristiana.

La Salvación de la Muerte Espiritual a la Vida Espiritual

Hemos establecido que el perdón por medio de la sangre de Cristo es bien sabido por nosotros y que ha sido el énfasis del ministerio Cristiano. También comprendemos que Dios por medio del Señor Jesús nos ha dado vida eterna.

La vida eterna es un término familiar entre los Cristianos de hoy en día, pero nuestra definición, lo que entendemos por vida eterna, puede ser incorrecta.

Tendemos a pensar en la vida eterna como un estado legal en lugar de en lo que es—un tipo de vida.

El perdón es un estado legal pero la vida eterna es un tipo de fuerza de vida, además de ser unión con Dios. Todos los espíritus tienen existencia eterna, pero no todos los espíritus tienen vida eterna ni tampoco todos los espíritus están unidos con el Padre y con Jesús.

Existe vida biológica y luego existe vida espiritual.

Todos los ángeles tienen cierto tipo de vida espiritual, ya sea de Dios o de las tinieblas. Los animales tienen vida biológica.

El hombre, a diferencia de cualquier otra criatura de Dios, tiene dos tipos de vida—biológica y espiritual.

Antes de que un individuo reciba a Cristo, él está vivo en su forma animal pero muerto como un hijo de Dios. Tiene vida biológica y una naturaleza natural pero no tiene vida eterna Divina. Está vivo biológicamente pero muerto en lo que respecta a la Vida de Dios.

Cristo es Vida eterna. Cuando lo recibimos a Él volvemos a nacer de Su Vida. Entonces podemos decir que estamos vivos biológicamente y espiritualmente.

Cuando fallezcamos físicamente y seamos resucitados ya no seremos “hombre” en el sentido adámico y corporal. Seremos como los ángeles, nuestra personalidad tendrá animación espiritual, pero a diferencia de los ángeles poseeremos un cuerpo de carne y hueso.

Los creyentes de hoy en día deben comprender que la vida eterna no es un estado legalmente asignado. La vida eterna es la Vida de Dios que llega a nosotros por medio de Cristo. Es muy fácil, especialmente cuando recién somos salvos, que nuestras posesiones materiales ahoguen la vida eterna de nuestro nuevo hombre y aniquilen lo que ha comenzado en nosotros.

Quizá sea verdad en nuestra época que la mayoría de los Cristianos en las naciones prósperas o han perdido su vida eterna, o tienen una porción tan escasa de vida eterna espiritual que no pueden vencer a Satanás.

La vida eterna nace en nosotros pero, así como la vida biológica, ésta debe ser alimentada. El hombre, al ser un ser doble, no puede vivir sólo de pan. Si hace caso omiso de ponerse en oración, de estudiar las Escrituras, de reunirse con santos fervientes, entonces morirá espiritualmente. El creyente que viva solamente en su carnalidad, en su vida biológica, que descuide el cultivo de la vida eterna que ha nacido en él, morirá espiritualmente.

De los siete aspectos de la redención, el único que nos es dado es el del perdón. El resto de los seis no nos son asignados legalmente. Éstos se tienen que conocer por experiencia. No son estados legales que existen en la mente de Dios sino cambios en nuestra personalidad.

Tal es el caso con la vida eterna. La vida eterna no nos es imputada (atribuida), ni la mantenemos en nosotros por la gracia, ni nos es dada al morir, ni nos es dada en el Cielo, ni nos es dada cuando el Señor regrese.

La vida eterna nace en nosotros cuando recibimos a Cristo como nuestro Señor y Salvador. Desde ese momento en adelante debemos sembrar a la vida eterna, nutriéndola cuidadosamente con los aspectos de la gracia que nos lleguen del Cielo.

Si no hacemos esto, eligiendo mejor sembrar a nuestra carnalidad, confiando en que en aquel día Dios nos resucitará por Su gracia, sufriremos un gran remordimiento, si no es que la destrucción, en el Día del Señor. No serán la doctrina ni la gracia las que nos resucitarán en el Día de Cristo sino será la vida eterna la que nos resucitará en el Día del Señor.

La vida eterna es Sustancia Divina, no es existencia espiritual infinita imputada a nosotros debido a nuestra profesión de fe.

Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. (Romanos 8:11—NVI)

El Señor Jesucristo ha venido para que podamos tener vida eterna de resurrección y que la tengamos en abundancia. Aquel que es sabio dedicará las principales atenciones y energías de su vida a la tarea de alcanzar la plenitud de la vida eterna—la primera resurrección de entre los muertos (Filipenses 3:11).

El creyente insensato descuidará la vida eterna que ha nacido en él y se entretendrá con comer, dormir, trabajar, jugar y reproducirse. Se asegurará de mantener su existencia animal en la mayor comodidad posible pero dará una atención simbólica a la obtención de la plenitud de la vida eterna. Él cree, debido a las enseñanzas erróneas que ha escuchado, que la existencia eterna en el Cielo le ha sido imputada por su fe en Cristo.

Si un individuo tiene vida eterna espiritual entonces la tiene dondequiera que se encuentre, ya sea que se encuentre sobre la tierra o en el reino de los espíritus. La vida eterna es un tipo de vida, no un lugar donde los creyentes van cuando mueren. La persona que está llena con vida eterna puede lograr vencer a Satanás, al mundo, y sus propias lujurias y terquedad. Manifiesta en su personalidad la justicia, el amor, el gozo, la paz y la paciencia del Reino de Dios.

El que siembra para agradar a su naturaleza pecaminosa, de esa misma naturaleza cosechará destrucción; el que siembra para agradar al Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna. (Gálatas 6:8 NVI)

La advertencia anterior está dirigida a “la iglesia de Galacia”.

Hasta este punto hemos discutido la salvación de sentir culpa a ser perdonados y la salvación de la muerte espiritual a la vida eterna. Ahora procedamos al tercer aspecto de la redención en Cristo.

La Salvación de la Esclavitud Espiritual a la Libertad Espiritual

Las promesas que se encuentran en las Escrituras son para quienes leen la promesa, para quienes ponen su fe en Dios, y para quienes obedecen a Dios hasta que les llegue la bendición. Además, existen épocas y estaciones en las que están siendo enfatizadas por el Espíritu de Dios ciertas áreas especiales de redención.

Es el punto de vista de este autor que en la época actual el Espíritu está enfatizando que seamos liberados de la esclavitud espiritual.

La esclavitud espiritual, como la estamos definiendo en nuestro esquema de la salvación, consiste de espíritus inmundos que moran en nuestro cuerpo junto con nuestra alma y espíritu, o que debido a alguna tendencia en nosotros, tienen acceso a nuestro cuerpo y a nuestra alma. Todo santo verdadero de la historia ha vivido teniendo fe; y con la ayuda del Espíritu Santo se ha asegurado de mantener bajo control sus deseos pecaminosos. Ahora el Señor ha llegado a Su Iglesia para liberarnos de los espíritus que nos han mantenido en esclavitud espiritual.

Observa cómo la maldad realmente mora en nuestro cuerpo como una fuerza ajena:

Y si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace sino el pecado que habita en mí. (Romanos 7:20 NVI)

No es el cuerpo el que es pecaminoso, sino el pecado morando en el cuerpo es el que es pecaminoso.

¿Cómo entró a nosotros este pecado? Por herencia, por un repentino sobresalto o una herida, o por nuestros propios actos.

Muchos de los espíritus y de las debilidades morales que atormentan al Cristiano sincero han sido heredados de sus padres, abuelos, u otros ancestros. Los demonios del ocultismo son ejemplos de pecado heredado.

Los que vivimos en el siglo veinte quizá consideremos las maldiciones como algo de épocas pasadas pero nada puede estar más alejado de la realidad. A veces la maldición de Dios reposa sobre nosotros debido al pecado practicado por nuestros ancestros o por nosotros mismos. Además, existen hacedores de maldad, como las brujas, que pueden esclavizar a la gente.

Cuando la gente es brutalizada o lastimada de alguna manera, como por la violación o el abuso de menores, esto quizá abra la puerta en la personalidad para que entre la culpabilidad, la vergüenza, la lujuria o alguna otra forma de esclavitud espiritual.

La manera principal de permanecer espiritualmente atados es por nuestra desobediencia a la Palabra escrita o a nuestra conciencia. La Palabra de Dios nos ordena que perdonemos a nuestros enemigos. Cuando no perdonamos inmediatamente, logrando la victoria por medio de la gracia de Cristo, sino que guardamos resentimiento y no damos el perdón, abrimos la puerta para que entren malos espíritus de resentimiento, malicia, amargura y odio. Una vez que estos entran a nuestro cuerpo se vuelve casi imposible que podamos perdonar.

