LA FIESTA DE LOS TABERNÁCULOS

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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional, © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional

Traducción de Carmen Alvarez


Habían siete “fiestas solemnes del Señor”. Cada una de las siete fiestas tiene un cumplimiento que abarca todo el Reino y cada una tiene un cumplimiento personal para la vida de cada creyente en Cristo. El cumplimiento de la fiesta de los Tabernáculos que abarca todo el Reino es el reinado eterno de Cristo. El cumplimiento personal de los Tabernáculos es la venida del Padre y del Hijo a través del Espíritu Santo para hacer Su morada eterna en la personalidad de los santos.


LA FIESTA DE LOS TABERNÁCULOS

Había siete fiestas solemnes del Señor. Las siete fiestas solemnes se presentan en el Capítulo Veintitrés del Libro de Levítico. Cada una de las siete fiestas solemnes tiene un gran cumplimiento que abarca todo el Reino y cada una tiene un cumplimiento personal para la vida de cada creyente en Cristo.

  1. La Pascua (Levítico 23:5)
  2. Los Panes sin Levadura (Levítico 23:6)
  3. Las Primicias (Levítico 23:10)
  4. Pentecostés (Levítico 23:15)
  5. El Son de Trompetas (Levítico 23:24)
  6. El Día del Perdón (Levítico 23:27)
  7. Tabernáculos (Levítico 23:34)

Nuestro entendimiento del cumplimiento espiritual de las siete fiestas del Señor es como sigue:

La Pascua. El cumplimiento que abarca todo el Reino de la Pascua fue la muerte de Cristo sobre la cruz del Calvario.

El cumplimiento personal de la Pascua es que recibimos la cobertura de la sangre del Cordero de Dios, de Cristo.

Los Panes sin Levadura. El cumplimiento que abarca todo el Reino de los Panes sin Levadura fue el descenso del Señor Jesús al Infierno, cargando Consigo la levadura de los pecados del mundo.

El cumplimiento personal de los Panes sin Levadura es el arrepentimiento de nuestra mala conducta en el mundo y nuestra entrada a la muerte del Señor Jesús. El bautismo en agua es un acto de fe que representa nuestra unidad con Cristo crucificado y resucitado.

Las Primicias. El cumplimiento que abarca todo el Reino de las Primicias fue la resurrección del Señor Jesús de entre los muertos.

El cumplimiento personal de las Primicias es nuestra resurrección espiritual de entre los muertos, que es volver a nacer, y la ascensión de nuestra nueva naturaleza espiritual en Cristo a la derecha del Padre. Salir de las aguas del bautismo representa nuestro nacimiento al Reino de Dios. Es una expresión de unión con el Señor resucitado.

Pentecostés. El cumplimiento que abarca todo el Reino de Pentecostés (la fiesta solemne de las Semanas) fue el derramamiento del Espíritu Santo sobre los primeros Cristianos, como está descrito por el Libro de Hechos.

El cumplimiento personal de Pentecostés es el bautizo del creyente con el Espíritu Santo, dándole la sabiduría y el poder para dar testimonio de la muerte y la resurrección de Cristo, y sabiduría y poder para vivir de una manera justa, recta, santa y obediente ante Dios.

El Son de Trompetas. El cumplimiento que abarca todo el Reino del Son de Trompetas será el son de la séptima trompeta, como está descrito en el Libro del Apocalipsis. Los santos serán resucitados de entre los muertos al sonar la séptima trompeta y el Señor y Su ejército tomarán posesión de los reinos de este mundo.

El cumplimiento personal del Son de Trompetas es la venida a nosotros del Rey Jesús para establecer Su Reino en nuestra personalidad y para volvernos miembros de Su ejército.

El Día del Perdón. El cumplimiento que abarca todo el Reino del Día del Perdón es la Era del Reinado de los mil años conocido como el Milenio.

El cumplimiento personal del Día del Perdón es el juicio y la purificación de nuestra personalidad resultando en nuestra reconciliación total con Dios.