El pecado que debió de haber sido rechazado comienza a echar raíces en nosotros. Con el tiempo el resultado en nosotros es un árbol de maldad al que debemos aplicarle el hacha.

Adán y Eva fueron los primeros humanos que abrieron la puerta a los malos espíritus.

Ya es hora de que el Dios de los Cielos comience el juicio sobre los malos espíritus. Si estamos dispuestos y si somos obedientes, el juicio caerá sobre esos espíritus. Ellos serán expulsados y nosotros seremos llevados a la libertad espiritual. Será un juicio eterno sobre los enemigos de Dios.

La liberación espiritual por la que pasan los santos victoriosos es la venida del Reino de Dios a la tierra y el comienzo de la redención de la creación material.

Si un Cristiano no coopera con el Espíritu Santo en eliminar la maldad de su personalidad, entonces el juicio Divino caerá sobre ese individuo. El que su espíritu sea salvo en el Día de Cristo dependerá de la voluntad de Dios.

Todo pecado será echado al Lago de Fuego. Si el creyente no está dispuesto a ser separado de su pecado él será echado al Lago de Fuego profese o no fe en Cristo.

Todos los espíritus pecaminosos serán echados al Lago de Fuego. Ningún espíritu pecaminoso podrá entrar por las puertas a la ciudad santa, a la nueva Jerusalén. El Lago de Fuego tiene autoridad sobre los espíritus pecaminosos.

¿Cómo liberará Dios a Sus elegidos, y luego a la creación, de la esclavitud que ejercen los malos espíritus?

Los maestros Cristianos han asumido varias cosas con respecto a la manera en que Dios libera al creyente de los malos espíritus. Existen principalmente dos suposiciones: (1) cuando nuestros pecados son perdonados y Cristo ha nacido en nosotros los malos espíritus huyen de nuestra personalidad; y (2) nuestra liberación ocurrirá de alguna manera después de que fallezcamos y pasemos al reino espiritual o cuando seamos reunidos para encontrarnos con el Señor en el aire.

Existen dos problemas con la primera suposición. Primero, los escritos del Nuevo Testamento no sugieren que el creyente ya no tiene problema con el pecado, sino que exhorta al Cristiano a que se proteja constantemente de la tentación. Cuando peque debe confesar su pecado. Muchos pasajes que escribió Pablo, así como los demás Apóstoles, aconsejan al Cristiano con respecto a los peligros de caer en pecado.

Segundo, el comportamiento de la gente Cristiana refleja la presencia de todo tipo de malos espíritus: adulterio, fornicación, lujuria de la vista, abuso de menores, rachas de ira, rencor, malicia, amargura, no perdonar, odio, celos, envidia, varias formas del ocultismo, embriaguez, adicción a drogas, el amor al placer más que el amor a Dios, orgullo, altanería, arrogancia, el espíritu de división, crítica, chismorreo, glotonería, desobediencia, rebelión, ambición espiritual, asesinato, impaciencia, cobardía, incredulidad, mentira, robo, codicia, idolatría, avaricia, para nombrar algunos. Esto es lo que encontramos en las iglesias del Señor Cristo Jesús.

Decir que tales espíritus no están presentes en las iglesias Cristianas es ignorar la realidad. Estos comportamientos sí están presentes. Sí son practicados. Los Cristianos están atados a estos espíritus inmundos aunque profesen fe en el Señor Jesús, aunque quizá hablen en lenguas y profeticen, y aunque estén intentando servir a Dios.

Quizá sea verdad la segunda suposición, que somos liberados de la esclavitud moral después de morir. Pero ¿qué pasaje de las Escrituras sugiere que somos liberados de la esclavitud moral en base a la muerte física? Después de todo, la muerte física es el último enemigo a ser destruido. Si la muerte física es nuestro enemigo, ¿cómo es que ahora se ha convertido en nuestro redentor?

¿Qué pasaje proclama que seremos liberados de la esclavitud moral cuando nos elevemos para encontrarnos con el Señor en el aire?

La esclavitud moral se originó en el reino espiritual, no en el cuerpo del hombre. La lujuria es un espíritu maligno. El cuerpo del hombre tiene deseos biológicos, pero la lujuria que llena la tierra el día de hoy no está viniendo de los deseos biológicos del hombre, así como la glotonería no es su deseo normal de ser alimentado.

La naturaleza de esta esclavitud es espiritual. Puede ser expulsada de nuestro cuerpo.

Entonces, ¿en base a qué podemos suponer que nuestra entrada al reino espiritual nos liberará de la maldad que por naturaleza es espiritual?

Existe sólo un Redentor y un sólo Juez. Su nombre es Cristo.

Si queremos ser liberados de malos espíritus esto está en manos del Señor Jesús. No existe ningún otro redentor.

El Señor Jesús puede juzgar la maldad en nosotros y puede liberarnos. Ha llegado la hora de que comience este juicio, y está comenzando con la familia de Dios:

Pero ellos tendrán que rendirle cuentas a aquel que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos. Por esto también se les predicó el evangelio aun a los muertos, para que, a pesar de haber sido juzgados según criterios humanos en lo que atañe al cuerpo, vivan conforme a Dios en lo que atañe al espíritu. (1 Pedro 4:5,6—NVI)

Nuevamente:

Porque es tiempo de que el juicio comience con la familia de Dios; y si comienza por nosotros, ¡cuál no será el fin de los que se rebelan contra el evangelio de Dios! (1 Pedro 4:17 NVI)

Es el punto de vista de este autor que Cristo comenzó Su obra de juicio inmediatamente después de Su ascensión al Cielo, que ha continuado desde aquel tiempo, y que ahora está aumentando de gran manera la intensidad en preparación para las bodas del Cordero. La Novia se está preparando lavando en la sangre del Cordero su vestimenta de conducta moral.

Los profetas de Israel revelaron que el Señor juzgaría a Su pueblo:

Con espíritu de juicio y espíritu abrasador, el Señor lavará la inmundicia de las hijas de Sión y limpiará la sangre que haya en Jerusalén. (Isaías 4:4—NVI)

¿Quién está vestida de inmundicia? Las hijas de Sión. ¿Qué ciudad es culpable de derramar sangre? Jerusalén, la ciudad de Dios.

¿Cómo logrará el Señor limpiar a las hijas de Sión y a la ciudad de Jerusalén? Con espíritu de juicio y espíritu abrasador.

Esto significa que sobre la Iglesia de los últimos tiempos caerán el Espíritu de juicio y el Espíritu abrasador de Dios. Dios limpiará Su Iglesia por medio de juicio y de abrasamiento.

Malaquías declara:

Se sentará como fundidor y purificador de plata; purificará a los levitas y los refinará como se refinan el oro y la plata. Entonces traerán al Señor ofrendas conforme a la justicia, (Malaquías 3:3 NVI)

¿Cuándo sucederá esta purificación? Probablemente no sucederá después de que Jesús regrese con Su Novia en gloria sino antes de Su reaparición visible.

La venida del Señor para purificar a Su real sacerdocio sucederá antes de que Él regrese en Su gloria para que Su Novia pueda ser purificada y preparada para ser manifestada junto con Él ante la vista de todas las naciones de la tierra. Este es el significado de Hebreos 9:28: “y aparecerá por segunda vez, ya no para cargar con pecado alguno, sino para traer salvación a quienes lo esperan.”

La salvación que llegará en los últimos tiempos incluye que la iglesia sea liberada de la esclavitud espiritual.

Juan el Bautista habló sobre la venida del Señor a juzgar a Su pueblo:

Yo los bautizo a ustedes con agua para que se arrepientan. Pero el que viene después de mí es más poderoso que yo, y ni siquiera merezco llevarle las sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego. Tiene el rastrillo en la mano y limpiará su era, recogiendo el trigo en su granero; la paja, en cambio, la quemará con fuego que nunca se apagará. (Mateo 3:11,12—NVI)

“Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego.”

El capítulo cuarto de la Primera carta de Pedro habla sobre “el fuego de la prueba” por el que pasarán los creyentes. Cada santo debe ser bautizado con el fuego de Dios, con el espíritu de juicio y el espíritu abrasador. Todo lo que sea de Satanás deberá ser quemado de nosotros por medio del juicio.

Muchos de los sufrimientos que soportamos tienen el propósito de santificarnos:

Por tanto, ya que Cristo sufrió en el cuerpo, asuman también ustedes la misma actitud; porque el que ha sufrido en el cuerpo ha roto con el pecado, (1 Pedro 4:1—NVI)

Los Cristianos expertos de nuestros días están descubriendo que el Señor está ocasionando que la maldad en nuestro cuerpo sea expuesta. Las conductas que durante muchos años han sido aplacadas con oración y dominio propio ahora parecen estar asomando sus cabezas.