La Fiesta de los Tabernáculos o la Fiesta de las Enramadas. El cumplimiento que abarca todo el Reino de la fiesta de los Tabernáculos es el reinado eterno de Cristo sobre los cielos y la tierra.

El cumplimiento personal de la fiesta de los Tabernáculos es la venida del Padre y del Hijo por medio del Espíritu Santo para hacer Su morada en la personalidad de los santos.

La séptima y última fiesta solemne del Señor era la fiesta de los Tabernáculos.

Que les dijera a los israelitas: “El día quince del mes séptimo comienza la fiesta de las Enramadas [Tabernáculos] en honor al Señor, la cual durará siete días. (Levítico 23:34—NVI)

Los Israelitas fueron ordenados a vivir durante siete días bajo “enramadas” hechas de ramas de árboles. Después de completados los siete días el octavo día era de gran regocijo.

La fiesta de los Tabernáculos era tiempo de dar gracias por el fruto de la época de cosecha anterior, y además tiempo de alegre anticipación por la pronta venida de la lluvia para la semilla (la lluvia temprana) que marca el comienzo del nuevo año de agricultura.

El dominio de Cristo sobre el cielo y la tierra nueva es el cumplimiento espiritual que abarca todo el Reino de la fiesta de los Tabernáculos, cuando todos los salvos se regocijarán con increíble alegría por las cosas que Dios ha logrado. El octavo día significa el primer día de la nueva semana de la eternidad, la semana que no tiene fin.

¡Qué maravilloso es darse cuenta que la “mañana” de la vida apenas estará comenzando cuando la nueva Jerusalén descienda del cielo nuevo y llegue a reposar sobre la tierra nueva!

El cumplimiento que abarca todo el Reino de la fiesta de los Tabernáculos, que sucederá al final del periodo de los mil años conocido como la Era del Reinado de los mil años, será maravilloso, excederá cualquier imagen que tengamos la habilidad de pintar. Pero el cumplimiento personal en nosotros de la fiesta de los Tabernáculos como creyentes individuales es aún más maravilloso que el cumplimiento que abarca todo el Reino.

Como es verdad de todas las fiestas solemnes del Señor, el cumplimiento que abarca todo el Reino de la fiesta de los Tabernáculos y el cumplimiento personal fluyen entrelazándose, dependen el uno del otro, y encuentran su significado uno en el otro.

Según lo entendemos nosotros, el cumplimiento personal de la Fiesta de los Tabernáculos en los santos está por llegar y se expresará cada vez más durante las horas más oscuras que serán justamente antes de que regrese Jesús (Isaías 60:2), culminando con la aparición de Cristo y de Sus santos en las nubes del cielo. El cumplimiento espiritual de la fiesta de los Tabernáculos es la provisión que Dios ha hecho para Sus santos para que puedan hacerle frente a la era de horrores morales que está por llegar.

Aun hoy estamos siendo preparados para que more en nosotros la Plenitud de Dios, conforme el Espíritu Santo nos capacita para llevar a la muerte las obras de nuestra naturaleza pecaminosa y también para experimentar la crucifixión de nuestro amor propio y voluntad propia.

Del Capítulo Catorce al Capítulo Diecisiete del Evangelio según Juan se discuten algunos aspectos de los cumplimientos personales espirituales de la fiesta de los Tabernáculos del Antiguo Testamento.

El “hogar de mi Padre” es Cristo—Cabeza y Cuerpo. Es el “buen olivo” del Capítulo Once del Libro de Romanos. Cada uno de nosotros ha sido invitado a volverse una habitación en el Templo eterno de Dios.

Quizá el versículo más pertinente con respecto al cumplimiento personal de la fiesta de los Tabernáculos es Juan 14:23:

Le contestó Jesús:—El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra vivienda con él. (Juan 14:23—NVI)

Juan 14:23 no se está refiriendo al cumplimiento personal de la cuarta fiesta Levítica, la fiesta de Pentecostés. La fiesta de Pentecostés es cumplida cuando somos bautizados en el Espíritu Santo.

Y yo le pediré al Padre, y él les dará otro Consolador para que los acompañe siempre: (Juan 14:16—NVI)

Más bien, Juan 14:23 se está refiriendo al cumplimiento personal de la séptima fiesta Levítica, la fiesta de los Tabernáculos. El Padre y el Hijo entran a nosotros a través del Espíritu Santo y hacen de nosotros Su Templo eterno. Es la voluntad de Dios que nosotros seamos llenados con la plenitud de Dios (Efesios 3:19).

Juan 7:37-39 también está hablando sobre el cumplimiento de la fiesta de los Tabernáculos.

Jesús estaba observando el gozo del octavo día de la fiesta de los Tabernáculos, “el más solemne de la fiesta”. El sacerdote llevaba en un tazón dorado agua de Siloé y lo vaciaba sobre el Altar de los Holocaustos. El Capítulo Doce de Isaías se estaba cantando.

En ese momento:

…Jesús se puso de pie y exclamó:—¡Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba! De aquel que cree en mí, como dice la Escritura, brotarán ríos de agua viva. Con esto se refería al Espíritu que habrían de recibir más tarde los que creyeran en él. Hasta ese momento el Espíritu no había sido dado, porque Jesús no había sido glorificado todavía. (Juan 7:37-39—NVI)

Esta Escritura es cumplida hasta cierto punto cuando recibimos al Espíritu Santo. Pero el vencimiento del cumplimiento ha sido reservado para el Día del Señor.

Cuando el Padre y el Hijo se sienten en el trono de nuestro corazón en el cumplimiento pleno de la fiesta de los Tabernáculos, el agua de vida fluirá del Trono de Dios en nosotros. Nos volveremos “ríos”. La Gloria del Señor será derramada desde nosotros hasta que cubra el “mar” de la humanidad.

Por donde corra este río, todo ser viviente que en él se mueva vivirá. Habrá peces en abundancia porque el agua de este río transformará el agua salada en agua dulce, y todo lo que se mueva en sus aguas vivirá. (Ezequiel 47:9—NVI)

Ezequiel 47:9 es el cumplimiento de Juan 7:38. El Señor nos está purificando hoy para estar preparados para la venida del Padre y del Hijo a morar en nosotros en un grado mayor al que jamás antes habíamos experimentado. Juan 14:23 es una experiencia definitiva, tan definitiva como volver a nacer o ser lleno del Espíritu Santo. Sin embargo, a diferencia del bautismo con el Espíritu, para que se cumpla la experiencia de los Tabernáculos debemos seguir adelante durante un periodo de tiempo conforme somos purificados del pecado y conforme aprendemos a vivir en la Persona y Presencia de Dios.

La experiencia real, el cumplimiento personal de la fiesta de los Tabernáculos, que nos está llegando se describe en el Capítulo Doce de Isaías

Pensemos en las palabras de Isaías, Capítulo Doce. Conforme el individuo entra en el cumplimiento personal espiritual de la fiesta de los Tabernáculos del Antiguo Testamento éstas palabras empiezan a tener mucho significado. Entonces comprendemos lo que el Espíritu de Cristo estaba proclamando en Isaías.

Isaías, Capítulo Doce.

“En aquel día …”

La expresión “aquel día” es usada por todo el Libro de Isaías, y también en Juan 14:20. Se refiere al Día del Señor, el día en que Cristo llega a gobernar en nuestro corazón en todo Su esplendor. “Sólo el Señor será exaltado en aquel día.”

“… tú dirás: ‘Señor, yo te alabaré …”

Por dos mil años la gente Cristiana, frecuentemente, se ha señalado hacia sí misma y hacia sus obras. Pero conforme entramos al cumplimiento de la fiesta de los Tabernáculos el Señor mismo se vuelve el Centro glorioso de nuestra atención. ¡Lo alabamos siempre!

“… aunque te hayas enojado conmigo. Tu ira se ha calmado, y me has dado consuelo.”