¿A qué se debe esto? Se debe a que el espíritu de juicio y el espíritu abrasador, el bautismo con fuego, están haciendo que el pecado y la rebelión sean expuestos. Dios está juzgando la maldad en nosotros. Él nos está sacudiendo para que todo lo que no sea de Él sea eliminado.

¿Qué debemos hacer cuando descubrimos que existe la maldad en nosotros? Confesamos esa maldad. La llamamos por su nombre. Nos arrepentimos de ella. Le pedimos a Dios que nos perdone y que nos purifique (1 Juan 1:9).

A veces es suficiente que nosotros confesemos nuestros pecados a Dios. En otras ocasiones ayuda que confesemos nuestros pecados a nuestra esposa, o esposo, o a otro Cristiano del mismo sexo que nosotros que sea lo suficientemente maduro para ayudarnos sin que él mismo tropiece y sin que chismee.

Podemos ayudarnos unos a otros expulsando al diablo. Todo Cristiano tiene autoridad para expulsar demonios. Expulsar demonios es la primera señal que acompañará al creyente.

Estas señales acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios; (Marcos 16:17—NVI)

Digamos que un hermano o hermana está atado a arrebatos violentos de ira, o a la lujuria de la vista, o a algún aspecto del ocultismo. Él debe nombrar al espíritu que le está dando problemas, o debe describir la conducta tan precisamente como pueda. Luego debe dejar que uno o dos Cristianos del mismo sexo que esta persona nombre a los espíritus que le están ocasionando el problema y que los expulse en el nombre del Señor Jesús.

Tenemos la autoridad de la cruz de Cristo. No oramos en nuestro propio nombre ni por nuestra propia autoridad. Oramos en el nombre de Jesús y por Su autoridad. Damos la orden de que los demonios se alejen de nuestro hermano o hermana. Ellos tendrán que salirse de él o ella.

¿A dónde enviamos a los demonios? Los expulsamos fuera de nosotros y de nuestras familias. Los alejamos de las personas que nos conciernen.

Según el entendimiento del autor, los demonios aun no han sido asignados al Infierno. De hecho, parece ser que los demonios están entrando a la tierra en mayor número, especialmente arribando a las naciones prósperas que se están entregando a la inmoralidad.

Si expulsamos a los demonios de un individuo, desde ese momento en adelante, ese individuo tiene la responsabilidad de vivir para el Señor Jesús para que los demonios no regresen.

Nos encontramos en una violenta batalla. Nos encontramos en una época en la que la atmósfera espiritual se está espesando cada vez más con demonios. Al mismo tiempo el Señor Jesús nos está dando autoridad para atar a esos demonios y para expulsarlos.

No tengas miedo. No te vuelvas introspectivo ni pesimista. No te pongas a buscar a los demonios; no les pongas atención, ni los hagas el enfoque de tu salvación.

Mantén tus ojos fijos en el Señor Jesús. Tú eres un soldado de Cristo. Avanza marchando victoriosamente en Su nombre sin condenarte a ti mismo.

Cuando el Espíritu de Dios te muestre algo a lo que tu personalidad está atado, confiésaselo a Dios o a un amigo santo. Dios te perdonará y te purificará (1 Juan 1:7-9). Te ayudarán enormemente las oraciones de otro Cristiano—especialmente al principio mientras estás aprendiendo a vivir en confesión abierta de tus pecados.

Pon a morir por medio del Espíritu Santo los actos de tu cuerpo. Juzga a los espíritus. Diles que están condenados al Lago de Fuego, que no pertenecen en el Cuerpo de Cristo.

No reconozcas como tuyos a los demonios. Diles que no son bienvenidos, que los rechazas y repudias totalmente. No hagas ninguna excepción. No tengas ninguna misericordia de ningún demonio, por grande o pequeño que sea, ni con ningún espíritu con el que tengas familiaridad (un espíritu con el que te has acostumbrado a conversar). Expúlsalos a todos. Camina en santidad espiritual ante el Señor. Este es el camino a la libertad espiritual.

Como hemos dicho, las iglesias de Cristo están llenas de espíritus inmundos de todo tipo. Ahora es el momento de llevar el juicio de Cristo a los espíritus inmundos. Nómbralos cada vez que puedas. Lleva el fuego de Cristo a ellos. Si no lo haces, te destruirán. Dios no aceptará a ninguno de ellos. Todos están destinados al Lago de Fuego.

Una gran parte de la salvación reservada para los últimos tiempos es la separación de los elegidos del Señor de todo espíritu maligno. Esta separación ocurrirá primero en los santos victoriosos, y luego por medio de los santos victoriosos se extenderá al resto de los elegidos y finalmente a las naciones de personas salvas sobre la tierra.

El pueblo del Señor es como Lázaro. Ha sido llamado a salir de la tumba pero está atado por las vendas de sepultura. Ahora es tiempo de quitarnos las vendas de las manos y de los pies con los que hemos sido sepultados. El juicio ha llegado a la casa de Dios.

Nos hemos referido a la salvación de sentir culpa a ser perdonado, a la salvación de la muerte espiritual a la vida eterna, y a la salvación de la esclavitud espiritual a la libertad espiritual. El cuarto aspecto de la salvación es la salvación de la desobediencia a la obediencia.

La Salvación de la Desobediencia a la Obediencia

Existen numerosas advertencias tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento de que debemos vivir una vida justa y santa. Debemos practicar los consejos que se nos dan. Cuando nos cueste trabajo obedecerlos debemos presentarnos valientemente ante el trono de gracia para obtener la sabiduría y la fuerza que necesitemos para hacer lo que Dios ha dicho.

Numerosas personas Cristianas no toman seriamente la Palabra del Señor. ¡Agitan sus Biblias gritando que es la Palabra infalible de Dios! Pero por alguna razón no leen estas Escrituras “infalibles” con la intención de hacer lo que en ellas se dice. Quizá esto se deba a los maestros que claman que no es necesario que nosotros hagamos lo que ordenan las Escrituras porque somos salvos por la gracia. Luego existen otros maestros Cristianos que insisten que es imposible que nosotros obedezcamos la Palabra así que Jesús hará todo por nosotros.

La razón principal por la que prevalece la desobediencia actual quizá sea porque la gente viviendo sobre la tierra está muy ocupada con su propia seguridad y glorificación, y con su propio placer como para hacer el esfuerzo de averiguar lo que Dios ha ordenado para luego hacerlo.

El Reino de Dios es hacer la voluntad de Dios sobre la tierra así como se hace en el Cielo.

El Señor Jesús habló sobre ser Sus discípulos, sobre tomar nuestra cruz y sobre seguirlo. Aparentemente existen pocos creyentes que en realidad lo hacen. Por lo que podemos observar, existen pocos discípulos de Jesús sobre la tierra.

No nos estamos refiriendo ahora a la esclavitud bajo la que estamos debido a los malos espíritus. Esa la describimos anteriormente. Lo que estamos discutiendo ahora es la falta de voluntad de la gente Cristiana de obedecer la Palabra de Dios.

Por ejemplo, el Señor nos ordenó por medio del Apóstol Pablo que presentáramos nuestro cuerpo como sacrificio vivo, consagrándolo a Dios. Jesús nos ordenó que perdiéramos nuestra vida por causa del Evangelio. ¿Estamos obedeciendo a Dios o no? No existe zona neutral.

O estamos obedeciendo a Dios o lo estamos desobedeciendo.

Dios nos salva del sentimiento de culpa por medio del perdón logrado por la sangre de Cristo.

Dios nos salva de la muerte espiritual para tener vida eterna poniendo Su Espíritu en nosotros y haciendo que Su Hijo sea formado en nosotros.

Dios nos salva de la esclavitud espiritual para tener libertad espiritual eliminando de nosotros los espíritus inmundos.

Dios nos salva de la desobediencia para ser obedientes llevándonos por sendas de sufrimiento. Aprendemos a obedecer mediante el sufrimiento que pasamos mientras estamos en las manos de Dios.

Los gobernadores del Reino (bajo la autoridad de Jesús) son seleccionados por elección y formados por sufrimiento. Todos los que son llamados a reinar en el Reino son llevados por mucho sufrimiento para que su obediencia al Padre pueda ser perfeccionada. Nuestro destino es sufrir.

Para que nadie fuera perturbado por estos sufrimientos. Ustedes mismos saben que se nos destinó para esto, (1 Tesalonicenses 3:3—NVI)

El Reino de Dios incluye numerosos niveles de autoridad y responsabilidad. Jesús es el Rey de los reyes del Reino, el Señor de los señores del Reino. El grado al que debemos aprender a obedecer depende del nivel de autoridad y responsabilidad al que hemos sido llamados.