Todo Cristiano debe pasar por periodos en que es reprendido, en que juzgado, y en que es puesto en la batalla. Dios no está complacido con lo que Satanás ha logrado en nuestras personalidades. Las tribulaciones con las cuales entramos al Reino de Dios son parte del cumplimiento espiritual del Día del Perdón, son nuestra reconciliación con la justicia de Dios y con Su Naturaleza santa. Ellas son juicio Divino sobre nosotros.

Muchas veces el sufrimiento es intenso y prolongado. Realmente es una prueba de fuego. ¡Cómo deseamos escapar de la prisión del Señor! Pero para escapar de la prisión de Dios, debemos romper las leyes de Dios.

Después de haber sufrido por algún tiempo, Aquel que nos hirió nos pone vendas. La disciplina del Señor crea en nosotros la paciencia y el fruto apacible de la justicia. Nuestros pecados y nuestra voluntad propia salen de nosotros. Entramos en reposo en Dios y Dios entra en reposo en nosotros. Nuestra guerra se ha terminado, nuestra iniquidad perdonado.

“¡Dios es mi salvación!…”

En todos nuestros tratos anteriores con Dios, Él ha estado separado de nosotros. Él nos ha salvado, nos ha sanado, nos ha dado sabiduría, nos ha ayudado y fortalecido en toda manera. Dios ha hecho estas cosas por nosotros y en nosotros.

Pero conforme entramos en la “experiencia de los Tabernáculos” notamos que sucede un cambio en nuestra relación con el Señor. Él mismo se está volviendo nuestra salvación. Ya no podemos pensar en ninguna cosa por nuestra propia sabiduría o conocimiento. Él mismo se vuelve nuestra mente, nuestra oración, nuestra salvación, nuestra salud, nuestra sabiduría, nuestra ayuda, y nuestra fortaleza.

A veces es difícil para nosotros “soltarnos”. Sin darnos cuenta hay cosas que hacemos que constituyen nuestra “religión”. Nuestra serie de creencias y de prácticas nos están “ganando” la salvación hasta cierto punto, aunque nosotros los Cristianos rechazaríamos este concepto si llegara a nuestra atención. Y sin embargo, confiamos en estas conductas religiosas y las percibimos como nuestra salvación.

Frecuentemente, conforme Dios comienza a movernos hacia el cumplimiento de los Tabernáculos, suceden eventos en nuestra vida que ocasionan que nuestras actividades religiosas ya no sean efectivas. Descubrimos que una por una las cosas y los pensamientos en los que confiábamos nos están siendo quitadas. Intentamos aferrarnos, para conservar nuestras relaciones anteriores, nuestra previa forma de contacto con el Señor. Pero si es el Señor el que está haciendo el cambio, entonces nunca jamás estaremos contentos con la manera anterior.

Parece ser que hay personas a quienes el Señor nunca mueve más allá de la experiencia de la salvación y otras que no avanzan más allá de la experiencia Pentecostés. Estas personas no comprenden nuestro comportamiento conforme entramos en el cumplimiento espiritual de la fiesta de los Tabernáculos. De hecho, muchas veces, nosotros mismos estamos perplejos por los tratos de Dios con nosotros.

Lo que sí sabemos es que algo está sucediendo en nuestra relación con el Señor Jesús. Dios está haciendo que aflojemos nuestro control sobre Él y en su lugar lo está sustituyendo por Su control sobre nosotros.

“…Confiaré en él y no temeré. …”

El prospecto de “soltar el control y dejar a Dios” puede darnos temor. Hemos confiado por tanto tiempo en nuestro propio control sobre Dios que la experiencia de “soltar el control” y permitirle al Señor hacer Sus obras en nosotros puede hacer que tengamos miedo. Tenemos miedo de confiar en que el Señor nos esté redimiendo de acuerdo a Su propio conocimiento de lo que va a suceder y a Su propia voluntad, que a Dios le complace darnos el Reino.