La madre de Jacobo y de Juan le pidió a Jesús que sus dos hijos ocuparan un lugar alto en el Reino de Dios. Jesús inmediatamente respondió con los dos elementos que tienen peso en cuanto a gobernar en el Reino de Dios: sufrimiento y elección.

Ciertamente beberán de mi copales dijo Jesús, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde concederlo. Esto ya lo ha decidido mi Padre. (Mateo 20:23 NVI)

El sufrimiento desarrolla en nosotros obediencia si respondemos correctamente al sufrimiento. Los sufrimientos de la cruz son encarcelamientos de varios tipos. A veces hay sufrimiento físico. En otras ocasiones debemos seguir a Dios sin comprender ni disfrutar lo que Él está haciendo.

Frecuentemente el cumplimiento de nuestros deseos más intensos nos son negados, o quizá seamos obligados o forzados a permanecer en situaciones que nos son desagradables. Si quisiéramos salirnos de la prisión de Dios tendríamos que romper las leyes de Dios.

Los gobernadores de Dios, así como José, no deben quejarse mientras están en su prisión. Ni tampoco deben tramar constantemente, intentando idear maneras de escapar de la prisión en la que han sido puestos. Siempre debemos dar gracias a Dios y de hacerle saber nuestros deseos. Si somos fieles hasta la muerte en nuestra prisión se nos dará la corona de vida.

Entre más alto sea nuestro llamado, más bajo debemos ser llevados.

La obediencia de los gobernantes de Dios debe ser establecida sin que haya ninguna duda. Deben ser preparados para ofrecer sus almas al Padre aunque no comprendan el propósito ni la duración de sus sufrimientos.

Una cosa es profesar obediencia a Dios con nuestra boca. Otra cosa es que la obediencia sea tan profundamente apaleada en nuestra personalidad que la llevemos a cabo por instinto. Nuestra obediencia al Padre debe ser completa, consistente e inmediata. Nada menor a una obediencia firme, total e instantánea puede ser aceptada de los futuros gobernantes del Reino.

Muchos creyentes son rebeldes. No tienen ninguna intención de hacer lo que Dios desea a excepción de que comprendan la razón y de que no les cause tanto dolor. Los gobernantes del Reino obedecen a Dios detalladamente sin importarles lo que les pueda costar personalmente.

Los santos victoriosos, habiendo aprendido la obediencia por medio de mucho sufrimiento y frustración, gobernarán las naciones de personas salvas de la tierra. Los Apóstoles del Cordero se sentarán sobre los tronos juzgando a las doce tribus de Israel. Los santos victoriosos heredarán todas las cosas.

Toda persona que sea llevada al reinado terrenal de Cristo en el cielo nuevo y la tierra nueva será obediente a Dios. Habrá personas que gobernarán y personas que serán gobernadas, pero todas obedecerán a Dios implícitamente. El Reino de Dios es que se haga la voluntad de Dios en la tierra como en el Cielo.

La gracia Divina nunca interfiere con el gobierno Divino. El gobierno Divino continúa inexorablemente. La gracia hace posible que nosotros sobrevivamos y aprendamos a obedecer a Dios. La gracia nunca es una alternativa a la obediencia. La herejía más grande de todos los tiempos es la enseñanza actual Cristiana de la gracia, ya que implica que podemos ser aceptados por Dios sin ser obedientes a Él. Implica que podemos seguir desobedeciendo a Dios y Dios continuará justificándonos en Cristo.

Hasta este momento hemos mencionado la salvación de sentir culpa a ser perdonados, la salvación de la muerte espiritual a la vida eterna, la salvación de la esclavitud espiritual a la libertad espiritual, y la salvación de la desobediencia a la obediencia.

La salvación de la desobediencia a la obediencia es especialmente importante para los gobernantes del Reino de Dios. Ellos pasan por mucho sufrimiento para que la obediencia sea perfeccionada en ellos. Bajo Cristo ellos gobernarán las obras de las manos de Dios.

La Salvación de la Imagen de Satanás a la Imagen de Cristo

Además del perdón, de la vida eterna, de la libertad espiritual y de la obediencia, está el asunto de la imagen de Dios. Dios ha creado al hombre a Su imagen. El hombre debe ser la imagen de Dios, la imagen de Cristo quien es la imagen de Dios.

Un individuo no es a la imagen de Dios hasta que todo lo que se encuentre en ese individuo pueda ser encontrado en Dios.

Cuando estemos considerando la imagen de Dios debemos incluir por lo menos siete elementos: ser, carácter, sustancia, función, organización de partes, habilidades y apariencia.

Pensemos por un momento sobre cada uno de estos siete aspectos.

Dios en Su Ser es espíritu, alma y cuerpo.

Satanás es un querubín que consiste sólo de un espíritu, hasta donde sabemos.

El Carácter de Dios es lo que Dios es y lo que Dios hace. Dios es amor y actúa en amor. Dios es gozo y actúa en gozo. Dios es paz y actúa en paz. Dios es paciencia y demuestra paciencia. Dios es gentil y actúa con gentileza. Dios es bondadoso y demuestra bondad en Su comportamiento.

Dios es humilde y muestra humildad. Dios es dominio propio y actúa con templanza. Dios es valiente y actúa con valentía. Dios es justicia y actúa según la ley. Dios es santo y actúa en pureza. Dios es Rey y gobierna sobre todo. Dios es compasión y actúa con compasión.

Satanás es odio y actúa en odio. Satanás es despreciable y actúa con vileza. Satanás es inquietud, tormento y ansiedad. Satanás es lujuria, violencia, crueldad, abominación, traición, implacabilidad, abandono, perversidad e injusticia. Esto es Satanás y así es como se comporta.

La Sustancia de Dios es Divina, Vida eterna incorruptible.

La sustancia de Satanás es putrefacción y muerte.

Dios ve, oye, habla, piensa, siente, toca, huele, prueba, y funciona en todos los demás aspectos a los que los humanos están acostumbrados.

Todas las funciones y los sentidos de Satanás están pervertidos y encendidos y resultan en perversión y tormento en los que Satanás habita.

Todas las “partes” de Dios, como Sus ojos, manos, pies y rostro están perfectamente organizadas y operan en armonía y paz.

Las partes de Satanás están en desorden produciendo enfermedad y anormalidades en quienes Satanás habita.

Dios tiene habilidades innumerables. Dios crea. En Él están escondidos todos los tesoros de sabiduría, conocimiento, ciencia, música, arte, arquitectura, tecnología, poesía y agricultura.

Satanás opera con autoridad y poder limitado que le es dado por Cristo, corrompiendo y pervirtiendo los talentos de quienes él habita y guía.

La apariencia de Dios es la de un Hombre radiante, rodeado de fuego (Ezequiel 1:26-28)

La apariencia de Satanás es tan repugnante que si lo viéramos tal y como es sería la experiencia más devastadora de todas.

El hombre nace en pecado con una inclinación hacia la injusticia. El hombre tiene el potencial de continuar en pecado e injusticia hasta ser a la imagen de Satanás, o de seguir a Cristo hasta ser en la imagen del Dios de los Cielos.

¿Cómo escapamos de ser a la imagen de Satanás para ser llevados a la imagen de Cristo en cada uno de los siete aspectos?

  • Siendo liberados.
  • Volviendo a nacer.
  • Siendo nutridos con la Vida de Cristo.
  • Contemplando la Gloria del Señor.
  • Educándonos y entrenándonos.

Siendo liberados. Los siete aspectos de la imagen de Dios que acabamos de mencionar han sido corrompidos por el mundo, por el pecado que mora en nuestro cuerpo y por nuestra obstinación, egoísmo y egocentrismo. Nuestro carácter es afectado especialmente por Satanás y por nuestra naturaleza rebelde.

Somos liberados del mundo conforme seguimos al Señor por el bautismo en agua, y luego conforme presentamos nuestro cuerpo como sacrificio vivo a Dios, no siendo transformados a la imagen del mundo sino siendo transformados por la renovación de nuestra mente en Cristo.

El pecado que mora en nosotros es expulsado conforme confesamos nuestros pecados, conforme nos arrepentimos, conforme recibimos perdón y purificación del Señor, conforme resistimos al diablo, conforme por medio del Espíritu ponemos a morir los actos del cuerpo y conforme nos ponemos al Señor Jesucristo sin hacer ninguna provisión para que nuestro cuerpo cumpla sus propios deseos.

La obstinación, el egoísmo y la egocentricidad que corrompen nuestra alma son expulsados de nosotros conforme pacientemente cargamos nuestra cruz de aflicción y de negación a nosotros mismos. Debemos negarnos a nosotros mismos, tomar nuestra cruz, y seguir a Jesús. Sólo de esta manera podemos ser liberados de la obstinación, de la rebelión en contra del Padre.

Volviendo a nacer. Para poder ser transformados de la imagen de Satanás a la imagen de Cristo debemos volver a nacer del Espíritu del Señor. Cristo debe nacer en nosotros. La Simiente Divina incorruptible debe ser concebida en nosotros.

El cuerpo de carne y sangre no puede heredar el Reino de Dios. El alma humana no entra al Reino de Dios. El hombre de corazón nuevo, la Simiente Divina, el Espíritu que da vida, es el que entra al Reino y el que en sí es el Reino.

El alma humana sirve como el terreno en el que la Vida Divina es plantada y en la que luego germina. Un nuevo tipo de criatura nace. De esta manera, nuestro ser, nuestro carácter, nuestra sustancia son formados a la imagen de Dios.

Siendo nutridos por la Vida de Cristo. Después de volver a nacer debemos colaborar con Dios nutriendo nuestra nueva Vida Divina. De manera rutinaria y conforme podamos, debemos orar, meditar en las Escrituras y reunirnos con santos fervientes.

Debemos encontrar nuestro talento y usarlo en el Reino de Dios. Debemos atender al Señor de día y de noche. Conforme lo hacemos, el Señor Jesucristo nutre nuestra nueva Vida interior con Su cuerpo y sangre, con el “maná escondido”. Cristo es formado en nosotros, haciendo que nos volvamos una nueva creación, un nuevo tipo de criatura, un espíritu que da vida, una criatura a la imagen de Dios.

Contemplando la Gloria del Señor. Debemos continuamente ser testigos de la Gloria del Señor.

Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu. (2 Corintios 3:18 NVI)

Dios nos ha dado libremente la Virtud Divina que es el Señor Jesús. Se nos ha encomendado el cuerpo y la sangre del Señor, el Espíritu Santo y la Palabra de Dios (tanto la escrita por los Profetas y Apóstoles así como el “maná” dado por medio del Espíritu). La Vida de Cristo sigue desarrollándose en nosotros gracias al constante trabajo de los ministerios y dones del Cuerpo de Cristo.

Todas estas imparticiones y capacitaciones Divinas trabajan juntas para transformarnos a esa imagen de Cristo que continuamente nos es presentada conforme buscamos al Señor. A veces “vemos” al Señor durante la oración ferviente y prolongada; a veces conforme meditamos en las Escrituras.

Frecuentemente podemos observar al Señor por medio de los ministerios y dones dados por el Espíritu Santo a un santo conocido, o por la personalidad y el comportamiento de otro Cristiano. Quizá suceda que seamos bendecidos con un sueño o una visión. Muchas veces el Señor usa un libro u otro medio de comunicación para ayudarnos.

Continuamos “contemplando” a Cristo, y conforme lo hacemos somos transformados a la imagen de Dios por el Espíritu del Señor. Nuestra mente se va renovando. La Sustancia Divina se va formando en nosotros. La Vida del Espíritu guía nuestro comportamiento, y el fruto del Espíritu comienza a aparecer en nuestros motivos, nuestro lenguaje, nuestras obras, y en nuestras meditaciones e imaginaciones.

Debemos ser liberados del pecado y de la obstinación. Debemos volver a nacer, y esa nueva vida debe ser nutrida continuamente. Debemos ser transformados continuamente contemplando la Gloria del Señor conforme Él nos la está impartiendo.

Cuando fijamos nuestra vista en el Señor Jesús comenzamos a observar que toda la tierra está llena de Su Gloria.

Educándonos y entrenándonos. Además de las formas anteriormente mencionadas de llevarnos hacia Su imagen, Dios nos educa y nos entrena. Él nos transforma mediante la renovación de nuestra mente.

Dios nos educa y entrena por medio de las Escrituras, tanto por el Antiguo como por el Nuevo Testamento, por medio de los ministerios del Cuerpo de Cristo, por medio de la revelación directa de Su Espíritu, incluyendo impresiones, sueños y visiones, y también por las experiencias por las que nos hace pasar.

Ahora continuemos con la idea de ser llevados a la imagen de Dios.

El Espíritu Santo es el Maestro Principal. Aprendemos sobre la Persona, la Palabra y los propósitos eternos del Señor Dios conforme le permitimos que nos enseñe. Muchos de los que pertenecen al pueblo del Señor son lentos para aprender o quizá no deseen aprender.

Pausemos para repasar el delineamiento de lo que estamos discutiendo.

Existen siete aspectos de la salvación Cristiana:

  • La salvación de sentir culpa a ser perdonado.
  • La salvación de la muerte espiritual a la vida espiritual.
  • La salvación de la esclavitud espiritual a la libertad espiritual.
  • La salvación de la desobediencia a la obediencia.
  • La salvación de la imagen de Satanás a la imagen de Dios.
  • La salvación del vacío a la plenitud.
  • La salvación de la corrupción corporal a la incorrupción corporal.

Hemos estado desarrollando el quinto aspecto—la salvación de la imagen de Satanás a la imagen de Dios.

Existen siete elementos de la imagen de Dios:

  • Ser
  • Carácter
  • Sustancia
  • Función
  • Organización de partes
  • Habilidades
  • Apariencia

Existen cinco maneras de llevarnos a la imagen de Dios:

  • Siendo liberados
  • Volviendo a nacer
  • Siendo nutridos por la Vida de Cristo
  • Contemplando la Gloria del Señor
  • Educándonos y entrenándonos.

Hemos mencionado cuatro métodos para educarnos y entrenarnos a ser a la imagen de Dios:

  • Las Escrituras
  • Los ministerios del Cuerpo
  • La revelación directa del Espíritu
  • Las experiencias por las que el Espíritu nos hace pasar.

Dios es santo y justo. Quienes son a la imagen de Dios son santos y justos.

La imagen de Dios revela valor y dominio (el león), la capacidad y la voluntad de trabajar y servir (el toro), la libertad salvaje, feroz e independiente del Señor (el águila), y las características “humanas” de inteligencia, juicio, celos, amistad, alegría, el deseo de crear, el humor, el amor a la belleza, la compasión, el deseo de unión, y la forma humana (el hombre).

Cambiar nuestra imagen va mano a mano con la liberación. Conforme somos liberados de la esclavitud espiritual nuestra imagen nueva puede ser manifestada. Conforme Cristo es formado en nosotros somos llevados a una liberación cada vez mayor. Liberación e imagen. Imagen y liberación. Liberación e imagen, hasta que podamos estar perfectamente en la completa voluntad de Dios.

El proceso de cambiar de imagen no ha sido completado hasta que podamos decir que cada punto en nosotros corresponde a un punto en Dios. Debemos de llegar a ser como nuestro Padre en toda manera aunque no tan grandiosos como Él. Esto le place a Él quien nos ha llamado a ser Sus hijos, para ser los hermanos de Su Hijo mayor, Cristo.

Si somos puestos en libertad espiritual y luego no avanzamos hacia la plena imagen de Cristo, seremos un vacío espiritual. En poco tiempo los espíritus inmundos que han sido expulsados de nosotros, como no tienen ningún otro lugar en donde descansar, regresarán a nosotros y volverán a entrar. Entonces nuestro último estado será peor que el primero.

Dios no nos perdona, no hace que la vida eterna de incorrupción nazca en nosotros, no nos libera de la esclavitud espiritual, no nos nutre con el cuerpo y la sangre de Su Hijo, no nos revela Su Gloria a nosotros y en nosotros, ni nos educa y entrena cuidadosamente en Su Persona, Palabra, y propósitos eternos para que podamos seguir con nuestra vida como si nada, viviendo para nosotros mismos y como nos plazca. Más bien, Dios nos salva para que podamos entrar a nuestro papel específico en Su Reino haciendo Su voluntad.

¿Cuántas personas desean ser “salvas” para que puedan seguir sus propios deseos sin que Dios ni ninguna otra persona les sean un obstáculo? Éstas son estrellas errantes. Son nubes sin agua. Las tinieblas eternas serán su porción porque no están dispuestos a entregarse al plan de Dios para ellos.

Ellos son una ley a sí mismos, siempre buscando construir su propio reino. Ellos no quieren que Dios interfiera con sus planes, y Dios no interferirá si esto es lo que ellos realmente desean.

Él los invitará a que cumplan Su voluntad y propósitos. Pero si rechazan la invitación, Dios los entregará a sus propios deseos para vagar solitarios por las tinieblas, no teniendo más compañero que sí mismos. Habrán buscado ser separados de Dios y su oración será contestada.

La imagen de Dios habrá sido rechazada. No les será permitido existir entre los habitantes del mundo nuevo. Satanás y todos los que portan su imagen serán alejados de la sociedad salva por el poder de Dios. Sólo conforme somos liberados de la imagen de Satanás y somos transformados a la imagen de Cristo es que se nos permite tener comunión con Cristo y con los santos y ángeles de la nueva Jerusalén.