Si vamos avanzar más allá del “agua a los tobillos” hasta el “agua para cruzar a nado” debemos estar dispuestos a seguir al Señor a dondequiera que nos dirija (Ezequiel 47:3-5—NVI).

Avanzamos hacia adelante orando, poniendo atención, y observando los resultados de lo que está sucediendo en nosotros. La sabiduría que viene de arriba siempre es pura, siempre apacible, siempre llena de fruto bueno. Cuando nos sentimos empujados, temerosos u obligados, ese no es el Señor, generalmente. Los caminos del Señor son gozosos, llenos de amor y de esperanza. Esto no quiere decir que no haya temporadas en que seamos probados al límite.

“… El Señor es mi fuerza, el Señor es mi canción. …”

Están por llegar las tinieblas durante las cuales ningún hombre podrá trabajar. Están a las puertas. Las obras y las instituciones Cristianas de todo tipo se derrumbarán por la oscuridad y la opresión espiritual que hará temblar la tierra en el futuro cercano.

Dios ha proporcionado para Sus elegidos una provisión especial que les ayudará no sólo a soportar la gran tribulación sino también a vencer finalmente a las tinieblas. Esta provisión especial es el cumplimiento personal espiritual de la fiesta de los Tabernáculos.

Dios entrará a Su pueblo y será su fuerza y su canción. Ni Satanás, ni el Anticristo, ni el Profeta Falso podrán hacerle frente a Dios en Su pueblo.

El mundo y las iglesias carnales serán engañados y vencidas por las fuerzas del Infierno. Pero los creyentes en quien el Padre y el Hijo están morando podrán perseverar en medio de toda calamidad. Dios obrando a través de ellos aplastará a Satanás bajo sus pies (Romanos 16:20).

No serán los santos los que estarán perseverando y venciendo a final de cuentas a Satanás; será Dios quien, por medio de Cristo, estará morando en ellos. Los creyentes victoriosos cantarán y bailarán en lo alto de Sión mientras que el mundo se ahogará en el desbordamiento de la suciedad que saldrá de Satanás.

Después, Dios en Cristo en los santos descenderá sobre las naciones y liberará a todos los que clamen el nombre del Señor. Pero los malos y rebeldes serán destruidos y echados fuera de la tierra.

El Señor marchará como guerrero, como hombre de guerra despertará su celo. Con gritos y alaridos se lanzará al combate, y triunfará sobre sus enemigos. (Isaías 42:13—NVI)
Rugirá el Señor desde Sión, tronará su voz desde Jerusalén, y la tierra y el cielo temblarán. Pero el Señor será un refugio para su pueblo, una fortaleza para los israelitas. Entonces ustedes sabrán que yo, el Señor su Dios, habito en Sión, mi monte santo. Santa será Jerusalén, y nunca más la invadirán los extranjeros. (Joel 3:16, 17—NVI)

“…¡él es mi salvación!”

No es simplemente que Dios haya provisto todos los elementos para nuestra salvación. Más bien es cierto que Dios mismo se ha vuelto nuestra Salvación. En aquel Día sabremos que Cristo está en Dios, que nosotros estamos en Cristo, y que Cristo está en nosotros. Cristo es la Rueda adentro de nosotros y nosotros somos la rueda en Cristo en Dios. Nos hemos convertido en el carruaje de Dios (Ezequiel 1:16).

“Con alegría sacarán ustedes agua de las fuentes de la salvación.”

Pasamos por pruebas de fuego mientras que el Espíritu de Dios nos está purificando de toda iniquidad. Pero después hay alegría indescriptible y llena de gloria cuando nos damos cuenta de que el Padre y el Hijo estarán habitando en nosotros por la eternidad.

Tanto la fiesta de Pentecostés como la fiesta de Tabernáculos están asociadas con el agua. Pentecostés habla sobre las lluvias tempranas y las tardías que serán derramadas sobre nosotros, mientras que Tabernáculos significa el establecimiento del Trono de Dios y de Cristo en nosotros y la repartición del Río de vida de la Presencia Divina que ha sido formada en nosotros y que está morando en nosotros por siempre.