La Salvación del Vacío a la Plenitud

Hasta aquí hemos hablado sobre el perdón, la vida eterna, la libertad espiritual, la obediencia, y la imagen de Dios. El siguiente aspecto de la salvación tiene que ver con la venida de las Personas de Dios y Cristo por medio del Espíritu a morar en nosotros.

Una cosa es que nuestra personalidad sea transformada a la imagen de Dios. Otra cosa es que el Padre y el Hijo por medio del Espíritu entren a nosotros y habiten con nosotros. Uno es un cambio en lo que somos. El otro es la venida de dos Personas distintas, el Padre y el Hijo, a la habitación donde está el trono de nuestra personalidad, para vivir ahí con nosotros durante toda la eternidad.

Le contestó Jesús:—El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra vivienda en él. (Juan 14:23—NVI)

Existe un vacío en todo hombre, mujer, niño y niña nacida sobre la tierra. Existe un lugar en todo ser humano que es sólo para uso de Dios. Ninguna persona puede sentir satisfacción hasta que el Padre y el Hijo se hayan establecido y reposen en él.

El Reino de Dios está dentro de nosotros. Es un reino interior aunque sí tiene una manifestación exterior. Es un reino del corazón. Dios por medio de Cristo gobierna desde nuestro interior. Él nos gobierna a nosotros, y por medio de nosotros a aquellos a quienes nosotros gobernamos. Él reina y bendice por medio de nosotros.

En las etapas preliminares del desarrollo del Reino de Dios existen muchos tipos de gracia que nos son de beneficio. Algunos actos de redención suceden en nosotros que son externos a nosotros. La cruz del Calvario es externa a nosotros. La resurrección y ascensión de Jesús son externas a nosotros. El derramamiento del Espíritu desde el Cielo es externo a nosotros.

Todas estas circunstancias y eventos están diseñados para que surja y se manifieste el verdadero reino: Dios en Cristo en los santos—y finalmente en toda persona salva.

Dios es un Espíritu. Él encuentra reposo en los corazones de Sus hijos obedientes.

La Fiesta de las Enramadas, la séptima fiesta del Señor, representa a Dios en Cristo entrando en nosotros. Aquí se encuentra el punto culminante de la obra de la redención.

Pasamos nuestra vida buscando satisfacer el deseo interior que tenemos. A veces nuestro objetivo inmediato es dinero, o prestigio, o posesiones materiales. ¡Si sólo pudiéramos poseer esto o aquello!

El amante cree que si pudiera lograr el amor de cierta persona, o poseerla, sería feliz. La maldición de la mujer fue que su deseo sería para su esposo en lugar de para Dios. Hasta que la maldición sea quitada la mujer nunca puede sentir satisfacción. Ella va a buscar continuamente en su esposo lo que sólo el Señor puede darle.

Ningún logro, ninguna cosa, ninguna amistad, ni ninguna realización pueden traer paz y gozo duradero a la personalidad humana. La personalidad humana tiene dentro de sí una habitación con un trono que debe ser ocupada sólo por Dios y Su Cristo.

Cuando Dios y Cristo entran al cuarto interior y encuentran una bienvenida, todos los logros, las cosas, las amistades y todas las realizaciones se acomodan en su lugar apropiado. Luego todo es justicia, santidad, obediencia, amor, gozo y paz en el Espíritu Santo de Dios.

No es bueno que ningún ser humano esté solo. El matrimonio humano es una prefiguración del único matrimonio verdadero—el matrimonio de Dios y Su criatura.

Dios reinará desde el interior de todas las personas salvas: en algunas al cien por ciento; en algunas al sesenta por ciento; y en otras al treinta por ciento. Habrá mayores y menores en el Reino. Cristo vivirá en alguna medida en toda persona que haya sido salvada para vivir en la tierra nueva.

La Salvación de la Corrupción Corporal a la Incorrupción Corporal

Porque lo corruptible tiene que revestirse de lo incorruptible, y lo mortal, de inmortalidad. (1 Corintios 15:53—NVI)

Dos cuerpos van a estar involucrados en la resurrección de los muertos. El primer cuerpo es el que tenemos ahora. Éste tendrá la vida del Espíritu Santo quien estará morando en nosotros.

El segundo cuerpo es un hogar formado de la sustancia de la vida eterna. El “peso” de este hogar de gloria dependerá del grado al que hemos llevado en nuestro cuerpo los sufrimientos de Cristo (2 Corintios 4:17).

Los espíritus de aquellos que logren la primera resurrección, la resurrección que sucederá cuando Cristo aparezca en las nubes de gloria, entrarán a sus cuerpos que han estado “dormidos” y resucitarán de la tumba. Si están físicamente vivos cuando el Señor regrese serán cambiados a inmortalidad. Luego ascenderán a encontrarse con Jesús en el aire.

En algún momento, ya sea antes o después de que su cuerpo mortal haya recibido vida (posiblemente antes), serán revestidos con su hogar del Cielo.

Quienes sean resucitados al final de la Era del Reinado de los mil años, durante la segunda resurrección, se pararán ante Cristo para ser juzgados según sus obras. Quienes tengan su nombre en el Libro de Vida del Cordero serán llevados a la vida eterna en la tierra nueva. Quienes no tengan su nombre escrito en el Libro de la Vida serán echados al Lago de Fuego.

Es obvio, si uno considera los primeros seis aspectos de la salvación, que el tipo de cuerpo que recibiremos y cuando lo recibiremos dependerá de nuestro avance en la redención Divina.

No somos resucitados por la gracia, ni por la “fe”, a excepción de que la fe se defina como seguir a Dios en obediencia estricta. La fe que nos perdona tiene muy poco que ver con que estemos de acuerdo con alguna doctrina. La fe verdadera es nuestra obediencia a lo que Dios nos ha revelado.

La naturaleza de nuestra resurrección dependerá directamente de lo que haya sucedido anteriormente en nuestra personalidad. El cuerpo que se nos dará reflejará en lo que nos hayamos convertido en Cristo. Esto es tan diferente a la actualidad porque ahora nuestro cuerpo físico es una pobre indicación de lo que somos. La persona más horrible y corrupta puede habitar en un cuerpo magnífico.

No será así en el Reino. El cuerpo que se nos dará reflejará lo que somos. Seremos “manifestados” ante el Trono de Justicia de Cristo y luego seremos recompensados según nuestras obras. ¡Qué justo y recto es Dios!

Ahora que hemos considerado los siete aspectos de la salvación, hablemos sobre cómo, dónde, a quién, y a qué grado cada uno de estos siete será otorgado.

La salvación de sentir culpa a ser perdonado nos es dada en base al sacrificio por el pecado logrado por la sangre derramada—por el sacrificio de Cristo. Cuando nosotros aceptamos el perdón logrado por Él nuestros pecados son puestos sobre Él y nosotros ya no tenemos que soportar esa culpa. Esto sucede dondequiera y en cualquier momento que el Evangelio sea predicado a nosotros.

La salvación de la muerte espiritual a la vida eterna nos llega conforme recibimos a Cristo. Jesús es Vida eterna y sólo Vida eterna. Conforme entramos a un mayor grado en Él, y Él entra a un mayor grado en nosotros, crecemos en vida eterna.

Es la opinión del autor que seguiremos creciendo en vida eterna después de fallecer. Jesús dijo, “Y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás.” Parece probable que no dejaremos de vivir y crecer en Jesús después de morir físicamente. Seguiremos creciendo con la Vida que proviene de la Cabeza. Seguiremos aprendiendo, enseñando, sirviendo, teniendo comunión, ministrando, y haciendo todo lo demás que corresponde a la vida eterna.

“Y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás.” ¿Realmente creemos esto?

Los elegidos del Señor varían en gran manera en la cantidad de vida eterna que poseen. Esto seguirá siendo verdad en las eras que vendrán. Existirán árboles de vida y coronas de vida.

La salvación de la esclavitud espiritual a la libertad espiritual se logra expulsando los espíritus inmundos que hay en nosotros. La eliminación se logra por la autoridad y la sangre de la cruz y el poder del Espíritu de Dios. Frecuentemente somos llevados por duros sufrimientos que ayudan a romper nuestra esclavitud espiritual.

La esclavitud moral es de origen espiritual. No existe Escritura que implique que seamos liberados de la esclavitud moral en base a la muerte física. La esclavitud moral debe ser expulsada por el Señor, ésta no se aleja de nosotros sólo porque morimos físicamente.

El Señor lleva al individuo al tiempo y al lugar de juicio. Conforme el Espíritu lo dirija a hacerlo el creyente debe confesar y arrepentirse de lo que lo esclaviza. Todas las personas en la tierra nueva serán libres de la esclavitud al demonio. Satanás y sus trabajadores serán confinados al Lago de Fuego. No les será permitida la salida e influir en los ciudadanos del nuevo mundo.