Pentecostés está asociado con lluvia. Tabernáculos está asociado con ríos de agua viva. Ambos hablan del Espíritu Santo.

Quizá fue cuando este versículo (Isaías 12:3) estaba siendo cantado que Jesús de Nazaret se paró y proclamó que correría del interior del creyente el Río de Vida (Juan 7:38).

En la experiencia Pentecostés los creyentes han ministrado en dones y manifestaciones fragmentadas del Espíritu. Cuando lleguemos al cumplimiento total de Tabernáculos, la perfección habrá llegado. Ya no estaremos viendo de manera indirecta y velada como en un espejo. En aquel Día nos conoceremos tal y como somos conocidos. Tomaremos suficiente agua de vida del trono de Cristo en nosotros para liberar a toda la creación del yugo de la corrupción (Ezequiel 47:8, 9; Romanos 8:21).

“En aquel día se dirá: ‘Alaben al Señor, invoquen su nombre; den a conocer entre los pueblos sus obras; proclamen la grandeza de su nombre’.”

Conforme avanzamos hacia el cumplimiento espiritual de la fiesta de los Tabernáculos proclamamos la grandeza del Señor como nunca antes lo habíamos hecho.

Antes de la experiencia de Tabernáculos hablamos mucho sobre lo que nosotros estamos obteniendo de la salvación, sobre cómo convenceremos nosotros a Dios de hacer esto o aquello para nosotros, sobre qué ocupados estamos conforme nosotros intentamos construir el Reino de Dios.

Pero conforme el Señor se establece para reposar en nosotros, y nosotros aprendemos a reposar en Él, proclamamos Su grandeza. Ocurre una transición normal de centrarse en uno mismo a centrarse en Cristo. El Espíritu Santo posee sabiduría infinita. Él sabe exactamente como cambiarnos a cada uno de nosotros del yugo del amor propio y voluntad propia a la maravillosa libertad de amor por Dios y por hacer Su voluntad.

“Canten salmos al Señor, porque ha hecho maravillas; que esto se dé a conocer en toda la tierra.”

Por primera vez, quizá, comprendemos y apreciamos el hecho de que la Gloria de Dios llena toda la tierra. Satanás se esfuerza por mantener a los santos concentrándose en sus tácticas malvadas sobre la tierra, en el incremento de maldad, de perversidad, y de lo atroz de las acciones de la gente para que no percibamos la Gloria de Dios.

Y oí a cuanta criatura hay en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra y en el mar, a todos en la creación, que cantaban: “¡Al que está sentado en el trono y al Cordero, sean la alabanza y la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos!” (Apocalipsis 5:13—NVI)

Mientras que somos inmaduros, nuestro primer pensamiento es huir de la tierra y de sus corrupciones y escapar al Paraíso espiritual donde todo es santo, puro, apacible, y gozoso. Es absolutamente cierto que siempre debemos tener nuestro corazón y nuestra esperanza en el Cielo donde Jesús está sentado a la derecha de Dios. Ahora, además, el Espíritu de Dios unge nuestros ojos para que podamos contemplar la Gloria de Dios en la tierra así como en el Cielo.

Cuando podamos ver con la visión de Cristo comprenderemos que la intención de Dios es redimir, no destruir, a la tierra y a su gente. Las catástrofes que están cayendo sobre la tierra son los dolores de parto, del nacimiento del Reino de Dios. El Padre y el Hijo están haciendo Su eterna morada en nosotros. Desde nosotros fluirán los ríos de agua viva hacia los humildes de la tierra.

Las aguas de vida correrán hacia todas partes hasta que el conocimiento de la Gloria del Señor cubra la tierra y su gente como las aguas cubren el mar. Las naciones salvas responderán con gran júbilo cuando Dios se mude a toda la tierra a través de Sus elegidos.

Las naciones serán guiadas por tu luz, y los reyes, por tu amanecer esplendoroso. (Isaías 60:3—NVI)
No harán ningún daño ni estrago en todo mi monte santo, porque rebosará la tierra con el conocimiento del Señor como rebosa el mar con las aguas. (Isaías 11:9—NVI)

Las naciones que re rehúsen a subir con regocijo a Sión para celebrar la Gloria de Dios en Su pueblo serán castigadas.

Si alguno de los pueblos de la tierra no sube a Jerusalén para adorar al Rey, el Señor Todopoderoso, tampoco recibirá lluvia. (Zacarías 14:17—NVI)

Conforme entramos a la experiencia de los Tabernáculos es que nos damos cuenta de la venida del Reino de Dios a la tierra. Aunque la venida del Reino de Dios es el tema principal de los cuatro Evangelios, muchos de nosotros no hemos tenido un entendimiento del plan de Dios con respecto a la tierra.

Pero conforme el cumplimiento personal espiritual de las últimas tres fiestas solemnes sucedan en nosotros, como primicia del día en que los grandes cumplimientos que abarcan todo el reino se realicen, podremos ver y entrar al Reino de Dios.

El Reino de Dios llegará a su capital terrenal, la ciudad de Jerusalén. Por esto, podemos anticipar la promesa bíblica del despertar del pueblo Judío al conocimiento de Jesús como Cristo sucederá en el futuro cercano, ya que el Evangelio del Reino de Dios es “de los Judíos primeramente”.

Será en el cumplimiento espiritual de la fiesta de los Tabernáculos que todo se juntará en Cristo. El Reino de Dios se establecerá sobre la tierra. Cristo se sentará sobre el trono de Su “padre”, David, en la ciudad de Jerusalén.

El “buen olivo”, del cual todo Cristiano verdadero es miembro, ya sea que éste sea Judío o Gentil por nacimiento físico, “retoñará y florecerá, y llenará el mundo con sus frutos” (Isaías 27:6).

Cuando Cristo está habitando en nosotros descubrimos que estamos cantando en nuestro corazón y que es un canto de amor al Señor.

“¡Canta y grita de alegría, habitante de Sión; realmente es grande, en medio de ti, el Santo de Israel!”

La Gloria de Dios morando en nosotros nos hace gritar de alegría. ¡Grande es el Señor y digno de ser en gran manera alabado! Dios ha venido para hacer Su eterna morada en el Cuerpo de Cristo, en la Esposa del Cordero.

Por dos mil años las iglesias Cristianos han estado “cojeando” en su intento por construir tabernáculos “para Dios”, esperando con esto lograr algo de mérito.

Pero Dios sólo habitará en Sión, en Cristo—Cabeza y Cuerpo.

¿Por qué, montañas escarpadas, miran con envidia al monte [Sión, el Cuerpo de Cristo] donde a Dios le place residir, donde el Señor habitará por siempre? (Salmo 68:16—NVI)

Las iglesias Cristianas han sido como Pedro en el Monte de la Transfiguración. Ellas han visto la gloria de la venida del Reino y ellas desean hacer algo. Pero ellas no saben lo que están haciendo así como Pedro no sabía lo que estaba diciendo (Lucas 9:33).

El Espíritu de Dios habló a través del Profeta Zacarías en la ocasión de la restauración del Templo de Salomón.

Así que el ángel me dijo; “Ésta es la palabra del Señor para Zorobabel: ‘No será por la fuerza ni por ningún poder, sino por mi Espíritu—dice el Señor Todopoderoso –. (Zacarías 4:6—NVI)

Esta es una profecía con respecto a la venida del Reino de Dios a la tierra. El Reino de Dios es Dios en Cristo en Sus santos. Es el Cuerpo de Cristo, la ciudad santa, la nueva Jerusalén. Es el Templo eterno de Dios. El Templo eterno de Dios será terminado y perfeccionado pero no por la sabiduría, ni los talentos, ni energías del hombre. El Templo eterno de Dios será perfeccionado por el Espíritu de Dios.