La salvación de la desobediencia a la obediencia ocurre conforme elegimos seguir al Señor. Es la opinión del autor que el grado de obediencia requerido de los gobernantes eternos puede ser logrado solo en el mundo actual. Basamos nuestra opinión en el hecho de que Jesús aprendió la obediencia por las cosas que sufrió en el mundo.

El mundo actual es peculiarmente apropiado para el desarrollo de los gobernantes porque es tan difícil lograr el dominio aquí. El concepto parece ser que si logramos vencer lo que se nos presente aquí, entonces estaremos listos para gobernar en la época que vendrá cuando las mismas dificultades se nos presenten.

El mundo actual es donde los gobernantes tienen que probarse a sí mismos. Las joyas que brillan en los cimientos de la pared de la nueva Jerusalén son formadas en el calor y la presión de la vida sobre la tierra.

La salvación de la imagen de Satanás a la imagen de Cristo comienza en el mundo pero continuará por la eternidad, es lo que creemos. ¿Cuánto tiempo tomará que lleguemos a estar en la imagen completa de nuestro Padre? Parece muy probable que estaremos creciendo en la imagen de Dios por siempre. Cristo es mucho más impresionante de cualquier empobrecida idea que tenemos de Él en este momento. El Padre de Cristo es más impresionante todavía. Somos apenas partículas de polvo en comparación.

El proceso de transformación comienza ahora por las capacitaciones y virtudes Divinas que hemos descrito anteriormente. Quizá sea cierto que el grado de imagen logrado seguirá variando de persona a persona como varía hoy en día.

Así como los hijos en una familia portan la resemblanza familiar pero pueden variar de gran manera en personalidad, habilidades y a lo que son llamados, lo mismo es verdad con los hijos de Dios que portarán la resemblanza familiar pero variarán grandemente en personalidad, habilidades y a lo que son llamados.

La salvación del vacío a la plenitud sucede conforme el Padre y el Hijo por medio del Espíritu vienen a nosotros y hacen en nosotros Su morada eterna, Su hogar, Su templo, Su carroza. Conforme guardamos la Palabra de Cristo, Cristo es formado en nosotros. Conforme Cristo es formado en nosotros, Dios y Cristo vienen a morar en la habitación santa que ha sido formada en nosotros.

Dios juzga a los vivos y a los muertos. Cuando la hora del juicio vino, vino a la familia de Dios: no sólo a la familia de Dios sobre la tierra sino a la familia de Dios en el Cielo así como a los de la tierra.

Conforme las estaciones llegan para el cumplimiento espiritual de las siete fiestas del Señor (Levíticos 23:4) los elegidos son avanzados en el plan de la redención. Todos juntos somos avanzados y juntos llegaremos a la perfección—los santos del antiguo pacto y los del nuevo.

Quienes han muerto en Cristo siguen viviendo como testimonio y, creemos, se siguen beneficiando de la revelación de Cristo que está surgiendo por medio de los apóstoles y profetas que se encuentran ahora sobre la tierra.

Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. (Hebreos 11:30-12:1—NVI)

Los que estamos vivos hoy en día nos hemos beneficiado de la fidelidad de quienes nos precedieron. Creemos que quienes nos precedieron ahora se están beneficiando de nuestra fidelidad. Todo el Cuerpo de Cristo es edificado por aquello que cada parte proporciona.

Todos los elegidos se han acercado al Monte Sión, tanto los que están viviendo ante Cristo en el Espíritu como los que están pasando sus días señalados en la tierra de crisol.

Por el contrario, ustedes se han acercado al monte Sión,… (Hebreos 12:22—NVI)

No dice que nos acercaremos al Monte Sión en el futuro sino que estamos ahí ahora en el reino espiritual. Nos hemos acercado al Monte Sión.

Es tiempo ahora del cumplimiento espiritual de la conmemoración con toque de Trompetas, del Día del Perdón y de la Fiesta de las Enramadas (Levítico 23:24-43). El cumplimiento personal espiritual de las últimas tres fiestas está sucediendo en todos los miembros del Cuerpo de Cristo en preparación para la venida del Señor.

Cuando Jesús aparezca, el real sacerdocio aparecerá con Él, no sólo los que están en el Cielo o los que están sobre la tierra, sino todo el sacerdocio. El real sacerdocio de todas las épocas, como es el caso de hoy en día, ha sido un remanente santo. Quizá Israel sea como la arena del océano pero los verdaderos testigos de Dios han sido menor en número.

Cada miembro del Cuerpo de Cristo debe recibir la Divina revelación, y la autoridad, el poder, y la virtud conforme procedan de Dios por medio de Cristo. Todo el Cuerpo está llegando a la madurez como la única Esposa del Cordero.

Conforme más miembros de los elegidos nacen sobre la tierra éstos son llevados a la madurez para que el Cuerpo pueda estar listo para que Cristo se manifieste a las naciones de la tierra.

Cristo está entrando a los miembros de Su Cuerpo en la hora actual, preparando a cada uno de nosotros para ser plenamente habitados por Dios. Él está expulsando lo que no pertenece en el Templo eterno de Dios, en la Esposa del Cordero.

La entrada de Dios en nosotros seguirá aumentando hasta que la plenitud sea manifestada cuando Cristo aparezca en las nubes de gloria. Todos estamos creciendo juntos hasta que la plenitud haya sido alcanzada y recibida.

La salvación de la corrupción corporal a la incorrupción corporal ocurrirá cuando suene la séptima trompeta. Los muertos en Cristo, los santos que están viviendo ante Dios en el reino espiritual, resucitarán de la corrupción corporal y serán puestos en un cuerpo incorruptible.

Después, los vivos en Cristo, los santos sobre la tierra en ese tiempo, serán transformados de corrupción corporal a incorrupción corporal.

Pero sólo los santos victoriosos se pondrán el cuerpo incorruptible cuando el Señor Jesús regrese. El resto de la humanidad muerta no tendrá la oportunidad de ponerse un cuerpo de incorrupción hasta el final de la Era del Reinado de los mil años (Apocalipsis 20:4-6).

Las recompensas que tienen que ver con autoridad para gobernar son asignadas a los santos victoriosos. Las Escrituras son claras en este punto.

Varias veces en el Nuevo Testamento el concepto de las recompensas son presentadas. Una de las principales recompensas que recibiremos es el tipo de cuerpo celestial que revestirá nuestra estructura mortal resucitada. Existe muy poca duda de que cada cuerpo celestial reflejará la madurez espiritual de la persona que lo recibe (1 Corintios 15:41,42).

El cuerpo del individuo sobre la tierra puede ser una imagen engañosa de su verdadera personalidad. No será así después de la resurrección. En ese tiempo, cada persona recibirá el cuerpo que le quede a su personalidad. Su verdadera naturaleza será revelada.

Aquellos que logran que muchos cambien hacia la justicia brillarán como las estrellas. Lo que realmente somos será expuesto y podrá ser visto por hombres y ángeles por la eternidad de eternidades.

Cada persona será juzgada según los dones que le fueron dados. A quienes hayan usado bien sus talentos se les dará más virtud y autoridad Divinas. A quienes no hayan usado sus talentos perderán lo que se les ha dado y enfrentarán la ira de Dios.

Existe un peligro en el malentendido actual sobre el papel que tiene el perdón en la redención Divina. La creencia actual es que la mayor parte de la salvación nos es negada mientras estamos viviendo en el mundo.

Se asume que lo único que está a nuestra disposición ahora es el perdón, acompañado de algo de vida eterna y libertad. Se asume que el resto de la redención, de la plenitud de la vida eterna, de la liberación de la esclavitud espiritual, de la obediencia a Dios y de la conversión a la imagen de Cristo son dones que nos serán dados después de morir o en otro tiempo vagamente definido en el futuro.

El concepto es: tenemos perdón ahora y el resto vendrá después.

Ciertamente es verdad que hemos sido sellados por el Espíritu Santo para una redención en un día futuro. Pero no existe pasaje en las Escrituras que sugiera que el día de la redención sucederá en el Cielo o conforme nos elevemos para encontrarnos con el Señor en el aire.

Nosotros creemos que el día de la redención sucederá sobre la tierra y que algunos de sus aspectos ya han comenzado.

No requiere de mucha perspicacia comprender el peligro que existe en querer esperar hasta morir e ir al Cielo para poder ser redimidos, especialmente si el Espíritu Santo ha comenzado el proceso ahora. Nos hace recordar la parábola de las diez jóvenes solteras.

La transformación de nuestra personalidad sucede no en base a dónde estemos localizados sino en base a épocas Divinas en las que el Espíritu Santo está tratando con nuestra personalidad. Es posible que nosotros nos perdamos del plan de redención cuando aparezca en su tiempo si estamos esperando recibir redención en el Cielo.

Si estamos esperando que la muerte física nos haga seguidores y acompañantes fervientes del Señor Jesús estamos actuando fuera de cualquier base bíblica y del sentido común.

Ahora es el día de salvación. Es ahora cuando el Señor Jesús está entrando a Su Iglesia, purificando a los miembros de Su Cuerpo del pecado. Épocas reconfortantes y de restauración están procediendo de la Presencia del Señor.

Muy pronto la sangre de los pecadores estará fluyendo como el agua. El juicio está llegando porque las naciones del mundo se han rehusado a obedecer las leyes morales de Dios. No están reconociendo la monarquía del Señor Jesús. No están haciendo las cosas que Él ha ordenado. Dios no está complacido con la desobediencia de las naciones y Él demostrará Su ira.

En el día en el que el Señor muestre su terrible enojo deberemos tener la habilidad para vivir en dos mundos al mismo tiempo. Deberemos tener nuestros ojos abiertos a la tierra pero especialmente al Cielo. Deberemos tener la certeza constante de que los que amamos están a salvo en los brazos de Jesús.

Debemos vivir y movernos y tener nuestro ser en el Cielo a la derecha de Dios si esperamos ser de algún provecho para la humanidad durante los días de juicio que se aproximan.

Dada la definición de la salvación como la transformación espiritual y corporal del creyente, es fácil discernir lo disparatado que es decir que cuando una persona es salva que siempre será salva, que no puede volver a perderse.

¿Qué significado tiene esta definición a la luz del hecho de que la salvación es una transformación de lo que somos en personalidad y conducta? ¿Acaso estamos diciendo que sólo con ser perdonados y con haber recibido una porción de la vida eterna como garantía podremos entrar a la gloria del Reino sin haber sido transformados en personalidad? ¡Si es nuestra transformación la que es el Reino!

¿Serán sólo los Gentiles los que experimentarán la transformación espiritual y corporal? ¿Qué hay de Abraham y Elías? ¿Acaso están condenados a perder el plan de redención por ser parte de un reino Judío (como es comúnmente enseñado), o acaso son parte de una “iglesia Gentil”? ¿Puedes ver lo absurdo que es la doctrina del “arrebato” al Cielo de una “iglesia Gentil” dada la verdadera naturaleza de la salvación?

La salvación comenzó para Abraham y Elías cuando Cristo roció Su sangre sobre y ante el Lugar Santísimo en el Cielo en la Presencia del Padre. Tú y yo recibimos perdón cuando el Espíritu Santo nos hizo darnos cuenta de ese mismo acto de la sangre rociada y cuando recibimos el perdón por la fe.

El Dios del Cielo está avanzando en Su plan eterno de crear para Sí mismo un templo viviente. La obra del juicio ha estado continuando desde el primer siglo, ya que Pedro declaró: “porque es tiempo de que el juicio comience por la familia de Dios”.

Desde este momento en adelante aumentará la gloria y la revelación hasta que la familia de Dios llegue a la perfección en la unidad, para que luego sea llena hasta la plenitud con la Gloria del Señor.

Al toque de la séptima trompeta todos los testigos de Dios se pararán sobre sus propios pies, comenzando con el justo de Abel (Apocalipsis 11:11). Todos los santos victoriosos se reunirán: Abraham, Moisés, David, Pablo, Pedro, y tú y yo si hemos cooperado con el Espíritu Santo en la obra de redención. Llegaremos a la perfección todos juntos.

Nuestros pies están en el camino que conduce a la plenitud de la Presencia del Padre. Hemos comenzado el proceso de ser liberados de todo lo que es de Satanás a la unión con todo lo que es de Dios.

El perdón, la vida, la libertad, la obediencia, la imagen de Cristo, la plenitud de Dios—todos morando en un cuerpo como el cuerpo glorificado del Señor Jesús: esta es la plenitud de la salvación, la transformación de lo que somos en personalidad y en comportamiento.

Luego tendremos ante nosotros una eternidad para tener comunión con Dios, con los santos, y con los santos ángeles. Seguiremos aumentando en la producción de fruto, dominio, y crecimiento en la imagen de Dios, en un medio ambiente que hará que el primer Paraíso parezca poca cosa en comparación. Las riquezas del Padre serán nuestras por medio de Cristo. Las naciones de personas salvas de la tierra serán nuestra herencia.

Todo lo que hemos conocido y amado sobre la tierra seguirá ahí, esperando que la vida nueva comience. Todo lo digno a lo que hayamos renunciado por el bien del Evangelio nos será entregado, ahora grandemente magnificado en gloria y atracción.

Unos cuantos cansados pasos más. Pasar un corto tiempo más en nuestra prisión de debilidad, frustración y confusión. Después, gloria sobre gloria con todos aquellos que al igual que nosotros soportaron su cruz y esperaron pacientemente las promesas hechas a ellos.

Cristo es el Alfa. También es la Omega. Él es el Autor y el Culminador. Lo que Él comenzó gloriosamente sobre la cruz Él llevará a la culminación y perfección—sin pasar por alto ningún detalle.

El que ha prometido es fiel. Ahora tomemos nuestra cruz y sigámoslo.

La tierra prometida, Canaán, la herencia, la meta de nuestra salvación tiene una dimensión interna y una dimensión externa. La dimensión interna es el cambio en el hombre. La dimensión externa es el cambio en el medio ambiente del hombre.

Este ensayo ha discutido el cambio en el hombre, el “Canaán” interior.

La dimensión exterior consiste de todo lo que es la herencia de Cristo (ya que somos coherederos con Él) en un Paraíso maravillosamente glorioso. En particular heredamos la tierra, las naciones de la tierra, la nueva Jerusalén, y el cielo nuevo y la tierra nueva que Dios creará en el futuro.

De todas las áreas mal entendidas de la actual redención Cristiana, la que necesita desesperadamente mayor claridad tiene que ver con el hecho de que la herencia interior debe ser alcanzada antes de que la herencia exterior nos pueda ser entregada.

Es inútil llevar a una persona que no ha sido redimida a un medio ambiente redimido. Llevar de regreso al Paraíso a un Adán que no ha cambiado es invitar a que se repita el desastre original.

La enseñanza Cristiana actual sugiere que la salvación Cristiana, por lo menos en la vida actual, es noventa y nueve por ciento perdón. Sin embargo, perdonar un individuo y luego no transformarlo es dejarlo sin preparación para el nuevo mundo de justicia. Ya sea que Dios lo haya perdonado o no, de todos modos no puede ser llevado a un ambiente redimido. De hacerlo, como hemos dicho, sería invitar el desastre.

La suposición de la doctrina Cristiana es que la necesaria transformación del creyente sucederá después de que muera, o cuando el Señor regrese, o alguna combinación de estos dos.

Pero excepto por la transformación del cuerpo, no existe base bíblica para el concepto de que Dios esperará hasta que fallezcamos para transformarnos o de que Él nos llevará al necesario cambio en nuestro carácter cuando el Señor regrese.

Según lo que el autor entiende los salvos están logrando llegar a la plenitud de la redención conforme “tiempos de descanso” están llegando desde la Presencia del Señor.

La cuestión principal no es el donde estaremos cuando seamos bendecidos con mayor redención, sino la fe y la diligencia con la que responderemos a la invitación del Señor cuando ésta llegue.

No existe base para creer que aquellos de nosotros que demostremos falta de fe y letargo espiritual en el mundo actual seremos llenos con fe y diligencia cuando pasemos al reino espiritual. Después de todo, la rebelión y el pecado se originaron en el reino espiritual.

Toda redención se logra en Cristo, no en el Cielo. La redención se logra en el Cielo sólo porque Cristo está en el Cielo. Ir al Cielo no es lo que transforma al creyente, sino la venida de Cristo es lo que transforma al creyente.

Fijemos nuestra vista en el Señor ahora—hoy mismo. Hoy es el día de la salvación en lo que a nosotros concierne. Seremos responsables de la gracia que se nos está presentando hoy. Quienes estén descuidando su salvación actual no escaparán el enojo del Señor.

La tierra prometida se encuentra ante nosotros. El Cuerpo de Cristo está listo para cruzar el Jordán, listo para comenzar la batalla sobre las fuerzas que están habitando nuestra propiedad—tanto la propiedad interior de nuestra personalidad como la propiedad exterior del universo de Dios. Ya es hora de tomar posesión de la gran variedad de áreas de redención personal que existen. Después de que logremos la victoria completa existe un mundo entero de maravillas y gloria esperando ser ocupados por los hijos de Dios.

(“La Plenitud de la Salvación”, 4323-1)

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