Dios se está moviendo hoy en toda la tierra para cumplir las palabras de los Profetas Hebreos y de los Apóstoles del Cordero. Las piedras vivientes del hogar eterno de Dios están siendo labradas de cantera. Cada piedra está siendo “labrada” antes de ser llevada al lugar de construcción (1 Reyes 6:7). Dios nos perfecciona donde estamos. Cuando sea hora de que el Cuerpo de Cristo se junte no habrá ruido de “martillos ni de piquetas”.

Siempre es loable desear la unidad de los miembros del Cuerpo de Cristo. Pero cuando intentamos juntar a los miembros por nuestras propias fuerzas encontramos que debemos “cortar y martillar” para que las piezas encajen. Pero en el Día de Cristo, el Cuerpo se reunirá por el Espíritu de Dios, así como los animales fueron llevado al Arca por el Señor. Todo lo que se le pidió a Noé fue que construyera un Arca. El Espíritu de Dios se hizo cargo de los demás detalles.

Nuestra responsabilidad es “profetizar sobre estos huesos”, la responsabilidad de Dios es hacer que los huesos se junten; es darles fuerza, belleza, y vida.

El Señor Jesús está ante la puerta del corazón de cada Cristiano. Si el Cristiano escucha la voz de Cristo y abre la puerta, el Rey entra y cena con él, dándole al discípulo de comer y beber de Su propio cuerpo y de Su propia sangre. Después, el Rey obra muchas tareas maravillosas de reconciliación y de esperanza en él, echando fuera el pecado y dándole autoridad para hacer la transición de centrarse en sí mismo a centrarse en Cristo.

Justo antes de que Él regrese en las nubes de gloria, el Señor Jesús reunirá a Sus santos de las cuatro esquinas de los cielos y de la tierra. En aquel Día, dos “Cristianos” estarán durmiendo en una cama. Uno, estando lleno con la Vida del Cordero, será llevado. El otro, estando lleno de simple vida humana, será dejado.

Después, el Padre y el Hijo en Su Plenitud entrarán a los creyentes que han estado viviendo por la Vida de Jesús. Las vasijas de barro del cuerpo terrestre de los santos se volverá añicos a la medianoche, como es representado por los jarrones que fueron estrellados por los soldados de Gedeón. La Gloria del Dios del Cielo fluirá de sus personalidades (Isaías, Capítulo 60). Estos son los relámpagos que saldrán del oriente hasta el occidente (Mateo 24:27). Cristo y Sus elegidos serán glorificados al mismo tiempo ante las naciones de la tierra.

…Entonces vendrá el Señor mi Dios, acompañado de todos sus fieles. (Zacarías 14:5—NVI)

Los miembros del Cuerpo de Cristo, la verdadera y única Iglesia Cristiana, la Esposa del Cordero, se reunirá para formar un Templo de Dios completo, perfecto, y lleno de luz. Después, la Esposa del Cordero, que ahora estará brillando como el sol en la pureza de la justicia y la santidad, será elevada triunfantemente por el Espíritu de Dios para estar con su Señor por siempre.

El Anticristo y las naciones, viendo este espectáculo hermoso y glorioso, se prepararán para evitar ser despojados de su dominio por el Señor y Sus santos.

Pero el Anticristo será destruido por la brillantez de la venida de Cristo y Sus santos.

La luna se sonrojará y el sol se avergonzará, porque sobre el monte Sión, sobre Jerusalén, reinará el Señor Todopoderoso, glorioso entre sus ancianos. (Isaías 24:23—NVI)

Muchos de nosotros hemos sido salvados y llenos del Espíritu santo de Dios. Hemos experimentado el cumplimiento espiritual de la Pascua y de Pentecostés.

Ahora sigamos la nube y el fuego hasta heredar la plenitud de la salvación en Cristo, hasta entrar en el cumplimiento personal espiritual de la fiesta de Tabernáculos.

(“La Fiesta de los Tabernáculos”, 4324-1)

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